El calor del público me animó. Aquellos iban a ser mis últimos aplausos; el adiós a una carrera plagada de éxitos, que me había reportado el cariño de millones de televidentes de toda España. No me apenó demasiado. Había alcanzado la cima de mi profesión. Fui mejor mascota que Ruperta y la bota esa; aunque la gente nunca tuvo claro qué era yo; quizá por eso gustaba tanto.
Nadie se reconocía en una calabaza, pero mi ambiguedad y mis formas poco definidas, alimentaban la imaginación del populacho. Unos decían que era una pera radiactiva, otros que un extraterrestre; hubo uno incluso, y esto me dolió, que afirmó que yo era un muñeco surrealista.
Uno debe saber cuando retirarse. No quería terminar como mi hermano: "el Chollo verde". Acudió a una convención de fans del "Un, dos, tres" y acabó devorado por un orondo asistente. A él si que le confundieron con una pera.
Le comenté a Chicho mi intención de jubilarme y pasar el resto de mis días viajando por el mundo, disfrutando de la buena vida. Si tan solo hubiera tenido en cuenta la sardónica sonrisa que se dibujó en su cara, me hubiera echado atrás.
Cuando Ruperta abandonó el programa, había corrido el rumor de que no estaba en su casita de Benidorm, sino que había sido secuestrada en mitad de la noche y trasladada a una siniestra isla en mitad del Atlántico.
Yo no creía nada de aquello, hasta que vinieron a por mí. Tres días después de mi último programa, fui sedado mientras dormía. Cuando desperté, me encontraba en una soleada playa rodeada por un grupo de mascotas que me eran familiares: el vampiro de Montreal, Naranjito, Fido Dido... incluso mi hermano estaba allí. Quedaba claro que su surrealista muerte había sido una mascarada para encubrir la verdad.
En la isla poco había que hacer. Los días pasaban lentamente. De vez en cuando llegaba uno nuevo, con noticias del exterior que nos animaban un poco. La isla se fue llenando con los Cobi, Curro y compañía. Durante un tiempo nos mantuvo ocupados el insecto de Atlanta (de nombre impronunciable) que cada mañana, gritaba a los cuatro vientos que su gobierno no permitiría su cautiverio en aquel lugar. Pero ni siquiera él estaría muy convencido, porque acto seguido, se lanzaba al mar, para escapar nadando pese a que no sabia, por lo que teníamos que correr tras él a fin de que no se ahogara.
La situación angustiosa del americano, avivó mi determinación por salir de allí. Para ello necesitaba a un experto en fugas, y nadie mejor que el osito Misha, que defectó de la Unión Soviética a principios de los 80.
- Fui engañado por el capitalismo, camarada Chollo - me comentó una vez - Un espía americano contactó conmigo en el zoo donde me había retirado. Me prometió dinero y mujeres si huía con él al otro lado del telón de acero y le daba información sobre las redes de espionaje que habíamos incrustado en los equipos olímpicos de los anteriores juegos. Por supuesto que acepté. Una vez allí, cuando dejé de serles útil, me abandonaron aquí. Brezhnev, Andropov... esos eran hombres de palabras; pero vuestros lideres políticos.... puuaajjjj.
Mañana nos embarcaremos en una balsa que hemos construido en secreto. Si todo sale bien, el mundo pronto volverá a saber de El Chollo!!!!!
Nadie se reconocía en una calabaza, pero mi ambiguedad y mis formas poco definidas, alimentaban la imaginación del populacho. Unos decían que era una pera radiactiva, otros que un extraterrestre; hubo uno incluso, y esto me dolió, que afirmó que yo era un muñeco surrealista.
Uno debe saber cuando retirarse. No quería terminar como mi hermano: "el Chollo verde". Acudió a una convención de fans del "Un, dos, tres" y acabó devorado por un orondo asistente. A él si que le confundieron con una pera.
Le comenté a Chicho mi intención de jubilarme y pasar el resto de mis días viajando por el mundo, disfrutando de la buena vida. Si tan solo hubiera tenido en cuenta la sardónica sonrisa que se dibujó en su cara, me hubiera echado atrás.
Cuando Ruperta abandonó el programa, había corrido el rumor de que no estaba en su casita de Benidorm, sino que había sido secuestrada en mitad de la noche y trasladada a una siniestra isla en mitad del Atlántico.
Yo no creía nada de aquello, hasta que vinieron a por mí. Tres días después de mi último programa, fui sedado mientras dormía. Cuando desperté, me encontraba en una soleada playa rodeada por un grupo de mascotas que me eran familiares: el vampiro de Montreal, Naranjito, Fido Dido... incluso mi hermano estaba allí. Quedaba claro que su surrealista muerte había sido una mascarada para encubrir la verdad.
En la isla poco había que hacer. Los días pasaban lentamente. De vez en cuando llegaba uno nuevo, con noticias del exterior que nos animaban un poco. La isla se fue llenando con los Cobi, Curro y compañía. Durante un tiempo nos mantuvo ocupados el insecto de Atlanta (de nombre impronunciable) que cada mañana, gritaba a los cuatro vientos que su gobierno no permitiría su cautiverio en aquel lugar. Pero ni siquiera él estaría muy convencido, porque acto seguido, se lanzaba al mar, para escapar nadando pese a que no sabia, por lo que teníamos que correr tras él a fin de que no se ahogara.
La situación angustiosa del americano, avivó mi determinación por salir de allí. Para ello necesitaba a un experto en fugas, y nadie mejor que el osito Misha, que defectó de la Unión Soviética a principios de los 80.
- Fui engañado por el capitalismo, camarada Chollo - me comentó una vez - Un espía americano contactó conmigo en el zoo donde me había retirado. Me prometió dinero y mujeres si huía con él al otro lado del telón de acero y le daba información sobre las redes de espionaje que habíamos incrustado en los equipos olímpicos de los anteriores juegos. Por supuesto que acepté. Una vez allí, cuando dejé de serles útil, me abandonaron aquí. Brezhnev, Andropov... esos eran hombres de palabras; pero vuestros lideres políticos.... puuaajjjj.
Mañana nos embarcaremos en una balsa que hemos construido en secreto. Si todo sale bien, el mundo pronto volverá a saber de El Chollo!!!!!