lunes, 20 de noviembre de 2006

Por qué me levanté esta mañana.

Los lunes por la mañana
yo solía descansar:
ver la tele, "estudiar",
más que nada dormitar.
Hoy debiera haberlo hecho
en lugar de saltar del lecho
y ponerme a caminar.
Miedo y nervios se juntaban
y no me dejaban en paz.
En la biblioteca me esperaba,
como en un improvisado altar,
un deseo inextinguible:
alguien a quien poder amar.
Paseaba confiado en al fin poder colmar
ese hueco de mi alma,
años de soledad sin par.
Animado alli llegué,
deje que las horas pasaran
esperé, esperé y esperé
deseando con dolor
que su rostro apareciera
por el dichoso umbral.
La hora del cierre llegaba,
sin noticias de ella estaba.
Aquello acabaría mal.
La espera llegó a su fin,
las puertas ya me cerraban,
sólo quedaba sufrir.
Casi sin mirar atras,
lentamente, paso a paso
empecé a caminar.
Triste, abatido, sólo,
sin nadie a quien amar.
¿por qué me levanté esta mañana?
por una esperanza vaga, estúpida, vacia y vana.
Sólo eso y nada más.

sábado, 11 de noviembre de 2006

R-Éxodo

En el puesto fronterizo Sehk-II, la vida era tranquila. Los nubios habian firmado la paz meses atras y la tranquilidad reinaba en ambas riberas del Nilo. Únicamente dos soldados formaban la patrulla fronteriza junto al anteriormente conocido como estado de Canaán: Ank y Apis.

Llevaban meses tostandose al sol, sin otra ocupación que la de contemplar el horizonte y garantizar el libre tránsito de mercancias con sus vecinos semitas, cuyo volumen de negocios era de 2 cabras al año. En definitiva: se aburrian.

Aquella mañana no era muy diferente a las otras. Apostados uno junto al otro en lo alto de una vieja atalaya de observación, velaban por la seguridad del pais o al menos eso quería pensar Ank pese a que poco a poco le iban afectando las quejas de Apis.

- Alistate en la guardia de palacio, me decian. Conocerás mundo... si todo el mundo que voy a visitar es este terruño infernal, más me habría valido quedarme recogiendo los excrementos del escarabajo sagrado de Jepri.

Los minutos se arrastraron penosamente sobre la ardiente arena del desierto, hasta que algo sacó a los dos guardias de su reflexivo silencio.

- Hey Ank, ¿estás viendo lo que yo?

- ¿el qué?

- ¡¡¡Mira allí!!! - Apis señalaba una inmensa columna de polvo que avanzaba hacia ellos a gran velocidad- ¿qué puede ser?

- Mmm, yo diría que un iceberg, puedo olerlos a kilometros.

- ¿A mediados de Julio? - pregunto Apis extrañado

- si

- ¿moviendose a 25 km/h?

- si

- ¿en mitad del desierto?

- si

- suerte que tenemos un bote ¿eh Ank?

- ya lo creo Apis.

La nube de polvo los alcanzó sentados en una desvencijada canoa de papiro con unos estridentes chalecos salvavidas a medio inflar, pues en esos tiempos no existian los infladores manuales.

Momentos antes del choque con la supuesta masa de hielo cerraron los ojos y se encomendaron al gran Anubis, pero la nube de polvo se detuvo y no solo eso, sino que terminó posandose en el suelo, dejando al descubierto a miles de personas con sus pertrechos a cuestas.

Al no sentir el fuerte impacto, los guardias abrieron los ojos, encontrandose ante ellos a un venerable anciano de barba cana y aspecto cansado.

- Saludos soldados. Soy yo, Moises.

El extraño, que se habia convertido en el portavoz de la inabarcable masa de gente, hablaba fluidamente el egipcio aunque se trababa con la H, seguramente debido a su avanzada edad.

- venimos a ver al faraón - continuó con cierta dejadez - mi pueblo y yo queremos solicitar asilo político en Egipto.

Apis y Ank se miraron extrañados. Habian oido hablar de Moises y sus alegres judíos, los cuales habían salido huyendo del país 50 años atras por "diferencias irreconciliables" con los sindicatos. ¿Qué hacian allí de nuevo? En cualquier caso nadie podia traspasar las fronteras del país a no ser que fuera mercader y así se lo hicieron saber a Moises

- pero nosotros lo somos, vendemos.... ah si, papiros del libro de los muertos- replicó este.

- ¿quienes? ¿los.... por cierto cuantos sois? - quiso saber Ank

- 87.000 personas, 35.000 burros, 20.000 cabras y 60.000 mujeres.

- muchos papiros tendriais que vender... - durante un segundo la mente de Ank buscó febrilmente una solución, que llegó al comprobar cómo Apis jugueteaba con uno de los burros.

- Apis - vocifero enérgicamente - monta en ese asno y ve a informar directamente al faraón de lo que pasa aquí y si los guardias te ponen pegas diles que te envia su cuñado.
Y así, veloz como sólo puede serlo un burro, partió hacia el palacio real.

El gran faraón Seti II estaba reunido con sus consejeros tratando los mundanos asuntos de gobierno, cuando entró a toda velocidad un polvoriento soldado oliendo a estiercol por cuyo uniforme supo que era de la guardia fronteriza.

- Habla soldado, antes de que mande ahogarte en la fuente de Heliopolis- ordenó el faraón.
En otro momento, la amenaza de Seti hubiera aterrorizado a Apis, pero tras 6 horas de viaje en burro por heterogeneos caminos, habia dejado de sentir su entrepierna y eso le preocupaba aún más.

Con voz firme describió para los presentes a la masa de desarrapados que aguardaba en los límites del imperio la hora de entrar en él para hacer a saber qué. El faraón escuchó seriamente sin mostrar sorpresa o desconcierto alguno (quizás la mascara tras la que ocultaba su cara ayudara un poco). Cuando Apis terminó de hablar, el silencio se hizo en la sala.

- Bien, que venga su representante -exclamó el faraón- ah y dile que puede traer a un amigo si quiere.

Las horas pasaron y el silencio de los pasillos de palacio era roto esporádicamente por el grito agonizante de algún consejero cuyos consejos no habian sido del todo acertados, o al menos así se lo habia parecido al faraón.

Cuando finalmente llegaron Apis y los dos representantes israelitas: Moises y su hermano Aarón, la reunión habia casi concluido. Tras ser anunciados por un esmirriado egipcio con voz de pito, los hebreos tomaron asiento frente al trono. Conocedores de las costumbres de la corte, no dijeron palabra hasta que el faraón les preguntó el motivo de su visita.

- vera usted - comenzó timidamente Aaron - nuestro pueblo desearia asentarse de nuevo en la tierra de sus padres, para poder llevar una vida en paz y bienestar.

El faraón los miraba de hito en hito, sorprendido por tamaña decisión.

- deberia guardaros rencor por matar a mi hermano mayor, pero gracias a eso yo heredé el trono, asi que os permitiré exponer los motivos por los que deseais volver en lugar de tiraros a los cocodrilos.

Aarón respiró aliviado.

- gracias su magnanimidad. Gracias a su buen gobierno y a sus medidas fiscales junto con la privatización de la agricultura, Egipto es la nación más prospera y poderosa de la tierra - el faraón asintió complacido, adoraba que le hicieran la rosca- y nosotros habíamos pensado que igual podriais compartir vuestra riqueza, dada vuestra fama de solidario.

- pero ¿no fuisteis vosotros, los que estuvisteis dando la tabarra durante meses por huir de estas fértiles tierras para crear vuestro propio pais en una tierra de la que manaba leche y miel? un cuento chino esparcido por vuestros empresarios pero que no dudasteis en creer.

- pues si, y en un principio las cosas nos iban muy bien, pero ya se sabe, en cuanto surge la oportunidad de enriquecerse la gente se corrompe y nuestros dirigentes se corrompieron muy pronto, los únicos que se enriquecieron aparte de ellos fueron los prostíbulos.

Ya se que aquí mi hermano Moises hizo algunas "travesuras" pero era sólo un mandado. Para que su excelencia vea nuestra buena voluntad, volveremos con nuestro antiguo status de esclavo...

El faraón no le dejó terminar la frase.

-¿os llamamos alguna vez esclavos? - preguntó airado por escuchar esa falsedad.

- ciertamente no - balbuceó Aaron - pero el mensaje estaba implícito en los latigazos.- Afirmación ante la cual asintió Moises- debe reconocer que muy libres no eramos, pero bueno pelillos a la mar, no hablemos más de ello. ¿Qué me dice, podemos volver?

Seti II se hundió en sus cavilaciones y a no mucho tardar lanzó su veredicto:

- solo queremos un número limitado de personal cualificado, con 200 fulanas será suficiente. El resto marchaos a otra parte y rápido, esta vez ni siquiera una columna de fuego podrá salvaros de mi ira, he inventado una cosa llamada cuerpo de bomberos para luchar contra ella.

Abatidos, los israelies se dispusieron a abandonar la sala, mientras por lo bajini Moises musitaba una maldición con la virilidad del faraón por objetivo.

- si me permite una sugerencia alteza - era la voz del consejero de infraestructuras la que habia osado alzar su voz sin permiso, pero sin duda el motivo era importante- como le he estado comentando, andamos faltos de trabajadores manuales, estos israelies nos vendrian muy bien...

- eso es mentira- gritó una pequeña figura que se escondía tras una de las cortinas- como periodista junior y representante de los estudiantes, puedo decir que mis compañeros harian con gusto cualquier clase de trabajo.

- si claro, cualquier clase de trabajo que tenga relación con los escribanos o los sacerdotes, a vosotros os querria yo ver bajo el ojo de Horus cargando piedras.

- tal vez si no nos dieran tan fuerte con el látigo... - replicó el lider estudiantil

- bah, sois unos blandengues, y por cierto ¿qué haces tú aquí? tu opinión no nos importa. Que te has pensado que somos: ¿griegos?- le espetó el consejero.

El faraón intentó zanjar la discusión, pero el consejero y el estudiante ya habian llegado a las manos y en su lucha estaban destrozando el salón, alterando a los presentes. El único que parecia ajeno a todo era el sacerdote mayor, que hacia cuentas frenéticamente en su tablilla.

Un soldado irrumpió de improviso en la sala.

- señor, los nabateos vienen remontando el Nilo en piragua- gritó, desconcertado por la escena que se desarrollaba en el lugar.

Fue la gota que colmó el vaso, la ira surcó el rostro del faraón.

- fuera de aquí todo el mundo, a partir de ahora no quiero que entre en este país ni una mosca. Que se destine a los estudiantes a las minas, y por protestar que les doblen el número de latigazos.

- ¿y ahora quien nos va a pagar las pirámides? - lamentó el sacerdote observando sus cálculos- cada día hay menos jovenes.

Pero su advertencia fue en balde pues nadie le escuchó. Ni siquiera los israelies, que nada más comenzar el follón habían puesto pies en polvorosa acompañados por Apis. No iban a volver a ese país de locos ni muertos.

Ya en el campamento, a una señal de Moises, la masa ingente de personas recogio sus bartulos dispuesta a reemprender viaje.

- ¿donde ireis ahora?- preguntó Ank, que en la ausencia de su compañero había aprovechado para intimar con una dulce morena.

- probaremos suerte en las tierras del oeste, donde termina el mundo. Me han dicho que siempre están de fiesta, necesitarán alguien que trabaje por ellos. Además, hacen una paella para chuparse los dedos.

La nube de polvo que formaban los exiliados se fue alejando, hasta que al final únicamente quedaron Apis y Ank, apostados uno junto al otro en la atalaya de observación.

- oye Ank, ¿si eres familia del faraón, cómo es que te mandó a este lugar dejado de la mano de los dioses?

- Por celos Apis, me acosté con su mujer.