miércoles, 29 de agosto de 2007

La 2ª venida

Una tormenta eléctrica sacudía la ya de por si desapacible noche de Jerusalén. Al ponerse el sol, nubarrones negros como la conciencia de un político habían cubierto el cielo crepuscular, hasta engullir el más mínimo rayo de luz. Tierra Santa quedaba así a oscuras, hasta que los súbitos rayos comenzaron a agujerear la tierra, cayendo por doquier.

Los atemorizados habitantes de la ciudad, atrancaron puertas y ventanas y entre el estrépito de los truenos, rezaron a su dios (cualquiera que fuera) para que volviera pronto la calma, sin tener que lamentar ninguna perdida (y que de paso se llevara por delante algún caza israelí, ya que ni dios podía derribarlos)

Si alguien hubiera contemplado lo que sucedía en el monte Gólgota, hubiera pensado que ese día había abusado demasiado de la cachimba en la mezquita del barrio, pues los relámpagos parecieron concentrarse sobre la cima, formando una perfecta esfera de luz, que fue creciendo hasta alcanzar los dos metros de diámetro, momento en el cual, la tormenta cesó, diluyéndose las nubes en el recuerdo.

A la mañana siguiente, Abdul, un anciano amante y pastor de cabras, condujo su rebaño al Gólgota, como hacia cada día. Al acercarse a la cúspide, un ligero olor a quemado fue penetrando en sus fosas nasales. Así mismo, la hierba iba tornándose más oscura a medida que ascendía. Cuando llegó a lo alto, encontró al causante.

En mitad de un aparatoso cráter, yacía ¿inconsciente? un hombre desnudo en posición fetal.

- Eh, tú. ¿Qué te pasa? - gritó Abdul.

El desconocido pareció escucharlo, pues con algo de esfuerzo logró ponerse en pie tras desperezarse.

Era un hombre joven, rondando la treintena, con una espesa barba castaña y larga melena a juego. Su cuerpo era fibroso y estilizado, como el de un atleta.

Se parece a uno de esos modelos americanos, pensó para si el pastor, que no pudo quitarle el ojo de encima mientras este se dirigía hacia él.

- Celebro que estés bien, así podrás pagarme los daños por haber incendiado el pastizal que había aquí.
 Ahora mis cabras no tienen nada que comer.

El desconocido no movió un músculo. Parecía más pendiente de la ciudad que se levantaba a espaldas del palestino. Echó un vistazo alrededor y se sorprendió al ver la mezquita de Al-aqsa. Fijó entonces su mirada en Abdul y le dijo:

- Quiero tu ropa, tus babuchas y tu camello.

No supo como reaccionar al principio. ¿Le estaba intentado robar un tío que había dormido en pelotas en mitad del campo?

- Yo fui valientemente derrotado en el 48, en el 67 y en el 73 - replicó enfadado - no me dejaré robar por un piojoso como tú.

La respuesta enfureció al hombre, que de un golpe de mano, le afeitó la barba a ras.

- No me gustan los imitadores.- sentenció.

Pensando en que quizás lo próximo que le rebanaría, pudiera ser algo que no volvería a crecer, accedió a las demandas del desconocido.

Antes de irse este, se volvió hacia él una última vez.

- Dile a todos que Jesucristo ha vuelto para incendiar el mundo con la llama de la verdad.

Abdul vio en aquello motivo de provecho y salió corriendo gritando tras él:

- ¿Podria empezar por la tienda de mi primo Rashid? Me debe 2.000 dolares y no quiere pagar...

Pero Jesús no pudo escucharle, pues ya se dirigía veloz a la entrada de la ciudad.

Jerusalén había cambiado mucho desde la última vez que estuvo, desde luego el recuerdo de aquel viaje no era precisamente agradable, pero al menos de la comida no se podía quejar. Ya desde arriba había contemplado el auge y caída de la inmemorial capital del estado hebreo, así que no le asombró encontrarse con los nuevos adelantos técnicos que habían desarrollado los hombres en su ausencia pese a que nunca había logrado entenderlos del todo. Por mucho que la hubiera visto desde las alturas, a ras de suelo era muy fácil perderse.

No se le cayeron los anillos por tener que preguntar a los transeúntes, por la ubicación del sanedrín, mas nadie supo darle la más mínima información al respecto, hasta que topó con un joven, que manipulaba unos cables bajo una de esas cosas llamadas... coches.

- Perdona muchacho, no sabrás donde está el sanedrín ¿verdad?- preguntó cortésmente.

El chico se sobresaltó al escuchar la poderosa voz de Jesús a su espalda, pero en seguida vio posibilidad de sacar tajada.

- ¿Por casualidad no serás israelí....?

- Se puede decir que sí -respondió encogiendose de hombros. No tenia la nacionalidad pero bueno, había nacido allí.

Amablemente se ofreció entonces a llevarlo a la misma puerta, para que no se perdiera. Andaron durante varios minutos por los estrechos callejones de la ciudad antigua, hasta llegar a un desvencijado edificio, al que una ligera brisa podría echar abajo en cualquier momento.

- ¿Es aquí? - preguntó suspicaz Jesús.

- Si claro, ven dentro y verás.

El salón principal estaba oscuro y polvoriento. además el olor a cerrado le golpeaba a uno como un directo de San Pedro. La luz apenas entraba por las ventanas tapiadas, bajo las cuales se apiñaban cajas de... no podía leerlo bien...¿RPG?

- Oye, aquí no se reunen los sacerdotes...

Pero cuando se volvió hacia el chico, este le apuntaba con un AK-47 (en realidad era el palo de una escoba hábilmente tuneado, que blandía con fastuosa peligrosidad eso si, el presupuesto para armas se había visto reducido drásticamente tras la apertura de un nuevo lupanar)

- Jajaja, ¡¡¡te he engañado perro!!!- gritó visiblemente alterado.

La mirada del cristo se endureció.

- ¿Qué me has llamado?

- He dicho perro, ¡¡¡perro!!! - insistió con sarna el secuestrador.

Un viento huracanado revolvió de pronto la habitación. Las puertas y las ventanas se abrieron de par en par.

- ¿Sabes quien soy yo?

- ¿Un perro? - el secuestrador empezaba a plantearse el haber tratado mejor a ese hombre, cuya actitud desafiante empezaba a amedrentarle.

- El hijo de mi padre. Y nadie me llama perro. ¡Nadie!

Le lanzó una salva de puñetazos, que lo estamparon contra la pared. El secuestrador se levantó dispuesto a devolver los golpes, pero las fuerzas le fallaron y lo más que pudo hacer fue acercarse a Jesús, antes de que este lo parara con una mano.

- Eso es hijo, pon la otra mejilla.- susurró mientras colocaba el mentón del infeliz atacante en una posición favorable para maximizar el daño.

De un gancho de derecha, lo tumbó definitivamente.

En ese momento, miembros del Shin beth entraron por las ventanas armados hasta los dientes, pero al ver al secuestrador en el suelo, el jefe del escuadrón detuvo a sus hombres.

- Ha tenido mucha suerte, señor...

- Jesús.

- Señor Jesús. El que está en el suelo es Jamal Abú, un peligroso terrorista de Hamás. Pretendía secuestrarle para pedir un rescate, pero veo que ha dado buena cuenta de él.

- Me llamó perro.- repuso tranquilamente sacudiéndose la chilaba.

Los hombres de la policía, registraron el edificio, mientras el Cristo intentaba convencer a Abú de que no debía insultar a los demás. Cuando la inspección hubo terminado, recogieron sus cosas y comenzaron a salir.

- Necesitamos hacerle unas preguntas, ¿Puede acompañarnos? - ordenó el jefe.

- No, ustedes pueden acompañarme a mí- respondió orgulloso el mesías.- ¿Donde vamos?

El viaje en el furgón policial hasta la sede del Mossad, había sido toda una experiencia para él. Se dijo que cuando volviera allí arriba, encargaría a Ford una flotilla de ellos, para su uso personal. Había pasado varios minutos en una comisaria. Intentaron pringarle los dedos con tintan, y hacerle unas fotos; pero ni salia en ellas, ni la tinta se adhería a sus manos, así que le habían dicho que lo llevaban a un sitio especial. Les siguió el juego, divertido, quería disfrutar un poco de la vida en la tierra, antes de cambiarla para siempre.

David Eleazar, jefe del servicio secreto israelí, se encontraba en su despacho leyendo los últimos informes de Persia, cuando uno de sus agentes llamó a su puerta.

- Entre, le esperaba.

Le habían informado de la presencia de un individuo extraño, que parecía haber surgido de la nada en mitad de un tiroteo en Jerusalén. El agente Shaul entró con cuidado en la recargada habitación. Aquel era el santuario del espionaje mundial, si al rey de Arabia le salia un grano en el culo (y le salían muchos), allí se sabría a los dos minutos que pomada usaría para quitárselo.

- Señor, nos han enviado de la comisaria 34 a un sujeto desconocido. No tiene pasaporte, documento que le identifique, ni huellas dactilares. Presenta dos extrañas cicatrices sangrantes de forma circular en los brazos. Cuando le he preguntado al respecto me ha dicho que se lo hicimos nosotros, pero le juro que no le he tocado jefe, se lo juro.

La cara de pánico de Shaul, confirmaba que decía la verdad.

- Está bien, hágale entrar.

Algo le decía que debía conocer a aquel hombre. Por regla general él solo se ocupaba del papeleo, el trabajo sucio de los interrogatorios se lo dejaba a los becarios. La imponente figura de Jesús inundó la estancia con una fuerza invisible que dejó boquiabierto a David.

- Shalom funcionario.

Nadie se había tomado tanta familiaridad con el director del Mossad, desde que se creó el puesto. De haber sido otro, quizás lo hubiera mandado a una misión encubierta como chofer de Nasrallah, pero se sentía amilanado por aquel barbudo con aspecto de camellero.

- Muy bien, ¿cómo se llama?

- Jesús - respondió impertérrito, aunque se dijo que no dejaría que nadie más le preguntara su nombre. ¡Deberian conocerlo todos!

- Jesús ¿qué más?

Se quedó pensativo sin saber qué responder.

- ¿Sabe que es la primera vez que me hacen esa pregunta?. Supongo que Cristo.

David lo miró extrañado.

- Jesús... Cristo

- Así es.

La absurda respuesta del detenido y su parsimonia le hizo estallar, algo bastante habitual en él. En los pasillos del edificio corría el rumor de que había matado al lechero cuando este le insinuó que a su mujer le gustaba más la leche entera. (David tenia un ligero problema de fertilidad) Se levantó furioso y golpeó la mesa con su puño.

- ¡¡¡¡Déjese de tonterías jodido estúpido, dígame ahora mismo quien es o lo mando al desierto del Negev de una patada en el culo!!!!!

Los gritos se oyeron incluso en el parking, pese a que la sala estaba insonorizada. El mesías hizo acopio de toda la paciencia que fue capaz y mirando al director del Mossad fijamente le dijo:

- Soy yo David. Sé que de joven te tocabas y lo que es peor, se también en quien pensabas cuando te tocabas...

El rostro de su interlocutor enrojeció como el sol al atardecer.

-¿Pero qué tonterías está diciendo?.- bramó.

- Beeeee.

Un escueto balido salió de la boca del Cristo. David palideció de inmediato. Quedó mudo de asombro y una gota de sudor frío recorrió su espalda. Lentamente volvió a su asiento. Tosió levemente y con un ademán mandó retirarse a Shaul.

Durante varios minutos estuvieron hablando a solas, hasta que la puerta de la oficina de Eleazar se abrió abruptamente.

- Malditos iranies, bombardear Israel, ahora que he venido yo, que falta de respeto.

Jesucristo estaba hecho una furia. David le había contado los planes de los ayatollahs de lanzar una bomba nuclear sobre Jerusalén. No podía consentirlo, así que ordenó al jefe del Mossad que le llevaran al sitio que debía destruir para evitar el peligro.

David hizo lo mismo que cuando su mujer le ordenaba algo, obedecer sin rechistar, y en menos de una hora, ya tenia preparado un viejo Antonov con los motores rugiendo, dispuesto a alzar el vuelo en cuanto recibiera una orden, que le dio al asombrado piloto, un desconocido pastor.

El voluminoso bombardero atravesó el espacio aéreo iraquí con rapidez, escoltado por cazas estadounidenses. Alguien había filtrado la noticia de que el hijo de Dios habia vuelto a la tierra, y los americanos no habían dudado en mostrarle sus respetos con la escuadrilla de los Ángeles Azules, que escribió en el cielo: ¡Jesús ama! antes de volver a bombardear un nido de terroristas.

Tras el espectáculo aéreo, una luz roja tiñó el interior del avión. Estaban cerca del objetivo. Por radio, uno de los pilotos le dio instrucciones:

- Cuando la luz se ponga verde, tiene treinta segundos para saltar.

Y literalmente lo hizo, solo que como nadie le comentó que tenia que ponerse el paracaídas, lo hice sin él.

En el interior de la central nuclear de Isfahan, todos se esforzaban por aparentar que trabajaban, más de lo normal. El presidente en persona, se encontraba en el lugar, haciendo una visita guiada junto con un grupo de actores occidentales, y a nadie se le ocurría hacerle quedar mal delante de ellos. El último que lo había dejado en evidencia, había sido encerrado en la cárcel. Aquel niño no volvería a alardear jamás que sabia sumar, delante de él.

Los occidentales eran un grupo fácil de contentar, pensó para si Ahmadinejad, solo hay que enseñarles lo que quieren ver y nadie se preguntara qué hay tras esa puerta negra con la calavera y las manchas de sangre.

- Por aquí por favor - sugirió con la mejor sonrisa que pudo mostrar. Tras una agradable hora, en la que les había colado un discurso con palabras demasiado técnicas para que las comprendieran, llegaban a la parte final del recorrido.

Entraron en una amplia habitación, del tamaño de un campo de fútbol, en el que un grupo de personas, atendían concentrados las explicaciones acerca de cómo hacer una bomba con un bote de Fairy, los excrementos de un caballo y 200 kilos de dinamita.

- ¿Y esto? - preguntó un actor, extrañado de que en tan lejano lugar conocieran el Fairy.

- Son mujahidines típicos. Una muestra de folclore para ustedes. No harán nada, están ahí por si nos critican, pueden estar tranquilos.

- Ah bueno, no pasa nada- repuso con celeridad - como nosotros no vamos a hacer eso... ¿Me deja hacerme una foto con ellos?

Ahmadinejad pareció meditar la respuesta durante unos segundos. Echó un vistazo a los terroristas y luego a los actores. Se encogió de hombros.

- Claro que si, no hay ningún problema.

Con un gesto, hizo que se acercaran los terroristas, que se colocaron en formación. Los actores los rodearon y le dieron la cámara al presidente iraní, que en la primera toma, les cortó la cabeza a todos, por equivocación claro. Así que lo intentó por segunda vez.

-  A ver decid ¡¡¡muerte al infiel!!!

Pero antes de que pudiera apretar el disparador, un fuerte temblor sacudió el edificio. Una de las paredes se derrumbó y a través de ella, entró Jesucristo limpiándose el polvo de su túnica de camuflaje. Frente a él, un tipo bajito con cara de mala leche, sostenía una Nikkon de importación. De pronto supo que aquél era su enemigo.

- ¡Eh Mamón! -le gritó

- ¡¡Es Mahmud!! - repuso colérico el presidente.

- A callar Mamón- tronó Jesús - Tú te llamas como a mi me de la gana.

Avanzó hacia él con paso decidido con la intención de bendecir la cara del presidente iraní con sus puños, pero este salió corriendo. Jesús salió tras él. Lo persiguió a través de pasadizos y salas tecnificadas, hasta que finalmente, logró acorralarlo en una sala tubular, en la que reposaba un scud con cabeza nuclear.

- Jajajaja - rió sardónicamente Mahmud - no te atreverás a pegar a un hombre con un misil nuclear ¿verdad?

Pero eso no le importaba al hijo de Dios, pues saltó hacia él con gesto feroz. Del susto, Mahmud retrocedió bruscamente y se golpeó la nuca con el filo de una estantería. Cayó gravemente herido al suelo.

Con su enemigo fuera de combate, era hora de volar por los aires aquella instalación. Desenrosco la ojiva nuclear e intento abrirla, pero ante la imposibilidad de hacerlo, la cogió entre sus dientes y mordió con fuerza. Algo en el interior del aparato hizo clic, y satisfecho, la arrojó a un lado.

- Enriquece eso Mahmud.

- Es Mamó....- fue lo último que pudo decir el presidente iraní. El tiempo se detuvo.

Una intensa luz recubrió el valle. La presión hizo fosfatina todo a 2 kilómetros a la redonda, y lo que quedó en pie, fue abrasado por las llamas infernales del átomo, antes de que el estruendo de la explosión reverberara por las montañas persas.

De las ruinas humeantes de la central, salió Jesús, sacudiéndose un oído.

- Bien aquí esta todo hecho, próxima parada: Roma