sábado, 13 de mayo de 2006

Casi tuerto

Ah, la primavera,
tiempo propicio para pasar fuera.

Tras un invierno atroz
preñado de lluvias,
buenas para el cultivo de arroz,
entre las nubes el sol paso se abrió.
Las nubes se marcharon
y las turistas suecas en grupo llegaron.

Me las prometía muy felices
camino de la playa,
cuando el viento furioso
de las manos me arrancó la toalla.

De todos es sabido,
que las suecas con viento
de casa jamás han salido.
Decidí marcharme a un parque
cuyo nombre es Del Carranque.

Bastante lejos me pilla
así que cogí mi bicicleta
que es una maravilla.

Jubilados extranjeros,
no me dieron mal agüero.
Practicaban la petanca.
Cansado de pedalear como estaba,
me senté en una banca.

Plácidamente jugaban
los seniles finlandeses,
mientras yo los contemplaba
hubieran podido pasar meses,
tan atento al juego estaba.

Llegó el turno de Hans,
natural de Vyndemars.
Solo una tirada más
y a los pérfidos ingleses podrían ganar.

Su mano se cerró sobre la bola
y no hizo falta ni empujarla, ¡salió sola!
Tal velocidad llevaba,
que hacia mí se dirigía con mala baba.

No alcancé a oír ningún grito,
todos me miraban de hito en hito.
Yo no me enteraba de nada
por culpa de una rubia que paseaba junto al estanque de las ranas.

- ¡Cuidado con el huevo frito!
alguien a mis espaldas dijo.
Me giré hacia mi izquierda ¿de quién sería semejante voz de pito?

Bastó ese simple gesto,
la bola pasó sobre mi hombro todo recto.
Tuerto me podrían haber dejado
y a las suecas dificilmente me podría haber ligado.

Recuerda, amigo lector,
cuando mires la petanca,
cuanto más lejos, mejor.

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