Vivo en el planeta Vime, donde habitan los personajes de los videojuegos una vez termina su jornada laboral. Soy muy amiga de la pala de Pong, una anciana muy agradable que me da zumo de shaders y galletas siempre que le ayudo a cortar el césped de su casa. La conocí hace unos años en el supermercado, cuando me devolvió el melón que le había lanzado por accidente. Mi padre me dijo que como castigo debería trabajar para ella durante una semana, pero el barrio me gustó y, además, nadie hace las galletas de chocolate como ella.
Mi ciudad es Cubilandia, en guerra permanente contra las bolas azules de Marble Madness que no hacen más que restregarnos por la cara a los cubiles su oronda perfección. Ya les gustaría tener unos ángulos como los míos, porque yo soy esa figura del Tetris con forma de escalón. Soy la más odiada del juego, pero no es culpa mía que vuestra distribución espacial sea comparable a la de una marsopa borracha, no sé para qué queréis una dimensión más si ni siquiera sois capaces de dominar las 2D. Se que preferís a la estirada de la barra, al compacto cuadrado e incluso a ese salido de Trix (ya sabéis a quién me refiero).
Soy hija de un cuadrado y de un miembro de la nobleza, una C invertida de las que salen en los niveles más avanzados. Al principio mis abuelos no aceptaron el idilio, pero en cuanto vieron lo bien que encajaban sus vástagos, no les quedó otra más que ceder a sus deseos.Mi vida por regla general no es muy emocionante. Corren tiempos de crisis en Cubilandia, hace años que la actividad industrial está bajo mínimos, no como esos suertudos del país de las setas, ahí los tienes más de 20 años haciendo lo mismo y continúan teniendo éxito, claro que para hacer honor a la verdad, ellos hacen las cosas muy bien y han sabido readaptar su industria a las necesidades del consumidor.
Suelo pasar el día en la escuela secundaria para jóvenes paralelogramos, un sitio bastante aburrido, sobre todo las clases de Geometría y Educación Física principalmente. En mi tiempo libre me gusta flirtear con los chicos, engatusarlos y luego, cuando he satisfecho mis necesidades, darles la patada y buscarme a otro; qué se le va a hacer, soy un poco pendón.
Si algo bueno tiene vivir en este pueblucho, es que de vez en cuando suena una sirena anunciando la Gran Caída. En ese momento todas las piezas que no trabajan para el estado deben acudir de inmediato a un enorme agujero situado en pleno centro de la ciudad. Nos colocamos en fila por orden de llegada y un agente de las fuerzas del orden nos indica cuándo debemos tirarnos por él. Lo mejor de todo es cuando caes por la negra abertura. La primera vez el miedo te atenaza puesto que a dónde lleva el agujero es un misterio para los novatos. Tras varios segundos ves como a tus pies una pequeña luz va creciendo más y más hasta que pronto la luz te envuelve y entonces...
La claridad te ciega pero tus ojos se acostumbran pronto antes de tocar el fondo de lo que parece es una enorme caja con una pared de cristal a través del cual se puede ver a seres monstruosos repletos de asquerosos bultos que, con caras de lo más extrañas, intentan mover algo aunque todavía no sé muy bien qué. De pronto, notas que alguien o algo toma control sobre tu cuerpo. Empiezas a girar sin sentido y a desplazarte hacia los lados de la extraña caja por la que continúas despeñándote. Cuando paras de girar, el descenso se hace más veloz y terminas el viaje sobre varios compañeros. Si hay suerte y encajas bien te teletransportas de nuevo al sitio donde te encontrabas antes de acudir a la llamada de la sirena; pero las cosas se ponen feas cuando no consigues acoplarte bien; decenas de titros caen sobre ti y si tienes la desgracia de que un par de cuadrados se te coloquen justo encima tendrás suerte de no ser literalmente planchado por su peso.
Bueno, os dejo, en la última caída me desplomé sobre una T no tan invertida y nos lo pasamos tan bien que me ha invitado a cenar. Ya os contaré.
Mi ciudad es Cubilandia, en guerra permanente contra las bolas azules de Marble Madness que no hacen más que restregarnos por la cara a los cubiles su oronda perfección. Ya les gustaría tener unos ángulos como los míos, porque yo soy esa figura del Tetris con forma de escalón. Soy la más odiada del juego, pero no es culpa mía que vuestra distribución espacial sea comparable a la de una marsopa borracha, no sé para qué queréis una dimensión más si ni siquiera sois capaces de dominar las 2D. Se que preferís a la estirada de la barra, al compacto cuadrado e incluso a ese salido de Trix (ya sabéis a quién me refiero).
Soy hija de un cuadrado y de un miembro de la nobleza, una C invertida de las que salen en los niveles más avanzados. Al principio mis abuelos no aceptaron el idilio, pero en cuanto vieron lo bien que encajaban sus vástagos, no les quedó otra más que ceder a sus deseos.Mi vida por regla general no es muy emocionante. Corren tiempos de crisis en Cubilandia, hace años que la actividad industrial está bajo mínimos, no como esos suertudos del país de las setas, ahí los tienes más de 20 años haciendo lo mismo y continúan teniendo éxito, claro que para hacer honor a la verdad, ellos hacen las cosas muy bien y han sabido readaptar su industria a las necesidades del consumidor.
Suelo pasar el día en la escuela secundaria para jóvenes paralelogramos, un sitio bastante aburrido, sobre todo las clases de Geometría y Educación Física principalmente. En mi tiempo libre me gusta flirtear con los chicos, engatusarlos y luego, cuando he satisfecho mis necesidades, darles la patada y buscarme a otro; qué se le va a hacer, soy un poco pendón.
Si algo bueno tiene vivir en este pueblucho, es que de vez en cuando suena una sirena anunciando la Gran Caída. En ese momento todas las piezas que no trabajan para el estado deben acudir de inmediato a un enorme agujero situado en pleno centro de la ciudad. Nos colocamos en fila por orden de llegada y un agente de las fuerzas del orden nos indica cuándo debemos tirarnos por él. Lo mejor de todo es cuando caes por la negra abertura. La primera vez el miedo te atenaza puesto que a dónde lleva el agujero es un misterio para los novatos. Tras varios segundos ves como a tus pies una pequeña luz va creciendo más y más hasta que pronto la luz te envuelve y entonces...
La claridad te ciega pero tus ojos se acostumbran pronto antes de tocar el fondo de lo que parece es una enorme caja con una pared de cristal a través del cual se puede ver a seres monstruosos repletos de asquerosos bultos que, con caras de lo más extrañas, intentan mover algo aunque todavía no sé muy bien qué. De pronto, notas que alguien o algo toma control sobre tu cuerpo. Empiezas a girar sin sentido y a desplazarte hacia los lados de la extraña caja por la que continúas despeñándote. Cuando paras de girar, el descenso se hace más veloz y terminas el viaje sobre varios compañeros. Si hay suerte y encajas bien te teletransportas de nuevo al sitio donde te encontrabas antes de acudir a la llamada de la sirena; pero las cosas se ponen feas cuando no consigues acoplarte bien; decenas de titros caen sobre ti y si tienes la desgracia de que un par de cuadrados se te coloquen justo encima tendrás suerte de no ser literalmente planchado por su peso.
Bueno, os dejo, en la última caída me desplomé sobre una T no tan invertida y nos lo pasamos tan bien que me ha invitado a cenar. Ya os contaré.