miércoles, 30 de abril de 2008

El baile de las estrellas

Erase una vez, una pobre inmobiliaria que malvivia vendiendo casitas adosadas a los malvados ciudadanos de un lejano pais. No estaba contenta con su vida ni con su trabajo, porque los malvados ciudadanos se empeñaban en comprar sólo lo que podian permitirse pagar, que en aquellos tiempos de empleo estable y precios reales, no era moco de pavo precisamente. Pero la inmobiliaria queria más.

Un día, llegaron al reino un trio de fantásticos magos llamados Logse, pasapisero y crédito fácil, que con un terrible hechizo, hicieron cambiar la mentalidad de la inmensa mayoria de ciudadanos, que ahora despilfarraban su futuro con una sonrisa de oreja a oreja.

La vida comenzó a sonreir a la inmobiliaria, que se enriquecia más y más a costa de estudios por 300.000 euros y ofertas parecidas.

Durante unos años, viajó por los mejores resorts del caribe, condujo los coches más lujosos, y acudió a las discotecas del brazo de las mejores lumis que el dinero podia comprar. Pero todo lo bueno se acaba, y de lejanas tierras un poderoso hechicero llamado credit crunch, acompañado por sus acólitos petroleo caro, ipc, yuri... que deshizo el sortilegio de los malvados magos, con lo que la inmobiliaria entró en quiebra técnica.

Mientras esto sucedia, otra inmobiliaria que veia tambalearse el mercado, decidió buscar formas de atraer a la gente, para que les comprara algo. Y he aquí que se le ocurrió organizar un concurso de posts sobre las leyendas de cada localidad, cuyo anuncio lei en alguna parte y a cuya dirección de correo se me ocurrió enviar mi humilde participación.

Hoy, quince días despues del supuesto fallo del jurado, se han conocido los ganadores, entre los que, por supuesto, no me encuentro. Pero bueno lo importante es participar y averiguar donde vive el premiado para asaltar su casa por la noche (metafóricamente, que estamos en crisis y los abogados están a la que saltan)

He aqui el post:

El hecho de que Fuengirola sea una ciudad de acogida para miles de personas de todo el mundo ha hecho que la cultura local se enriquezca con leyendas e historias de diverso tipo. Pero esto ocurrió de forma reciente, con el desarrollo del turismo.

El proverbial atraso del pueblo nunca fue un buen caldo de cultivo para la aparición de leyendas autóctonas, más allá del omnipresente “Mantequero”, asesino sanguinario que se dedicaba a raptar niños por toda Andalucía, para hacer manteca con ellos. Sin embargo, hay una historia que se ha ido transmitiendo de padres a hijos, durante varias generaciones, asombrando a quien quiera que la escuchara.

Corría el verano del año 1920. Una ligera brisa proveniente del mar, refrescaba la costa, castigada por el sol hasta hacía un par de horas. Tras la dura jornada de pesca, la vida social del pueblo despertaba al brillo de la luna llena, bajo la cual los vecinos hacían corrillos a las puertas de sus casas encaladas, con el fin de compartir charla, bebida y los cotilleos diarios.

La noche transcurría plácida. Las estrellas titilaban en el despejado cielo. De pronto, una racha de viento huracanado, arrasó con furia las calles, lanzando por los aires: animales, personas y todo tipo de objetos. El murmullo de la conversación se tornó en un grito ahogado por el estruendo de la ventolera, que apenas duró un minuto.

Una vez vuelta la calma, todos se preguntaron qué había pasado. Los más viejos del lugar no recordaban nada parecido, salvo Luciano, un antiguo mercader que hizo fortuna en América, y que comentó que aquello le había parecido similar al paso de un tifón.

No había tenido ocasión de terminar de narrar como estuvo a punto de zozobrar por su causa el barco en el que iba, en uno de sus múltiples viajes, cuando se produjo un fenómeno aún más sorprendente.

El que dio la voz de alarma fue un niño, que jugaba en la calle principal junto con su familia.

- Papá, papá, el cielo se está moviendo - exclamó divertido.

Más por inercia que por interés, el padre alzó la vista, y lo que vio le dejó helado. Todos los presentes miraron también. ¡Las estrellas se estaban desplazando al unísono a toda velocidad! Parecía que huyeran del mar en una agitada carrera.

Pronto, algunos de los que miraban el extraño fenómeno, cayeron al suelo presa de mareos y vómitos. La campana de la iglesia repicaba sin cesar, y el párroco gritaba que se mantuviera la mirada lejos de aquella obra del demonio.

Los habitantes entraron como una exhalación en sus hogares y se encerraron a cal y canto hasta el amanecer.

Durante una semana, cuando se acercaba la puesta de sol, se abstenían de salir a la calle; pero la misteriosa cabalgada de los astros, jamás volvió a repetirse.

sábado, 26 de abril de 2008

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El último diálogo de Crom

Muerta su reina y con su hijo en el trono de Aquilonia, a Conan solo le quedaba un último viaje por hacer. En la soledad de su habitación, se desprendió del manto real que aún portaba, como recuerdo de lo que llegó a convertirse, el que un día fue un sucio bárbaro de las estepas, con la fuerza de sus brazos y la maestría de su espada.

Abrió un ajado baúl y sacó una vieja capa hecha con la piel de un león de Nemedia y enfundado en ella, se adentró en la fría noche, sin que ni siquiera los celosos vigilantes de las murallas de palacio, se percataran de su salida.

Cabalgó durante días hacia su tierra natal. La tradición exigía presentarse ante Crom en el pico más alto de los monte Eiglophianos, no muy lejos de su aldea de nacimiento, antes de dejarse morir en la gélida montaña. Su momento había llegado.

Muchas veces había pasado junto a la gran montaña de Crom, lugar sagrado para todo cimmeriano, y siempre había sentido un escalofrío ante las inmensa mole de piedra y nieve. Ahora, pese a haber afrontado peligros inimaginables, pese a haber luchado con bestias demoníacas y haber visto la muerte de cerca, el mismo sentimiento de respeto, perturbaba su
alma. Pero su mano no le tembló cuando tuvo que comenzar a subir por la empinada pendiente,
sufriendo las inclemencias de una súbita tormenta de nieve, que dificultó su escalada y obligó a sus envejecidos músculos a forzarse al límite.

Llegó a la cima exhausto, tras más de seis horas de esfuerzo ininterrumpido. La tormenta desapareció tan rápido como se había formado y dejó el cielo totalmente despejado. Desde allí podía ver el blanco manto de nieve que cubría la tierra hasta el horizonte, la larga cordillera que se adentraba en Vanaheim y en la ladera norte de la montaña, los restos óseos de innumerables bárbaros, que como él, habían sido tan afortunados como para llegar al final de sus días.

Agarró con fuerza la empuñadura de su espada, colgada al cinto, y echó un último vistazo a la yerma explanada de roca en la que se encontraba. Alzó la mirada al cielo y comenzó a recitar lo más parecido a una oración, que conocían los cimmerios.

- ¡¡¡Crom!!! Conan, el cimmerio está ante tí. Innumerables hombres cayeron ante el filo de mi espada, casi tantos como estrellas cubren el cielo. Durante décadas de lucha, pedí que me insuflaras con la fuerza del acero, pero más de una vez desoiste mi llamada y tuve que valerme por mí mismo, saliendo victorioso una y otra vez, pues nada te debo a ti ni a tus supuestos poderes. Antes de que blanda mi espada por última vez, quiero comprobar si no eres más que un cuento de viejas, una leyenda como las que me encontré en otros lugares. ¡Muéstrate Crom!

Tras décadas maldiciéndole, pidiéndole ayuda en los albores de las grandes batallas, portando su nombre desde la fría Nordheim a la negra Zembabuei, desde la orgullosa Zingara a Khitai, Conan por fin obtuvo respuesta del venerable Crom. Cuya voz grave resonó en su mente.

- Desde que asaltaste las murallas de Venarium, he contemplado desde mi trono de acero, las hazañas que te encumbraron a la altura de un mito, espejo de una época, en el que todo hombre, mujer y niño quiere reflejarse. Tus gestas serán cantadas en las cortes de innumerables reinos que están por venir, como aún se cuentan las del legendario Kull. De entro todos los guerreros, tú has sido mi mejor servidor.

- ¡¡Conan no sirve a nadie más que a si mismo!! - rugió el bárbaro - ¡¡Y si morir significa tener que hacerlo, llevaré mi espada al más allá y veremos quién es el dios y quién el hombre!!.

Un profundo silencio sacudió la montaña, mientras Crom parecía meditar la amenaza.

- No vagarás por mi reino como uno más.- dijo finalmente -. Vivirás conmigo hasta el momento de la última batalla, en la que nuestras espadas combatan juntas, luchando por cobrarse la vida de nuestros enemigos y beber la sangre de aquellos que osen enfrentarnos. Pero antes, dime Conan, ¿qué es lo mejor de la vida?.

La fiera mirada del cimmerio, recobró el fuego de antaño, alzó la espada hacia el cielo y gritó:

- Aplastar enemigos, verlos destrozados y escuchar el lamento de sus mujeres.

- ¡¡Sea!! - bramó entonces Crom, en un grito que se clavó en el alma de todo habitante de Cimmeria, y cuyo recuerdo seria recordado con temor.

Y en medio de un intenso resplandor azulado, se desvaneció el mayor heroe de la edad Hyboria.

sábado, 19 de abril de 2008

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Pasion en el estadio

Los ecos del partido aún resonaban en las solitarias gradas. Todo el mundo había abandonado el estadio hacía bastantes minutos. De haber quedado alguien, podría haber visto cómo una pareja salía de entre las sombras del fondo sur y corría a través del campo hacia el túnel de vestuarios.  Durante todo el partido, habían intercambiado besos y furtivas caricias al amparo de un amplio abrigo que cubría sus piernas, aislándolos del frío de la noche, aunque pronto, entre toqueteos y abrazos, el calor fue inundando sus cuerpos, hasta inflamarlos más allá de lo soportable.  Por fortuna, el árbitro pitó pronto el final del partido. Sin decirle una palabra, cogió la mano de su amada Carme y la llevó tras una providencial columna, al cobijo de miradas ajenas.

Se fundieron en un apasionado abrazo, uniendo sus torsos con el ansia apremiante de unir sus almas. No hacia falta decir nada, sus miradas mostraban el deseo supremo por poseer sus cuerpos. Sus lenguas se encontraron en el vacío, y lucharon con denuedo por elegir el campo de batalla en el que demostrar su amor. Ganó Carme, y su lengua deseosa se introdujo en la boca de él, explorando cada rincón, recibiendo las caricias de su compañero.  Continuaron acariciándose sobre la ya indeseada ropa, delineando sus figuras con las manos, besándose con fruición...

Así estuvieron hasta que el silencio se apoderó del césped. Los guardas ya estarían patrullando por la zona administrativa del estadio. Tenían vía libre para cumplir una de sus fantasías más alocadas.  El vestuario del equipo local era un derroche de lujo y comodidades, comparable a cualquier spa de cinco estrellas. Nada más entrar, estaban las taquillas de los jugadores con sus respectivos bancos, pero al fondo de la sala, podía verse un moderno jacuzzi, camillas amplias para masajes, duchas....

Carme estaba maravillada ante tan fastuoso lugar. Se paseo frente a las taquillas, recitando la retahíla de nombres que adornaban cada una. De pronto, sintió cómo Dani la agarraba de la cintura, le daba la vuelta y la colocaba contra una de ellas. Sus ropas volaron por todo el vestuario hasta que quedaron desnudos, uno frente al otro. La levantó en vilo mientras devoraba ciego de pasión sus labios, las piernas de Carme rodearon su cintura, atrayéndolo hacia si.  Su pene se deslizó con facilidad en la húmeda vagina de ella, que recibió tamaña muestra de amor, con un prolongado gemido. El contacto de su espalda con la fría taquilla de metal, combinado con la excitación de la penetración, la estaba llevando a un nuevo nivel de placer.  Dani siguió embistiéndola más y más rápido, hundiendo su falo en las profundidades de su ser. Estaban haciendo un ruido de mil demonios, pero estaban tan excitados que no les importaba el hecho de que pudieran pillarlos; al contrario, eso les enardecía más.

Carme sintió en su bajo vientre como si una presa se rompiera y un caudal de sensaciones se derramara, esparciéndose por cada fibra de su ser. No pasó desapercibido para su pareja, que aumento la profundidad de la penetración. Finalmente, con un fuerte empujón que hizo que las taquillas temblaran, llegaron al éxtasis jadeantes y exhaustos.

Continuaron abrazados varios minutos más hasta que Carme se separó de él y le guiñó un ojo.

- Ahora toca relajarse - dijo picaramente.

Cogidos de la mano, lo llevó a la redonda bañera colocada en el centro de la habitación. Abrió los grifos. El agua salía fría y tardaría un buen rato en llenar el jacuzzi, así que sentó a Dani en un banquillo y se puso de rodillas ante él. Echó un vistazo a su entrepierna. Su miembro estaba flácido tras el esfuerzo de minutos antes. Lo tomó suavemente entre sus manos y comenzó a acariciarlo con ternura, como si pudiera romperse ante un gesto brusco.  No hizo falta mucho para que reaccionara a sus atenciones. A medida que sus delicados dedos se deslizaban arriba y abajo por el carnoso tronco, este iba cobrando vida, endureciéndose y aumentando de tamaño.  Antes de que alcanzara todo su esplendor, lo soltó y acercó sus labios hacia él.

- Quiero sentirlo crecer en mi boca.  Y de una tacada se lo introdujo en toda su extensión, en su boca.
Al contactar con su juguetona lengua, que lo circundaba sin cesar, el pene creció se súbito, mientras Carme no cesaba de lamerlo y besarlo con determinación.  - Si sigues así no tardaré en correrme - le advirtió entre jadeos Dani.

- No, no - respondió ella - quiero que lo hagas dentro de mi.

Recordó entonces el jacuzzi, ya debía estar listo. Se sentaron con cuidado en la bañera y abrieron las entradas para el aire. El agua empezó a burbujear a su alrededor. Carme se recostó sobre el pecho de Dani. Mientras disfrutaban del baño, exploraron sus sexos con sus dedos. Los de ella, aprisionaron con fuerza la verga de su amado, los de él, juguetearon con su bello púbico y luego descendieron hacia los pliegues carnosos del sur, donde excavaron hasta hallar el clítoris de Carme, hinchado y receptivo por la excitación.  Durante unos minutos que le parecieron eternos, la estuvo estimulando, llevándola al límite del éxtasis pero sin arrojarla a él. Se retiraba una y otra vez, aumentando su afán por correrse, cada vez que los firmes dedos de Dani, aprisionaba su centro de placer. Sin poder esperar un segundo más, se colocó sobre el pene enhiesto. Con extrema cautela, fue dirigiéndolo hacia su cálida vagina. Cuando este comenzó a introducirse en ella, sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, se sentía llena, pletórica.   Un intenso quejido de ambos, anunció la llegada a ese mundo, en el que solo estaban ellos, amándose, dejándose llevar por el explosivo orgasmo que bullía en su sexo. Dani se abandonó dentro de ella, de su miembro surgieron oleadas de simiente que terminaron por derramarse en el agua bulliciosa del jacuzzi.  Aún con su pene en su interior, Carme se echó sobre el agotado cuerpo de su amante. Aquello habia sido más que una fantasia.

viernes, 11 de abril de 2008

La segunda venida de Cristo (II)

Jesucristo era un ser repleto de espiritualidad y amor, por eso, en mitad de aquel tórrido desierto mesopotámico, se cuidaba de caer en la tentación de maldecir a todo bicho viviente, como hubiera hecho cualquiera que llevara tres días caminando bajo aquel demoledor sol.

Por vigesimotercera vez, tomó en consideración la idea de crear un camello y un oasis donde poder refrescarse, pero recordó de nuevo la charla que había mantenido con si mismo, poco antes de partir. Eso de que "un gran poder conlleva una gran responsabilidad" le había marcado mucho, y le parecía frívolo usar sus habilidades en algo tan insignificante. Ya lo hizo una vez y le salió el pobre ornitorrinco.

De todas formas, el no necesitaba comer, ni beber, y tenia todo el tiempo del mundo para llegar a su destino: Roma, la puta de Babilonia.

- Hay que ver como se las gastaban los evangelistas, y mira que les prohibí decir tacos - pensó para si, al recordar un famoso pasaje de la Biblia - además de incultos, porque Babilonia la pasé hace dos horas y aún me quedan varias semanas para llegar a Italia.

- San Pedro te envía recuerdos.

- ¿Quien ha dicho eso? - preguntó sobresaltado Jesús

- ¿Cómo?

- Oh perdona, es la costumbre. Muestrate Gabriel. ¿Que nuevas me traes?

Un ángel de enormes alas blancas como las de un ganso antediluviano, que esgrimía una espada flameante en la mano, se materializó ante él.

- Saludos Señor. Vuestro fiel servidor está a vuestros pies.

- Veo que traes noticias - señaló Jesús mirando al papiro que portaba bajo el brazo.

- Así es - el arcángel envainó su espada con cuidado, y desenrolló el cilindro-. Recibí esta carta hace tres días, junto con unas extrañas instrucciones. Debía entregártela en este justo momento. Prefieres leerla tu mismo o....

- No por favor, adelante.

Gabriel aclaró su garganta y adoptó un gesto serio, antes de proceder a leer con voz firme y clara.

- Hijo mío, cuando recibas este mensaje, estarás en la Tierra, andando por el desierto camino de Roma y yo... bueno... lo que te iba a decir: no sigas. Tienes una nueva misión. El mundo ha perdido la fe en nosotros. Los hombres son tan crédulos que se creen cualquier cosa, con tal de que se las diga alguien simpático; y bien sabemos que pocos de entre nuestra iglesia podría quedar finalistas en Mister Simpatía. Por ello, cada día que pasa nuestro mensaje se va diluyendo en el devenir del tiempo. Los viejos métodos no funcionan. Los antiguos textos no encandilan a casi nadie. Hay que adaptarse a esta época extraña. Para ello, quiero que reúnas a cinco jóvenes. Serán los nuevos apóstoles-evangelistas que difundirán revelaran nuestra misión para con el ser humano.

- ¿Por qué tan pocos? - preguntó Jesús con el recuerdo de su visita anterior, fresco en la mente.

Pero Gabriel pareció no escucharle y continuó leyendo.

- Son pocos porque a no ser que le dieran patadas a un balón, los hombres no los recordarían a todos. Ellos inscribirán tus historias en las imperecederas páginas de la historia. Con su ayuda, haremos de este mundo algo mejor. Más abajo encontrarás la lista de seleccionados.

El mensajero enrolló el pergamino y se lo lanzó a Jesús, que pasó a examinarlo detenidamente.

- No hay ninguna mujer... - murmuró algo decepcionado.

- Sigue leyendo por favor - fue todo lo que dijo el ángel.

- Posdata: Nos vamos a modernizar, pero sin pasarse ¿eh?

Gabriel se elevó ligeramente.

- El mensaje está entregado. Vuelvo a mis quehaceres.

- Un momento - gritó Jesús - ¿Podrías acercarme? El primero de la lista es de Corea y si tengo que ir andando no llegaría nunca.

Para el Señor, caminar por las atestadas calles de Seul, era desconcertante. Puede que en la avenida que recorría, hubiera mas gente de la que vivió en Jerusalén en su época. Era difícil salir del caudal humano que fluía por la ciudad. tuvo que abrirse paso a codazos hasta llegar al lugar donde se hallaba su primer apóstol. Un ¿gold farmer? esmirriado que pasaba su vida en el cibercafé frente al que se hallaba.

Varios ordenadores se alineaban en dos columnas perfectamente simétricas. En ellos, varios jóvenes permanecían atentos a la pantalla, en silencio, mientras jugaban a algo llamado Carpe Diem. Todos le parecían iguales. Se preguntó si lograría descubrir a su hombre. En contraste con los silenciosos jugadores, podía escucharse, en el fondo de la sala, los gritos desgarradores de un hombre, no mayor de 22 años, que se lamentaba por su mala suerte mientras comía ganchitos compulsivamente.

- Por favor que no sea él -. Se iba diciendo el Señor, mientras se acercaba a su mesa-. Debe de haber un error

- Perdona- El joven paro de súbito y lo repaso de arriba a abajo. Tenia la mirada perdida, como si siguiera jugando sin mirar la pantalla- ¿Eres Kim Chu Soon?

- Si, soy yo (traducido del coreano)

-Mierda.

- ¿Como ha dicho?- preguntó Kim, que no entendía muy bien el coreano de aquel occidental.

- Nada, nada.- Se aclaró la garganta y se irguio imponente antes de exclamar: Soy Jesús de Nazaret.

- Si, lo se. Tengo un gif suyo. Ah, y no hay de qué.- Apuntó con su mano a Jesús e hizo un extraño ruido con la boca, que le desconcertó

- Bien, he venido aquí para llevarte conmigo alrededor del mundo.

- He leído esa novela. Julio Verne está muy sobrevalorado en mi opinión.- replicó el coreano antes de tragarse otro puñado de aperitivos.

- No me has entendido. Serás mi nuevo apóstol-evangelista. Serás mi mano derecha y registrarás todo lo que diga y haga en mi nuevo viaje por el globo.

Kim se lo pensó por unos instantes. Se rasco la cabeza indeciso, y alzo la vista para mirarle a los ojos.

- Bueno, si sólo es para eso... Lo grabaré todo en mi móvil de última generación.

- Hecho entonces. Levanta, tenemos que ir a reclutar a tus compañeros. Por cierto, ¿sabes karate?

- No - respondió Kim avergonzado por ser el único oriental que .

- Lástima, me vendría bien un guardaespaldas. Si lo hubiera tenido... En fin, cogete de mi mano. El camino al aeropuerto es muy largo y no quiero perderte entre el gentío.

Sentado en su butaca de clase turista, Jesucristo echaba de menos no haber cogido la cartera antes de salir de casa. Delante tenia a una mujer inmensa que daba de si su respaldo, apartándolo contra su asiento. Sentado a su lado, Kim temblaba como un hoja mientras sujetaba con fuerza su apagado móvil, quien sabe si por el hecho de volar o por no poder encenderlo. Aún quedaban varias horas de viaje, por lo que Jesús se recostó contra la ventanilla y confió en poder dormir un poco antes de llegar a su destino.

En el otro extremo del mundo, el joven monseñor Arturo Videla, esperaba nervioso ante la puerta del despacho de su Santidad. Un par de horas antes le habían anunciado que tendría una audiencia con él. El gran jefe ni más ni menos. Había ascendido rápido en la jerarquía eclesiástica gracias a su buen hacer y su habilidad para hacer la pelota a la gente adecuada en el momento propicio. Aquello seria un gran empujón para su fulgurante carrera hacia el papado.

La puerta se abrió con un fuerte quejido, como si se negara a mostrar el interior de la modesta habitación, donde el Papa, trabajaba afanosamente en su escritorio. El asistente personal de su Santidad, le apremió a que pasará, cerrando la puerta tras él.

Monseñor se arrodilló ante la mesa de caoba sobre la que reposaban distintos informes de, y esperó así hasta que su Santidad le dijo que tomara asiento.

- Sabemos por nuestros espías, que el Mesías ha vuelto a la tierra...- comenzó.

- ¿Quiere que lo mate?- se apresuró a preguntar Arturo, deseoso de ganar puntos de cara a un cercano ascenso.

- No, no, por dios, no- exclamo escandalizado el Papa- Por el momento lo único que hará será ofrecer sus servicios como evangelista-apóstol. Una vez se haya infiltrado en su grupo, nos enviará cada semana un informe detallado de toda sus actividades. Le hemos elegido a usted por sus habilidades taquigráficas, su dominio de varios idiomas, su conocimiento de la idiosincrasia de diversos países y por su alto número de recomendaciones.

- No le fallaré Santidad.

- Eso espero - sentenció con voz grave - En el aeropuerto le espera un avión que le llevará a África. Allí se propone reclutar a otro de sus evangelistas-apóstoles.

- Oh dios mío - ¡¡un apóstol negro!!- grito sobrecogido Videla ante la simple posibilidad de que ocurriera algo así.

- No hay motivos para escandalizarse monseñor. Tenemos obispos negros en la iglesia.

- Si claro, claro.

Tras besar el anillo papal, monseñor se retiró a sus habitaciones. Hizo rápidamente la maleta sin olvidarse de incluir un grueso bloc de notas y minutos mas tarde, subió a una berlina que le llevó al aeropuerto a través de las congestionadas calles de Roma. Zimbabwe le esperaba.

martes, 8 de abril de 2008

Dándole salida

Amor. Cuatro letras que para él no significaban nada. ¿Amor? Se preguntó en su lecho de muerte. Había vivido feliz sin él. Su trabajo había sido muy edificante, había visto lugares increíbles, había conocido todo tipo de personas…

¿Amor? Volvió a preguntar mientras echaba un vistazo a su vacío dormitorio. ¿Para qué?

Acto seguido, expiró.