viernes, 12 de marzo de 2010

Pollas en alza

No se puede decir que Taruk viviera en la pobreza porque incluso aquella era demasiado selecta para su familia. Sin embargo las carencias que sufria no eran obstáculo para que su padre les diera una educación a cada uno de sus 17 hermanos y tres esposas; y no en sentido figurado, pues era él el que hacía las funciones de maestro, pues la escuela era muy cara y no podían permitírsela.

El pequeño Taruk no destacaba en ninguna materia en especial, más bien al contrario, odiaba con toda su alma las clases de lengua y literatura turca a las que le sometía su progenitor.
- ¿Para qué tengo que aprender turco si terminaré vendiendo kebab en un callejón de Frankfurt? - argumentaba el pequeño antes de huir de casa con el sordo sonido de la puerta cerrándose a sus espaldas mientras ante él se abrian los peligrosos suburbios de Ankara, un lugar como cualquier otro en el que diluir sus sueños; pues Taruk deseaba por encima de todo ser una estrella de rock. Amaba la música más que nada en el mundo desde que escuchara el disco de la banda sonora de "Pollas en alza", un drama ambientado en las calles de su barrio, con temas del gran cantante de fama internacional "Ahmed el de la chilaba".

A su padre, que no era ajeno a los deseos de su hijo, se le ocurrió entonces una manera de hacer que abrazara el estudio de su lengua natal. A partir de ese momento daría las clases cantando y le obligaría a hacer lo mismo a la hora de responder.

A Taruk le entusiasmó la idea y pronto dominó las reglas gramaticales del turco, hasta que una semana después de que empezaran a practicar con el nuevo método, unos fuertes golpes amenazaron con echar la puerta abajo.

Su padre interrumpió una balada sobre el uso de la dieresis para ir a abrir. Por poco no se cayó del susto al ver ante él a todos los vecinos del barrio, encabezados por Mehmet el carnicero, que vivia a su lado.

- Safed, haz callar a ese niño del demonio que no nos deja descansar. ¿Acaso no sabes que no están permitidos los sonidos por encima de cinco decibelios? Si no lo haces tú, nos veremos obligados a ponerle un esparadrapo en la boca y ya sabes que somos musulmanes, nuestros esparadrapos tienen pinchos.

Safed no sabía donde meterse. No había previsto que nadie se quejara. No supo que decir, ni como reaccionar. Sin embargo Taruk se enfrentó a la muchedumbre. Se puso delante de su padre con los brazos en jarras y comenzó a cantar una canción sobre la educación infantil y los derechos del niño. Nada de eso sirvio para hacerles cambiar de opinión. Mehmet cortó el aire con un golpe seco y se dirigió a las personas que le acompañaban.

- Este niño es de una casta inferior, llamadle simio.

Taruk se quedó sorprendido. ¿Donde se pensaba Mehmet que vivía?

- ¿Casta inferior? - inquirió ofendido  - Eso es de la India.

- Bienvenido a la globalización, simio. - le escupió Mehmet mientras echaba mano de un rollo de esparadrapo con pinchos que guardaba en un bolsillo secreto de su turbante.

Safed se dispuso entonces a luchar con los puños por la dignidad de su hijo, pero este, que no quería problemas para su familia, aceptó no volver a cantar nunca más. Y así, Taruk, incapaz de concentrarse en la lección por no ser cantada, fue un ignorante toda su vida. Y a Mehmet lo detuvieron por vender cd´s piratas en su carniceria y cocaina también.

domingo, 7 de marzo de 2010

Por qué lo llaman muffins cuando quiere decir sexo

En el principio fue la harina y vio Dios que era buena, y como necesitaba algo para mojar en la leche y las galletas María se le habían acabado, cogio un par de huevos, algo de levadura, mantequilla y azucar e hizo la primera madalena. Y se la dio a probar a su arcángel más querido, llamado Lucifer, que tras degustar un bocado la escupió de mala manera al tiempo que comentaba que había comido mejores cosas tiradas en el suelo. Y expulsó Dios entonces a Lucifer del cielo, y este se regocijo, pues prefería ser crítico en el infierno a adulador en el paraiso; y desde entonces todos los críticos gastronómicos son objeto de odio y malos pensamientos.

E intentó Dios cocinar una madalena que ni siquiera él pudiera paladear de lo buena que estuviera, pero fue imposible y creó entonces al hombre y le otorgó el don del libre albedrio para que mejorara la receta, asi él podria pasar el tiempo con su hobby favorito: el Scrabble.

Cuando vio que el ser humano había madurado a orillas del Nilo, llevó, con una armada de 50 naves espaciales, el conocimiento del bizcocho a los egipcios, a los que enseñó agricultura y matemáticas ya que le sobraba algo de tiempo. Y estos edificaron las pirámides, las primeras panificadoras del mundo y, custodiándolas, una estatua a la bella Easo, diosa de la madalena (o como ellos la llamaban "Lo que desayuna Anubis todas las mañanas, pajaro, pajaro, hombre que camina de lado), con cuerpo de león y cabeza de guarrona, a la que sacrificaban 20 bollycaos en el solsticio de invierno para que con ello la producción de madalenas fuera buena.

Y periódicamente Dios enviaba a la Tierra a alguno de sus ángeles para que le llevaran las madalenas que se cocinaban allí, pero ninguna le satisfacia, montando en cólera con algunas hornadas, como la de Sodoma y Gomorra del 5600 a.c.

Las ciudades-estado florecieron y entre ellas destacaron las polis griegas, por su sistema político, sus filósofos y una receta que cambiaría el mundo: la madalena con pepitas de chocolate. Este avance llegó a oidos del rey Jerjes, rey de los medos que, ávido de sentir nuevas sensaciones en su paladar, formó un ejército de un millón de hombres para hacerse con el delicioso manjar. Gracias a la intervención de Leónidas y sus valientes espartanos, que murieron en las termópilas bajo una montaña de insípidas y duras madalenas persas retrasando el avance del invasor, la luz de la civilización que representaba las madalenas iluminó occidente durante los siglos posteriores.

Fueron los romanos los que recogieron el testigo heleno con su formula para hacer las madalenas más esponjosas y con ellas dominaron el mundo hasta que el pueblo se hartó de ellas y comenzó su declive, junto al del imperio.

Las tinieblas se alzaron en una Europa que se olvidó de las madalenas y abrazó con fé ciega los biscotes integrales, alimento que era ensalzado desde los púlpitos católicos, que hipócritamente predicaban la renuncia a los placeres mundanos mientras en remotos monasterios de las fronteras cristianas, escribas mudos copiaban los libros clásicos de recetas que no dejaban de entrar en las opulentas estancias del Vaticano.

No fue hasta el renacimiento, que un joven cocinero llamado Leonardo Da Vinci, encontró en el sótano del noble más rico de Florencia, uno de estos libros. Fascinado por lo que leyó, se encerró en su cocina durante un mes dando forma a recetas largo tiempo olvidadas. Al fín, 44 días después dio a probar a una chica que pasaba junto a su ventana, una de sus madalenas. El rostro de regocijo de la afortunada degustadora fue tal, que Leonardo la retrató en un lienzo.

Las décadas se sucedieron y la ingesta de madalenas se convirtio en algo natural como el respirar o el sexo (para las mujeres atractivas y los hombres con dinero); hasta llegar a la revolución industrial. Una antigua sociedad secreta cuyas raices se perdían en los albores del tiempo, llamada "Bella Easo" y formada por banqueros londinenses, decide reducir el tamaño de las madalenas para obtener más beneficios por su venta. De los altos hornos de Manchester surgirán las madalenas que conocemos hoy día, esponjosas, de tamaño reducido y sin aditamentos.

Sin embargo, viendo que había mercado para más productos, los amos del mundo de la madalena decidieron volver a las raíces y producir en masa las mismas madalenas de antaño, solo que con otro nombre. Cogieron al tonto del pueblo, le dieron a probar una madalena de yogur y fresa y le pidieron que dijera lo primero que se le pasara por la cabeza: Muffin, respondio el tipo y se fue tan tranquilo a casa, sin saber que era el responsable de dar nombre al mayor engaño de toda la historia de la humanidad.

Y así, ahora para referirse a las madalenas tradicionales, se usa dicho anglicismo, cuando en el pueblo de mi madre aún haciendose los mismos "muffins" se siguen llamando madalenas y lo más cerca que han estado de un inglés es cuando apalearon a un turista de Sussex por saltarse el único semáforo de la calle mayor.


PD: lo del sexo fue un gancho, pero para que nadie quede defraudado: ¡teta!