viernes, 21 de diciembre de 2012

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Llegado el día

El tercer pitido del despertador le avisó de que las 7 de la mañana del 21 de diciembre de 2012 había llegado. Llevaba despierto unos minutos. No había podido dormir por los nervios que le producía la jornada que tenía por delante. Se paseó por su piso, sin decoración navideña mientras comía algo y se arreglaba de manera informal.

Cuando terminó de vestirse cogió la libreta donde había apuntado todo lo que quería hacer en ese día, la metió en su mochila y antes de salir a la calle, se miró en el espejo por última vez. Nunca mejor dicho pensó mientras daba un portazo tras de si. Primera acción realizada de la lista: joder a los vecinos. Había sido una chorrada pero ya se encargaría de que no quedara solo en eso.

En la escalera, entre el 7º y el 6º piso se encontró con la señora Remedios, que bajaba los escalones con lentitud, temerosa de resbalar y romperse por tercera vez la cadera. Durante diez años se la había encontrado bajando las escaleras en los momentos en que, casualidades de la vida, tenia más prisa por llegar a un sitio, y como la anciana, de considerable volumen torácico, se negaba a ser adelantada, tenia que esperar pacientemente a que esta alcanzara la calle. Había llegado tarde a su primera entrevista de trabajo, al bautizo de su sobrino, a una cita con su ya ex-novia en la que iba a conocer a sus padres... con todos estos recuerdos gritándole en su mente se acercó silencioso a la vieja y antes de que esta se percatara de su presencia, le propinó una patada al bastón en el que se apoyaba con tal violencia que la señora Remedios perdió el equilibrio y cayó rodando los 14 escalones que la separaban del descansillo del 6º, donde finalmente se detuvo. La sorteó de un salto sin mucho esfuerzo.

Antes de dejar el edificio llamó a todos los timbres del bloque y cuando se cercioró de que todos sus vecinos se encontraban a la escucha gritó: ¡Hijos de puta! antes de perderse entre la multitud que atestaba las calles. Durante muchos años se habían negado en las reuniones de la comunidad a poner un ascensor.

Su primera parada era la oficina donde trabajaba. Había conseguido un puesto de becario en una consultora informática un par de años antes y desde entonces había ido tras su superior para que le hiciera un contrato normal, aunque fuera de mileurista. Pero siempre le decía que estaba estudiando su propuesta. Si debiera examinarse de ella, su jefe sacaría matricula de honor con los ojos cerrados.

Dio los buenos días al conserje, acompañados de una propina de 50 euros, todo lo que tenia encima, como premio a su amabilidad, pues era el único que se dignaba a saludarlo y le trataba como una persona. Subió en el ascensor junto a Matilda, la secretaria de uno de los consejeros ejecutivos, una rubia explosiva que disfrutaba calentando a todo aquel que posara sus ojos sobre ella para luego rechazarlo con desprecio. En la 4ª planta se quedaron solos y en cuanto las puertas se cerraron y la cabina comenzó a subir, la acorraló contra una de las paredes y le metió la lengua en la boca hasta llegar a su garganta, en un profundo beso que la dejo sin saber que decir o hacer mientras él se bajaba en su destino.

Llegó a su cubículo, sacó un pendrive de la mochila y lo enchufó en su PC. Le había costado mucho esfuerzo y varios meses de estudio pero había logrado modificar un virus de gusano para que infectara y destruyera la red de ordenadores de su empresa. Ejecutó el código malicioso en su terminal y dejó que este hiciera su trabajo mientras él se dirigía al despacho de su jefe. Se encontraba en medio de una conversación telefónica que finalizo en cuanto  le colgó el teléfono de improviso.

- ¿Te has vuelto loco? Estaba hablando con el presidente de la compañía - rugió. Pero su furia se relajó para tornarse en terror al ver cómo sacaba una pistola de la mochila, junto con un fajo de folios que abanicó ante él.

- Estos son mis contratos de becario. Ahora se los va a comer uno a uno.

No necesitó darle más explicaciones. Reticente primero, pronto comenzó a devorar los papeles con fruición cuando le quitó el seguro al arma. En un par de ocasiones estuvo a punto de atragantarse pero consideró que era mejor morir ahogado que por un disparo. Cuando hubo acabado con todo, lo ató y lo encerró en el armario del despacho. Aquello le daría tiempo para salir del edificio sin que los de seguridad se abalanzaran sobre él.

Echó un vistazo a su monitor. Los iconos del escritorio comenzaron a derretirse rápidamente. Pronto en toda la sala sus compañeros se preguntarían unos a otros qué estaba ocurriendo con sus ordenadores. Estúpidos... Para entonces, él estaría muy lejos, concretamente camino de un restaurante de lujo que siempre había querido visitar pero que no se había podido permitir. Por el camino se topó con un mendigo que pedía sin mucha convicción una limosna con la que comprar algo para saciar su hambre. En lugar de darle unas monedas que por otra parte no tenía, le pidió que le acompañara. Por el camino el mendigo le contó su historia. Una historia tan típica que no se molestó en escucharla con atención. Algo sobre un negocio fallido, una familia que le rechazó y malas decisiones en general. No mencionó ninguna adicción destructiva que de seguro había jugado algún papel, pero ¿qué más daba? ¿quién era él para juzgar a nadie?

En el restaurante el maitre les miró con desprecio. Más al mendigo que a él, que no mereció más que una mirada de soslayo tratando de averiguar si se encontraba delante de un par de bromistas. El mendigo comenzó a dar muestras de nerviosismo y para evitar que la situación se descontrolara finalmente les colocaron en la mesa más apartada del local.

Pidieron los platos más caros, que no precisamente los más deliciosos y dieron carta blanca a la digestión con la copa de brandy de rigor. Él no bebía pero le pareció un buen momento para comenzar. Estaba asqueroso pero ingirió el líquido hasta no dejar una gota. Aquello le daría la valentía artificial necesaria para hacer su primer simpa. Aprovechó que el camarero había ido a buscar la cuenta para salir corriendo sin mirar atrás. Por fortuna el mendigo, acostumbrado a estas lides, se había olido la tostada y no había duda en salir corriendo tras él. Se hubiera sentido muy mal de haber dejado que el pobre hombre cargara con su falta.

Vagó sin rumbo, con la mente en blanco hasta que sus pies le llevaron sin buscarlo conscientemente frente a la casa de su ex-novia. Llamó al timbre pero nadie contestó. Quizás no estaba, pensó, aunque al llamar de nuevo creyó distinguir el movimiento de la cortina frente a una ventana del primer piso. Aquello le enfureció.

- ¡Ábreme Marieta! - gritó - Se que estás ahí. ¿Crees que no te he visto? Baja por favor.

No hubo respuesta. Volvió a llamar. Idéntico resultado.

- Maldita zorra. Huyes de nuevo. Huyes, repitiendo tu error. - ladró aporreando la puerta -  Pero claro, el estúpido fui yo por callarme, por no ir en tu busca para que me dieras una explicación, por dejar que te marcharas para evitarte más dolor. No es por ti, es por mi, me dijiste usando un asqueroso cliché. ¿Tanto te costaba decirme que yo no era como esperabas? ¿Que lo nuestro había sido una equivocación?¿Tenías que hacerme dudar de mi? ¿Destrozarme psicológicamente? Fuiste una cobarde, por no admitir tu error y tratar por cualquier medio de que yo te dejara. Hasta que al final lo conseguiste. Me hiciste sentir tan miserable que no podía ni mirarte a la cara cuando eras tú la que flirteabas con todo aquel que se te acercara. No te importaba que pensara que te estabas convirtiendo en una puta, lo único que querías era evitar enfrentarte a tu conciencia pasando por encima de todos, por encima de mi, la persona a la que supuestamente querías...

Arrojó la mochila contra la fachada. De ella surgió una lluvia de fotos de su ex desnuda que pensaba repartir en algún lugar concurrido, un centro comercial o la salida del metro como venganza por su despecho. En lugar de ello se marchó de allí con lágrimas en los ojos. Gilipollas hasta el final. El sol comenzaba a batirse en retirada y las sombras comenzaban a cubrir su ánimo. Ni siquiera se alteró cuando al atravesar un parque se topó con un atraco. No dudo en evitarlo golpeando con precisión al atracador. Los golpes no cesaron ni siquiera cuando este quedó inconsciente sobre el pavimento. El ensañamiento alarmó al atracado, que no tardó en llamar a la policía. La paliza no se detuvo hasta que una patrulla de la guardia civil se acercó al lugar. Consiguió verlos a tiempo de salir corriendo para evitar ser detenido.

Les dio esquinazo colándose por la puerta trasera de un rascacielos. Subió hasta la azotea y allí se escondió, sentado cara a cara frente al horizonte mientras miraba el reloj nervioso. Se había dejado muchas cosas de la lista por hacer pero le daba igual. El día llegaba a su fin y nada había ocurrido. El mundo seguía girando inalterable con sus pequeñas y dramáticas historias. Cuando dieron las 12 de la medianoche quedó claro que así seguiría siendo por mucho tiempo más. Sonámbulo, ido, consiguió volver a casa. Se metió en la cama y pensó de qué manera afrontaría la mañana siguiente; quizás quitarse la vida o continuar con la lista.

Rondando las 2 se quedó dormido lo que le pareció un instante, hasta que un ruido atronador le despertó en medio de la oscuridad. Su cama empezó a temblar, luego las lámparas, las paredes, el edificio entero. La tierra comenzó a resquebrajarse hasta que el planeta entero se partió por la mitad como una nuez aplastada con una piedra.

Eran las 6:59 de la mañana, 23:59 en México del día 21 de diciembre cuando la Tierra desapareció como un mal recuerdo en la eterna conciencia del universo.

lunes, 19 de noviembre de 2012

50 sombras de Gray

Y ahora que tengo vuestra atención, reproduzco aquí el relato enviado al Concurso de relatos eróticos de Destino Placer de temática vacacional / estival.

Un final y un renacer
Como una adolescente tiró de su brazo a través del abarrotado salón principal del hotel hasta sacarlo a la terraza. Su objetivo no era ese pero no se resistió a girarse y hundir su lengua en la boca de su acompañante no bien se vieron libres de miradas ajenas.

Él la correspondió posando sus manos en sus caderas y atrayéndola hacia si, echando más leña al fuego que consumía sus entrañas desde el primer momento en que le vio en aquella fiesta apenas una hora antes y que no la había abandonado desde entonces. Con su lengua aún delineando sus labios continuó la marcha hacia el lugar que la atraía como el canto de una sirena, agarrándolo bien de la mano como si temiera que al soltarlo escapara de ella al amparo de la noche.

Ya en la playa con la que había fantaseado tantas veces, con el agua lamiéndole los tobillos comenzó a desvestirle con urgencia, angustiada por el deseo de abarcar sus músculos, de sentir su piel contra la suya, de verse entre sus brazos con las palmeras y las estrellas como cómplices testigos. Con el cincelado torso al descubierto le comió a besos mientras él le remangaba la falda en su cintura para dejar vía libre a sus firmes manos, que no dudaron en agarrar sus nalgas hasta hundir sus dedos en ellas y empujar su pelvis contra el bulto duro que se marcaba en sus pantalones y que le arrancó un profundo gemido.

Se agachó ante él y libero su miembro de la prisión de tela que lo contenía. Lo engulló de una tacada, saboreándolo como si de un preciado manjar se tratara, deleitándose con las palpitaciones con las que respondía a sus lenguetazos. Él la acaricio con ternura y con su cautivador acento caribeño le prometió ver unas estrellas más brillantes que las del firmamento.

Hizo que se tumbara sobre su camisa y le abrió las piernas con suavidad, sin prisas mientras su bajo vientre se adelantaba a los acontecimientos haciéndola arquear la espalda. La lengua de su amante exploró sus trémulos muslos camino de su acalorada vagina que ante la presencia del acosador miembro se derretía sin remedio, hasta que la lengua seguida de los labios se posaron en su clítoris y lo agasajaron con besos, lametones y pellizcos amorosos que la elevaron del lecho arenoso hacia el cielo.

- Charles - gritó en medio del éxtasis, aunque quien devoraba su coño respondía a otro nombre. Este, o bien no la escuchó, o bien pareció no importarle pues continuó con su metódico festín de flujos y carne vibrante que estremecía todo su cuerpo y la hacía perder el control.

- Se lo que te dije pero méteme un dedo -  resopló ella. Solicito, pronto su anular se hundió en su coño empapado, penetrándola hasta las entrañas, explorando sus jugosas paredes mientras ella llegaba al orgasmo con un profundo jadeo que se perdió entre los innumerables sonidos provenientes de un bosque en la distancia.

Y allí, tumbada en la arena resacosa de placer, con un manto de arena ceñido a su cintura por el brazo de su amante, echó un último vistazo al cielo estrellado y el recuerdo por la vuelta al día siguiente a una casa vacía, en una ciudad fría y rutinaria plagada de recuerdos imposibles de borrar le pareció menos doloroso. Él, mientras tanto, sonreía en su sueño profundo pues con ese último servicio, comenzaban sus vacaciones.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Paco el piquetero

Paco se despertó con sus férreas convicciones sindicales palpitando en su corazón. Encendió su radio-despertador y escuchó los primeros informes sobre la huelga que había comenzado siete horas antes. Las primeras noticias eran buenas: los mercados de mayoristas habían sido paralizados y los turnos nocturnos en la industria, en su mayoría, habían decidido parar.

Con la última canción de moda atronándole en los oídos, subió la persiana de su habitación dejando que la claridad invadiera su hogar. Frunció el ceño irritado. El sol no es compañero, pensó. Les habría venido bien un poco de mal tiempo. Eso hubiera ayudado a que la gente decidiera finalmente quedarse en casa y no ir a trabajar. Se animó pensando que no haría falta, pues las causas que habían provocado aquella situación eran suficientemente fuertes y amenazantes como para calar en la conciencia de los trabajadores.

Desayunó deprisa. Se había comprometido con un amigo del sindicato a formar parte de uno de los piquetes que recorrerían el pueblo informando sobre la huelga  y velando porque todos los compañeros pudieran ejercer su derecho a secundarla.

De camino a la sede sindical no se cruzó con un alma, cuando en cualquier otro día el bullicio de la gente hubiera retumbado en las paredes de los edificios. Tenían ganada la calle y así lo compartió con los compañeros que ya le esperaban tomando café, y quienes coincidieron en sus optimistas conclusiones.

A las 9 en punto decidieron comenzar su tarea. No eran más que siete personas. Nadie supo decirle qué había pasado con los demás. Tampoco importaba. Cogió una bandera de Andalucía para que no pudieran decir que únicamente representaba a un determinado grupo y marchó alegre y orgulloso de sí.

Una de las medidas de "coerción" con las que el sindicato había intentado días antes dirigir la "opinión" de los comerciantes locales, había sido sugerir a sus afiliados y a quien quisiera escucharles, no muchos la verdad, que boicotearan en un futuro las tiendas que abrieran sus puertas ese día. Tras caminar por el centro, Paco se dio cuenta de que de seguir aquel consejo, a partir de entonces debería hacer sus compras en otro pueblo.

Algo bueno que le sorprendió: había policía por todas partes velando por la seguridad de los ciudadanos y evitando que hubiera posibles altercados que por supuesto ellos no iban a provocar. Se preguntó dónde se esconderían tantos efectivos el resto del año. Hubiera venido bien su presencia cuando tres sujetos le robaron el bolso a su vecina o cuando un guiri fue desplumado en una calle céntrica a plena luz del día a punta de pistola por dos sicarios.

Siguió con sus cavilaciones, más que nada por no tener que centrarse en la triste realidad que le rodeaba. Más parecía una huelga de transeúntes, que poco a poco empezaban a reclamar de nuevo las calles, que de trabajadores pues todos los locales permanecían abiertos. En aquel ambiente ver a un puñado de personas agitando banderas, portando gorras y pegatinas coloridas y haciendo sonar un potente silbato rítmicamente provocaba hilaridad.

Algún comerciante salía a curiosear cuando percibía el escaso jaleo que montaban, y cuando les veían procuraba disimular una sincera carcajada antes de volver a su establecimiento vacío. Esto le sumió en una profunda tristeza de la que se contagió el grupo. De pronto se acercó un joven con uno de esos chalecos grises con multitud de bolsillos, armado con una potente cámara con la que se dispuso a hacerles fotos. Alguien preguntó a qué medio irían a parar las fotos. El chaval respondió que las subiría a Instagram y que estaba haciéndole fotos a un gato azabache de lomo plateado que les acompañaba desde hacía unos minutos, atraído por el bocadillo de atún con el que Paco pensaba matar el gusanillo de la tarde.

Con todo, lo más humillante ocurrió a la altura de la estación de autobuses, cuando una señora mayor se acercó a él con la cabeza gacha sin querer establecer contacto ocular, orquestó un simulacro de abrazo y sin decirle una palabra le puso un billete de cinco euros en la mano. Para que te tomes algo con tus amigos, le susurró la anciana mientras se alejaba de vuelta a sus quehaceres.

Aún estuvieron un par de horas rondando por la ciudad, sin mucho ánimo, como los miembros de la Santa Compaña. Todo aquel que les veía creía ver una estampa del pasado y procuraba alejarse de aquel grupo lo antes posible.

Decidieron gastarse los cinco euros en el bar de un conocido. Antes de que cayera el sol volvió a su casa. Le regalaron la bandera, por las molestias, que dejó sobre un sofá antes de meterse en la cama. Al día siguiente volvería a la cola del paro como cada mañana.

viernes, 5 de octubre de 2012

La adolescente que bailaba sin rubor la música de las tiendas del centro comercial

El padre de Adela era muy estricto. Su mayor deseo había sido tener un niño, así que cuando el ginecólogo señaló un pixel oscuro en lugar de dos pixeles bien luminosos, en el monitor donde se reproducía la ecografìa de su primer vástago, se llevó una gran desilusión. Esta se troncó en frustracion que a su vez le llevó a germinar una ira irracional que eclosionó sobre la pobre Adela, que pagó sin comerlo ni beberlo el no haber nacido con un pene.

Siempre fue muy estricto con ella. "Las niñas solo dan quebraderos de cabeza" bien podría haber sido el lema de su casa, un lema triste como su persona. Por ello su objetivo fue que su hija permaneciera eternamente pétrea, y como no podía hacer que se quedara para siempre quieta en un rincón de la sala de estar, al menos si podía controlar su comportamiento. En edades menos problemáticas había sido fácil, pero al llegar a los 16 el mundo de Adela se había ampliado mucho más allá de los límites marcados por su padre. Quería beber, pero este no le dejaba ni oler el embriagante, pese a lo imperceptible, aroma de los bombones de licor. Siempre podría haberse saltado dicha prohibición en alguno de los botellones que organizaban sus amigas del instituto, pero obviamente su hora de llegada a casa no le permitía eso siquiera. Puede que en Irlanda a las 5 de la tarde ya acabaran todas las fiestas después de estar bebiendo durante todo el día, pero no en su ciudad.

"Si mamá salía siempre por la noche." argumentaba Adela. "Sí, pero es que tu madre es una guarra." respondía su padre. Eran un matrimonio bien avenido. Pese a las negativas, no se rendía, hasta que un día su padre le dijo algo que la marcó: "Saliendo hasta tan tarde tu madre me conoció a mi". Y así, ya nunca más volvió a pedirle que le dejara salir.

Sin embargo las hormonas juveniles bullían en su cuerpo bien desarrollado ya, cosa que no podía impedir la férrea vigilancia de su padre. En la soledad de su habitación comenzó a ver durante horas en la MTV a cantantes que sufrían estrafalarias bromas y comentaban sus escarceos sexuales, y siempre corría a Youtube para buscar sus videoclips con los que bailaba sin descanso hasta la hora de cenar.

Aquello sirvió para aplacar el gusanillo de la fiesta, pero pronto el sentirse sola mermó su ánimo y bailar perdió su sentido. Pero ocurrió que no mucho después inauguraron un centro comercial en su barrio, el primer símbolo de modernidad que veían sus ojos, en una zona donde lo más avanzado que se podía encontrar uno era un cassette de doble pletina.

La mañana del domingo siguiente fue con su padre, que tenía curiosidad por ver qué tenía aquello que no tuviera la tienda del Ambrosio. Para empezar había infinidad de productos en decenas de locales espaciosos y bien iluminados donde centenares de personas eran atendidas por un grupo de gente guapa de franca sonrisa y modales exquisitos, tres de las quince cosas que su padre más odiaba y que farfulló antes de volver a casa airado ante tamaña ruptura con las buenas costumbres. Para él, que el Ambrosio te mirara inquisitivamente de arriba a abajo con un palillo en la boca y te espetara un seco "¿Qué se te ha perdió por aquí?" era el único trato decente que un comprador podía recibir.

Pero si algo llamó la atención de Adela fue la música. En cada tienda sonaba una canción distinta a todo volumen. Canciones con un ritmo frenético que la incitaban a desatarse y dejarse llevar por sus electrónicas melodías.

Miró a su alrededor. Se encontraba en una tienda de ropa para chicas jóvenes, decorado como si fuera un callejón de una gran ciudad americana, con grafitis, paredes desconchadas y cubos de basura, en este caso pulcramente colocados y rellenos de confeti de colores. Chicas de todas las edades, algunas acompañadas por enfurruñados novios cargados de bolsas, abarrotaban los pasillos. Lo mejor: su padre no estaba a la vista. Movida por la música, se colocó en un espacioso rincón de la tienda, entre las chaquetas de invierno y los sombreros folclóricos y comenzó a dejarse llevar, liberando sus brazos, soltando sus caderas, electrizando su cabeza e hilvanándolos todos en una danza pasional que pronto llamó la atención de los presentes.

Alguien no tardó en llamar a un miembro de seguridad del centro, que se personó en el lugar un par de minutos después, cuando comenzaba un nuevo tema que Adela se disponía a bailar. El guardia la cogió del brazo y la acompañó a la salida. Antes de volver al interior, se despidió de ella con una rápida excusa: "Me han dicho que tenia que sacarte. Solo cumplo ordenes."

Pero Adela no se vio afectada por la expulsión. Por primera vez se había sentido viva, bailando rodeada por aquella gente, que aunque en un principio se había mostrado sorprendida, no habían tardado en animarla y acompañarla con aplausos de apoyo. Bailando por las aceras regresó a casa, en espera del próximo fin de semana.

Y no bien abrieron las puertas del centro comercial el sábado siguiente, entró Adela. En su camino a la tienda donde había nacido su yo bailarín, se cruzó con el guardia de seguridad que le dedicó un guiño y un esbozo de sonrisa al tiempo que fingía que no la había visto. Esta vez iba preparada. No la volverían a echar. Para ello, se dedicaría a recorrer todas las tiendas de forma itinerante, según la música le gustara o no. Y el truco funcionó. Pues cuando veía que el guardia de seguridad se acercaba a la tienda, salia de ella y se dirigía a otra. El guardia, complice de su juego sin duda, volvía a su puesto y ella comenzaba a bailar una nueva canción hasta que el proceso se repetía.

No había fin de semana que no acudiera a bailar. Con el tiempo incluso estableció una rutina de locales que visitar. Nada más llegar utilizaba los baños públicos como improvisados camerinos y de niña bien hacía una tigresa de la noche con su falda corta, sus botas de caña y su camisa blanca anudada sobre el ombligo, un atuendo que habría provocado la muerte instantánea de su padre de haberla visto así. Llegó incluso a entablar cierta amistad con Agus, el guardia de seguridad, que cada vez se hacía más el remolón cuando de ir a donde se solicitaba su presencia se trataba. Este llegó a comentarle que llegaría el momento en que tendría que ponerse duro y echarla, pues los comerciantes se enfadarían por su poca eficacia y le despedirían. Pero eso no ocurrió pues la noticia del espectáculo que daba Adela corrió como la pólvora y toda tienda a la que acudía se llenaba de gente.

Era una magnifica propaganda, hasta el punto en que un día dejaron de llamar a Agus, y los dueños de las tiendas comenzaron a desvivirse por ella, llegando a consultarle qué música prefería y otras cuestiones relacionadas con su show improvisado.

Esto hizo que se estableciera una lucha a muerte entre los comerciantes, deseosos de acaparar la publicidad que los bailes de Adela les proporcionaba. Uno de ellos decidió por su cuenta ofrecerle una pequeña suma de dinero a cambio de la exclusividad de su presencia. Esto llegó a oídos de los demás, que se reunieron para recriminarle su actitud. "No está bien darle dinero" apunta uno, "Es ilegal" interviene otro de más allá. "Me pareció que la chica merecía recibir una parte de los ingresos que genero gracias a ella" se defiende el generoso tendero. "Comunista" le espeta alguien.

Al final decidieron no darle un solo céntimo y dejar al libre albedrío del mercado el que Adela pasara más o menos tiempo en la tienda que quisiera. Ella, que permanecía ajena a estos tejemanejes, continuaba bailando feliz y despreocupada. Tanto, que se sorprendió cuando sintió la mano de Agus sobre su hombro. Por lo que se ve, los comerciantes se habían declarado una guerra secreta y un tendero rival había llamado a seguridad para que la echaran.

Agus la acompañó gentilmente a la salida y antes de despedirla y volver a su puesto le preguntó: "¿A ti te gustan los bollycaos o los donettes?". Le temblaba la voz y era incapaz de mirarla a la cara, lo cual extrañó a Adela, que se tomó unos segundos antes de responder: "Los... ¿bollycaos?". El rostro del guardia se iluminó al tiempo que dibujaba una aparatosa sonrisa. "Bien" dijo y sin más se dio la vuelta y deshizo el camino andado.

Para evitar ser desalojada de nuevo, Adela comenzó de nuevo su ruta por todas las tiendas sin pasar demasiado tiempo en ninguna de ellas. Pero esto cambió un sábado por la tarde de principios de abril, cuando descubrió en el Bershka a un discjockey como los de las grandes discotecas, pinchando discos para ella. Durante los fines de semana siguientes no salió de allí. Agus la observaba en la distancia con cierta tristeza. Aunque los demás comerciantes la habían denunciado, él no podía echarla y compartir con ella esos breves minutos, pues el gerente de la tienda le prohibía la entrada. Y así, mientras él tenía que conformarse con ver sus hipnóticas coreografías tras el espejo del escaparate, ella se iba enamorando del DJ, dueño de la música que sonaba en su corazón.

Agus lucharía por ella. Lo decidió el tercer día de la baja que había pedido por el sofocón que se había llevado al ver salir de la mano a su amor y a ese pincha aprovechado que de seguro devoraba a chiquillas como aquella día si, día también. Al día siguiente se personó en la tienda y desafió al DJ a un duelo de baile en el que el jurado sería Adela y el premio, su corazón. Más por conservar su reputación que por ganas, el pincha aceptó.

Adela no tardó en llegar para su sesión de baile y le sorprendió encontrar en el centro de un corrillo al guardia de seguridad y al DJ, que al verla, sonrieron como corderillos directos al matadero. Una vez fue informada del reto, este dio comienzo con un baile ensayado hasta la extenuación frente al espejo de su habitación por Agus, que se había inspirado en los grandes clásicos: Michael Jackson, John Travolta, Pingu... Dejó a todo el mundo de piedra. Nadie esperaba que un rígido segurata pudiera ser tan flexible y tener tanto sentido del ritmo.

Cuando le tocó el turno al DJ este no supo muy bien qué hacer. Su especialidad era sacar ritmos arcoiris de los platos, acariciar los vinilos para que las notas se pusieran erectas, arrancar gemidos sensuales de las melodías... esas fueron sus palabras antes de volver cabizbajo a su mesa de mezclas, dándose por derrotado sin siquiera intentarlo.

Mientras intercambiaba un disco de house por otro de progressive, vio como Adela corría a abrazar a su contrincante. Ambos se perdieron entre el gentío mirándose a los ojos como solo dos bailarines contemporáneos podían hacerlo. El DJ comenzó a elucubrar una moraleja sobre el éxito de los tipos con porras grandes pero entonces le vio: un chico alto, fornido, con pelo cano, mirada misteriosa, un look casual familiar y las manos en los bolsillos, que clavó su mirada en él y levantó la cabeza en un gesto seco, como el de un velociraptor, que hizo que olvidara cualquier cosa.

Hundió su cabeza en el teclado del portátil y comenzó a buscar los próximos temas con los que hacer que los pezones de las clientas se pusieran erectos. Para eso le pagaban.

martes, 18 de septiembre de 2012

Fund4ción

Pasaban 17 años desde el inicio del tercer milenio pero a Charles no podría importarle menos. Miró el despertador: las 11:27. Lo observó unos instantes más, nostálgico. Aquel despertador debería haber sonado con desagradable insistencia cada mañana a una hora en que levantarse hubiera sido calificado como "madrugar". Pero hacía mucho que en ningún sitio le esperaban temprano así que no recordaba cuando fue la última vez que había puesto la alarma en marcha.

Si que tenía claro haberlo usado el último día de facultad, para llegar a tiempo a su último examen. No se había engañado. Sabía que las cosas estaban difíciles para todo el mundo, pero confiaba que su acariciado titulo de ingeniero le diera alguna ventaja sobre aquellos que habían decidido enfocar sus estudios hacia materias poco demandadas por el estresado mercado laboral.

Cuando tras semanas después recibió el resultado de la prueba y la consiguiente confirmación de haber superado todos los créditos de su licenciatura, salió a celebrarlo con sus amigos de siempre: Jean y Sheik, a los que conocía desde parvulario. Esa fue una de las ultimas noches alegres que tuvo desde entonces.

Pese a que no vivía en una zona desarrollada propiamente dicha, cuajada de servicios para una población que trabajaba en la capital, comenzó a repartir su currículum por las pequeñas empresas que se ajustaban a su perfil, que se encontraban en su ciudad tras una concienzuda investigación por Internet tal y como recomendaba uno de esos libros escritos para aliviar la desesperacion del que busca empleo infructuosamente más que con el objetivo de servir de ayuda alguna.

Al pasar los días y no recibir respuesta, decidió ampliar su radio de búsqueda al resto de la provincia. Si le saliera un trabajo en otra ciudad cercana, ya vería como se las apañaría, siempre podría compartir coche con alguien que fuera allí... qué más daba, lo importante era encontrar algo. Pero el silencio fue todo lo que recibió por respuesta. Pronto se vio enviando currículums a empresas de su comunidad, del resto del país, luego del continente que siempre había querido visitar y finalmente a cualquier empresa del mundo en la que se pudiera hacer entender con su dominio de la lengua franca internacional.

Un mes y medio había pasado ya desde su ultima comunicacion, con una empresa de Taiwan que amablemente rechazaba su solicitud por diferencias culturales. Charles no entendía muy bien aquella respuesta, posiblemente era la manera taiwanesa de decir "no me hagas perder el tiempo".

Jodida amabilidad asiática... Tumbado sobre la cama, con barba de tres días y un viejo chandal gris raído a la altura de las rodillas, se decía que la culpa de su frustracion no se encontraba en el señor tras una mesa del departamento de recursos humanos de Daishi Solutions. Tampoco era él el causante, llego a la conclusión, pese a que los tertulianos de televisión y los columnistas de los periódicos, las marionetas del "sistema", le tacharan a él y a millones como él de vagos, inútiles e improductivos.

Como todas las generaciones anteriores a la suya, había hecho todo lo posible para conseguir el sueño occidental: Nacer, crecer, conseguir un buen trabajo, una chica guapa, una hipoteca a 30 años, una pareja estándar de críos, jubilarse, viajar por el país bailando pasodobles y finalmente morir. Pero justo después de crecer algo habia ido mal.

Casi una década llevaban los informativos vomitando la palabra "crisis" en cualquier momento del día. La gente se había acostumbrado tanto a ella que había perdido cualquier fuerza y si en lugar de saludar con un "hola" lo hubiera hecho con un "Crisis" nadie se hubiera dado cuenta.

Las causas que habían llevado al desplome de la economía era ampliamente conocidas por quienes quisieran informarse. Sin embargo la mayoría no se molestaba en intentar comprender cómo habían llegado a esa situación y buscar responsables por ello. Y como si de un enfermo terminal ante un curandero se tratara, aceptaban con la cabeza gacha y una esperanza ciega basada en palabras de humo cualquier medida que los charlatanes en el poder, decían, supondría la solución definitiva a los problemas financieros que ellos no habían creado pero que debían pagar por el bien supremo.

Y mientras esto sucedía, se recortaban servicios públicos y la calidad de vida disminuía. El sistema educativo se convertía en una mera guardería de 2 a 16 años donde recluir a los elementos improductivos y en la que con suerte emergerían algunos individuos con aptitudes brillantes que tendrían la suficiente fortuna como para conseguir un trabajo lejos de allí; En los hospitales los pacientes se apiñaban en mugrientas habitaciones en espera de una operación que siempre se retrasaba por falta de médicos; las colas por conseguir medicamentos, primero, y comida más tarde, surgieron como pequeños gusanos para convertirse con el paso del tiempo en gigantescas boas que se enroscaban en las conciencias impotentes de quienes tenían algo más pero no lo suficiente para hacer nada por cambiar su triste situación. Los robos se multiplicaban y la violencia en todos los ámbitos se hacia insoportable. Ya no era seguro caminar por las calles una vez el sol se escondía pues las patrullas policiales eran escasas y solo intervenían cuando se producía el delito. Y mientras tanto, otros muchos, aunque aun así una minoría escasa, se beneficiaba de todo esto.

El mundo en el que habían crecido sus padres y en el que Charles había dado sus primeros pasos ya no existía. ¿Qué hacer pues? Sí, ya en el tercer año de carrera había comenzado a acudir a las decenas, primero, de manifestaciones que se convocaban con escaso éxito de participacion. Estas, junto con las huelgas, se fueron haciendo masivas a medida que transcurría el tiempo pero no era suficiente como para forzar un cambio. Sí, se alcanzaban a reunir millones de manifestantes pero en conjunto, más del 70% de la población siempre se quedaba en casa por distintos motivos. Casi todos se escudaban en la fe y la esperanza en que la crisis no podía durar para siempre y más temprano que tarde aquello acabaría, porque llevaban demasiado tiempo sufriendo ya. Un argumento que a Charles le parecía simplemente ridículo. Incluso las vacas flacas en Egipto no habían durado demasiado le decían. Pero él sabia que aquello no cambiaría. No estaban viviendo una década perdida. Era el final. Simple y llanamente la degradacion total y absoluta de un sistema que había llegado a sus límites de desarrollo. Lo decían los índices de producción industrial, las reservas de petroleo, el control de la producción de alimentos en manos de los especuladores, el incremento de la población mundial, la contaminación, la globalización de la miseria, los flujos migratorios incontrolables...

Había intentado todo para abrir los ojos de la población pasiva que aceptaba su destino como esclavos y carne de cañón: desde abrir un blog sin repercusión alguna hasta bombardear las redes sociales con sus textos; también había probado carteles en las calles con afirmaciones redactadas en lenguaje simple que todo el mundo pudiera entender, un periódico clandestino con las noticias que los medios de comunicación de masas tendían a manipular o directamente ignorar... llegó incluso a ir casa por casa como un vendedor de enciclopedias con la idea de explicar la realidad a sus vecinos. Siempre era tachado de azul si gobernaban los rojos y de rojo en caso de que gobernaran los azules. Era descorazonador. Hasta que finalmente tuvo su primera revelación, no motivado por un espíritu mesiánico sino por el sentimiento de libertad e independencia de los pensadores clásicos, desde Pericles a los padres fundadores americanos: No se puede salvar a quien no quiere. Y quien no quiere, no merece ser salvado.

Volvió a mirar el despertador: 13:42. Se conectó a la red durante unas horas, hasta que los rugidos de su estómago le obligaron a ir en busca de comida. En décadas anteriores, según le había contado su hermano, no era raro ver en los pasillos de los comercios a personas, niños sobre todo, comiendo tal o cual producto de los estantes. Quizás por eso cuando se deslizó en el mercado esquivando la mirada inquisitiva del guardia y cogió un racimo de plátanos del puesto de frutas más cercano a la puerta, le pareció algo natural. Más tarde robó un par de chocolatinas y se dirigió al parque de su barrio dispuesto a pasar la tarde viendo a la gente pasar, preguntándose qué hubiera sido de esas caras grises e inmutables que iban y venían, en otro mundo más benévolo. Al anochecer volvió a la cama. Otro día más en el paraíso, murmuró mientras contemplaba el despertador. Finalmente, se durmió.

A la mañana siguiente no podía recordar qué había soñado pero continuaba sintiendo la chispa que había prendido en su conciencia durante la noche. Una idea comenzó a desarrollarse con parsimonia, con lenta determinación. Volvió de nuevo a ese ciclo de la vida perverso del que hasta entonces se había sentido parte y empezó a cuestionarlo punto por punto. No lo de nacer y crecer por supuesto pero ¿y todo lo que acontecía hasta su muerte? ¿De verdad necesitaba una casa en propiedad? ¿ Una familia tradicional? ¿Decenas de cachivaches tecnologicos redundantes? ¿Cumplir con todas las conveniencias sociales?

A medida que se iba haciendo mas y mas preguntas sentía como se iba alejando de la gleba enmascarada que le unía a sus congéneres, hasta que finalmente se hizo la gran pregunta: ¿Qué necesito para ser feliz? La respuesta le hizo considerar el 70% de su mundo como algo superfluo, al igual que el sistema en el que vivía. Y tuvo su segunda revelación: la culpa de su situación, si que había sido suya. Había aceptado las reglas del juego sin plantearse que pudiera haber otros.

Como profetizó Nietzsche, tras la caída de la URSS el estado se había transformado en un ente propio monstruoso libre de cualquier atadura con los ciudadanos que supuestamente lo conformaban y a los que había pasado a considerar ganado con el que aumentar sus beneficios. Por supuesto el "estado" no era algo abstracto sino un grupo de personas, algunas más conocidas que otras, que marcaba unas reglas que la mayoría de la población acataba por dejadez, cobardía, ignorancia, comodidad...

Bien, no se podía luchar contra él en franca minoría numérica teniendo en cuenta el monopolio de la violencia del que hacía gala. Si querías vivir en su sistema tenías que pasar por el aro y sufrir sus imposiciones, que estaban comenzando a ser inasumibles para cada vez más individuos. Así pues, ¿por qué no vivir fuera de él? Salir del sistema predominante, dejar de acudir a sus servicios, no confiar en sus medios, dejar de pagar sus impuestos...  Por separado cada uno podía sobrevivir, pero en unas condiciones tales que, ¿merecía la pena levantarse por las mañanas y afrontar el sufrimiento rutinario? Hacía tiempo que habían dejado de contabilizarse los suicidios pues a algún psicólogo del gobierno se le ocurrió que hacer público el alto número de ellos reforzaría la decisión de quitarse la vida de aquellos que estuvieran sopesando la idea. Quizás vivir en el viejo mundo de forma digna se estaba volviendo imposible para la mayoría, por ello había que crear uno nuevo, que se alimentara del cuerpo agonizante del antiguo, que tanto se resistía a morir.... Fue en ese momento cuando germinó la semilla de la "Fund4cion". Sería una asociación, un grupo, basado en 4 pilares:

. Respeto
. Sabiduria
. Determinación
. Honradez

Aquellos que sintieran como suyos estos atributos, podrían encontrar un lugar común de apoyo y compañía. Sería como una de esas asociaciones secretas de la antiguedad. Si un miembro tuviera problemas, un compañero acudiría en su ayuda. Todos aportarían su conocimiento y el grupo entero se beneficiaría de ellos, lo que les conferiría una ventaja sobre los demás a la hora de sobrevivir en las calles. Su mente rebosaba de proyectos e ideas que harían de la Fund4cion una Camelot sin fronteras, una Atlántida digital, un lugar en el que pudieran ser hombres libres y no meros limones para estrujar. Y así, podrían vivir y dejar de arrastrarse en busca de las migajas de los mandatarios.

Al fín tenía un rumbo, un objetivo, algo a los que consignar su vida. Lo primero que hizo fue crear una sencilla página web donde la gente pudiera contactar con él y discutir sobre el tema o incluso unirse al "proyecto" mientras él terminaba de perfilarlo. No le llevó más de cinco minutos. Tecleó: http://fund4cion.blogspot.com y observó satisfecho la pantalla. Por ahora valdría. Debería tener en cuenta muchas variables. ¿Cómo distinguirse entre si? ¿Cómo evitar elementos indeseables en la Fund4cion? ¿Cómo definir a dichos elementos indeseables? ¿Habría una jerarquia? En caso afirmativo ¿cuales serian sus funciones? Cogió un amarillento cuaderno y comenzó a apuntar sus ideas. Había tanto por hacer... pero el primer paso estaba dado.

sábado, 15 de septiembre de 2012

La playa (Crónicas acuáticas II)

Llegó un momento en que no convenía abusar. Me encontraba de manera irregular en aquella piscina. De haber formalizado mi relación con Herme tal vez hubiera podido regular mi situación pero habiendo sido rechazada, no podía confiar en que, despechada, recurriera a la venganza más fría y diera aviso a las autoridades pertinentes de que yo era un intruso en su paraíso.

Me ocurrió algo parecido en otra urbanización de menor relumbrón. El presidente de la comunidad me pilló remojándome. Yo le dije que nadie es ilegal en una piscina y él me conminó a que pagara las cuotas, ante lo cual no tuve más remedio que marcharme como alma que lleva el diablo.

De momento en la urbanizacion de Herme no me habían descubierto y así quería que siguiera siendo. Quería conservar esa carta en la manga por lo que decidí esperar a que mi affaire con mi amante accidental se enfriara con el manto del tiempo o a que esta encontrara al amor de su vida en el bingo del domingo.

Sin embargo continuaba con la idea de tostar mi cuerpo, espoleado por el descubrimiento de que podía resultar interesante para una mujer, aunque esta estuviera en la recta final de su vida. Además, así dejaría de estar blanco como Iniesta y los niños dejarían de pedirme helados por la calle.

Con la piscina descontada me quedaban tres opciones: el campo, la terraza de casa o la playa. Cualquiera que sea de pueblo sabrá que el campo está habitado por infinidad de bichos diminutos con tendencias a picar e introducirse en todo agujero que encuentran. Y no es que yo sea paranoico, es que todos los bichos vienen al calor de mi dulce piel, por lo que quedaba descartado el monte.

Con tomar el sol de la terraza de tu casa siempre ocurre un hecho curioso, tu vecino sale a regar sus plantas al mismo tiempo, plantas de plástico a veces. Además si te sientes seguro tras los altos muros de tu mansión, que sepas que desde que existe Google Earth nadie está a salvo de ser visto como dios lo trajo al mundo (porque en tu casa o tomas el sol en pelotas o no lo tomas) por parte de los Illuminati, que dedican parte de su tiempo a intentar dominar el planeta y la otra parte a ver gente desnuda en sus jardines.

Quedaba la playa. Mis habilidades atlético-delictivas era inútiles en este caso pues las playas de los ricos son inaccesibles a no ser que tengas un yate, cosa que todavía no me ha dado por robar. No me quedó mas remedio que juntarme con la plebe, el vulgo, el vil populacho, los seguidores de Aida...

No perdí el tiempo intentando elegir la más adecuada, simplemente me acerqué a la playa que tenía más cerca de casa, por ello el llegar y ver como los primeros metros de la orilla tenían mayor densidad de población que las calles de Nueva York en hora punta hizo que me arrepintiera al instante. De todas formas tras caminar varios minutos en una dirección y su contraria comprobé que en todas partes era lo mismo.

La gente es estúpida. Bastaba un vistazo a los 20 metros de arena que parten del paseo marítimo en dirección al mar para que uno pensara que estaba vacía. Pese a ello la inabarcable masa humana de turistas se apiñaban como ratas que huyen de un naufragio en un bol de cereales junto a la refrescante espuma de las olas que rompían en la costa.

Dicen que el ser humano es un ser social pero si eso consiste en sacrificar parte de tu espacio vital, en recibir toneladas de arena del vecino, oler lo que come y escuchar su música folclórica (flamenco, bachata o polka según la nacionalidad), que me digan donde puedo apuntarme a otra especia animal, la chinchilla, por ejemplo, que se conocen mucho biblicamente hablando.

Lo peor es que cuando ya parece que no queda una pulgada de orilla sin ocupar, aparecen los descendientes de Pizarro, poseídos por el espíritu de los conquistadores, en busca de un lugar aún más cercano al agua que el del vecino, habiéndose conocido casos en que han llegado a clavar la sombrilla sobre un pobre pez que tuvo la desgracia de acercarse más de la cuenta a la orilla. Hoy, los españoles conquistan centímetros de playa como si fueran Alvarado descubriendo el Perú. Ayer, descubrían continentes. Esta es la España que nos deja la desamortización de Mendizabal.

Ya es que no tengan respeto por el bienestar de los otros es que no respetan ni el suyo propio. Hitler entendió el concepto del espacio necesario para el desarrollo personal a la perfección tras su desagradable experiencia en las piscinas de un camping y no dudó en empezar la Segunda Guerra Mundial para que los germanos tuvieran toda la playa que quisieran, desde la cálida España hasta las costas rusas para los más valerosos, sin aglomeraciones. Los españoles pues, son más tontos que Hitler. Pensadlo cuando veáis a uno.

Tras colocar mi toalla en un lugar alejado de la masa humana, decidí darme un chapuzón antes de ofrecer mi cuerpo al sol. El agua estaba tan fría que tuvieron que venir dos sherpas a rescatarme cuando ya había perdido la sensibilidad de la mano izquierda. Al final perdí la falange del anular, un dedo más inútil que el entrenador del New Team. Si hubiera sido el corazón el perjudicado, me hubiera suicidado.

Me tumbé pues sin otra protección más que un libro de Juan Manuel de Prada y tras leer la contraportada me aburrí tanto que comencé a mirar a la gente que me rodeaba. Una pareja llamó mi atención de inmediato, por una vez no por los pechos de ella (de tamaña generoso, aureola contenida y oscura y desafiante turgencia) sino por un aparato que manejaba él cuya función era la de hacer el agujero donde clavar la sombrilla, sin lugar a dudas el sumun de la sociedad industrial. Lo más gracioso es que se tarda el triple que haciendo el agujero a mano para que al final salga volando ante la primera racha de viento.

Mientras él sale corriendo tras la sombrilla para interceptarla antes de que empale a una de las ancianas que juegan al bingo unos metros más allá, otros personajes se cruzan entre el cuerpo estremecedor de ella y yo.

Uli, Eli y Oli, tres hermanos bolivianos, se divierten con una almeja de proporciones anormales. Esta hace amago de abrirse, a lo que Eli decide ayudarla y comienza a forcejear con ella con la ayuda de un pequeño cuchillo de mesa que le ha prestado un vecino de sombrilla.
En el instante en que un seco crack advierte del éxito de la operación, Marina, cajera del Mercadona del barrio devuelve el cambio mal a un señor de Cuenca, un jubilado de Madrid siente una punzada en el pecho que al final le llevará a la muerte, Martín logra besar tras dos meses de titubeos a Matilda, una oveja salta sobre un charco por no querer mojarse las lanas, un trabajador de correos es asaltado por un yonki en busca de dinero rápido, alguien descubre una cura para el codo de tenista, el asteroide X345 entra en órbita baja de un planeta aún por descubrir, me empieza a picar la nariz, un plato se rompe en el chiringuito "El Sol", una pareja se jura amor eterno mientras llega al orgasmo al unísono, un magnate del petróleo se estrella con su helicóptero en el mar, una señora de Albacete se come tres pimientos y medio,  y un pequeño fuego que no lograrán extinguir hasta dos semanas después se inicia en la sierra... pero Uli, Eli y Oli son felices con aquella almeja.

Mientras, decido recoger mis cosas y volver a casa. En el poco tiempo que he estado no llegaré a ponerme moreno, como mucho color "sucio" pero a lo lejos veo a los parientes de Hernán Cortés y yo me he levantado con el día un poco indio.

domingo, 2 de septiembre de 2012

La vida de Scotty

Blue Scotland nació a las 16:47 del 14 de febrero de 1973, poco después del inicio del segundo turno en la fabrica "Erkolea" de Getxo, fruto de la unión de una anónima tela proveniente de Bélgica y la robusta maquinaria de confeccion "Svenson" producida en algún lugar de Suecia.

Blue Scotland, Scotty para quien la conociera, no pasó mucho tiempo en los almacenes de la mercería a donde la habían enviado poco después de su alumbramiento. En marzo llegó a casa de los Pérez, en Marbella donde la colgaron en la ventana del cuarto de los niños que daba a la calle, a una vasta explanada que se extendía hasta confundirse con la linea plateada y brillante del mar.

Los primeros años los dedicó a contemplar cómo el horizonte se iba salpicando poco a poco de nuevas edificaciones aquí y allá, con familias sonrientes que iban y venían, se reunían en los lugares comunes, charlaban, se reían, lloraban... Una vez el fuego consumió hasta los cimientos un pequeño chalet de dos plantas en el que vivía una pareja de ancianos a los que Scotty vio por última vez abrazados frente a los restos humeantes de lo que había sido su hogar.

A medida que pasaba el tiempo aumentaba el tamaño y el número de los edificios que le rodeaban y los pequeños Pérez, Antonio y Guzmán, que de redonditos y blanditos peluches habían metamorfoseado en jóvenes traviesos que de vez en cuando la molestaban tirando de ella o incluso pintarrajeandola con acuarelas de colores estridentes. Casi siempre era Guzmán el que la usaba como lienzo improvisado para sus visiones artísticas de tintes surrealistas. En 1979 Scotty pasó más tiempo en la lavadora que colgada. Por suerte Amparo, la madre, la cuidaba bien y no dudaba en reprender con fuerza a sus vástagos cuando estos la maltrataban; aunque por suerte nunca le hicieron ningún daño físico irreparable.

Se sentía afortunada por vivir en aquel lugar. Durante su estancia en la mercería había oído historias sobre casas tristes en las que el tiempo se detiene, enervantes clínicas dentales y hospitales donde la desgracia habría sido su perenne compañera. Con los Pérez no temía al aburrimiento, el sufrimiento o la tristeza. Era una familia agradable en la que las discusiones acababan siempre con un abrazo y las risas eran tan habituales como los cuentos antes de dormir. Y luego estaban los niños... Verlos crecer la llenaba de satisfacción e incluso sintió una pizca de orgullo cuando presenció cómo Antonio juraba amor eterno a la chica con la que había estado tonteando cada tarde, con la puerta cerrada, durante tantos años.

Para cuando ambos dejaron el hogar para crear sus propias familias, el entorno que contemplaba desde la ventana había cambiado por completo. El mar no era más que un recuerdo de tiempos más sencillos pues su resplandor quedaba oculto ahora tras una hilera de hoteles en primera linea de playa, ocultos parcialmente a su vez por un completo complejo residencial con todo tipo de establecimientos. En términos de diversión no se podía quejar pues el ir y venir de la gente era continuo en contraste con la postal estática, aunque mágica, de un horizonte libre de la mano del hombre.

Un día el señor Pérez murió. Le siguió a los pocos meses Amparo consumida por la pena. La casa se llenó de gente para el velatorio. Había niños que no reconocía, amigos de la pareja y sus hijos, que con el dolor en sus rostros se pasearon con nostalgia por su antigua habitación. Durante horas estuvieron charlando hasta que al caer la noche, la casa se quedó en silencio.

El polvo de semanas amenazaba con ahogarla. Para ella era peor el olvido que la soledad pues al fin y al cabo, salvo los momentos que compartía con Gladys, la cortina del salón en la lavadora cada muchos meses, no había tenido más compañía que las paredes cubiertas de recuerdos en forma de fotografías que la adornaban.

Alegría y miedo se combinaron en su interior cuando la familia de Antonio, vivo retrato de su padre, se mudó a la vieja casa. En ese momento fue consciente de lo que había echado de menos la presencia de vida a su alrededor. Pero por otro lado, empezó a temer por su situación. El tiempo había hecho mella en ella. Se encontraba algo deshilachada por las puntas y había perdido su vivo color azul, aunque todavía se mantenía digna. Así debió pensarlo la familia o tal vez la nostalgia hiciera lo suyo para que continuara en la que ahora era la habitación del pequeño Nicolás.

Fue como rejuvenecer cincuenta años. No le importó la degradación que paulatinamente se había adueñado de las calles y que le había hecho desear poder dejar de mirar al exterior. Tal vez no pudiera ver al pequeño jugar en el jardín de casa pero al menos lo tendría siempre cerca.

No duró mucho. Un resplandor lejano la despertó en mitad de la noche. Al principio no le dio importancia pero cuando empezaron a salir los vecinos de sus casas visiblemente alarmados comenzó a preocuparse hasta que entró en pánico cuando Antonio entró en la habitación de súbito, despertó a Nicolás, metió un puñado de prendas en un macuto y se llevó a su hijo con el pijama aún puesto mientras este trataba de quitarse las legañas y preguntaba a su padre qué estaba sucediendo. Se había quedado sola de nuevo.

No habían pasado ni doce horas cuando los primeros asaltantes comenzaron a saquear el vecindario. La mayoría de las casas se encontraban vacías; las que no eran vaciadas sin contemplaciones y con una muestra de violencia como Scotty jamás hubiera imaginado posible. Si entraron en su casa, respetaron su cuarto pues nadie la molestó, ni siquiera un fuego que brotó tres días después de uno de los hoteles y que arrasó casi todo el barrio antes de que una lluvia presidencial anegara las llamas.

La presencia de algún merodeador esporádico solía sacarla de sus meditaciones cada vez más frecuentes y prolongadas, en las que se desconectaba de la realidad para recordar viejos tiempos, viejas historias y en las que se preguntaba por el destino de los Pérez. Andrajosos y famélicos solían rebuscar en las cenizas en busca de algo que echarse a la boca. Contrariados por su fracaso solían continuar con su camino abatidos y con la mirada perdida.

Dos dedos de polvo recubrían el suelo de la habitación cuando tres balas de pequeño calibre la atravesaron. De inmediato la puerta se abrió abruptamente y una pareja joven entró tambaleándose. Gunnar, el chico, tumbó sobre la cama a su compañera cuyo nombre no pronunció. Estaba semiinconsciente. Perdía mucha sangre por la pierna; también a ella la habían disparado.

El chico se detuvo en el centro de la estancia, girando sobre si mismo buscando algo hasta que sus ojos se posaron sobre Scotty. Como un rayo sacó un pequeño cuchillo de un bolsillo y saltó sobre ella. Sintió como la navaja se hundía en su cuerpo y la desgarraba de arriba a abajo mientras ella se hundía en la negrura de la inconsciencia irremediablemente.

Scotty murió a las 11:38 del 2 de septiembre de 2043 aunque un pedazo de sí perduró como torniquete en la pierna de la compañera de Gunnar. Fuera, arreciaban los disparos.

martes, 7 de agosto de 2012

En el nombre de la reina

Había una vez, en el lejano reino de Piponia, una reina llamada Aria cuya belleza sin par rivalizaba con la luna y las estrellas y servía de inspiración para las canciones de los bardos. Sin embargo no solo era bella, su inteligencia y su simpatía iban a la par. Con tantos dones, nadie en su reino se explicaba cómo era posible que permaneciera soltera todavía. El reino de Piponia estaba anclado en la antiguedad y necesitaba de profundas reformas que la reina Aria se proponía llevar a cabo en solitario, pues nadie había sido capaz de conquistar su corazón. Sin embargo, sus consejeros insistían en que debía encontrar esposo para dar estabilidad al reino y que la gente aceptara los cambios como algo natural.

A regañadientes la reina aceptó pero con la condición de que solo aquel que lograra hacerla sonreír la tomaría como esposa. De todas partes del reino, de los reinos circundantes, de los reinos de ultramar y, tal y como se rumoreaba en las tabernas de la capital, incluso desde el mítico reino de Yeah, llegaban pretendientes para conseguir la regia mano. Pretendientes que eran despachados a los pocos minutos por la severa Aria, que lo único que veía en ellos era a un hatajo de aprovechados que lo único que querían era su cuerpo para el pecado o sus tierras, no su bienestar.

Quitárselos de encima era fácil, a unos les pedía un chiste, pero ¿qué príncipe o noble conoce un chiste? Se quedaban con la mente en blanco y tras cinco segundos de cortesía eran echados a palos del salón del trono sin merecer siquiera una última mirada de la reina. Pronto se corrió la voz acerca de la petición de Aria y los pretendientes acudieron acompañados de los mejores cómicos que podían contratar para recibir asesoramiento. Uno de ellos, sugirió que le contara a la reina el chiste del perro Mistetas, por lo que fue ejecutado en el acto con gran regocijo por parte de los presentes.

Aquello enfrió los ánimos de los príncipes que empezaron a ser más cautos y a preparar con antelación sus recepciones. Ninguna de sus estrategias funcionó: ni funambulistas, ni piruetas, ni canciones picantes, ni dobles sentidos sobre la sexualidad de los presentes... nada la hizo sonreír hasta que un día un noble del lejano reino de Bolichia le presentó como ofrenda una cesta de frutas. Al principio la reina se sintió confusa pero a medida que iba viendo como ante ella se desplegaban piñas, mangos, platanos y demás, las comisuras de sus labios comenzaron a moverse ¿Estaría la reina a punto de sonreír? Los presentes clavaron su mirada en su rostro, expectantes, pero los segundos pasaron y nada cambió en su rostro finalmente.

Sin embargo, nada de lo que había ocurrido pasó desapercibido para Valtran, un humilde repostero de Piponia que supo ver una grieta en el muro que había alzado la reina. La fruta era la clave pero no suficiente. ¿Cómo podría mejorarlo? Días y noches estuvo pensando como usar la fruta de un modo nunca visto, hasta que recordó una extraña historia que le había contado su viejo maestro, poco antes de morir. Hablaba de una crema fresca y dulce hecha con leche que calmaba el ánimo de quien la probaba, cuya receta únicamente conocían los habitantes de la Isla de la Calavera, en el Mar Septentrional. Decidido a conseguir que la reina sonriera, se embarcó en un barco pesquero que por unas cuantas monedas le acercaría a la isla, pues se decía que sus habitantes cortaban la cabeza a los visitantes de ahí lo de "de la calavera" pero todo resultó ser resultado de una mala campaña de publicidad pues sus habitantes eran buenas gentes, que eso si, no le cederían la receta de la misteriosa crema por las buenas, antes, como establecía su tradición, tendría que resolver tres dificiles acertijos:

El primero: "Este banco está ocupado por un padre y por un hijo. El hijo se llama Juan y el nombre del padre ya te lo he dicho". Dudo, porque en el reino de Piponia la J al inicio del nombre significaba "hijo de" pero al final se decidió por "Esteban" y contra todo pronóstico acertó. El segundo y el tercero no le supuso mayores dificultades, "plátano" y "leche" eran las respuestas y entonces, junto con la receta tuvo una revelación. Volvió rápidamente a su taller repostero y se encerró durante dos lunas para, al amanecer de una calurosa mañana de agosto, tener lista al final el arma de su victoria.

Se puso a la cola tras un pomposo conde de un país lejano llamado Transilvania, que le estuvo dando la brasa sobre la anatomía de los murciélagos hasta que tres horas después, le llegó el turno. Ya frente al trono, y frente a la reina, que le miraba sin mirar, un guardia se le acercó e intentó arrebatarle el pequeño vaso de cerámica que había custodiado bajo el brazo todo el tiempo. "No me lo quitéis, os lo ruego", suplicó, "es un regalo para la reina que agradecería aceptara de este humilde repostero".

Esta, con un gesto, deseosa de acabar con las audiencias diarias, le indicó que se acercara. Tomó el recipiente entre sus manos y observó el interior. "Probadlo, os lo ruego", dijo Valtran. Aria hizo lo indicado, timidamente primero, temerosa del sabor de la extraña sustancia blanquecina de extraña textura. Sin embargo, en cuanto dio el primer sorbo, no pudo dejar de beber y beber y beber hasta que, con una gran sonrisa, exclamó: "¿Qué maravilloso brebaje me habéis traído?". "Es una invención mía", respondió el repostero, "la llamo Yogur de Macedonia, y necesita algunos ajustes porque se debería comer con cuchara". La reina fue entonces consciente de que tras largos meses de audencias sin fruto, había sonreido... El público enmudeció y el tiempo se detuvo. Al fin habían encontrado a un nuevo rey.

Mas cuando la reina le ofreció el trono que se alzaba junto al suyo, el repostero declinó la oferta. "Sois muy amable majestad pero no puedo aceptarlo. Yo busco a una persona que me quiera por lo que soy, no solo por lo que hago. Vos no debéis temer por vuestro reinado pues si vuestra decisión fue la de no tomar esposo, el pueblo lo entenderá. Sed fuerte en vuestras convicciones y todo irá bien."
Y así, Valtran se marchó del palacio satisfecho con su acción.

Con los años fue nombrado repostero real, su yogur de macedonia fue conocido en las cuatro esquinas del planeta y su nombre se halla ahora junto a lo de grandes cocineros como Giovanni Rana. La reina por su parte gobernó con sabiduría y firmeza haciendo del reino de Piponia un país moderno, espejo de las demás naciones. Y más adelante se casaría, pero esa, es otra historia.

Fin.

martes, 10 de julio de 2012

En brazos de la mujer madura

El estío. La estación del año preferida por juerguistas, estudiantes (valga la redundancia), maridos infieles, naturistas y demás gentes de mal vivir que ansían el placer masoquista de ver arder sus cuerpos bajo los rayos del sol implacable e inmisericorde que domina los cielos sin oposición.

Para alguien como yo, acostumbrado al frío, que cena copos de nieve, que gusta del placer de arrebujarse en las sábanas durante las gélidas mañanas de enero, aunque luego llegue tarde a trabajar y me echen. Aunque yo creo que fue porque durante seis meses estuve apropiándome de un euro en cada transacción que se hacia a los bancos de Luxemburgo, cuya política de protección de datos me permitía vaya canalillo tiene la chavala que acaba de pasar por aquí. Ahí me tiraba yo de cabeza a morir entre... que no me gusta pasar calor, vaya.

Como quiera que no tengo aire acondicionado y en el centro comercial local se han cansado de mi y no me dejan entrar más, lo único que me queda para refrescarme y atenuar los efectos castigadores del clima, es la playa. Sin embargo en esta vida no se puede tener todo y este año las costas de Málaga están sufriendo una de las mayores plagas de medusas de la historia. Y no de esas simpáticas que aparecen en Buscando a Nemo y que como mucho te dejan un círculo rojo de escozor y la vergüenza de que alguien tenga que orinar sobre ti de encontrarte lejos de la civilización, lo que en cualquier playa de mi pueblo, significa, en cualquier parte. No, las que han aparecido este año podrían devorarte la mano u otras partes más queridas de tu anatomía, hasta no dejar más que un grato recuerdo de ellas. Personalmente, prefiero no arriesgarme.

Por ello, he empezado a ir a la piscina. A mi modo de ver, la piscina es un campo de concentración acuático donde son recluidos los niños cuyos padres no les quieren. Siento decirte, querido niño que me lees azuzado por la esperanza de ver las piernas de Susana Griso, que un padre que quiere a su hijo no le lleva a un recinto cerrado, de tamaño asfixiante, con césped que no pondrían ni el campo del Avilés (en el mejor de los casos), con salvavidas de cartón descoloridos por el poco uso, un agua que de tanta sustancia química que tiene podría desinfectar la amputación de un brazo o envenenar a un elefante macho adulto, y un socorrista que, de tener un percance en el agua, lo más probable es que te terminara rematando.

Los niños son conscientes de las condiciones infrahumanas a las que son sometidos y se retrotraen a un estado primitivo donde todo lo que pisan o todo liquido donde flotan se convierte en una letrina, donde los modales y la educacion son sustituidos por una carrera evolutiva para ver quién sobrevive a ser ahogado por sus congéneres y donde la revolución se enciende y apaga al ritmo de los aspersores. De hecho, se dice que en una versión extendida, el 10º infierno de Dante era una piscina municipal y que Hitler escribió su Mein Kampf, furibundo tras una aguadilla por parte de un rabino.

Diametralmente opuesto a este panorama es el de las piscinas de las urbanizaciones de lujo, a una de las cuales decidí ir, porque para algo uno tiene clase y salta los muros como Carl Lewis en sus mejores tiempos como quinqui del Bronx.

Lo bueno de estas es que apenas suele haber gente en ellas. Para los ricos la piscina es un elemento decorativo de su jardín, como un kiosco o una ibicenca en tanga. Cuando ellos se quieren dar un chapuzón se van a sus calas privadas, libre de animales peligrosos.

Así que allí estaba yo, apenas las once de la mañana de un caluroso martes. La entrada despejada, el camino de pizarra que lleva a la zona verde, caliente y en el amplio césped que rodea el agua, una señora mayor, posada gracilmente como un buitre haciendo la digestión en una tumbona. Nadie más.
Hubiera sido mejor disfrutar de aquel paraíso artificial en soledad pero, al fin y al cabo, se trataba de una sola persona y además parecía estar durmiendo.

Coloqué mi toalla en el lado opuesto a donde estaba y tras unos ejercicios de calentamiento me lancé de cabeza al agua. Aún no había tocado el fondo de la piscina cuando la señora se levantó como un resorte, agitada por la sorpresa de saberse acompañada. Tras unas gafas de sol que bien podrían haber ocultado la aviesa mirada de un taimado jugador de poker, escudriñó el agua metódicamente hasta que me localizó.

Yo no lo vi, pero juraría que sentí cómo se relamía los labios y modificaba su tumbona para permanecer erguida y tener así una buena visión de todo el lugar. Necesité unas cuantas brazadas para percatarme de que no importaba en que parte de la piscina me encontrara, siempre tenía sobre mi clavada la enigmática mirada de aquella señora que escondía tras sus gafas de sol su mirada y sus perversas intenciones para conmigo. Hice una prueba que esperaba me sacara de dudas. Me escondí tras la isla artificial que decora la piscina. Durante un minuto no ocurrió nada. No me atrevía a echar un vistazo en su dirección, hasta que la vi aparecer a mi izquierda, caminando por el borde, haciéndose la despreocupada, como si observara las avispas que huían a su paso. Un escalofrío recorrió mi espalda.

No era la primera vez que captaba el interés de alguna jubilada, un gay o cualquier otra persona con la que no tenia ninguna intención de tener una relación. Pero si era la primera vez que me encontraba con tan poca ropa.

Todavía molesto por el acoso descarado de la señora continué nadando y haciendome el muerto alternativamente, sin prestar atención a sus movimientos. Cuando decidí que había tenido suficiente, salí del agua con tanta rapidez y tan mala fortuna que mi holgado bañador se quedó atrás unos centímetros mientras yo ascendía ajeno a ello. Un pájaro grito espantado a lo lejos y con el aliento entrecortado miré a mi alrededor. Gracias a dios la señora ya no estaba.

Pese a todo decidí volver. No por más esperado fue menos desagradable encontrarme en varias ocasiones más, de nuevo a solas, a la misma señora, en la misma tumbona, con las mismas gafas y el mismo deseo contenido, por el decoro, las buenas formas, el qué dirán o la faja. Pese a todo, aquello no iba más allá de glotonas miradas y un férreo marcaje al milímetro, hasta que un día se me acercó y decidió entablar conversación.

Se llamaba Hermenegilda, aunque ella insistió en que la llamara Herme en lugar del más cinematográfico "Gilda". La gente mayor ya se sabe, se llama de formas extrañas, se prenda de jóvenes apuestos como y... e intenta reproducir, bajo el sol del mediodía escenas de "Una proposición indecente" solo que sin dinero y sin Robert Redford. No supe qué decir. O mejor dicho, no sabía cómo decirlo. Entre la versión "soy un cabrón que te haría daño con mi miedo al compromiso" y el más socorrido "Tengo novia", elegí esta segunda que no deja ningún resquicio de esperanza para una Herme que tras una última sonrisa volvió a su apartamento sin mirar atrás.

Hoy, una semana después de aquello, he vuelto a la piscina. No estaba Hermenegilda. Temo que haya fallecido en este tiempo en que no he acudido a refrescarme, bien por causas naturales o por tener roto el corazón. Espero que por lo primero. No quiero encontrármela en forma de espectro en un futuro, a lo Cazafantasmas. Fue agradable poder nadar sin sentirse vigilado. Además, poco antes de que me fuera llegaron cuatro jóvenes, inglesas para ser más exactos. Lo se por la rojez típica de los anglos a los que el sol tuesta por primera vez. Es curioso, un observador entrenado podría conocer la nacionalidad de cualquier turista por la tonalidad del rojo de su piel tras unas horas en la playa (excepción hecha con los nacionalizados y los ciudadanos de las colonias) Lo mejor llegó cuando decidieron hacer Topless cuántico: Si las miraba, corrían a ponerse la parte superior del bikini sobre el pecho desnudo. Si no las miraba, no hubiera podido decir si estaban con sus senos al aire o no. No es que yo sea un voyeur, pero tampoco iba a estar mirando a la palmera todo el tiempo. En cualquier caso, me alegraron el día. A lo mejor me las envió Herme, allá donde quiera que esté.



Esta medusa se comió a mi gato y se leyó un libro de Sanchez Dragó.

martes, 12 de junio de 2012

El barrendero que miraba con tristeza al infinito

La mano izquierda apoyada sobre el árbol, la derecha sobre la escoba y la cabeza sobre esta. Así pasa Antonio Manuel gran parte de su jornada laboral como barrendero. Muchos le tildan de vago aunque él, a cuyos oídos han llegado dichos comentarios, prefiere definirse como pensador acosado por circunstancias extemporáneas y una pertinaz sequía económica.

No importa que el  terral azote sus mejillas, que los truenos le cieguen o que la lluvia le cale los huesos a través del uniforme amarillo chillón, aunque esta dificulta enormemente su trabajo. Él siempre está ahí, meditando, mirando más allá de lo evidente, perdido en un mundo que solo existe en sus pupilas.

En los corrillos del barrio de La Peña, juran que le han visto trabajar alguna que otra vez. Los que menos frecuentan las calles no se lo creen. Piensan que no es más que una leyenda urbana con la que justificar el que no se le denuncie ante el ayuntamiento. La señora Amparo llegó a decir una vez que es sobrino del alcalde. ¿Quién sino alguien con una persona de tan alta distinción detrás podría dedicar el 80% de su tiempo de trabajo a no hacer nada? Además, ella vio cómo un coche negro, muy elegante, del estilo de los que suelen tener los políticos, se paraba delante de Antonio Manuel, bajaba la ventanilla y... ahí ya no pudo ver más porque la llamaron por teléfono para una promoción muy buena de desele del Internet y cuando colgó ya no había nadie.

El corrillo dejó divagar a la señora Amparo una vez más, como solía en cada reunión desde que afirmó que su difunto Mariano se le aparecía todos los viernes con unas tijeras y le recortaba las recetas de sus medicinas para la artrosis.. La conclusión de aquel día de chismes fue que alguien debería llamar al ayuntamiento para ayudar a la señora Amparo, no para denunciar al pobre Antonio Manuel que al menos, incluso en su estado catatónico daba los buenos días a quien amablemente le saludaba. Y además, no se notaba su falta de dedicación, las calles permanecían limpias. "Como que no ensuciamos" fue el ultimo comentario que se escuchó en la reunión.

Y así, mientras quien más quien menos se percataba de que las horas pasar dejaba, nadie se percató de que Antonio Manuel tras hacer su ronda en minutos, en el mismo sitio se paraba, nunca un poco más allá. Una mano en el árbol, sobre la escoba la otra y no miraba hacia atrás, ni a derecha ni a su izquierda, sino siempre hacia adelante hacia el ventanal gigante del instituto local. Y a través de él veía, dando clases día tras día, a la bella Genoveva; su delicado cuerpo, su cabello largo y suelto y unos brazos por los que gustoso abrazar se dejaría. Y deja libre su mente, vuela alto sin control a un lugar lejano, perdido en el infinito, en el mar de los posibles, donde solo hay un tú y yo, donde él la enamora, viven juntos y felices y se hartan de comer perdices hasta el final de los tiempos o hasta que llega el recreo, que con su timbre estridente, le devuelve al presente, un lugar mucho peor. Pues al fin y al cabo solo es un pobre currante sin ningún mérito importante y ella es un sol radiante, inaccesible y brillante, incluso para el sobrino del alcalde.

En el siguiente corrillo se decide su destino. Algo colmó un vaso que la mayoría veía medio vacío. En cualquier caso una llamada anónima fue realizada al ayuntamiento. El asunto se demoró por unas cuantas semanas hasta que finalmente ocurrió. La señora Amparo fue ingresada en una residencia de la capital donde podrían atender su demencia y con ella se fue su hija, Genoveva, la bella maestra de escuela.

Pero Antonio Manuel continúa, día tras día, mirando con tristeza al infinito, pensando en lo que pudo hacer y no supo, en lo que pudo ser y no ocurrió, mientras unos le llaman vago y muchos otros, pensador.

sábado, 26 de mayo de 2012

La gente de Moriarty

Desafiando a la crisis y a las leyes del mercado que dictan que no puede haber un dentista que no haya nacido en la pampa o alrededores, una paisana ha abierto una clínica dental frente a mi balcón, desde el cual oteo las tardes y los escotes de las chavalas que pasan bajo él. Como quiera que mi fama se ha extendido por la comarca, ya solo transitan la calle las escasas turistas borrachas que se dirigen a la playa y alguna que otra exhibicionista de escaso pudor y aun más escasos años por delante. Sin embargo las tardes son largas y el aburrimiento pende colgado del canalón del tejado dispuesto a saltar sobre mi como una twitera en celo.

Por ello, últimamente me ha dado por observar largo y tendido un collage de fotos en la fachada de la mencionada clínica, con varios rostros sonrientes que enseñan dentadura por aquello de dar envidia y atraer a posibles clientes. Aunque me imagino que su fin será el de adornar pues nadie entra a la consulta de un dentista solo porque le guste su decoración.

El caso es que hace días que me llaman la atención un par de risueños rostros pertenecientes a una pareja madura, más maduro él que su compañera, con su pelo cano ensortijado en los dedos de ella, un toque pseudoerótico que no logro asociar al trabajo de un dentista... bueno quizás si me lo imagine pero mi forma de pensar es tan retorcida que no es representativa. Lo que si que espero es no ser el único perturbado que camina por ahí imaginandose la historia tras las caras anónimas que en los momentos ociosos se cruzan en mi vida.

Por eso me ha dado por pensar: ¿Serían pareja "dedos juguetones" y "pelo canoso" antes de la sesión fotográfica? ¿Fue el destino y un trabajo mal remunerado lo que les unió? Quiero creer que él es un actor aficionado, uno de tantos que, carente de la suerte o del talento necesario para triunfar en grandes producciones, debe aceptar trabajos esporádicos gracias a un físico en el que pensaba basar su éxito en la juventud, pero que ahora, pasados los años, solo le sirve para dar el tipo como maduro interesante en la cola de la pescadería.

Ella está ahí por casualidad. Tiene una amiga que conoce a un fotógrafo que necesita una cara atractiva y aunque la idea de aparecer por ahí en carteles o vallas publicitarias no le atrae, si la de ganar algo de dinero con la que darse un pequeño capricho.

Quiero creer que ambos se conocieron en el estudio donde se iba a realizar la sesión de fotos y por aquellas leyes insondables de la química humana, se sonrieron más allá de la sonrisa. Aquel gesto fue captado por el fotógrafo, o mejor dicho, el artista, no conviene llamarlo de otra manera, les han advertido en la agencia. Y este decide convertir dos retratos solitarios en una pareja poco ortodoxa. Tal vez físicamente desentonen un poco pero quien vea esa sonrisa quedará atrapado por ella. Les indica que junten sus caras, no necesita decirles que sonrían. Le pide a ella que sea más natural y esta, acerca su mano al cuello de su compañero mientras escruta el rostro del artista en busca de aprobación.  No la recibe pero el flash salta continuamente. Llega un momento en que se deja llevar y acaricia distraida el pelo de él. No ha pensado el gesto, no quiere evitarlo.

¡Perfecto!, grita el artista que pulsa el botón que acciona la cámara que explota el flash y capta el instante perfecto en un solo momento atemporal. La foto ha salido bien. El fotógrafo da por finalizada la sesión satisfecho. Es el momento de separarse pero ninguno da el paso. Remolonean en la entrada del edificio hasta que uno de los dos invita al otro a una copa.

Quiero creer que el amor se extiende más allá de la foto de 45x70 que adorna una fachada y que en algún lugar, en este mismo momento ella acaricia su pelo blanco y se sonríen el uno al otro en lugar de a un puñado de viandantes con caries.

Por eso, si alguna vez camináis por una calle del sur y veis una clínica dental con la foto de un hombre de pelo cano y una mujer con dedos juguetones, entrad y habladle a la dentista del chaval que enfrente, sentado en su balcón, espera una pequeña comisión por haberle conseguido clientes.

martes, 10 de abril de 2012

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Terrorismo SEO

Community manager, Script girl y SEO son oficios que han aflorado al calor de las nuevas tecnologías y las redes sociales; cargos que están en boca de todos, con el que incluso alguno se gana la vida pero que nadie tiene muy claro qué es lo que realmente hacen.

Una Script girl... bueno, lárgame un cilindrín, fotero y búscalo en la Wikipedia porque sigo sin saber a qué se dedica, aunque me lo imagino (y si, es una guarrada) Además es una profesión de relleno para hacer un homenaje y ya está.

Un Community manager practica el arte de conseguir que le paguen por decir en Twitter que le gustan los condones Durex, comentar en Facebook con un "Jajaja, te lo advertí" la foto del hijo recién nacido de sus contactos que acaban de ser padres y subir a Tumblr una foto de un paño con "Pónselo, Póntelo" bordado en hilo de oro junto a un corazón. Pero, ¿y un SEO?

De morfología intencionadamente similar a la palabra "Sexo", SEO es el acrónimo de "Siempre Estamos Ocupados", pues si bien no tienen tareas específicas que realizar, siempre están ocupados haciendo sus cosas. Si, igual que los funcionarios, de hecho deberían llamarse así, pero SEO suena más tecnológico. Solo hay que hacer la prueba de Star Wars. "En la estrella de la muerte se podían encontrar cuatro funcionarios" no tiene la misma fuerza evocadora que "En la estrella de la muerte se podían encontrar cuatro SEOs y un Jedi Master". Aunque reconozco que con la inclusión de lo del Jedi he hecho algo de trampa.

El objetivo de un SEO es hacer que el sitio web del que está a cargo aparezca en los primeros puestos de las páginas de resultados de los principales motores de búsqueda. En definitiva, que si buscamos "Tetas" en Google, aparezcan las nuestras en primer lugar. Para ello existen distintas técnicas que nos llevarán al éxito incontestable. Todas van enfocadas a su uso en el mencionado servicio. Cierto es que también esta "Bing", Oh no, me han dado. Si, el chiste es malo pero peor es el buscador, así que pasaremos de él.


Keywords

También llamadas palabras clave, que la gente puede teclear en cualquier buscador y que les llevará a nuestro sitio. Ya el uso de "terrorismo" en el título de este texto nos ha granjeado la visita fiel de todas las agencias de seguridad de los países civilizados y de algún que otro indeciso que busca un empujón para entregarse a la sacrificada vida del terrorista. A estos últimos les digo: los ganadores no explosionan bombas, a no ser que trabajen para el ejército americano. Alístate en tu centro de reclutamiento más cercano.

Normalmente los aburridos manuales de SEO recomiendan el uso de palabras relacionadas con nuestro sitio pero eso solo lo hace el tipo de gente que lee las instrucciones de su reproductor de mp3 y nadie en su sano juicio se fiaría de alguien así, por lo que nos decantaremos por palabras populares de ayer, hoy y siempre. El reto está en conseguir que nuestro post sea una lista de palabras clave sin perder la coherencia ni el interés del lector. A nuestro rescate, como hizo con los ingleses en la Batalla de Inglaterra, viene la ciencia. Según un estudio de científicos que no pasaron del 6 de media en la facultad, la gente lee en diagonal así que allí pondrás el texto con la información seria y rigurosa que quieras ofrecer y en los "huecos" colocarás determinadas palabras clave. Por ejemplo:

Vendo sexo caliente
pechos Opel vagina
pene Oprah Corsa

Dependiendo del tipo de personas al que esté orientada la página web a nuestro cargo, deberemos seleccionar unas palabras u otras para obtener el mejor resultado posible:

. Si quieres atraer mujeres: Cartera, dinero, propiedades, buen partido, chocolate, rubia tonta, rolex, peinado, isasaweis, depilación láser, zapatos, ropa, celulitis, entrecejo, dietético, vibrador, laca, falsa, ¿estoy gorda?, etc.
. Si quieres atraer hombres: tetas, tetas, culo, boca, labios, felación, kamasutra, tetas, dinero, too fast too furious, coche, culo, tetas, call of duty, FIFA, drogas, tubo de escape, amoto, tetas, etc.
. Si quieres atraer jubilados: ¡enseñame la paga!, gratis, imserso, antes todo esto era campo, almondiga, niño deja la puta pelota, boina, regalos, estufa, etc.
. Si quieres atraer españoles: Trabajo, oferta de empleo, fútbol, soy mejor que tú y lo sabes, pincho de tortilla, vivo entre salvajes, subvención, dinero, paro, fachas rojos todos quieren ser los campeones, Torrebruno, gratis, villarato, beca, vacante, sustitución, etc.


Susanna Griso

El número de seguidores de la diosa de las mañanas es innumerable, como las lágrimas que derraman por no poder yacer con ella aunque solo fuera una hora. Si queremos que todos ellos recalen en nuestro sitio, deberemos incluir el nombre de la periodista en el mayor número de artículos posibles, al menos 2 veces (Teorema de la resonancia Griso) complementados con tantas fotos de ella como tengamos. Es aconsejable en última instancia abandonar la temática de nuestra web y dedicarla en exclusiva a Susanna. Tendremos más visitas que el brazo incorrupto de Santa Teresa el último día de la cuaresma.


Hacer referencia a temas de actualidad

Conviene tener una buena App en nuestro smartphone (porque todo buen SEO que se precie tiene uno por si no lo sabías) que nos informe de lo que acontece las 24 horas del día. Los acontecimientos solo se detienen si J.P. Morgan ha salido a comer, no les importa que hayas preparado una cena romántica para tu novia de plástico y látex. Si quieres un amplio volumen de visitas deberás echar mano de noticias que puedan suscitar el interés de los navegantes.
En Internet la gente se informa de dos maneras, yendo a sus centros de adoctrinamiento favoritos o corriendo al buscador en busca de información ampliada de alguna noticia que hayan leído en la Telva o le hayan contado en la cola del Inem.

Por ello deberemos incluir en nuestra página las noticias más destacadas del día, aderezadas con palabras clave para añadir fuerza a nuestra formula. Por ejemplo:

Bin Laden polla fue capturado en la vagina de Cicciolina y arrojado al mar por los Chunguitos marines.

Con una simple frase nos hemos ganado el interés de los integristas islámicos, gente informada, sibaritas de las perversiones sexuales, mujeres y los amantes de la música ligera española.

No importa que de una noticia seria quede un churro sin pies ni cabeza. Siempre habrá algún crédulo en Twitter que pensará que eres gracioso y algún pánfilo de Meneame que te confundirá con El Mundo Today.


Captar usuarios de las distintas redes sociales

Llegará un día en que la gente pasará de Google. ¡Eso no puede ser!, ¡pero si Google es dios! ¡Y mi padre! ¡Si dejé las drogas gracias a él! Ya, yo también creía que Yahoo no sería desbancado por los chavales de Mountain View, pero así es la vida. Un día te levantas y tu novia está a tu lado tirándose a un italiano.

Además Facebook, la principal red social, está desarrollando su propio buscador interno con lo que la gente no saldrá de esa página más que para acudir a Youporn, hasta que Zuckerberg vea el filón de permitir las fotos subidas de tono de los usuarios y las muestre a quien pueda permitirse 15 míseros dolares por un porno verdaderamente amateur. Y es que, tras la muerte para el gran público de la descarga directa y de la mensajería instantánea, ¿qué queda por hacer en Internet aparte de mirar los pechos de tu vecina o cotillear la vida de tu jefe y viceversa?

Por ello, debemos crear una cuenta en todas las redes sociales disponibles. Incluso en ese nido de brasileños llamado Orkut, que sirva de puente entre esas ovejas desvalidas que son los usuarios y el sitio web que nos da de comer, más mal que bien. Aquí van unos cuantos consejos para llamar la atención en los mismos.

. Tuenti: Pídele a tu primo de 15 años que se haga un perfil. Si la policía te pilla allí intentando "engatusar" a "menores", por mucho que algunos de estos hayan comido más polos o degustado más vieiras de las que probarás tú en la vida, te buscarás un pequeño lío. No importa que tus intenciones sean las más puras del mundo. Puedes incluso intentar engañarlos con promesas de un futuro trabajo de comercial. Todo sea por la popularidad. Al fin y al cabo, si has de ir a la cárcel que sea por estafa y no por pederasta. Así pues echa mano de algún familiar menor de edad para que hable de tu web. Agradecerá la experiencia y gracias a la reforma laboral le podrás pagar en Sugus y ya con eso se podrá dar por satisfecho. Además los mayores de 20 años son incapaces de entender el protolenguaje que se habla en esta red social. Y si no, a ver quién sabe lo que significa "Essshahh lohhka la mari" que bien podría haber sido sacado del Necronomicón o de los archivos del logopeda de Rajoy.

. Facebook: También llamado el Tuenti para viejos o personas distinguidas. Nada de escandalosas faltas de ortografía aquí. Un uso indebido de "haber" y la omisión de la "h" están permitidos pues la mayoría de sus usarios tienen el bachillerato al menos. El uso de las tildes es opcional. Puedes empezar estableciendo contacto con antiguos compañeros de colegio, a no ser que fueras el problemático de la clase, que si lo único que has podido conseguir es dedicarte a esto del SEO, es lo más probable. También se aconseja actualizar de vez en cuando con frases destacadas de Paulo Coelho. No es muy complicado, basta con abrir uno de sus libros al azar y seleccionar la primera que veamos. Ya habrá alguien que la encuentre muy profunda y reveladora, porque si la has puesto es por algo. Hará notar que le gusta y con suerte dejará un comentario. Aprovecha para responder que encontrarás más en tu página web y ya está. A esperar que damas soñadoras, seguidas por su correspondiente cortejo de pagafantas, hagan subir los números de tu contador de visitas.

. Twitter: Podemos seguir varias estrategias para conseguir el éxito. Desde la clásica charada de fingir que somos una maciza calentorra que habla a todas horas de sexo para enmascarar una timidez enfermiza con los hombres, hasta el gracioso/ingenioso (rol bastante exigente para tan escaso rendimiento) pasando por el pesado, alguien que se hará follower hasta del Cojo Mantecas y hará RT de las cosas más absurdas con el fin de llamar la atención. Ninguna de estas opciones es una estrategia ganadora por si misma y por ello el esfuerzo que dedicaremos a esta red social será mínimo, pues está llena de amargados, resentidos y marujas de zarcillo en la oreja, camiseta agujereada y barba de tres días que no tienen dinero ni para hacerse un perfil de Facebook y que gustan de remozarse en una piscina repleta de ego, soberbia y fluidos corporales, alejándose de cualquier otra propuesta que no les ofrezca 140 caracteres donde poder hacer chascarrillos con la palabra "tróspido".

. Instagram: Coge tu cámara Reflex, la que tienes para hacerte fotos frente al espejo y subirlas a Badoo e inmortaliza en una instantánea la primera taza de café que encuentres en tus oficinas. Si eres autónomo o freelance (un autónomo de más allá de los Pirineos) aprovecha para retratar de fondo un paisaje idílico, que diga: si usáis mis servicios podréis acceder al Olimpo como yo. En mercados no hispanos no funciona, pues puede generar cierta envidia. No así en España, donde todo el mundo trabaja en lugares de ensueño y folla sin pagar, por lo que a no ser que muestres una foto del mismísimo Dios otorgándote una medalla por tu fe inquebrantable, no se inmutarán lo más mínimo. Y aún así te dirán que a ellos se la dieron la semana anterior.


Bucear en las búsquedas

Si el uso de palabras clave es como lanzar clavos en distintos puntos de la carretera en los que confiamos que pasarán el mayor número de coches, estudiar las búsquedas de los usuarios de la red nos dará una idea certera de por donde pasan la mayoría de los vehículos para poder echar al mayor número de ellos de la carretera y aumentar los beneficios de nuestro garaje. El servicio de estadísticas contratado para nuestra web nos dirá qué es lo que le interesa a la gente, lo que nos ayudará a enfocar futuros artículos o cambiar unas keywords por otras. Así por ejemplo si ha habido muchas personas que han buscado:

. Mi amiga es una zorra ¿Cómo se lo digo para que no se rompa nuestra amistad? ¿Me tiro a su novio para que pille la indirecta?


. Si le pongo el condón al plátano, ¿luego yo que me pongo?

y ha ido a parar a nuestra página, significará que es posible que haya más gente interesada en la decencia de sus amistades y en una educación sexual para vegetarianos. Por cierto, las búsquedas son 100% reales.

Lo ideal es hacerse con los passwords de los administradores de la mayor cantidad de webs posibles y consultar sus estadísticas para obtener la mayor cantidad de información posible.  De paso, ya que hemos comenzado una vida de crimen cibernético o nos hemos dejado un dinero contratando a un becario de Anonymous, podemos aprovechar para espiar a enemigos, ex, amigos, novias, etc y así en el juicio siempre podremos decir que estábamos trabajando.

En el mundo SEO una imagen no vale más que mil palabras

¿Por qué? porque Google no indexa imágenes. Eso leerás en los manuales caducos de hace ochenta meses. Ahora, el 70% de las visitas que recibe un blog provienen de la búsqueda de fotos, dibujos y demás parafernalia visual, según datos del blog de Mr Roboto y del sitio web de la revista Primera Linea. Por ello, no dudes en adornar tus textos con todo tipo de fotos, a ser posible de porno soft, lo suficientemente porno para que a la gente le interese y lo suficientemente soft para que Google no te las bloquee. Eso si, cuyo nombre debe estar formado por el mayor número posible de keywords de entre los que hemos sugerido antes o los que se te ocurran a ti, que para eso te están pagando ¡Vago!


No enlaces demasiado

Google se dará cuenta de que haces trampa porque... bueno, Google lo ve todo. Es como dios pero sin palmeros loando sus virtudes. Eso es cosa de los de Apple. Así que con los enlaces de rigor a las páginas más famosas de la Internet hispana: El blog de Javi Moya, Petardas y Marqueze, es suficiente. También puedes adentrarte en el clandestino mundo del intercambio de enlaces, algo así como el Teto doble, aunque de esa forma empezó el de Cowboy de Medianoche.

Hasta aquí los consejos que espero te reporten un gran número de visitas. Y si no, búscate un trabajo de verdad, como Community Manager.




Tenía más fotos pero tienen marcas de agua y no hay que olvidar la primera regla del SEO: Jamás hagas algo ilegal a no ser que todos tus datos personales sean tan falsos como la risa de la Pantoja.

PD: Cogió sus libros y los guardó en las alforjas que colgaban del camello.
Paulo Coelho