miércoles, 3 de junio de 2009

Efímero

Era la última tarde de Edelmira en la ciudad. Habían sido amigos desde que en el jardín de infancia habían compartido un cubo de arena con el que construyeron un castillo tan robusto como la complicidad que los había mantenido unidos durante veinte largos años.

Roberto estaba desolado, más que por la marcha de su amiga, por el hecho de que él no pudiera marcharse de ese barrio que se había convertido en una prisión inexpugnable. Pero aún les quedaba una tarde para disfrutar; ya habría tiempo para lamentarse o buscar una salida o enterrarse más, no importaba. Cogió su cámara de fotos digital

Mientras pasaba las fotos a su ordenador, un súbito apagón interrumpió la operación. A los pocos minutos la luz retornó. Encendió su PC dispuesto a reanudar la tarea, pero el sistema de archivos de la tarjeta se había corrompido. El recuerdo impreso de una tarde inolvidable se había desvanecido en lo que tarda un electrón en ser consciente de su efímera existencia.

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