Una tormenta eléctrica sacudía la ya de por si desapacible noche de Jerusalén. Al ponerse el sol, nubarrones negros como la conciencia de un político habían cubierto el cielo crepuscular, hasta engullir el más mínimo rayo de luz. Tierra Santa quedaba así a oscuras, hasta que los súbitos rayos comenzaron a agujerear la tierra, cayendo por doquier.Los atemorizados habitantes de la ciudad, atrancaron...
miércoles, 29 de agosto de 2007
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