martes, 22 de mayo de 2007

Como un trébol de cuatro hojas

Los rayos de sol se filtraban por las rendijas de la persiana. Tras un mes de lluvias, al fin el cielo se daba un respiro. Para Juan, a quien el mal tiempo ponía de peor humor, era la mejor forma de comenzar la mañana.

Desayunaba, cuando el teléfono comenzó a sonar. Era su novia. Lo de ser padres había quedado solo en un susto. Gracias a Dios, pensó mientras degustaba una tostada. Parecía incluso más sabrosa que un minuto antes.

En el rellano, se cruzó con su casero, quien le anunció que ese año no habría subida del alquiler.

Supurando alegría por cada poro de su piel, salió a la calle. En la parada del autobús, encontró una moneda de dos euros, con la que pagó el billete. Se bajó en su parada y se acercó a un grupo de gente que esperaba, aburrida, junto a un banco resguardado del implacable sol por la copa de un frondoso abedul.

- ¿Quién es el último? – preguntó.

Le respondió un viejo amigo al que no veía desde hacia varios años. Hoy va a ser un gran día, pensó.

Le quedaban cinco horas de espera en la cola del paro.

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