jueves, 13 de junio de 2013

Maratón man

Agustín es un anciano que pasa las mañanas tomando el fresco en un rincón del paseo marítimo, a salvo del implacable sol bajo la sombra que le proporciona una frondosa palmera que, cuenta, plantó de niño cuando todo aquello era campo. Pero no es eso lo único que cuenta a quienes se acercan a la cubierta natural del árbol. Una vez ha terminado con la historia de cómo el desarrollo urbanístico salvaje que marcó con una lengua de cemento y baldosas el camino paralelo a la costa, respetó a su palmera, comienza a hablar en voz baja y mientras mira de un lado a otro con los ojos entornados se sienta en el filo de la silla de playa, como si esperara tener que salir huyendo en cualquier momento, captando el interes del turista despistado, al que hace complice de su historia.

Es la historia de un hombre que brilló con la fuerza de mil soles el tiempo que tarda una cerilla en consumirse. Nadie sabe de dónde venía, comienza Agustín. Cuando apareció por primera vez pensé que era un turista más. Llevo años aquí y he visto de todo: ingleses rojos, finlandeses en monociclo, hippies barbudos, pero nada como él: pantalones negros cortos a juego con sus gafas de sol, esa era la única vestimenta de aquel misterioso hombre calvo,que habia ofrecido en holocausto a la aerodinamica, hasta el último pelo de su cuerpo.

Pronto hizo del paseo maritimo sus dominios, los cuales recorria de un extremo a otro con paso ligero pero constante. Aunque no era esto lo que llamaba la atencion de los viandantes, al fin y al cabo, corredores semidesnudos los hay y los habra siempre. Miren, por ahí pasa uno precisamente, señala el viejo. Y efectivamente, invariablemente siempre que alarga su mano esta apunta a un corredor o corredora con poca ropa. La caracteristica que dejaba boquiabierto a todo aquel con el que se cruzaba, prosigue, es que cuando corría, no lo hacia con la compañia de un pequeño reproductor de mp3 con el que infundirse ánimos o evadirse del mundanal ruido, sino que daba una zancada tras otra con todo un señor iPad en las manos, de tal manera que sus gráciles movimientos se tornaban en ridículos, causando hilaridad en quienes le veian, una vez superado el estupor inicial. Pero pasaron varios dias y el "Calvo de la tontería" como le apodaron,  seguia acudiendo fiel a su cita con el ejercicio. Los habituales comenzaron a preguntarse entonces quien era ese hombre, sus motivaciones y qué es lo que llevaba puesto en el iPad para mantener su mirada sobre él mientras corría.

Uno de los camareros del chiringuito de aquí al lado intentó averiguarlo. Se puso a correr a su lado durante un buen trecho, pero el sol no le dejaba ver bien la pantalla. Se acercó entonces más de lo que aconsejan las leyes del running, pero el misterioso corredor no se inmutó, aceleró el ritmo y pronto dejo atrás al exhausto camarero, que se dijo entre jadeos inmisericordes, que debería dejar de fumar tanto.

El desconocimiento llevó a la frustración y con esta, las ganas de acabar con él. Intentaron despistarlo de todos los modos posibles para que tuviera un traspiés y cayera de bruces al suelo. Le insultaban, se interponian en su camino, las chicas le enseñaban los pechos con total descaro y posterior descontento, pues tras las inescrutables gafas de sol, nada se movia. Bien podría decirse que en lugar de ojos tuviera dos cuencas desprovistas de vida. Nadie lo supo jamás.

Pasaron las semanas y un día simplemente desapareció. Unos dicen que volvió a su casa tras finalizar sus vacaciones, que era un anuncio de Apple con fecha de caducidad, otros que el diablo en persona vino en su busca para que le acompañe en sus carreras por el infierno. Nadie sabe la verdad y posiblemente nunca la descubramos.

Y así termina la historia. ¿Ya está? preguntan invariablemente todos los turistas, que se van decepcionados y descontentos por haber perdido el tiempo. Lo que no saben es que mientras estaban absortos con la narración, el calvo de la tontería, ya no tan calvo, ha pasado junto a ellos y les ha robado la cartera, cuyo botín compartirá con Agustín.


* Toda la gente de la sección "La gente de Moriarty" existe o existió. El llamado "Calvo de la tontería" fue un runner que sembró de risas el paseo marítimo de mi pueblo el verano de 2012. A poco para el inicio de un nuevo estío, se hacen apuestas sobre si volverá.

6 comentarios:

  1. Jajaja. Lo que me deja muerta es que este hombre existiera en serio... Curiosa técnica para robar. Pero efectiva, por lo que se ve. Un besote.

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  2. Si este año vuelve, prometo hacerle foto para disfrute de todos :) Aún así, no ha sido capaz de superar al chaval que me encontré en Bilbao escuchando música con un portátil al hombro!! Además Mago de Oz...
    Besos!!

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  3. ¡TRE-MEN-DO!
    Vaya par de espabilaos.
    Avisa si vuelve, que me paso por tu pueblo na más pa verlo XD

    Un beso!

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  4. Desde luego los maleantes no dudan en idear cualquier método para desplumar a los incautos guiris. Los pobres caen como moscas... No dudes que te avisaré si lo vuelvo a ver ;)
    Besos!

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  5. "la gente de Moriarty", jajaja, ¿Que opina Lisa Simpson de esta subsección?. Yo doy al botón de "me gusta".
    Lo de escuchar Mago de Oz, ya sea en portatil como en music-cassette da más cancer de garganta (Y tímpano) que "libar" la entrepierna de Fátima Bañez!!! Creo que está desmostrado empíricamente.

    Un fuerte abrazo!

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  6. Jajajaj pues creo que no le hace mucha gracia, pero aprenderá a querer la sección :)
    Creo que pocas veces me ha costado tanto aguantar la risa como cuando vi venir de frente al chaval aquel con el portatil como si fuera un radiocasette y "Fiesta Pagana" a todo volumen. Jajaja la imagen de alguien "libando" la entrepierna de la Bañez va directa a mi galería de escenas de terror!!!
    Un abrazo enorme!

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