lunes, 31 de julio de 2006

Anoche fui... Tritina una ficha del Tetris

Vivo en el planeta Vime, donde habitan los personajes de los videojuegos una vez termina su jornada laboral. Soy muy amiga de la pala de Pong, una anciana muy agradable que me da zumo de shaders y galletas siempre que le ayudo a cortar el césped de su casa. La conocí hace unos años en el supermercado, cuando me devolvió el melón que le había lanzado por accidente. Mi padre me dijo que como castigo debería trabajar para ella durante una semana, pero el barrio me gustó y, además, nadie hace las galletas de chocolate como ella.

Mi ciudad es Cubilandia, en guerra permanente contra las bolas azules de Marble Madness que no hacen más que restregarnos por la cara a los cubiles su oronda perfección. Ya les gustaría tener unos ángulos como los míos, porque yo soy esa figura del Tetris con forma de escalón. Soy la más odiada del juego, pero no es culpa mía que vuestra distribución espacial sea comparable a la de una marsopa borracha, no sé para qué queréis una dimensión más si ni siquiera sois capaces de dominar las 2D. Se que preferís a la estirada de la barra, al compacto cuadrado e incluso a ese salido de Trix (ya sabéis a quién me refiero).

Soy hija de un cuadrado y de un miembro de la nobleza, una C invertida de las que salen en los niveles más avanzados. Al principio mis abuelos no aceptaron el idilio, pero en cuanto vieron lo bien que encajaban sus vástagos, no les quedó otra más que ceder a sus deseos.Mi vida por regla general no es muy emocionante. Corren tiempos de crisis en Cubilandia, hace años que la actividad industrial está bajo mínimos, no como esos suertudos del país de las setas, ahí los tienes más de 20 años haciendo lo mismo y continúan teniendo éxito, claro que para hacer honor a la verdad, ellos hacen las cosas muy bien y han sabido readaptar su industria a las necesidades del consumidor.

Suelo pasar el día en la escuela secundaria para jóvenes paralelogramos, un sitio bastante aburrido, sobre todo las clases de Geometría y Educación Física principalmente. En mi tiempo libre me gusta flirtear con los chicos, engatusarlos y luego, cuando he satisfecho mis necesidades, darles la patada y buscarme a otro; qué se le va a hacer, soy un poco pendón.

Si algo bueno tiene vivir en este pueblucho, es que de vez en cuando suena una sirena anunciando la Gran Caída. En ese momento todas las piezas que no trabajan para el estado deben acudir de inmediato a un enorme agujero situado en pleno centro de la ciudad. Nos colocamos en fila por orden de llegada y un agente de las fuerzas del orden nos indica cuándo debemos tirarnos por él. Lo mejor de todo es cuando caes por la negra abertura. La primera vez el miedo te atenaza puesto que a dónde lleva el agujero es un misterio para los novatos. Tras varios segundos ves como a tus pies una pequeña luz va creciendo más y más hasta que pronto la luz te envuelve y entonces...

La claridad te ciega pero tus ojos se acostumbran pronto antes de tocar el fondo de lo que parece es una enorme caja con una pared de cristal a través del cual se puede ver a seres monstruosos repletos de asquerosos bultos que, con caras de lo más extrañas, intentan mover algo aunque todavía no sé muy bien qué. De pronto, notas que alguien o algo toma control sobre tu cuerpo. Empiezas a girar sin sentido y a desplazarte hacia los lados de la extraña caja por la que continúas despeñándote. Cuando paras de girar, el descenso se hace más veloz y terminas el viaje sobre varios compañeros. Si hay suerte y encajas bien te teletransportas de nuevo al sitio donde te encontrabas antes de acudir a la llamada de la sirena; pero las cosas se ponen feas cuando no consigues acoplarte bien; decenas de titros caen sobre ti y si tienes la desgracia de que un par de cuadrados se te coloquen justo encima tendrás suerte de no ser literalmente planchado por su peso.

Bueno, os dejo, en la última caída me desplomé sobre una T no tan invertida y nos lo pasamos tan bien que me ha invitado a cenar. Ya os contaré.

domingo, 30 de julio de 2006

Entrevistas desde la cripta... Bruce Lee

Entrevistador: Bienvenidos una vez más a nuestra habitual cita aperiódica con los famosos más fríos del momento. En esta ocasión, a petición de nuestros lectores, nos hemos desplazado hasta el 9º infierno chino, tambien llamado "Gran Muralla".

Bruce Lee: ¿Qué tópico, verdad? Si esperas un poco verás pasar un dragón, un puñado de monjes shaolin, un imitador de Mao lanzando fuegos artificiales y a una china vendiendo rosas.

E: En fin, el folclore chino es de los más ricos y variados del mundo...

B.L: Cierto, pero las rosas de la china son de plástico, ni se te ocurra comprarle una si quieres quedar bien con tu novia.

E: Bueno, señor Lee, ¿qué tal está?

B.L.: ¿Aparte de muerto? No me puedo quejar. El trabajo es bueno y los demonios occidentales dejan buena propina, además, aquí puedo fumar sin que los perros de la prensa me acosen por dar mal ejemplo a la juventud, como si hiciera falta que me vieran para que les entren ganas de fumar. Anda que no he visto yo en la plaza de mi pueblo a chavales fumándose unos pedazo de...

E: Perdone que le interrumpa, pero ¿a qué trabajo se refiere?

B.L.: Oh, veo que no te has preparado la entrevista, Phil. Muy mal por tu parte. El honor de mis antepasados exige que te saque a patadas de la cocina pero no puedo quitarle ojo al Chaw Fan, a la que te descuidas se quema; asi pues te contestaré: soy cocinero en el gran restaurante asiático de la otra vida. Ya ves, a los chinos incluso despues de muertos nos toca currar.

E: Un triste final para el que ha sido el mejor artista marcial de la historia.

B.L.: No pienses que con ese peloteo barato vas a poder reparar tu ofensa, pero gracias.

E: ¿Le absorbe mucho tiempo su trabajo en la cocina?

B.L.: Toda la eternidad. Anda que preguntas unas cosas... bueno, a veces tambien hago reparto a domicilio porque los repartidores no dan abasto, si hay chinos en la Tierra imagínate aqui...

E: Entonces las artes marciales las ha dejado aparcadas.

B.L.: Qué va, a veces me escaqueo y me paso las horas en un gimnasio de por aqui, además con algunos clientes debo emplear todo mi poder mortal, hay mucho moroso suelto.

E: ¿Cómo surgió la idea del Jeet kune do?

B.L.: Yo de pequeño era un niño muy inquieto, muy nervioso. No podía estarme quieto en el mismo sitio mucho tiempo. Mi madre siempre me decia: "Bruce no te muevas tanto que así no hay manera de peinarte". Y claro, al final iba siempre a la escuela hecho un impresentable. Como el colegio era de pago y rompía con la estética de flequillo cortado con escuadra, los profesores intentaban pegarme, que yo no se cómo me veían porque más que ojos tenian rendijas. El caso es que tenía que defenderme y como el Karate se me daba muy mal pues me dije "voy a inventar un nuevo arte marcial y así mientras le pateo el culo a los profesores podré demostrar lo buen actor que soy".

E: No me creo lo que oigo, ¿el Karate se le daba mal?

B.L.: A mi es que eso de las katas y las posturitas estáticas... Mi maestro me golpeaba con una regla cada vez que ejecutaba mal alguna postura. El pobre no ganaba para reglas, se arruinó y la escuela tuvo que cerrar. Alli en China tenemos un refran que dice "mata a un gato y véndemelo a buen precio que no tengo nada para la cena"; Cogi fama de arruina-escuelas y cada vez que me veían por la calle los niños gritaban: "Ahi va Bruce el difuso".

E: Extraño mote.

B.L: Es que me movia tanto que apenas se me veía.

E: Digame, ¿cuales son los fundamentos básicos del Jeet Kune Do?

B.L.: Muchos, cuando venían a mi escuela para aprender, lo primero que me preguntaban era: ¿sensei, cuando voy a poder levantar 20 kilos con mi pene? Entonces yo los mandaba cuatro calles más abajo, pero una cuestión muy común de todos aquellos que acudían a mí sin la esperanza de tener un falo de acero era cuando iban a aprender a repartir hostias como panes, a lo que yo no dudaba en responderles que el Jeet Kune Do se basa sobre todo en los gritos. Un buen "wataaa" a voz en cuello vale más que pintar tu bloque de edificios y lijar el suelo del restaurante japonés de tu barrio. En la antigua China, en los combates no se intercambiaban golpes sino gritos. La lucha podía durar días, hasta que la resistencia mental de alguno de los contrincantes decayera, eso hacía que las cosechas se echaran a perder porque los campesinos se entretenían demasiado viendo las peleas, asi que el emperador decidió que sería más rápido si directamente se partían la cara. Esa es basicamente la historia y es por eso que no encontrarás un solo maestro con la voz de pito. Así pues, el fundamento básico de mi técnica es tener una voz lo más grave posible. Los camioneros solían ser mis mejores alumnos.

Brandon Lee: Papa, ha llamado el Sr. Brando, dice que como no le lleves de inmediato los tres pollos Kung Tao que te pidió hace una hora, va a venir a patearte tu (literalmente) fibroso culo amarillo.

Bruce Lee: No me hagas reir, si ni siquiera es capaz de levantarse para rascarse la pilila jijiji han hecho falta 3.000 chinos para traerlo desde su casa. Disculpa Phil, mi hijo, supongo que lo conocerás aunque por supuesto no es ni una octava parte de famoso que yo y eso le revienta. Tuvo la mala suerte de golpear con la frente una bala que se dirigía hacia él.

E: Fue una pena, yo era un gran fan de sus películas.

B.L.: A ver, dime una que no sea "El cuervo".

E: Pues... mmm... Ah sí, esa en la que tenía que enfrentarse a toda una banda de malhechores con solo la ayuda de sus extremidades y de algún arma de fuego ocasional.

B.L.: Ah, ya sé cual es, como el argumento es totalmente original no me ha sido complicado averiguarlo.

E: De acuerdo, me ha pillado, pero estará conmigo en que al menos "El Cuervo" era más original que las peliculas de... no se... Van Damme o Chuck Norris, por ejemplo.

B.L.: Uff no me hables de Chuck Norris. Cuando durante el rodaje de "El furor del dragón" se enteró de que tenía que perder contra mí, se pilló tal cabreo que se cargó lo que quedaba del Coliseo a cabezazos. Las autoridades italianas no nos dejaron salir del país hasta que no lo reconstruimos pieza a pieza. Tres meses nos pasamos colocando ladrillos. Recuerdo aquella vez que Chuck Norris hizo la pasta sin agua, estuvimos una semana riéndonos, claro que los bloques ahí siguen aguantando. Por cierto, ¿se dejó barba como le recomendé? Es que sin ella parecía un jugador alemán de fútbol y en nuestra profesión lo más importante es el aspecto físico, tenemos que parecer duros.

E: ¿Pero lo más importante no eran los gritos?

B.L.: Bueno, sí, el 50% los gritos y el 40% el aspecto de hombre rudo. El 10% restante son las patadas y demás que incluso un mono puede hacer.

E: Tampoco es eso, ¿no?

B.L.: ¿Que no? ¿Qué te piensas que es Steven Seagal? Desde aquí arriba lo vemos todo, tenemos un espejo en la habitación de al lado desde el cual podemos ver qué hace cualquier persona de la Tierra. Normalmente solemos usarlo para ver porno amateur pero después de varios años puede cansar y por algunos minutos echamos un vistazo a los que han tomado nuestro relevo. Es una desgracia que un chimpancé calvo como el Seagal se dedique a hacer películas ahora; me hace añorar al traidor de Carradine.

E: Eso quería preguntarle, ¿es cierta la anécdota de que le quitó el papel de Kwai Chan Kane en "Kung Fu" en el último momento?

B.L: Absolutamente, el muy chung-sen me llevó la noche anterior a una tasca y me emborrachó con licor de dragón. A mí, que tengo estos músculos de levantar jarras de cerveza... pero no contento con eso me llevó a un centro de reclutamiento de los Marines y me hizo creer que estaba firmando el contrato con los productores. Con la tajada que llevaba encima firmé todo lo que me pusieron por delante. Cuatro meses me pasé chupando guardias en una garita del Checkpoint Charlie en Berlín hasta que se dieron cuenta de quién era.

E: Ya para terminar, no se si sabe que hace unos días alguien llegó a la página de mi jefe buscando tiendas donde vendieran la ropa que lleva usted...

B.L: Sí, sí, ya lo leí. No suelo perderme uno solo de los post de Roboto San. Con tu permiso Phil, quiero decirle una cosa a la persona que tuvo la desfachatez de escribir mal mi nombre

E: Adelante.

B.L: ¡¡Te vas a cagar!!

E: ¿Eso es todo?

B.L.: Mis puños son los que al final hablarán Phil, solo uso la lengua para dar placer a las mujeres.

E; Gracias por todo, Sr. Lee. ¿Están ya los rollitos que encargué?

B.L.: Ahí los tienes y págame en moneda americana, no con cheques como la última vez, que me vi negro para cobrarlos en el banco.

domingo, 9 de julio de 2006

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Once upon a time.... in the biblio

Los primeros rayos del sol estival lamían las calles de Fuengirola city cuando llegué a la biblioteca del polvoriento pueblo. Los barrenderos llevaban en lucha tres semanas para que les reconocieran su derecho a uniformes menos horteras y se estaba empezando a notar.

Pese a su condición de ciudad fronteriza, los problemas pasaban de largo camino de ese nido de forajidos llamado Marbella. La mayor preocupación del sheriff, y a la postre bibliotecario, era alejar de la vista de las inocentes chicas la obscena figura del borracho local, poco más. La paz había reinado en el lugar durante años... hasta ese día.

La diligencia dejó esa mañana en la plaza del pueblo a dos bellas damas, la nueva ayudante del médico y la esposa del general Mendoza, al mando de la guarnición del fuerte Sohail a pocos kilómetros de allí.

A esas horas poca diversión había en el lugar para dos refinadas damas de la gran ciudad, por lo que no les quedó más remedio que visitar la biblioteca y hacer tiempo hasta que sus quehaceres las llamaran.

Y allí estaba yo. Tras el tiroteo de la semana anterior con el viejo Kaynes en su rancho, reponía fuerzas en compañía de Fenimore Cooper y un extraño y algo chiflado francés llamado... Julio Verne. En cuanto vi entrar a las damiselas me levanté como manda el protocolo y las saludé amablemente; saludo al que ellas respondieron con una tímida sonrisa. Cada uno se sentó en su mesa y el silencio cayó sobre la sala, sólo roto ocasionalmente por los ecos que producían los cascos de las decenas de caballos que transitaban por la calle.

Yo lo desconocía, pero uno de esos caballos que tan despreocupadamente escuchaba, iba a traerme grandes quebraderos de cabeza. Porque ocurrió que uno de los forajidos que habitaban en Marbella decidió expandir su maldad por los alrededores y nada mejor que empezar por la próspera Fuengirola City. Con paso vacilante, balanceándose de un lado a otro, "Perro loco" Ringo se plantó ante las puertas de la biblioteca cuando apenas faltaban veinte minutos para las doce del mediodía.

¿Por qué no se ocupó primero de robar el Primer Banco Nacional de Fuengirola, que además había recibido minutos antes la nómina de los trabajadores chinos del calzado? Muy fácil: la belleza de la bibliotecaria pelirroja era legendaria en todo el estado, incluso varios cantantes country le habían dedicado sus mejores baladas (dos). Quería comprobar si la leyenda era cierta y de paso acostarse con una mujer que no tuviera ya muy vista.

Pero ocurrió que ese día la bibliotecaria descansaba y "Perro Loco" vio frustradas sus ansias de rapto y fornicio. Quién sabe si la mala suerte o el destino hizo que en el momento en que el sheriff informaba al forajido de la ausencia de su compañera, la mujer del general entrara en el campo de visión de Ringo que, relamiéndose y ferreamente vigilado por el bibliotecario, entró en la sala de lectura.

Desde mi privilegiado asiento pude ver la maliciosa mirada de Perro loco, lo que me puso en tensión. Durante el par de minutos que estuvo paseando entre los estantes, pasé página tras página del libro sin leer una sola palabra, hasta que Ringo decidió sentarse frente a la mujer. Dejé el libro sobre la mesa y sin preocuparme por parecer descarado, pues me encontraba a escasos tres metros de ellos, me dispuse a contemplar la escena fijamente.

Empezó a decirle algo a la señora en voz demasiado baja como para entenderle, pero no debía de ser nada bueno porque las mejillas de ella enrojecieron de furia. En ese instante, el sheriff abrió la puerta y me hizo una señal. A disgusto me levanté para ver qué quería.

- Vaya pieza, ¿eh?- le comenté distraído.

- Sí, en casi todo el estado han puesto precio a su cabeza, pero aquí, como no ha hecho nada, no puedo detenerlo. ¡Estúpidas leyes federales!

En ese momento, me dio por mirar hacia la mesa y vi como la mujer del general, pálida como la luna llena, recogía sus cosas rápidamente. Para evitar cualquier situación de peligro, me fui hacia ella y la saqué de la sala.

- Me preguntó que si me acostaría con él - empezó a contar entre sollozos - y cuando me negué ofendida, me dijo que iba a matarme.

No pudo aguantar más el llanto y salió corriendo hacia la calle seguida por el sheriff. Volví a la sala de estudio dispuesto a rendir cuentas con Perro loco, pero ya no estaba en su asiento. Había ido a por la joven enfermera que, enfrascada en sus libros, hasta ese momento no se había enterado de nada.

Me acerqué lentamente, haciendome notar con el ruido de mis espuelas entrechocando. La chica, visiblemente aterrorizada, buscaba una oportunidad para salir de allí.

- Deja en paz a la señorita, puerco - le espeté al bandido.

Y entonces me miró. Dicen que uno jamás olvida la mirada de un loco, y es cierto. La joven aprovechó el descuido para escapar, dejando tras de si un reguero de libros y apuntes.
No hizo falta decir una palabra más. Eramos dos hombres con un problema por resolver, solo podíamos dirimir nuestras diferencias de una forma, con un duelo al sol según las reglas del alto Mississippi.

Las campanas de la iglesia tañeron, anunciando que había llegado la hora. En la avenida principal se iba a desarrollar un drama nunca visto. En un extremo se encontraba "Perro Loco" echando espuma por la boca; a 20 metros frente a él, yo, acariciando mi S&W con culata de nácar (regalo de mi bautismo)

Él me miró, yo le miré. Nos miramos. El graznido de un cuervo retumbó entre los edificios. Vi a Ringo dudar y veloz como un rayo desenfundé mi revolver y disparé.

Maldición... ¡no tenía balas! Era hombre muerto pero como todos los malos, en lugar de acabar conmigo al instante, Ringo quiso saborear el momento burlándose de mi torpeza. Craso error, puesto que al instante llegó la caballería en mi auxilio. La mujer del general le había mandado un telegrama informándole de todo y este había acudido presto al rescate. Estaba salvado.

Por mi valor al enfrentarme a tan cruel bandido, apenas me dieron las gracias, pero me sentí afortunado de volver a casa sin un solo agujero en la camisa.