sábado, 23 de mayo de 2009

¡Hay que salvar al presidente!

El mito de que una guerra nuclear no se puede ganar se ha mantenido por conveniencia desde la aparición de las armas atómicas, pero fue creado para apuntalar la doctrina MAD (Destrucción Mutua Asegurada de los contendientes de una guerra de ese tipo) desarrollada por el secretario de defensa Robert McNamara en los años 60.

Ninguno de los dos bandos lo tomó nunca del todo en serio y buscaron a lo largo de toda la guerra fría, una forma de aniquilar al contrario con el menor número de bajas posible. ¿Qué resquicio podrían explotar para conseguir la superioridad sobre el enemigo? ¿De qué forma hacerlo? ¿Acabando con los misiles antes de que fueran lanzados? ¿Eliminando los misiles en pleno vuelo? ¿Pirateando los sistemas de control? o de lo que vamos a hablar hoy: ¿volatilizando la cadena de mando?

Ya vimos en el post dedicado al maletín nuclear que la responsabilidad de lanzar un ataque nuclear recae únicamente en el presidente, que ostenta el cargo de Comandante en jefe. En caso de que este muriera o fuera incapacitado (como ocurrió durante el intento de asesinato de Reagan) la continuidad del gobierno se vería garantizada en el vicepresidente, si este muriera a su vez, el mando pasaría al secretario de defensa, etc.

Pero ocurre que hay ocasiones en que todos los miembros del gobierno deben estar presentes en un mismo lugar, por ejemplo durante el discurso del estado de la unión. Si en el momento en que el Presidente se dirige a la nación, Washington DC fuera objetivo de un ataque nuclear y murieran él y todos sus posibles sucesores, ¿quién tendría la autoridad de poder ordenar un contraataque contra la potencia agresora?: Nadie.

A esto se le llama un ataque de decapitación, que puede ir acompañado de ataques contra nodos de comunicaciones y de mando y control. Una serpiente sin cabeza es inofensiva. Para evitar que algo así pudiera llegar a ocurrir se creó la figura del "Superviviente designado", un miembro del gabinete presidencial que en estas ocasiones especiales es llevado a un lugar alejado y altamente protegido (generalmente un centro de continuidad de gobierno) donde permanece hasta que todos los demás han vuelto a sus puestos.

Por regla general este tétrico honor corresponde a secretarios de "ministerios maría" como el de educación, agricultura, comercio, transporte, asuntos de los veteranos, etc.

Un ataque nuclear sorpresivo tendría un éxito bastante improbable pues el tiempo que tendrían los miembros del ejecutivo desde que los radares de alerta temprana detectaran los misiles, les serviría para encontrar refugio. Sin embargo, pueden ocurrir otras catástrofes.

En Deuda de honor, de Tom Clancy. El agente de la CIA Jack Ryan es nombrado vicepresidente de los Estados Unidos por los servicios prestados en una fugaz guerra con Japón. El Presidente, junto con los restantes miembros del ejecutivo, se reunen en el Capitolio para oficializar el nombramiento de Ryan. En esos instantes un piloto japonés resentido que ha visto a su hijo y su hermano morir en dicha guerra estrella su avión 747 contra el emblemático edificio dejando a Jack como superviviente de mayor rango, lo que le convierte en presidente de los USA.

Existe otra opción aún más aterradora. Temerosos de que tras un primer ataque total contra el territorio americano, no quedara ningún general o político que ordenara un segundo ataque contra la Unión Soviética, se diseñó una red automática de ordenadores que serían los encargados de lanzar los misiles que quedaran en las rampas de lanzamiento, sin necesidad de intervención humana, en cuanto recibieran las señales de los sensores térmicos, luminosos y de presión que se encontraban desperdigados en las principales ciudades americanas (lo que indicaría que el país ha sido objetivo de un holocausto nuclear)

Todo lo relacionado con esta red es alto secreto, yo sólo llegué a encontrar un documento esbozando el sistema en la web de la Federación de Científicos Americanos, pero tras el 11S fue eliminado de la red, al igual que centenares de páginas relacionadas.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Cerca de la medianoche

El presidente Obama sale del auditorio arropado por los vítores y los aplausos de los miembros de su partido. La cena con los electores de Maryland ha sido todo un éxito. Mientras atraviesa las cocinas del Hotel Sheraton camino de su coche, su asesor de imagen le felicita por la pequeña broma sobre su mal escogida corbata. Reirse de si mismo gusta a esos pardillos, le susurra con cuidado de que nadie más le oiga. Ha salido muy bien del paso, pero no puede volver a ocurrir. Tendremos que dar un toque a las chicas de vestuario.

De pronto siente un fuerte apretón en el hombro, se gira y contempla el rostro cerúleo del Almirante Michael Mullen, jefe del estado mayor y su asesor militar, que sostiene a duras penas su teléfono móvil.

- Nos están atacando - es lo único que susurra antes de que los miembros del servicio secreto agarren de la chaqueta con violencia al presidente y lo metan a trompicones en su limusina blindada.

Sólo Mullen y el Mayor de la fuerza aerea Graham Feldman, le acompañan en la parte de atrás. Antes de que el conductor arranque bruscamente, la puerta se abre y Timothy Geirner es arrojado al interior del vehículo con poca delicadeza.

Para cuando los centenares de asistentes al acto presidencial comienzan a preguntarse qué está pasando, la limusina se pierde en las oscuras calles de la ciudad camino de un lugar desconocido.

- ¿Qué estoy haciendo yo aquí? - pregunta aturdido el secretario del tesoro mientras se recompone el arrugado traje.

- Todo a su tiempo - trata de calmarlo el Almirante.

- Por favor Mike, dime que ha sido algún pirado de Montana que ha estado jugando con fertilizantes - parece suplicar Obama.

- Señor, el NORAD ha detectado el lanzamiento de quince slbm, posiblemente del tipo Bulava, desde algún lugar del pacífico.

- ¿Chinos?

- No tienen capacidad nuclear submarina señor. Los únicos que han podido hacerlo han sido los rusos. El lanzamiento se ha realizado desde un único submarino. Los cohetes se dirigen a la costa oeste del país. Por la trayectoria, se ha determinado que sus objetivos son: Los Ángeles, San Franciso, San Diego, Seattle, Portland, Fresno, la base aerea de Edwards, la de Vandenberg, diversas instalaciones de defensa y Omaha.

- ¿Cual es la estimación de bajas?

- Demasiadas...

- Comprendo. ¿Cuanto tiempo tenemos antes del primer impacto?

- Apenas diez minutos señor. Por eso tenemos que actuar ya.

El Mayor Feldman se coloca en el regazo el maletín que porta a cualquier sitio donde vaya el presidente. No le tiembla el pulso cuando se libra de la cadena que lo ha mantenido unido a él los últimos seis años. En parte agradece librarse de tamaña responsabilidad, aunque le hubiera gustado hacerlo en otras condiciones. 

- Aquí tiene el balón señor presidente.
Obama lo toma entre sus manos. Espera sentir todo el poder que encierra, pero excepto un ligero sobrepeso, no se diferencia mucho del maletín de cualquier SEO o broker de Wall Street. Al abrirlo se da cuenta de que su interior no es nada convencional.
 
Junto a varios documentos, se encuentra un voluminoso sistema de comunicaciones por satélite que le pone en contacto directo con el centro de mando militar nacional, situado en el Pentágono. Al otro lado de la linea, le responde el General Newman, que acaba de ser informado de la situación.

- General le habla su comandante en jefe. Código Delta Omega Omega Mike 2-0-4-0.

- Copiado. A sus órdenes Señor Presidente.

- ¿Qué hacemos ahora Almirante? - le pregunta Obama a su asesor mientras hojea un cuadernillo con distintas opciones de ataque predefinidas.

- El SIOP contempla una amplia variedad de respuestas.  Desde el lanzamiento de un misil a la guerra nuclear total...

- ¿Podemos declarar el armaggedon por sólo quince misiles?- pregunta angustiado el presidente. Sus manos comienzan a temblar y gruesas gotas de sudor perlan su frente y empapan su camisa.

- Esos quince misiles acabarán en un instante con la vida de más de diez millones de americanos, señor - le informa contrariado Mullen - pero tiene razón. Lo más sensato sería una respuesta proporcionada.

- ¿Les lanzamos a ellos otros quince cohetes? ¿Como si esto fuera el patio de recreo del colegio de mis hijas?

- En efecto. Por la naturaleza del ataque, puede tratarse de un submarino renegado que ha decidido acabar con nosotros en solitario o puede tratarse de un engaño para hacernos creer eso, claro. Por ello recomiendo que ordene Defcon 2, por si se trata sólo de la primera salva de la tercera guerra mundial.

Obama bufa tratando de asimilar toda la información y hallar una respuesta satisfactoria. Echa un vistazo a Timothy en busca de apoyo, pero él parece necesitarlo más. Está a punto de vomitar. No deja de acariciarse la nuca mientras mantiene la vista fija en la ventanilla. Fuera la oscuridad es la dueña.

- Quedan siete minutos para el impacto - le informa su asesor militar tras comprobar su lujoso reloj.

- Quisiera hablar antes con los rusos.

El General Newman, que ha escuchado la conversación, le informa que ha sido imposible contactar con ellos. La linea del teléfono rojo está muerta. El presidente saca entonces los códigos nucleares del bolsillo de su chaqueta, agarra el comunicador con fuerza hasta que las venas se perfilan en su mano.

- Le ordenó el lanzamiento de quince cabezas de guerra sobre tres objetivos de clase A, pero descarte Moscú, cinco de clase B y siete de clase C.

- Tenemos un submarino cerca de la costa de Murmansk, nuestra respuesta debería llegar casi al mismo tiempo que las primeras explosiones sobre territorio americano. - le informa el Almirante.

Durante un segundo la linea permanece muda.

- Señor, necesito la aprobación de otro miembro del gabinete -. le informa el General.
- S... soy Timo... thy Geirner, secretario del tesoro - logra balbucear al borde del colapso nervioso- y confirmo la orden de lanzamiento.

- Entendido.

- Que dios nos ayude - se despide Obama. La limusina comienza a reducir de velocidad. - ¿Vamos a Raven Rock? - le pregunta a Mullen mientras trata de discernir el paisaje desdibujado a través de la ventanilla.

- No señor. Es de suponer que los rusos conocían al detalle su presencia en la ciudad. Ellos pensarán que el primer lugar al que irá a refugiarse será allí. Es el centro de continuidad de gobierno más cercano. No podemos arriesgarnos. Hemos venido al aeropuerto.

- Una de las cosas que más temía durante la campaña electoral, era el tener que coger ese avión algún día.

- Siempre hay una primera vez.
La pista del aeropuerto está tomada por miembros de la guardia nacional. Parecen aterrados. Alguien debe haberles dicho que no es un simulacro, y ver al gran jefe rodeado de los gorilas del servicio secreto mientras corren hacia la escalerilla del aparato no les tranquiliza. Se miran los unos a los otros apretando con fuerza sus fusiles contra su pecho. De vez en cuando miran al cielo, deseando no ver el flash que termine con todo. Saben que no está bien, pero no hay uno sólo que no desee que ese maldito avión despegue de una vez y les aleje del centro de la diana.

A Obama le resulta familiar el interior del E-4B en el que se encuentra. No se trata del Air Force One, sino de un avión gemelo, apodado con el siniestro sobrenombre de "Avión del fin del mundo" o el más aséptico "Vigilante nocturno", un puesto de mando avanzado, para dirigir la guerra y el país, desde el aire.

Junto con el jefe del estado mayor, se dirige a la cubierta media, donde le espera la sala de conferencias. Desde allí podrá conversar con los principales miembros de la administración. El piloto no espera a que se siente. En cuanto todo el personal se encuentra a bordo se desliza veloz por la pista hasta alzar el vuelo majestuoso como el águila imperial que decora la cola del aparato.

El presidente se coloca delante de un muro cubierto con tres columnas de tres monitores cada una. Como en el maldito Tic Tac Toe, piensa mientras se afloja el nudo de la corbata, que a cada instante que pasa parece apretarle más la garganta. En cada uno de ellos, puede ver distintos rostros de distintas razas y creencias, pero todos comparten un rasgo común: el miedo.

- Cuatro minutos para la detonación - reverbera una voz femenina por los altavoces de la sala.

En la pantalla del centro, aparecen una lista con los quince objetivos y el tiempo restante para la detonación. Una estimación teniendo en cuenta que los rusos quieran maximizar los daños. Observa minuciosamente cada monitor, etiquetado con el nombre del cargo cuya imagen muestra. Una de las pantallas continúa en negro.

- No veo al vicepresidente - comenta preocupado.

El responsable de la FEMA, que a Obama le recuerda a Woody Allen, por sus gafas de pasta y su aire de intelectual neoyorquino (son todos iguales) se apresura a informarle.

- El vicepresidente Biden está siendo trasladado en estos momentos al centro de Mount Weather junto con el secretario de defensa y la secretaria de estado. Los miembros del congreso serán relocalizados en Mount Pony y los restantes miembros de su gabinete se han refugiado en el búnker de la Casa Blanca mientras preparamos el Air Force One para ellos.

Obama no puede evitar recordar una vieja película en la que todos los miembros del gobierno morían bajo las bombas, salvo el secretario de agricultura que era investido presidente. De preocuparse por la cosecha de trigo a la seguridad del mundo libre. Eso si que era un ascenso fulgurante. Se abstiene de preguntar donde se encuentra Tom. La situación es demasiado tensa como para frivolizar con pequeñas bromas.

Los números que marcan la cuenta atrás para Los Ángeles se ponen amarillos. Un minuto más y pasarán a ser rojo sangre. Sólo la voz del comandante del mando estratégico informando sobre las evoluciones del ataque americano, rompe el silencio expectante que lo inunda todo. En un instante, todos los números se han vuelto amarillos. Cuando el primer cronómetro marca cero, Obama siente como si le golpearan el estomago. Hunde la cabeza entre sus manos por un instante, antes de pedir el primer informe de daños al responsable de la FEMA. Mientras habla, el rojo ha inundado el monitor central, excepto una linea, la de Omaha, para la que queda un minuto.

- Nin... ninguno señor - titubea como si fuera un niño al que han pillado en mitad de una travesura.

- ¿Cómo que ninguno? - brama Obama mientras se levanta de un salto -. ¿Qué está pasando?

Pero no recibe respuesta, David Garrat permanece concentrado en sus propios monitores.

- Nos llegan reportes de San Francisco y Seattle - informa olvidando cualquier protocolo-. Han visto una fuerte explosión en el cielo, pero nada más.

El General Albertson del NORAD toma la palabra.

- Señor, los misiles desaparecen de nuestros radares a la altura estimada en que estallarían. O bien han autodestruido los misiles o bien han fallado las cabezas de guerra.

- ¿Qué piensa usted?

- ¿Alguna vez le ha tocado la lotería catorce veces en un minuto?

El presidente se deja caer sobre la silla totalmente derrotado. El Almirante Mullen, que hasta entonces ha permanecido silencioso a su lado trata de guiar los próximos pasos a seguir, pero antes de que pueda abrir la boca, la imagen de un par de pantallas se funde en negro.

- La bomba sobre Nebraska ha estallado señor - informa asépticamente el General Albertson.

- ¡Dios mio! La ciudad...

El General carraspea.

- No ha impactado sobre la ciudad señor, sino a 750 km de altitud.

Mullen y el presidente observan la pantalla. La cuenta atrás para Omaha continúa impasible. De entre el pandemónium de voces que surgen de los altavoces, sobresale la del comandante del STRATCOM.

- San Petersburgo ha sido destruida. El puerto de Murmansk, destruido. Novosibirsk, destruido...

Obama no escucha más. Ha caído en una trampa. Los improperios de su asesor le confirman que él ha llegado a la misma conclusión.

- Ha sido un jodido engaño - ruge desatado - esos cabrones nos han engañado. Han lanzado un maldito ataque de papel. Esos misiles seguramente iban desarmados, para hacernos creer que nos atacaban y provocar nuestra respuesta. Han calculado el tiempo exacto para que no pudiéramos anular nuestros lanzamientos una vez descubriéramos que no había ninguna amenaza.

- ¿Y la bomba que ha estallado? - pregunta Obama extrañado.

- Permitame que yo responda a eso señor - pide el General desde el NORAD -. La bomba no ha causado bajas humanas ni daños materiales en el sentido tradicional. Ha hecho algo peor. El pulso electromagnético ha inhabilitado todo aparato electrónico del CONUS. Sólo el 30% de los sistemas nacionales se mantienen operativos. Coches, ordenadores, televisores, radios... todo lo que lleve un chip ha sido inutilizado.

La misma voz femenina que le había recibido al embarcar, le informa de que el presidente ruso está en la linea.

- ¡Hijo de perra! - escupe el Almirante.

Antes de coger el terminal que descansa a su izquierda, el centro de mando militar informa a Obama de que submarinos rusos se dirigen a la costa oeste del país. El NORAD reporta decenas de bombarderos con el mismo rumbo.

- Le ofrezco una oportunidad de paz. - la voz glacial del premier ruso le produce un escalofrío. Se dirige a él en perfecto inglés. No hay rastro de emoción en sus palabras -  Hace unas horas fui informado de que una de nuestras naves se había declarado en rebeldía. Puso rumbo a su costa occidental y efectuó el lanzamiento de sus misiles. Por fortuna conseguimos autodestruirlos en el último instante. Pero ustedes...

- ¿Por qué no respondió a mis llamadas? - le interrumpe Obama.

- Tenemos problemas en nuestros sistemas de comunicaciones desde hace tiempo.

- ¿Y qué hay de la bomba sobre Nebraska? - vuelve a preguntar sin dejar que su homónimo se explaye. Sabe que miente o al menos, que oculta algo.

- Mis servicios de inteligencia confirman que ha sido obra de los iranies. - su voz se vuelve más dura y amenazante -. No me gusta su tono. Son mis ciudadanos los que lloran sangre y piden justicia por las atrocidades que han cometido. Es mi país el que ha sufrido su ataque traicionero sin provocación alguna...

- ¿Sin provocación?

No recibe respuesta. La comunicación se ha cortado. Los técnicos se afanan en intentar recuperarla, pero es imposible.

- Vayamos hasta el final - le sugiere el jefe del estado mayor - Tenemos cierta ventaja. Podemos aprovecharla.

- No podemos hacer eso. ¿Con qué derecho? ¿Qué pensarán de nosotros?

- Señor, acabamos de reducir a cenizas quince ciudades rusas. Ellos podrían hacer lo mismo con nosotros y el mundo nos seguiría viendo como los malos de la película. Y además la bomba sobre Nebraska ha dejado al país fuera de combate, al borde de la ruina. Nuestros enemigos aprovecharán para lanzarse sobre nosotros como lobos hambrientos. Debemos dar un golpe de fuerza que demuestre que incluso en nuestras horas más bajas, no hay nadie tan poderoso como nosotros.

Obama se levanta y se dirige a una ventanilla. El Almirante estira la casaca de su uniforme y se acerca a él. Los hombres y mujeres de los monitores contemplan la escena con aprehensión.

- Señor Presidente, usted tiene la decisión.

domingo, 10 de mayo de 2009

Entrevista desde la cripta: Walt Disney

Phil: Buenas noches tengas ustedes desde sus cálidos hogares, si no tienen aire acondicionado. Hoy tengo el placer de entrevistar a todo un mito de la animación mundial. Grandes y pequeños han llorado, reído y empatado con la ternura de sus personajes, y su fama es conocida por todo ciudadano del mundo civilizado. Se trata de un caso único, pues no está muerto, ni tampoco vivo...

Me encuentro en el Centro Criogénico David Silver en Palo Alto, California, donde durante décadas, ha permanecido en estado de criostasis el gran Walt Disney, que hoy ha tenido la bondad de ofrecerme una entrevista única.

Walt Disney: No es nada. Hoy es el día en que me descongelan para limpiar la nevera. Lo suelen hacer cada diez años. Era esto o pasar el rato sentado en una silla mirando la tele.

P: Antes de nada, me gustaría saber por qué decidió congelarse.

W.D.: Bueno Phil, no es exactamente congelarse, no soy una vulgar pescadilla. Pues la verdad es que me estaba quedando calvo y por mucho dinero que se tenga, si no tienes pelo, no eres nadie. Así que decidí someterme a un proceso de criogenización en espera de que en el futuro se desarrollara un producto anticalvicie eficaz (y no, un peluquin no entra en esa definición) Pero nada, aquí estoy, cuarenta años después. Hemos ido a la luna, tenemos la mayor biblioteca del mundo en un minúsculo ordenador, podemos verle el culo a una mosca desde el espacio, Ramoncin se ha alargado el pene y todavía no han descubierto nada para que te crezca el pelo. Hay que joderse. Yo creo que es un complot de los vendedores de pelucas. Alguien tendría que investigar sus cuentas. La Bella y la Bestia va de eso.

P: ¿Cómo es la vida congelado?

W.D.: No se diferencia mucho de la de un langostino. Quiero decir, no me muevo mucho y tampoco veo nada. Antes de congelarme cierro los ojos. ¿Se imagina? Diez años con los ojos abiertos como platos; como un gilipollas... Por cierto,  ¿quiere un frigodedo?

P: No

W.D: ¿Y un frigopie?

P: No gracias.

W.D.: ¿Y un frigopen...?

P: No tengo hambre, pero se lo agradezco.

W.D: Vaya, ninguno pica...

P: Vayamos a sus inicios. ¿Cómo empezó a dibujar?

W.D.: De pequeño yo vivía en una granja y bueno, ya sabes, kilómetros a la redonda de pastos y cultivos, sin unos miseros recreativos en los que entretenerme; así que me dedicaba a putear a los animales. Un día mi padre se hartó y me dijo que hiciera algo de provecho; y como siempre he sido de llevarle la contraria, me puse a dibujar. Empecé con lo que más tenía a mano: ratones, patos, perros...

P: ¿Por qué no a personas?

W.D.: Anda, si yo supiera dibujar personas me hubiera puesto a dibujar porno, como el tío ese que creó al Pájaro Loco...

P: ¿Quién?

W.D.: Ya sabes, el viejales ese que aparecía siempre al final del episodio con una sonrisa de oreja a oreja, sentado en su despacho detrás de una mesa de caoba. No te quiero contar a quién tenia debajo y haciéndole qué, porque Olimpia Dukakis me mataría.

P: ....

W.D.: Oh, creo que he metido la pata.

P: Tranquilo. Nadie sabe quién es Olimpia Dukakis. ¿Puede resolverme una duda que siempre tuve?

W.D.: Por supuesto.

P: ¿Por qué el Pato Donald nunca lleva pantalones?

W.D.: El personaje de Donald está inspirado en mi mujer. Era una golfa. Y digo era porque hace quince años se divorció de mi y se quedó con el 40% de mi patrimonio. Ahora es una hija de la gran...

P: Comprendo... Y una más: ¿En qué animal está basado Goofy?

W.D.: Precisamente fue mi primer intento de dibujar una mujer. Durante toda mi vida dediqué ingentes esfuerzos en trazar la voluptuosa anatomía femenina con mis lápices, pero era imposible. Soy un negado. ¿Por qué cree que Blancanieves, La Cenicienta o La bella durmiente son más planas que el registro interpretativo de Lupe Velez? La única que está más o menos potente es Ariel, la sirenita, pero tiene cloaca ¡¡por dios!! ¿A qué clase de enfermo se le ocurriría algo así? Y luego dicen de mi...

P: Hablando de eso, ¿qué hay de premeditado en los mensajes sexuales que aparecen en sus películas?

W.D.: ¿A qué se refiere?

P: En la carátula de La Sirenita, en el castillo del fondo se puede ver claramente un enorme falo.

W.D.: Bueno es una torre que parece un falo ¿Y qué no tiene forma de falo hoy día? Vaya a urgencias un sábado por la noche y le contarán...

P: Pero en la canción inicial de El Rey León, se entiende claramente: Tu cuñá me jinca una mamada.

W.D.: ¿Acaso es mentira? quiero decir, todas las mujeres son cuñadas de alguien y bueno, alguna estrecha habrá, pero más o menos todas comen rabo de toro

Susan B. Anthony: Es indignante la forma en que trata usted a las mujeres. Es intolerable.

W.D.: Enséñame las tetas.

S.B.A.: ¡¡¡Grosero!!!

W.D.: Eso es que no tiene nada que enseñar. Oye Susan, ¿seguro que no quieres que te haga protagonista de una de mis películas?

S.B.A: ¡¡Insolente!! Quédese ahí mientras voy en busca del picahielo. Se va a enterar.

W.D.: No te preocupes Phil, siempre dice lo mismo, pero en cuanto ve la teletienda en el monitor de la garita del guarda de seguridad se le olvida todo. No se por qué está aquí. Personalmente creo que espera el día en que una mujer sepa aparcar.

S.B.A: Le he oído ¡¡Imbécil!!

W.D.: Yo también te quiero Susan. ¿Qué te iba diciendo?

P: Le iba a decir que esa clase de mensajes no son apropiados para los niños.

W.D.: Es que mis películas no van dirigidas a ellos. Por ejemplo, Blancanieves es propaganda anticomunista. La bruja es claramente la madre de Stalin, que está celosa de la salud de Blancanieves (la empresa privada) Llama entonces al leñador (el líder sindical) que lleva a Blancanieves al bosque para cargársela, pero tiene remordimientos porque sin ella, él se queda en la calle, ya que la bruja no le quiere para nada. Entonces Blancanieves se encuentra con los enanitos (los trabajadores) tan primarios, tan sucios, tan malencarados, pero sin embargo la cuidan y la respetan, no se tratan de aprovechar de ella, como buenos trabajadores. La bruja no puede consentir que la chica sea feliz, así que le da la manzana envenenada (la nacionalización) y se la carga.

P: ¿Y el príncipe?

W.D.: El príncipe es hacienda, que al final la jode bien.

P: Hombre así explicado tiene su lógica si.

W.D.: No, si yo pelo no mucho, pero ideas, todas las que quiera.

P: Ahora si me lo permite quiero tocar un tema escabroso sobre su vida personal.

W.D.: No diga más. Ya sé a qué se refiere. Muchos me han difamado, han manchado mi nombre con falsas acusaciones, pero quiero decirles algo a toda esa panda de cretinos. Pese a lo que puedan decir: No nací en Almeria, ¡¡mamarrachos!!

P: En realidad me refería a sus simpatías por el régimen nacionalsocialista alemán.

WD: Ah eso, pues si. Hice un viaje a Berlín a principios de los 30 y me hicieron el carné de nazi, por llevar bigote.

P: ¿Sólo por eso?

W.D.: ¿Conoce a alguien con bigote que no sea malvado?

P: ¿Super Mario?

W.D.: ¿El genocida de tortugas?

P: Hombre....

W.D.: No lo hay, se lo digo yo. ¡¡No hay!!

P: Hablemos de temas más alegres, ¿Alguna vez ha podido visitar Disneylandia?

W.D.: Sí, en una ocasión me llevaron en un carrito de los helados. Hice una buena caja.

P: ¿Sabe que hace un par de años estuve en Eurodisney?

W.D.: ¿En serio? Bravo Romeo Sierra.

P: ¿Perdón?

W.D.: Maldición, esos bastardos de Washington lo han hecho. ¿Sabes? los parques de atracciones tenían una finalidad. Todo el que entra en la atracción de "It´s a small world" sale encantado y con ganas de repetir ¿Se ha preguntado alguna vez por qué?

P: No, pero tiene razón, yo monté siete veces. Es raro.

W.D.: Pues si, porque es una gilipollez de atracción y está mal que yo lo diga, porque se me ocurrió a mi. Un paseo en barca recorriendo un suntuoso riachuelo mientras un puñado de muñecas chochonas cantan. ¿Qué emocionante no? La clave está en la canción, con ella lavamos el cerebro a todos los que se montan. Si la pones al revés, podrás escuchar el himno del Afrika Korps.

Tras la guerra, los afiliados nazis extracomunitarios no sabíamos qué hacer, así que se me ocurrió que en los parques podríamos atraer gente de forma subconsciente a nuestra causa. Quisimos abrir decenas de ellos por todo los Estados Unidos, pero no había suficiente mercado gracias a los de la Warner Brothers, además tampoco podíamos permitirnos muchos gastos. Al fin y al cabo eramos nazis, no judíos.

P: ¿Culpa entonces a la WB de frenar la expansión de su imperio?

W.D: Pues si. Los de la Warner... qué hijos de puta. Se quedaron con los animales que descarté yo, y encima tuvieron los cojones de hacer al pato negro. Eso es una provocación, no me digas. En vista de que teníamos que compartir el mercado USA con ellos, nos planteamos abrir un Disneyland en cada continente. Los chinos se resistieron a que construyéramos uno en Asia, y así empezó la guerra de Vietnam. Ya sabes que el padre de Kennedy era colega. En vista del fracaso de la guerra, en la que la Warner iba con el vietcong, decidimos construir uno más en Francia, para no levantar sospechas. Hacerlo en Alemania hubiera sido demasiado descarado.

P: ¿Está enterado de que en Madrid la WB abrió un parque de atracciones?

W.D.: Lo se, lo se. De vez en cuando mandamos a alguien para que de una paliza a Piolin. Es lo único que podemos hacer. De todas formas tampoco necesitan mucho para hundirse ellos por si mismos.

En fin, estoy empezando a sentir los dedos de los pies. Es hora de volver al frigo. ¿De verdad que no quieres un frigo...?

P: Es muy amable. Gracias por la entrevista. ¿Desea decir algo más para finalizar?

W.D.: Esto es to, esto es to, esto es todo amigos. ¡Denunciadme si podéis cabrones de la Warner!

jueves, 7 de mayo de 2009

La Huida

El aullido de las sirenas inundaba las solitarias calles del centro. Por primera vez en varios años se había cometido un acto delictivo, al amparo de la noche. Ahora la policía ponía cerco al criminal, empujándolo al barrio de la Razia, un laberinto de callejuelas que únicamente contaba con una salida. Fue una suerte para la policía que el delincuente se encerrara allí. Aquello les facilitaría el trabajo.

Pero él no pensaba lo mismo. Le había sorprendido la rápida respuesta de los agentes. Tuvo que huir a toda prisa del lugar del crimen, al principio sin saber muy bien hacia donde ir, pero pronto tuvo una idea. En las amplias avenidas de la capital no tendría ninguna posibilidad de escapar, sin embargo su antigua barriada, donde había pasado su infancia, era el escondite perfecto, con sus retorcidas calles desprovistas de iluminación que conocía a la perfección. Por suerte no estaba lejos de allí y, perseguido por una infinidad de vehículos policiales, logró escabullirse por el arco de entrada del barrio. 

El plan era deslizarse hasta la panadería que presidía la plaza central y esconderse en un pequeño escondrijo, que el señor Bertini, amigo de su padre, usaba para guardar libros de contrabando; pero algo fue mal. La plaza estaba tomada por decenas de agentes. ¿Pero cómo? Se preguntó estupefacto, pues había tomado el camino más corto. El sonido de las aspas de un helicóptero batiendo sobre el lugar, le dio la respuesta. No tuvo tiempo para pensar, los policías se dispersaban por las calles, y varios se acercaban peligrosamente hacia donde estaba. Debía encontrar un lugar en el que evitarlos. Fue casa por casa buscando la salvación en forma de puerta abierta o ventana rota. La suerte le sonrió y pudo entrar sin dificultades en una estrecha casa, apiñada entre dos grandes bloques de apartamentos semiderruidos que no le ofrecían protección alguna.

Echó un rápido vistazo al salón. No parecía que hubiera alguien. Se agazapó tras la cortina de la única ventana que daba a la calle y aguantó el aliento cuando una patrulla pasó junto a ella sin percatarse de su presencia, tras lo cual respiró aliviado; hasta que en el piso de arriba la madera crujió bajo el andar vacilante del supuesto propietario. Sobresaltado, corrió hacia la cocina, agarró el cuchillo más grande que encontró y subió las escaleras con sigilo. De súbito un anciano que salía del baño se cruzó ante él.

- ¿Quién eres? – quiso saber el viejo.

- No le interesa – le espetó presa de los nervios.

Una sirena que ululó fuera le sobresalto, lo que no pasó desapercibido por su rehén.

- Comprendo… ¿permitirás al menos que este pobre viejo pueda descansar sus huesos verdad?

Sin perderle de vista, bajaron hasta el salón, donde se acomodaron en sendas sillas. La tensión de la huida le había agotado.

Conciliador, el viejo le ofreció la mano.

- Mi nombre es Samuel.

- Usted puede llamarme Ismael si le apetece – respondió él.

- Me gustaría saber que ha hecho.

- ¿Por qué?

- Oh vamos, tengo derecho a saber por qué me retiene contra mi voluntad.

La templanza de Samuel le desconcertaba, pero había algo que le hacía confiar en él. 

- Hace varios minutos, en un edificio a pocas manzanas de aquí, evite que una mujer muriera asesinada.

- Vaya – replicó el anciano – hacía años que no se cometía un crimen así ¿Cómo se le pudo pasar por la cabeza?

- Podría decirle que perdí el control o que estaba borracho, pero no, estaba harto de nuestras malditas leyes contra las “vidas inútiles”. Los gritos de las cacerías nocturnas no me dejan dormir. Rostros sin cara se adueñan de mis pesadillas, culpándome por no hacer nada

- Pero eso es lo que dice la ley, no debería atormentarse por ello – replicó perplejo.

- ¿La ley dice? ¿Es que a usted no se le revuelven las tripas ante las injusticias que se cometen a diario?

- ¿Cómo puede ser algo injusto si lo contempla la ley? – objetó confuso Samuel - ¿Acaso no es moralmente aceptable seguirla?

- ¿Una ley que causa dolor al prójimo?

- ¿Y no se ha parado a pensar que tiene su razón de ser? ¿Sabe usted que hace siglos la población del planeta se disparó tanto que estuvimos al borde del colpaso?

- Eso no justifica los asesinatos – gritó frustrado.

- No se preocupe, comprendo lo que hizo. Alguien como usted salvó a mi mujer de morir ahogada durante unas vacaciones. Ejecutaron al pobre tipo antes de que pudiera secarse. No pude agradecérselo… Sólo digo que la ley es como es, nosotros pobres ciudadanos no podemos hacer nada por cambiarla.

Las sirenas y el ajetreo habían cesado hace rato, era hora de partir. Con un apretón de manos se despidieron. Ismael se perdió en la noche con la atenta mirada de Samuel fija sobre él. Una vez fuera de su alcance, se dirigió al teléfono.

- ¿Policía? Quisiera informar sobre el paradero de un fugitivo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Demasiado sin él

- Mamá, le echo de menos.

- Es normal hija, lo raro sería que no lo hicieras.

- Lo se, pero esperaba que el paso del tiempo aliviara un poco la pérdida. Ya hace treinta años que la muerte separó nuestros caminos y parece que sólo hubieran transcurrido unas horas desde aquella fatídica tarde. Si tan sólo hubiera llevado casco... las cosas ahora serían totalmente diferentes.

- Vamos, no te atormentes más. Las cosas pasan por alguna razón ya lo sabes.

- ¿Y cual podría ser el motivo para "separarnos"? Nos queríamos muchísimo, teníamos por delante una vida llena de felicidad...

- Deja de pensar en eso pequeña. Lo pasado, pasado está. Hay que mirar al futuro. Pronto él morirá y se volverá a reunir contigo.

- Sí, pero mientras llega ese momento, sigo echándolo de menos.

lunes, 4 de mayo de 2009

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Por siempre jamás

En capítulos anteriores...

Habían estado viviendo felices en aquella tierra extraña en la que habían despertado en otros cuerpos que no eran los suyos, en una época diferente a la que pertenecían. Pero no importaba el donde ni el cuando, pues estar el uno con el otro era todo lo que podían desear. Y cada uno encontraba en la mirada del otro su lugar en el mundo.

Y así se sucedieron numerosas lunas llenas, hasta aquel fatídico amanecer. Ningún presagio le había advertido de la desgracia que cayó sobre él, o quizás no le había prestado atención, pues toda su atención la había merecido su preciada reina.

Pero ahora, en aquel establo desconocido en el que había despertado, ella no estaba. Se levantó de un salto llamándola con el corazón en un puño, aunque algo le decía que su amada se encontraba lejos del alcance de sus descarnadas palabras.

Revisó hasta el más pequeño rincón del lugar. Junto a la entrada, encontró su armadura y su corona. Se embutió en ella con rapidez y tomó por montura un corcel blanco que reposaba en silencio en la cuadra junto al establo.

- Te llamaré Premura - le susurró mientras hundía los talones en el costado del animal.

Cabalgó hasta tomar una cima cercana donde se detuvo para trazar su nuevo destino. Le bastó un breve vistazo para reconocer la zona, un valle agrícola al oeste de su antiguo castillo que solía frecuentar cuando era niño.

Decidió volver a su fortaleza, allí haría que sus soldados rastrearan cada palmo del reino, cada gruta, cada grieta en el terreno, cada casa... nadie descansaría hasta que pudiera estrechar entre sus brazos a su reina.

Pero cuando se encontraba a punto de cruzar el puente levadizo, una súbita nube de humo se materializó ante él. Premura se encabritó y a punto estuvo de enviarlo al suelo, de no haber sido por su pericia.

El humo tomó la forma de Aradras, su antiguo mentor, un poderoso mago bajo cuya protección había logrado acceder al trono.

- No entres al castillo majestad, pues ya no es tu persona la que veneran tus antiguos súbditos, sino tu sobrino Harald, que tras tu desaparición tomó las riendas del poder.

- Soy un Rey sin espada, sin castillo y sin reino, pero nada de eso me importa - rugió Sir Daniel - Dime ¿por qué he vuelto? -le preguntó angustiado - ¿Acaso Ralsun ha vuelto a hacer de las suyas?

- Nada de eso Rey Daniel. Leo en tu corazón que no es el gobierno de los hombres ni tu vuelta apresurada lo que estremece tu ser.

- Lees bien, pues el mismo infierno me parecería un campo de amapolas si mi amada reina me acompañara cogida de la mano. Déjame pasar, pediré a mi sobrino que ponga en pie a sus hombres y me ayuden a encontrarla.

- Es inútil, pues ella no está en este mundo.

- Llévame de vuelta al lugar de donde vine entonces - suplicó angustiado al anciano mago.

- No es tan sencillo. Ven, acompáñame a casa.

Confiando en su sabiduría y sus misteriosos poderes, Sir Daniel cabalgó detrás de él durante varios kilómetros, hasta llegar a una cabaña en un recóndito lugar del bosque de las hadas. Aradras le invitó a que se tumbara en un lecho de paja y le hizo tomar una poción de olor nauseabundo.

- Tómatela si quieres alcanzar tu destino - le conminó.

- No veo en  qué pueda ayudarme este brebaje, anciano.

- ¿Confías en mi?

El Rey se lo pensó unos instantes, pero finalmente cogió el recipiente donde bullía el repelente líquido y lo bebió de un trago. Cayó de inmediato en un profundo sueño, del que volvió a lomos de su caballo, en medio de un páramo que se extendía hasta donde alcanzaba la vista y en el que el polvo y los matojos eran los únicos dueños. Sólo al sur, unas montañas daban relieve al plano en el que se encontraba. Sin otra referencia, decidió dirigirse hacia ellas.

No podría decir si estuvo cabalgando días o semanas, lo único seguro es que la distancia que le separaba de su destino no menguaba. De pronto, la niebla comenzó a rodearle. Premura relinchó intranquilo pero no detuvo el paso.

Entre los jirones espesos de neblina reconoció un edificio, era la casa en la que vivían juntos en el otro mundo. Corrió hacia ella, abrió la puerta principal y se detuvo en el recibidor. Era exactamente igual a como lo había visto la noche anterior. Escuchó la suave melodía de una canción que venia del salón, se dirigió hacia allí con el corazón golpeando frenéticamente en el pecho esperando ver a su amada bailando en el centro de la estancia, como le gustaba hacer en las noches frías de invierno, cuando el silencio lo inundaba todo y la pasión inflamaba sus cuerpos. Pero no fue a ella a la que encontró, sino a una anciana achaparrada vestida con un sayo raído, que contemplaba ensimismada el violento fuego que crepitaba en la chimenea.

- ¿Quién eres? - le preguntó decepcionado.

La anciana pareció no escucharle. Seguía con la mirada fija en la chimenea sin percatarse de su presencia. Sir Daniel pensó subir a los dormitorios, tal vez allí se encontrara el fruto de su deseo, pero en cuanto se giró, la aguda voz de aquella desconocida le detuvo.

- No te molestes en subir. Pues ella no está allí.

- ¿Piensas que el comentario de una vieja va a guiar la búsqueda de mi amada?

- Hablas de "tu" amada, como si fuera tuya, pero nunca lo fue, nunca la tuviste. Fue todo un mero espejismo, una gota en un océano de ilusión - le espetó ofendida.

- ¿Cómo osas soltar por tu desdentada boca semejantes ofensas? El viento me trae su risa, las ramas de los árboles mecidas por el viento se asemejan al movimiento de sus cabellos entre mis dedos. No hay fuerza en todo el universo mayor que el amor que siento por ella. Eso es tan real como la sangre que hierve en mis venas a cada instante que estoy separado de su presencia.

La anciana se irguió como si las palabras de Sir Daniel le hubieran insuflado con los bríos de su perdida juventud.

- ¿Cómo puedes asegurar que no vives sino un sueño? ¿una quimera? ¿Que no eres si no la ilusión de un pobre iluso que duerme la siesta bajo un manzano? ¿que no eres nada, ni siquiera polvo? ¿Y cómo puede amar alguien a la nada? ¿Por muy encantadora o virtuosa que sea esa dama? Tu búsqueda es estéril pues nada de lo que viviste es cierto. Olvida todo lo que fuiste y sigue adelante el tiempo que te quede, tal vez ese iluso se despierte pronto y tú te desvanezcas como el recuerdo de una agradable pesadilla.

- ¡¡Jamás!! Prefiero la muerte, el olvido, el sufrimiento eterno, a renunciar a ella. No habrá dios, demonio, brujo o sortilegio que me impida buscarla hasta el confín de la tierra y más allá. Demasiado he confiado en las palabras de otros.

Enfurecido, montó en su caballo y desapareció en la bruma mientras desde la ventana lo despedía la anciana con lágrimas que borraban sus arrugas y convertían el viejo sayo en el manto real de la que un día, no hace mucho, fue una gran reina.

Y cuenta la leyenda que el desolado rey jamás tomó descanso ni reposo alguno; y en los días de lluvia, si prestáis atención, podréis oír los ecos lejanos de Premura, a lomos del cual Sir Daniel cabalga en busca de su amada, por toda la eternidad.


FIN

sábado, 2 de mayo de 2009

Mando y control

Los morteros martilleaban la conciencia de Chuso a medida que explotaban uno tras otro a pocos metros del sucio agujero en el que había encontrado refugio.

Su unidad patrullaba la selva cuando les sorprendió un pelotón de amarillos a los que consiguieron hacer correr como gallinas con tres descargas de todo lo que llevaban. Con lo que no contaban era con la presencia a centenares de metros, de un cuartel subterráneo del vietcong que había sido alertado por los huidos, de la presencia de los americanos. Antes de que pudieran celebrar la intrascendente victoria, su unidad se había visto bajo una mortífera lluvia de proyectiles.

A un par de metros a su izquierda, parapetado tras un montículo de piedras que quedó cubierto por la tierra sacudida por un impacto demasiado cercano, se encontraba el teniente Harris hablando por radio o más bien gritando con cualquier cabrón afortunado sentado tras una centralita. Tras asentir efusivamente y colgar, le hizo un gesto para que se acercara. Molesto, se arrastró por el fango hasta llegar a su posición.
- Sargento, he hablado con el CG- gritó por encima del rugido de las explosiones -. No tendremos apoyo aéreo hasta dentro de un par de horas.

- Para entonces ya estaremos bien fritos, señor - replicó enojado

- Eso mismo les he dicho, así que tendremos que salir por patas de aquí.

- ¿Cual es el plan?

- Iremos a la LZ 14 - desplegó un ruidoso mapa sobre sus rodillas y señaló un descampado a veinte kilómetros de su posición -. Aquí nos recogerán.

Chuso escupió al suelo tratando de contener la creciente ira que nacía en su interior.

- Señor, eso está jodidamente lejos, a sólo siete kilómetros de aquí está la lz 3.

- Si, pero tendríamos que pasar por esa cortina de fuego.

Desde el momento en que lo vio descender torpemente del helicóptero con su inmaculado uniforme y su diploma de West Point bajo el brazo, Chuso supo que aquel teniente le daría más de un quebradero de cabeza.

Intentó explicarle que los morteros eran poco precisos y que al huir por una ruta tan larga podrían ser perseguidos por fuerzas enemigas muy superiores. Fue inútil. La orden estaba dada.

Aprovechando un parada abrupta del bombardeo, Chuso reunió al pelotón y les comentó la situación. Todos mostraban su disgusto pues compartían la opinión de su sargento, por algo seguían con vida después de más de tres años en aquel infierno.

- En todas las unidades suele haber un capulllo - intentó bajar la tensión - ni siquiera el viejo Kowalski nació aquí.

Los soldados asintieron en silencio ante la mención del anterior teniente. En algún momento había salvado la vida de todos los presentes, salvo la suya. Lo que no había podido lograr el vietcong, lo consiguió la malaria.

Bajo el fuego de cobertura de la M60 de Simpson, el grupo comenzó la retirada hacia el punto de recogida, mientras comenzaban a caer proyectiles aquí y allá. Pronto el ruido de los morteros se diluyó entre el mar de sonidos que surgían de la impenetrable selva, a través de la cual iban abriéndose paso a machetazos.

El primero en caer fue Randall, un granjero de Iowa al que habían arrojado a regañadientes en aquel barrizal en el que no te puedes despistar un segundo. Él lo había hecho y había activado una primitiva trampa del vietcong. Harris ordenó que dejaran el cuerpo atravesado por decenas de ramas de bambú afiladas y continuaron su camino.
 
El dejar el cuerpo de Randall a la carroña sin enterrarlo siquiera cayó como un jarro de agua fría sobre la moral de la unidad, que no hizo más que acrecentar el resentimiento hacia el teniente, un resentimiento que estalló en un ataque de ira, cuando Hayes cayó abatido por un francontirador al que dieron caza antes de que se cobrara más víctimas.

- Ese maldito cabrón va a hacer que nos maten a todos - escupió entre dientes el cabo Rope.
Habían hecho un alto para reconocer el terreno, lo que los soldados habían aprovechado para reunirse.

- Sí jefe, ojala el charlie le hubiera visto a él primero en lugar de a Hayes. Nosotros tendríamos alguna oportunidad para seguir intentándolo y él estaría vivo - afirmó el soldado Fier.

Chuso reflexionó en silencio. El teniente era torpe, no tenía experiencia de combate y parecía tener la suerte en contra. Rope interrumpió sus cavilaciones.

- Sargento, no digo que le lancemos una granada a la espalda, pero podríamos dejarlo sólo. Si es bueno, sobrevivirá y si no, bueno, en cualquier caso no duraría mucho más en esta maldita guerra.

El sargento siguió sin decir palabra.

- No quiero que mi vida la controle un incompetente...
 
- Está bien - acertó a decir al final -. Seguidme.

Chuso echó a andar hacia un riachuelo cercano y los soldados le siguieron rápidamente sin mirar atrás.

Llevaban caminando quince minutos cuando un disparo lejano le sobresalto, ninguno dijo nada, pero todos sabían que aquella bala había sido para el teniente.

De pronto Chuso se detuvo en seco junto al tronco de un árbol caído sobre el torrente. Miró alrededor y gritó:

- ¡¡¡Voy a por vosotros malditos amarillos!!!.

Se internó en la selva siguiendo una antigua senda indígena mientras los soldados se miraban sorprendidos por aquel arrebato repentino. Tras pasar un par de minutos y ver que no volvía, decidieron ir en su busca.

El camino desembocaba en la entrada de un antiguo templo a cuyos pies yacía el cuerpo degollado de su sargento, rodeado de soldados del ejercito de Vietnam del Norte que descargaron sus armas automáticas sobre ellos en cuanto se pusieron a tiro.

- Estamos jodidos - susurró Rope.

- ¡¡¡A cenar!!! - gritó su madre escaleras abajo.

Martín pulsó el botón de pausa justo antes de que las balas atravesaran a sus dos últimos soldados. Esa partida estaba perdida, pero después de la cena volvería a intentarlo. Les enseñaría a esos vietcongs quién estaba al mando.