El humo producido por la quema a conciencia de gasolina flotaba en el ambiente intentando hacerse un hueco en los conductos nasales de un grupo de chavales, junto con su familiar, el humo de tabaco, y el algo más embriagador pero igual de relajante aroma del alcohol, que custodiaba Er_shoco_huervano_19, junto a un banco de la carretera a Cádiz, abandonada algunos años atrás por una autovía de nueva adjudicación.
Como cada sábado por la noche, Er_shoco y sus "shurmanos" se reunían en aquel rincón de la capital andaluza para disfrutar del calimotxo, el guisky y la carreras de "amotos", en los que competían unos contra otros por un poco de amor con la Yessi en el asiento trasero de un Seat abandonado en la cuneta, donde en esos momentos se recitaban las ancestrales reglas, una vez más, para la última carrera de la velada.
Er_Shuli_18 y Er_Shavo_188 (Alguien había cogido ya el nombre de Er_Shavo_18 en el Badoo y Er_Shavo_188 había clamado venganza por ello) miraban fijamente a la espesa negrura que se abría ante ellos mientras la Yessi, juez y premio del evento les conminaba a realizar una carrera limpia y con el mayor número posible de acrobacias, con las que sumar puntos.
Con las manos crispadas sobre los puños, abrieron gas sin soltar el freno. Las motos rugieron, el público rugió, a la Vane_loka_17 le dio un vahído pero no le dio la importancia que debería hasta nueve meses más tarde, y con el destello de un mechero volando hacia el amanecer, se inició la carrera.
Sin embargo, no fue como Er_Shuli_18 se esperaba. No bien aceleró hasta conseguir unos aceptables 80 km/h con su keeway trucada, intentó hacer su especialidad, la marca de su casa: el caballito del rodeo. Levantar la rueda delantera de la moto era fácil. No estaba hecho un fanegas pero el peso de sus sellos de oro de 24 kilates le ayudaba a desplazar el eje de masa del conjunto, o como él decía: se echaba para atrás mucho. Lo difícil venía a continuación, en la maniobra para ponerse de pie sobre el sillín. Así le verían todos, hasta She_pirulo_ennortao, que siempre andaba ciego por las drogas.
Nunca sabría qué hizo mal. ¿Resbaló al pisar la superficie de piel del sillín? ¿Se soltó demasiado pronto del manillar? El caso es que un instante estaba volando sobre la pista de asfalto, y al siguiente, la oscuridad lo rodeó y lo puso a dormir.
Lo primero que le sorprendió al despertar fue la luz. Demasiada luz. Una luz tan intensa como no recordaba desde hacía mucho.
- Killo, apagad los focos ya, que estoy bien.- rugió mientras se frotaba los ojos para acostumbrarse a la claridad. Pero una vez se hubo hecho a ella, se dio cuenta de que estaba solo. Y no solo eso, además estaba en un claro en mitad de un bosque. No uno de esos que se pueden encontrar a las afueras de su barriada, con cuatro árboles mal contados y un puñado de matojos donde un valiente conejo puede esconderse mientras huye de los depredadores. No, allí había árboles como para hacer un millón de muebles del Ikea.
- O más... - se corrigió.
Echó a caminar sin ninguna meta fija, pensando que en algún momento aparecerían sus colegas, que de seguro le habían gastado aquella broma, porque eran muy cachondos todos; pero por mucho que gritaba sus nombres, nadie aparecía. Terminó por encontrar por casualidad un camino de tierra que parecía dividir el bosque en dos.
Durante lo que le parecieron siglos, continuó caminando siguiendo aquella senda. El sol intentaba con saña aplastar su voluntad y la acuciante sed le había dejado la lengua hinchada y pastosa. Con todo, peor lo había pasado más de una vez en los after del polígono, cuando cortaban el agua de los lavabos para que los clientes se fueran marchando, momento que coincidía cuando se quedaba sin dinero para comprar una botella.
Escuchó un extraño ruido a lo lejos. Le resultaba familiar pero no supo clasificarlo hasta que lo tuvo a pocos metros.
- ¡Killo, un caballo! - exclamó sorprendido, pues abril quedaba ya lejos.
Sobre el jamelgo se alzaba un imponente caballero, embutido en una reluciente armadura.
- A eso le falta un bañito en oro para que sea to reshulón - apuntó Er_Shuli - Shhh, te iba a comentar. ¿No tendrás un cigarrito por ahí?
El comentario debió parecerle gracioso al caballero, que alzó la visera de su yelmo mientras estallaba en carcajadas.
- Por San Jorge, que a buen seguro estáis en lo cierto joven pordiosero. Decidme, ¿a quién tiene el honor Sir Walleston de haberse encontrado en su camino?
Er_Shuli se quedó pensativo un instante. Algo en su interior le decía que aquellas palabras eran familiares, pero su cerebro trabajaba a marchas forzadas intentando encontrarles sentido, sin ningún éxito.
- No she qué dice, loko.
Sir Walleston, conocido en todo el reino por el sobrenombre de El sabio, si que parecía entender la ignorancia de su interlocutor, por lo que trató de simplificar su cuestión.
- ¿Vuestro nombre? - preguntó lentamente.
- Ah bueno, pues normalmente, vamos She_peluo_16, La_coki_69 y yo, Er_Shuli_18.
El caballero volvió a reír.
- Sois muy gracioso... Er_chumi
Las extremedidades de Er_Shuli se crisparon al tiempo que alzaba la cabeza en desafío.
- Killo, vamos a llevarnos bien. Er_shuli... SH-U-L-I, de Shumi nada. ¿De qué me has visto cara tú eh?
Sir Walleston lo miró de arriba a abajo y tras ese breve examen, se abstuvo de responder de qué le veía cara. Le producía curiosidad aquel hombrecillo vestido con ropajes de una tela extraña tintada con colores chillones, como los que se podían encontrar en los escudos de determinados linajes de la nobleza normanda. Y además iba cubierto de oro... Se lo llevaría con él para enseñárselo a su prometida Lady Wendy.
Con buenas palabras se disculpó por su torpeza con un lenguaje que no por similar era sencillo de pronunciar. Er_Shuli aceptó las disculpas a condición de que le diera un cigarrito, aunque por desgracia le quedó claro que el extraño a caballo al que le hablaba no tenía ni idea de qué era tal cosa.
Decidió aceptar su propuesta de montar con él y compartir su camino, pues sus zapatillas Nike estaban empezando a cubrirse de una costra espesa de barro y no quería que se le rompieran. Además tampoco tenía claro dónde ir.
El animal partió al galope a una velocidad muy superior a la que desarrollaba su ciclomotor. Er_Shuli se preguntó si sería verdad la publicidad del fabricante. Si el motor de su keeway tenía 5 caballos dentro, ¿cómo cohones iba tan lento comparado con aquel caballo que convertía en un paraje borroso la arboleda por la que estaban rodeados?
Durante el camino Sir Walleston intentó interrogarle sobre su procedencia, pero apenas escuchaba nada por el ruido del viento así que finalmente desistió de hallar pronta respuesta y esperó a llegar hasta el prado de Longfellow, donde terminaba el bosque, que apareció ante sus ojos cubierto por un mar de bellas tiendas ricamente engalonadas con ribetes de plata y oro, conformando una pequeña ciudad móvil, que a esas horas de la tarde bullía de actividad. En el horizonte, se alzaba un formidable castillo de altos y gruesos torreones.
Er_Shuli se quedó atónito ante lo que vio. Jamás había visto tantos caballos juntos.
- Qué de caballos hay aquí - apuntó mientras trotaban al paso por entre las tiendas. - ¿Estáis en feria o qué?
- En efecto, se celebra el torneo anual que celebra nuestro rey para tener a sus súbditos contentos y que no cuestionen sus tiránicos métodos de gobierno. - le explicó el caballero.
- Ah, ¿y ande se perrea aquí?
Sir Walleston se giró mirándole perplejo. Obviamente no tenía ni idea de qué le hablaban.
- ¿Perrear?
- Si hombre, bailar, restregarse un poco, esas cosas, ya tú sabes...
El caballero pareció horrorizado ante su respuesta.
- ¿En vuestra tierra bailáis con perras?
- Bueno, la Yesika_17O se enfada si la llamo perra, pero después de un meneo se le pasa.
Sir Walleston no dijo nada y continuó camino de su tienda, dudando ahora si sería una buena idea mostrárselo a su amada. Llegaron al cauce de un riachuelo donde las lavanderas se afanaban por tener limpias las ropas de sus señores antes de la cena que organizaría el rey por la noche, tras la entrega de premios del torneo. Aquella reunión no pasó desapercibida para Er_Shuli.
- Loko, esto está lleno de monjas. ¿Dónde están las mujeres aquí?
Y entonces la vio. Paseando a unos metros de ellos, la mujer más hermosa que jamás habían contemplado sus pequeños ojos, de tez pálida, talle ajustado, sonrisa deslumbrante y un par de melones que luchaban por no asfixiarse bajo el empuje del corsé.
- Sha rubia reshulona. Te metía de todo menos miedo. ¡Macarrona! - le dijo dejándose llevar por sus instintos. El prado entero enmudeció y millones de miradas se clavaron en él.
- Estúpido inconsciente. ¡Está prohibido hablarle a Ginebra, la mujer del rey! - le susurró Sir Walleston con la comisura de los labios mientras no dejaba de mirar al frente. Concretamente al pelotón de soldados que se dirigía corriendo hacia ellos.
- Es la primera vez que le veo. Debe haber saltado a mi caballo sin que me diera cuenta - se excusó Sir Walleston, al que por algo llamaban "El Sabio".
Los soldados del Rey prendieron a Er_Shuli que de pronto se vio transportado en volandas entre un mar de personas que le tiraban toda clase de hortalizas y le dedicaban las palabras más extrañas que jamás había escuchado, como impío o zurraliebres, mientras le llevaban al interior del castillo.
Pronto se vio en una amplia sala iluminada por antorchas que pendían de las paredes de piedra. No estaba solo, a su alrededor charlaban sin dejar de mirarle grupitos de gente con ropas que parecían hechas con sacos. Delante suya se encontraba el trono y sentado en él, el Rey.
- Soy el Rey Arturo - le dijo.
- Ah, pues muy bien. - un murmullo de sorpresa recorrió la estancia.
- ¿Cómo? ¿No me conocéis?
- La primera vez que escucho tu nombre loko.
Arturo se mesó su barba. Era la primera vez que le pasaba algo así. Había algo extraño en aquel ser que parecía una versión degenerada del ser humano. ¿Acaso no sería de este mundo?
- ¿De dónde eres?
Er_Shuli se señaló con orgullo el escudo que llevaba en el pecho. El rey se lo quedó mirando sin comprender muy bien hasta que no le quedó otra que responderle.
- De Shevilla primo.
- No conozco ese reino. Dime, ¿eres el rey de tu tribu? - le preguntó señalando a su pelo.
- Yo me considero asin. - dijo con orgullo.- Y al que diga lo contrario le meto dos guayas.
- Por eso la extraña corona que llevas en tu cabeza...
- Esto es la moda killo.
- ¿Qué es... moda?.
- Moda es...- intentó encontrar una definición clara, y quizás lo hubiera hecho si supiera lo que significaba definición y clara, pero no - Que todo el que quiere ser reshulon lo lleva - respondió finalmente.
- ¿Y hay muchos... rechulones en tu tribu?
- Tela killo. Y todos nos juntamos en la plaza por las tardes para hablar, intercambiarnos novias y beber litronas.
- Curiosa tribu la tuya en la que todos son reyes, y por tanto iguales... - meditó Arturo, en cuya cabeza se iba conformando cierta idea que ya le llevaba tiempo rondando.
- Con eso que llevas en la cabeza te podrías hacer unos sellos to wapos.- señaló Er_Shuli que medía sus fuerzas con el rey en cuestión de oros.
En ese momento entró un hombre de una altura formidable cubierto por una túnica estrafalaria y una barba de longitud no menos sorprendente tocado con un gorro en forma de cucurucho a juego con la túnica.
- Ah, aquí estáis mi buen Merlín.- le saludó Arturo.
- Como el Leroy - apuntó Er_Shuli.
- ¿Cómo? Soy el consejero científico de su majestad - le informó.
- Killo, debajo desa falda llevas los martillos ¿o qué?
Merlín estaba ciertamente turbado.
- Alteza, creo que este joven se burla de mi.
El Rey Arturo asintió y alzó la mano para que todos los asistentes la vieran.
- Yo también lo creo. Así pues, como no quiero perder más tiempo contigo, te condeno a morir en la hoguera. - sentencia esta que fue recibida entre aplausos.
- ¡Eso no se puede hacer loko! - replicó ofendido Er_Shuli, que intentó avanzar hacia el trono, siendo rápidamente detenido por un par de guardias.
- ¿Cómo que no? Dame una razón por la que no tendría que matarte
- Por que esta mal ¿no? que yo no soy un pijo de esos, ni bético, vamos loko.
- Si se me permite - interrumpió Merlín - recomiendo hacerlo mañana al mediodía, momento en el cual el cielo se oscurecerá por un eclipse. Eso nos traerá buena suerte.
- No me vaciles viejales. ¿Me estás diciendo que sabes que mañana se va a poner negro por el día? Tú que eres, ¿un mago o qué? - le espetó mientras forcejeaba con los hombres que le tenían agarrado.
Merlín se quedó mirando pensativo. Un mago... murmuró.
De nada sirvieron las súplicas del joven que, como establecía la ley, fue llevado al mismo centro del prado, a un poste sobre una pila de maderos, donde fue atado. Cuando llegó el mediodía y el cielo se oscureció, todo lo que pudo decir Er_Shuli fue:
- Pos tenía razón el viejales.
Al final, bajo un montón de cenizas, solo quedaron sus oros.
jueves, 22 de agosto de 2013
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Jajajaja. T´a kedao tó wapo el post, pReMoHhHh.
ResponderEliminarBesotes!!
Jajaja sha Alter reshulonaaaaaaaa!!! :)
ResponderEliminarBesos guapa!