lunes, 5 de enero de 2015

La propuesta

La nieve azotaba con fuerza los muros metálicos de la estación científica Polar III. Era víspera de Nochebuena y Alnajar, el ingeniero mecánico daba vueltas en su habitación, dubitativo. Las normas de la base establecían que estaba prohibida toda expresión religiosa en público. Hasta entonces no le había supuesto nada ocultar el collar del que pendía un pequeño crucifijo, pero la Navidad estaba cerca y era una fecha demasiado especial para él. No podía pasarla por alto. No lo pensó más y se dirigió a ver al supervisor para trasladarle su propuesta.

Solo serían un par de luces y algunos objetos decorativos en la sala común, arguyó, y un menú especial para la cena de Nochebuena, que cocinaré yo mismo. El supervisor pareció pensarlo un par de segundos pero al final se negó. Cabizbajo, Alnajar se dirigió a la zona común donde Goldie y Rymh jugaban una partida de ajedrez. Estos detuvieron el juego en cuanto vieron aparecer a su compañero, que les explicó lo que había sucedido. Los científicos se mostraron comprensivos con él. Puede que no compartieran sus creencias pero, tras varios meses alejados de sus seres queridos, comprendían la importancia de cualquier acto que les acercara a ellos.

Decidieron que al día siguiente irían los tres a ver al supervisor, pero este no atendió a razones y volvió a rechazarlos. Esta vez la negativa no desanimó al mecánico, que pese a todo decidió realizar su pequeña celebración. Si ello le causaba algún perjuicio estaba dispuesto a aceptarlo con gusto.
Con ayuda de los dos científicos y de Alliban, el médico, decoraron el taller de reparaciones. No era muy acogedor pero era la única estancia a la que no llegaban los tentáculos del supervisor. Pero se equivocaban, pues a través de las cámaras instaladas sin conocimiento del personal, este lo vio todo.

Se había roto el protocolo 25d0, al igual que en las dos anteriores misiones que habían terminado en desastre para la compañía. Tenía que evitar un nuevo fracaso. Activó los circuitos de sobrecarga del almacén de combustible de los vehículos. En cinco minutos, coincidiendo con la medianoche, alcanzaría la temperatura crítica necesaria para volar por los aires la estructura y con ella, a los humanos que se apiñaban en la sala de al lado. A continuación, el supervisor continuó con sus rutinas de mantenimiento. Los miembros de la base terminaban de cenar, ajenos a la desgracia que iba a caer sobre ellos.

A las 23:50 del 24 de diciembre, un púlsar entró en la atmósfera terrestre explotando al instante. La energía electromagnética liberada destruyó los circuitos eléctricos de todo el hemisferio norte. La estación científica quedó a oscuras. El supervisor nunca conocería el destino del personal.

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