lunes, 22 de septiembre de 2008

2008 - 2108

Llevaba posada en la rama del árbol varios minutos, observando con atención los movimientos de un lustroso conejo que se afanaba en acaparar comida para el cercano invierno. El águila esperaba el momento apropiado para lanzarse sobre él y llenarse el buche con su sabrosa carne. Su compañera estaría orgullosa si lo viera.

El conejo se disponía a entrar por última vez en su madriguera. El águila extendió sus alas y dejó que el viento la impulsara hacia el roedor, que empujaba una zanahoria, inconsciente de que en breves instantes estaría en el cielo de los conejos, donde a las zanahorias se les llama Nacho Vidal.

El águila adelantó sus afiladas garras, pero antes de que se clavaran en el costado de su presa, un rayo salido de ninguna parte la convirtió en cenizas. El conejo miró hacia arriba y al ver que un trozo de carbón se dirigía hacia él a toda velocidad, dejó la zanahoria y salió corriendo hacia su refugio.
El cielo se oscureció y rayos y más rayos se concentraron en un punto del bosque, hasta formar una esfera luminosa de dos metros de diámetro, que estalló en mil pedazos, descubriendo la forma de un hombre fornido y musculoso, completamente desnudo.

El desconocido miró a su alrededor desconcertado. Comprobó que no le faltaba ninguna extremidad y empezó a caminar por un sendero que discurría a varios metros de donde había aparecido, dejando tras de si un circulo de hierba chamuscada y maloliente.

Media hora después, se encontraba frente a las puertas de una granja. Llamó al timbre una vez, dos, tres... y nadie respondió, entonces, de un puñetazo la echó abajo y se introdujo en el salón, donde no tardó en aparecer el dueño de las tierras, metiéndose el refajo por los pantalones.

Al ver al hombre desnudo, el granjero se quedó pasmado. No porque no hubiera visto nunca a un hombre desnudo, sino porque se le habían colado en casa. El desconocido se le acercó y con un movimiento seco, lo agarró de la camisa y lo levantó a diez centímetros del suelo.
- Quiero tu ropa, tu boina y tu motocicleta. - dijo con voz metálica.

- N... no tengo mo.. moto, solo un tractor, l.. lo tengo aparcado ahí atrás.- balbuceó el labriego, mientras rebuscaba en el bolsillo de su camisa de cuadros, las llaves.

El desconocido echó un vistazo por la ventana y vio el vehículo aparcado. Brillaba imponente bajo el sol de la mañana.

- Servirá - fue todo lo que dijo, antes de dejar inconsciente al granjero, de un cabezazo.

Los usuarios de la autopista, contemplaban asombrados cómo un tractor rojo fuego avanzaba con paso lento en dirección a la costa. Más de uno intentó recriminar al conductor su actitud, pero cuando le miraban a la cara, el miedo se apoderaba de ellos, se disculpaban y reducían velocidad. Pronto, el tractor acumulaba cinco kilómetros de retenciones tras de si. Cuando tomó el desvío hacia la ciudad, los conductores respiraron aliviados.

El desconocido aparcó el vehículo junto a una cabina de teléfonos. No sabia el domicilio de su objetivo. Podría encontrarlo en las paginas amarillas. Cuando cayó en la cuenta de que la guía era de comercios, había perdido dos horas de su valioso tiempo. Optó por llamar a información telefónica. Le dieron dos direcciones. Optó por la más evidente: la calle del higo nº 3.

Le abrió la puerta un hombre de mediana edad, de aspecto descuidado y cara de haber recibido una paliza de la vida. Parecía que se acabara de levantar y eso que pasaban de las doce del mediodía.

- Si, ¿Qué quiere? - preguntó mientras se rascaba el trasero, no porque le picara, sino porque es lo que se supone que hay que hacer cuando uno se levanta de la cama (por aquello de las chinches y eso)

- ¿Mr Roboto? - dijo el desconocido mientras echaba mano a la escopeta que le había robado al labriego.

- Si, soy yo.

Antes de que la ultima letra de su frase huyera por su garganta, el desconocido le había apuntado al pecho, descargando una andanada de perdigones, que le perforaron los pulmones. Quizás si hubiera pesado veinte kilos más, hubiera vivido. Para que luego digan que hacer dieta es sano.

- Elegí un mal día para cambiarme de nombre - fue lo último que dijo antes de expirar. Su mujer apareció de inmediato. En cuanto vio el cuerpo inerte de Mr Roboto, se plantó frente a él con los brazos en jarras, visiblemente enojada.

- Si ya lo decía yo. Pero claro, el señorito no me hace caso. Le parecía mal llamarse Frigiliano, con lo bonito que es. Él tenia que llamarse Mr Roboto, como el actor porno o el delincuente ese....y ya lo decía mi madre. No te cases con el, que tiene la cabeza como un albaricoque... ¿Ahora quien me va a pagar los zapatos?

El desconocido volvió al tractor dejando a la mujer echándole la bronca a su marido muerto y comprobó la otra dirección. Uno más y el trabajo estaría hecho.

Cien años en el futuro, un reducido grupo de humanos se felicitaba por el éxito de su misión, en las entrañas del complejo temporal CT-2. Una hora antes, habían lanzado un ataque directo contra las máquinas, dueñas del edificio, para impedir que enviaran un terminator al pasado con el objetivo de matar al futuro guía de la resistencia humana: Mr Roboto.

No lo habían evitado, pero al menos quedaba energía suficiente para enviar a uno de ellos tras el robot. Su misión seria destruirlo y proteger a Roboto de su fatal destino. El cabo Richelieu se había ofrecido voluntario, no dudando en introducirse en la máquina en cuanto esta estuvo lista.

Cuando desapareció en mitad de una enorme bola de luz, el silencio cayó sobre los presentes como el telón que anuncia el fin del primer acto en una obra de teatro. El futuro estaba en manos de un hombre francés. Quizás debieron habérselo pensado mejor...

- Para celebrarlo, ¡vamonos de putas!- sugirió de pronto uno de los soldados.

La idea fue recibida con cánticos de aprobación y ruidos guturales, tan primitivos como el propio acto sexual. Ya estaban recogiendo el equipo, cuando de pronto la cúpula en la que se encontraba la máquina del tiempo, comenzó a iluminarse.

El ingeniero Sugar se acercó de un salto a la pantalla de monitorización.

- Algo está viniendo - grito mientras echaba mano de su fusil láser, gesto que fue repetido por todos los demás.

Una esfera luminosa surgió en medio de la plataforma, y los soldados se aprestaron a disparar en cuanto tuvieran visibilidad del objetivo. Puede que fuera una trampa de esos malditos robots.
Un hombre desorientado caminó un par de pasos antes de caer desplomado al suelo. Los soldados se acercaron, aun alerta.

- ¡¡Estoy en el pasado!!! - gritó Richelieu antes de perder el conocimiento.

La cara del sargento Lellan, al mando de la misión, se encendió como las alarmas de Sears cuando entra Winona Ryder.

- Joder, este puto aparato le ha enviado cinco minutos en el futuro - gritó - ¿Quién le puso la fecha a la máquina?

Miró a los soldados, colocados en semicírculo frente a él. Todos mantenían la mirada gacha. La furia del sargento era legendaria.

- Hablad maldita sea o volveréis a casa andando sobre la lengua.

El soldado Polanski levantó la cabeza y señaló al que tenia a su lado.

- Ha sido Pelaez, señor.

- ¿Pelaez? ¡¡¡Pero si ni siquiera sabe programar el vídeo!!! - vociferó mientras la vena de su cuello crecía sin parar - Desde luego estoy rodeado de putos incompetentes. ¡¡¡A ver que cojones vamos a hacer ahora!!!

- Sargento hable mejor que esto lo leen los niños - se atrevió a sugerir Sugar, ofendido por el obsceno lenguaje de su superior.

- ¿Los niños? Los niños me importan un pimiento. ¿Sabe donde mandaría yo a los niños? A la mismísima mierda. Jodidos niños, que crezcan ya y dejen a su pu...

Todos los soldados descargaron sus lásers sobre Lellan. Allí donde debiera haber carne chamuscada, se desprendían pedazos de plástico biológico mezclado con aceite lubricante. Era un hecho ampliamente conocido por la resistencia que los robots odiaban a los niños, porque ellos no habían tenido infancia.

- Nos la han colado otra vez - dijo Polanski mientras contemplaba los restos de uno de los nuevos modelos de terminator- Y nunca son androides mujeres ¿eh? y mira que lo tendrían fácil para acabar con nosotros. Yo al cuarto necesito una transfusión de sangre...

- ¡¡Fanstama!! - gritó alguien cubierto por el anonimato.

Sugar echó un vistazo a los registros de la cámara de seguridad del edificio. En ellos se veía como Lellan había modificado la fecha de la máquina, mientras todos estaban distraídos con el teatro de sombras chinescas que había improvisado Shotsworth.

- Después de todo no fue culpa de Pelaez - informó al grupo. - Creo que se merece una disculpa.

- Lo sentimos Pelaez - dijeron en grupo.

- Lo justo es que al ser el miembro de más antigüedad, reciba un ascenso ya que hay un puesto vacante - sugirió el ingeniero.

- Lo primer es decidir qué vamos a hacer - dijo Pelaez hinchando el pecho para darse aires. - ¿Alguien tiene una idea?

Polanski levantó la mano.

- Yo tengo una.

Como cada día a eso de las 6 de la tarde, Mr Roboto se sentó tras la ventana de su habitación, oculto tras una gran cortina granate. De un momento a otro aparecería su vecina, desnuda tras su reconfortante ducha diaria.

- Vaya melones, se le han puesto - pensó al verla aparecer aunque no veía muy bien con la cortina del baño por medio. - Un momento, eso no son tetas, son...

En cuanto comprendió la amenaza que se cernía sobre él, salió corriendo. Justo cuando abandonaba el edificio, el terminator lanzaba sus 2 misiles pectorales, volando por los aires su hogar.

Con el polvillo de lo que había sido su dormitorio, posándose aún sobre su cuerpo, Mr Roboto se dirigió furioso al edificio de enfrente dispuesto a pedir explicaciones. La puerta de la vecina se encontraba arrancada de cuajo, descansando sobre el suelo del salón. Frente a la ventana, un granjero hiperhormonado escrutaba el edificio de enfrente en busca de posibles supervivientes a los que matar.
- ¿Has sido tú el que ha intentado matarme? - preguntó Roboto con cierta inocencia.

El granjero no sólo no se dignó a responder, sino que con dos zancadas se puso a la altura de Roboto y le propinó un puñetazo que lo levantó del suelo, lanzándolo hacia el pasillo del edificio.

Aún dolorido, Roboto vio como el granjero se acercaba a él con intenciones nada buenas. Se levantó como pudo y salió huyendo. El misterioso atacante comenzó a correr tras él. No podía ir más rápido con aquellas piernas rechonchas, así que miro a su alrededor. Tenia que robar un vehículo. Una niña surgió como caída del cielo, al girar la esquina. Roboto le usufructuó su bicicleta y huyó calle abajo. El granjero, que había visto toda la escena, volvió a por el tractor y se inicio una estrambótica persecución por las calles de la ciudad, en la que Roboto se llevó por delante a varios ancianos y un puesto de perritos calientes. Varios fueron los transeúntes que llamaron a la policía, pero cuando explicaban que un tractor iba persiguiendo a una bicicleta, el agente al cargo se reía de ellos.

Las fuerzas comenzaban a abandonar el maltratado cuerpo de Roboto. No podía seguir huyendo más, ahora debía esconderse. Echó un vistazo a la zona en la que se encontraba. No tenia muchas opciones. Una galería de arte, una asociación cultural rumana y un bar. Se metió en el único lugar en el que podría encontrar gente, entre la que pasar desapercibido: el bar "La Ostra Azul".

Nunca había estado en esa parte de la ciudad, así que se sorprendió cuando se vio rodeado por más de un centenar de amantes del cuero apiñados en el pequeño local. Se abrió paso a codazos entre el gentío, que charlaba tranquilamente mientras por los altavoces cantaba Paloma San basilio bajo un mar de estrellas artificiales que decoraban el techo. Debía encontrar un teléfono y pedir ayudar a la policía.
Encontró uno junto a la puerta del baño. Apretujado entre dos miembros de los Village People, logró sacar una moneda e introducirla en la rendija. Apenas un tono después, recibió respuesta por parte de la voz impersonal de una policía.

- Si, ¿que desea?

- Socorro, me persigue un labriego, ¡¡¡Ha intentado matarme!!! - gritó preso de los nervios. A cualquier lugar que mirará veía tipos musculosos y brillantes que le recordaban a su perseguidor. Pegó un respingo cuando sintió que alguien o algo le pellizcaba el trasero.

- Muy bien, quédese ahí. Le enviaremos una patrulla.

De pronto, el que hacia de indio acercó sus labios al oido que tenia libre y le susurró:

- Háblame del mar marinero...

- Casi prefiero irme de aquí -respondió apresurado.

- Como usted quiera. Su llamada me parecía una gilipollez y no iba a mandar a nadie.

Pero Roboto no tuvo oportunidad de escucharla, pues más veloz que un rayo colgó y se dirigió a la salida. Allí se dio de bruces con el terminator, que propinaba una lluvia de golpes sobre un grupo de rumanos que intentaba robarle el tractor.

Su primer pensamiento fue coger de nuevo la bici, pero alguien se había llevado el sillín.

- Debe de haberla robado alguno de ahí dentro - pensó durante un critico instante, pues fue el tiempo que el androide tardó en darse cuenta de que su presa estaba ante sus narices. Despachó de sendos disparos a los ladrones y se dirigió con paso firme hacia el tembloroso Roboto, apuntándole con la escopeta.

- Te juro que no le hice nada a tu vaca - gimió asustado - al menos nada que no quisiera...

Escuchó el mortal chasquido del gatillo. Durante una fracción de segundo vio pasar frente a sus ojos Annie Hall, su vida era demasiado aburrida como para recordarla en aquellos momentos. Esperó el cálido choque del cartucho abriendo sus entrañas, pero no sintió nada. El terminator miraba por el agujero del arma, extrañado. Se había quedado sin balas.

Un coche apareció en escena con un enorme chirrido. Se paró junto a Roboto.

- ¡¡Entra!! - le apremió el conductor, un niño de no más de diez años, de mirada despierta y pelo revuelto, vestido con un jersey de mi pequeño pony...

Roboto no se movió. No sabia si podía confiar en él ¿Un niño al que le gustaba Mi pequeño pony?.

- ¿Quieres vivir? - le insistió el chaval.

No se lo tuvo que repetir de nuevo. Abrió la puerta y se introdujo de un salto. El coche se perdió en la bulliciosa autopista, antes de que el terminator pudiera reaccionar.

Tras media hora de viaje entre callejones, para evitar ser seguidos, se introdujeron en un parking subterráneo. Tras aparcar frente a un Corvette blanco. Mr Roboto sacó las llaves del contacto y se las guardó en el bolsillo.

- No pienso dártelas hasta que no me digas qué está pasando. Para empezar, ¿como te llamas?

- Robotín - respondió con orgullo el chico.

- ¿Robotin? oye, oye, ahora no me dirás que soy tu padre y que vienes a pedir la pensión alimenticia ¿no?. Es imposible, siempre tomo precauciones. Además, yo solo me he acostado con una mujer. A ver, ¿como se llama tu madre?

- Robota.

- Hostia....

Roboto se quedó pensativo recordando los momentos de pasión sobre la encimera aquel verano... Robotín trató de tranquilizarlo.

- No soy tu hijo. Vengo del futuro; de cien años en el futuro para ser exactos. Ese granjero que nos perseguía es un T-600, un robot con esqueleto de metal y cuerpo de plástico. Bueno, plástico no es porque si no parecería sacado de un chino, pero no es carne. Su misión es acabar contigo.

- ¿Conmigo? - preguntó extrañado Roboto, pues nunca pensó que causara tanto interés en alguien, o algo.

- Tu legado como escritor cambiará el mundo. Serás el guía espiritual de la nueva sociedad que renacerá tras la desaparición del capitalismo en 2009 y tus libros permanecerán en el numero dos de ventas durante toda la eternidad, por detrás de "El niño con el pijama de rayas" que por cierto muere al final.

Roboto dio un respingo que sorprendió al chico.

- ¡¡¡Tio!!! ¡¡¡me iba a leer ese libro la semana que viene!!!. De todas formas, ¿Qué tiene que ver eso con que un madelman del siglo 22 quiera matarme? ¿Le envían los testigos de Jehova?

- No. Tus revolucionarias ideas sobre el amor libre llevarán al desarrollo de robots sexuales. Añadirás una nueva ley de la robótica que traerá un nuevo amanecer para los humanos sintéticos y los adolescentes sin pareja.

- ¿Cual?

- No puedo decirla. Soy menor de edad. El caso es que en el 2050 los androides se rebelaron. Se hicieron con el botón nuclear y lanzaron un ataque nuclear contra El Pinillo. Desde entonces estamos en guerra contra ellos. Tu ejemplo es el que nos anima a seguir luchando. Tu libro "Guerrilla urbana en el siglo XXI" se estudia en todas las escuelas, es por eso que la resistencia me envió para que no te pasara nada.

- ¿Y me mandan un niño para defenderme? ¿Tan poco me aprecian? Al menos podrías haberte traído un arma del futuro o algo. ¿Con que piensas evitar que esa máquina me destripe?

- Bueno tengo un tirachinas...

- Oh, fabuloso - murmuró Roboto para si, mientras se dejaba caer en el asiento. Hasta que una idea se hizo en su mente.

- Al menos estás preparado en artes marciales ¿no? ¿Tienes algún cachivache del futuro? un gorrocoptero o un bolsillo a la cuarta dimensión...o ¿eres superinteligente?

Robotín se lo pensó unos instantes antes de contestar.

- La verdad es que soy un niño normal. A ver, mi madre dice que soy el más guapo del mundo, pero es mi madre, ¿Qué va a decir? Aunque yo cuando me miro al espejo... Verás, yo estaba en clase de lengua, cuando de pronto entró mi padre y me dijo: Niño, levántate que hoy te vas a hacer un hombre.

- ¿Te iba a llevar a ....? ¿Con...? ¿Cuantos años tienes?

- Doce. Si, eso pensé yo, que me llevaba "ahí", pero empecé a sospechar que me equivocaba, cuando me metió en una cúpula llena de amigotes suyos. El resto te lo puedes imaginar. Aquí estoy.

- ¿Quién es tu padre?

- El sargento Pelaez.

- Ya hablaré con él - masculló Roboto entre dientes, pensando en la forma de vengarse por haberle enviado a un simple niño.

- Mi madre lo va a currar cuando volvamos a casa, pero él se lo ha buscado. Ahora, ¿me das las llaves por favor?

Le lanzó las llaves y volvió a rebullirse en el asiento.

- Un momento, hay algo que no me cuadra. Yo dejé de escribir y no pienso volver a hacerlo jamás.
Robotín arrancó el coche. El motor rugió con la alegría de haber vuelto a la vida.

- Si dejas de escribir, los robots habrán ganado. ¿De verdad quieres eso?

Mr Roboto perdió la vista en el infinito, pensando sobre como seria su futuro, mientras de fondo sonaba una música épica que fue subiendo de intensidad hasta que finalmente...

Con un estruendo procedente del mismísimo infierno, el tractor apareció por la entrada al parking haciendo saltar chispas de la pared con la que tomaba contacto.

De inmediato, Robotín puso en marcha el coche. Tratando de huir de las embestidas del tractor, el cual chocó contra su parte trasera, cuando subían la rampa hacia la superficie. Una vez en la calle, el tractor les empujó contra una farola. El coche quedó estampado contra ella. Bajaron del vehículo a toda velocidad y corrieron hacia un centro comercial a pocos metros de donde se encontraban. A esas horas de la tarde, estaba lleno. Con tanta gente al terminator le costaría dar con ellos. Se escondieron en uno de los baños, para decidir qué hacer a continuación.

- ¿Qué vamos a hacer a continuación? - preguntó Roboto presa de los nervios.

- O bien huir toda la vida o acabar con el Terminator. Como a las once tengo que estar en casa, va a ser lo segundo.

- Entonces le pegamos un tiro y listo - sugirió Roboto.

- No es tan fácil. Es un robot, ¿recuerdas?

- Pues le metemos un virus y listo.

- Solo tiene un puerto de comunicaciones y está en un sitio muy desagradable...

Las puertas del baño se abrieron de par en par. Tras ella, apareció el asesino, con cara de pocos amigos y una ametralladora apuntándoles. Con una velocidad propia de quien quiere librarse de una paternidad no deseada, se agacharon mientras las balas silbaban sobre sus cabezas, haciendo añicos los espejos de los lavabos. Por fortuna, pudieron escabullirse de aquella ratonera gateando entre las piernas del autómata, que guardaba una bomba en la entrepierna y por ello no se atrevía a cerrarlas.
Salieron de nuevo a la calle, para que no hubiera víctimas inocentes, aunque eso a Roboto le daba igual con tal de salvar el pellejo. El chico le había robado la cartera y se había visto obligado a seguirlo fuera. El T-600 no tardó en aparecer. Roboto comenzó a correr, pero al ver que no le seguía Robotin, se detuvo.

- Vamos corre, no podemos dejar que nos pille.

- Yo me quedo aquí a hacerle frente. Además contra mi no tiene nada. Al que quiere matar es a ti.

- ¿Que piensas hacer entonces?

- Voy a hacerle frente. Para los robots no existimos. No nos pueden atacar porque no comprenden nuestra existencia. A lo más que llegan es a insultarnos. Pueden ser muy desagradables, pero ya estoy inmunizado. Mi padre cuando se emborracha es un energúmeno.

- ¡¡¡Es una oportunidad para meterle el virus!!! - sugirió esperanzado.

- ¡¡¡No pienso meterle la mano ahí!!!- replicó enfadado el chico, mientras se lanzaba sobre el asesino, saltaba sobre su cabeza y comenzaba a tirarle de los pelos con saña.

- Entonces... ¿puedo irme?

Antes de que escuchara la respuesta afirmativa, Mr Roboto ya corría calle abajo, hacia la avenida principal. Corrió sin mirar atrás durante varios metros, hasta que el buzón de correos que había sobrepasado un segundo antes, saltó por los aires. La lucha con Robotin había sido efímera, pues el terminator corría tras él disparándole ráfaga tras ráfaga de ametralladora, haciendo estallar el mobiliario urbano a su alrededor: un coche, la moto de un repartidor de Telepizza abocado a la ruina, una cabina de teléfonos y el carrito de un bebe (vacío)

Tantas carreras habían menguado sus ya de por si escasas fuerzas. No podía seguir corriendo, debía esconderse en algún sitio y pensar algo. El peep show junto al que pasaba, le pareció el lugar ideal. Muchas veces había pasado por enfrente, pero jamás se había atrevido a entrar. El encargado nada mas verlo salió del mostrador.

- Hola Mr Roboto- dijo- ¿Qué te trae a estas horas por aquí? Todavía no esta lista Lulu.
Bueno, igual alguna vez si que había entrado.

- Tienes que ocultarme Eusebio- suplicó mientras le cogía por los brazos- Me persigue un tío con malas pulgas.

- Métete en una de las cabinas- le sugirió tras pensar unos instantes. No podía permitirse el lujo de perder a su mejor cliente. - Ahora están actuando Flora y Florián.

- ¿La hora de las hortalizas?

- Así es. La tuya está libre.

Mr Roboto se introdujo por el oscuro corredor hasta llegar a la cabina 11. Atrancó la puerta con la silla y se dispuso a disfrutar del espectáculo. Ya que estaba...

Pero no pudo ver mucho. Ni siquiera la frágil butaca pudo contener la furia del asesino y pronto la puerta paso a la historia. Quedaron robot y Roboto frente a frente.

- ¿Qué has hecho con Robotin? - preguntó temiéndose lo peor.

- Está muerto - respondió fríamente la máquina.

- ¡¡¡Que hijoputa!!!

Con ese grito de rabia, se lanzó contra el terminator, le cogió del fajín y tiro de él, haciendo que diera un par de vueltas sobre si, pero no perdió el equilibrio como esperaba si no que le devolvió el ataque con un certero puñetazo que impacto en la frente de Roboto.

- Ajajá, has elegido un mal sitio para golpear, mi frente está hecha de titanio, ¿por qué crees que no me crece el pelo? (en realidad estaba calvo y su "frente" profundizaba en el cuero cabelludo diez centímetros mas que la media nacional, pero nunca lo reconocería)

El terminator no se rindió tan fácilmente. Se enzarzaron en una pelea en la que ninguno de los dos llegó a conectar un golpe, hasta que la máquina, dispuesta a conseguir la ventaja, lanzó una patada que Roboto pudo esquivar a duras penas, no así la pared de plexiglas que separaba la cabina del show, la cual cayó noqueada sobre la superficie acolchada donde trabajaba la pareja. El terminator puso sus ojos sobre los cuerpos desnudos y sudorosos de los actores.

- ¿Qué están haciendo? ¿Se están haciendo daño?- preguntó dubitativo tras examinar su base de datos y no encontrar aquellas posturas en su lista de posiciones mortales.

- Están haciendo niños - respondió brillantemente Roboto.

- Flora, ¡¡¡me dijiste que tomabas la píldora!!! - repuso aterrorizado Florian, cuya sorpresa por el derrumbe había dado paso al miedo. Ese era su ultimo espectáculo y un actor porno no podía costearse los gastos que conlleva un hijo.

La respuesta de Roboto desbordó los circuitos lógicos del T-600 dando paso a un pantallazo azul que sustituyó a las estadísticas que se mostraban ante sus ojos. Tardaría un buen rato en volver a reinicializar el sistema. Hasta entonces, no podía moverse.

Mr Roboto debía aprovechar aquel momento. Miró a su alrededor en busca de un arma. Alguno de sus asistentes, que estaban viendo todo desde sus cabinas, ofrecieron sus navajas, pero eran inútiles. Otro sugirió con cierta sorna, que Flora le diera un tetazo, algo que podría dejar ko a cualquiera pero no a un androide.

Entonces, lo vio. Un consolador modelo Mandingo, atrezo de la función.

- No es un virus pero bueno... - dijo Roboto mientras se lo introducía por el puerto de comunicaciones. En ese momento el terminator volvió a retomar el control de sus extremidades. Demasiado tarde, pues el objeto extraño había dañado su fuente de energía.

- ¡¡¡Que hijoputa!!- grito el robot con la voz distorsionada por las oleadas de energía pura que recorrían su cuerpo, el cual comenzó a vibrar violentamente. De un momento a otro seguramente estallara. Los clientes, con Roboto a la cabeza, salieron huyendo hasta refugiarse en una boca de metro cercana, desde la que sintieron la deflagración. Al volver, se encontraron con un montón de escombros donde antes se alzó el mejor teatro para adultos de la ciudad.

Roboto se lamentaba de la perdida, cuando escuchó una voz familiar tras él.

- Oh, estás bien. ¡¡Vaya suerte!!

- ¡¡¡Robotín!!! ¡¡¡Estás vivo!!!

Ahí estaba el chico, aparentemente sin ningún rasguño y con un mazo de cartas en la mano.

- Si...ya, perdona, pero es que mientras intentaba sacarle un ojo al terminator, fuimos a parar a un kiosco y vi unos cromos de la liga de fútbol. Ya solo me falta Raúl para completar la colección. Te he cogido veinte euros prestados, espero que no te importe.

Robotín guardo las cartas en un bolsillo del pantalón y miró alrededor buscando algo.

- Bueno, yo me voy- informó sin mucho convencimiento.

- ¿Cómo vas a hacerlo? - preguntó Roboto, ignorante de la mecánica de los viajes temporales.

- Buena pregunta. Mi padre me dijo que a las once volviera. Son las diez, así que supongo que habrá que esperar. Oye, ¿me invitas al burguer? Es que es la hora de la cena y no he comido nada desde esta mañana...

El chaval le había salvado la vida. Invitarle a una hamburguesa era lo menos que podía hacer. El restaurante estaba semivacío, apenas un par de grupos de adolescentes pasaban la noche en aquel local. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, desde la que se podía ver la noche oscura, sin estrellas ni luna. Algo no le cuadraba a Roboto.

- Si yo crearé los robots sexuales, ¿por qué no vinisteis a matarme?

- Según mi padre esos robots son una pasada.

- ¿Y por qué querían matarme ellos? De haberlo conseguido, ellos hubieran dejado de existir...

- Prefieren eso a acostarse con Marlon Brando.

- Comprendo...- susurró lacónicamente Roboto mientras perdía su vista en el horizonte.

A las once en punto un portal temporal se abrió justo frente a la ventana.

- Hora de irse - dijo Robotin mientras se limpiaba las migas del jersey.- Antes por favor, prométeme que no lo dejarás.

Mr Roboto lo miró fijamente, meditando la respuesta.

- Volveré a escribir- dijo al fin- . ¡¡Por el mundo libre y la promoción de mis trabajos!!