jueves, 14 de junio de 2007

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Muerte en Sepultura

Una gota de sudor descendió por su mejilla produciéndole un molesto picor, pero no movió ni un músculo. Si quería salir con vida de aquello, no podía cometer el más mínimo error. La gota descendió por su mandíbula y quedó colgando de su barbilla durante un par de segundos, hasta que finalmente cayó.

Antes de que tocara el suelo, desenfundó su revolver, pero su contrincante fue más rápido, y cuando él aun trataba de encañonarlo, una bala con su nombre rasgaba el aire camino de su corazón.

No sintió dolor alguno, sólo el poderoso impacto que le empujó hacia atrás, cayendo de espaldas fulminado sobre el polvoriento suelo de aquel cochambroso pueblo.

Apenas un par de días antes cabalgaba tranquilamente por los verdes pastos de Texas. Tras acabar la guerra civil, había sido liberado de un campo de prisioneros donde había sido recluido tras ser capturado junto a su sección, en la batalla de Chatanooga. Uno de sus compañeros de barracón le había hablado de las oportunidades que ofrecía la "nueva" tierra. Había comprado un caballo y un revolver y había marchado hacia el oeste, la eterna frontera. En los límites del país, buscaba olvidar los horrores de la lucha y del cautiverio

Todo se torció cuando se detuvo a beber en uno de los meandros del Río Grande. Llenaba su cantimplora en la orilla sobre el exague cauce, cuando le pareció ver cómo algo chapoteaba a a pocos metros delante de él. No le dio importancia pero acto seguido volvió a ocurrir, esta vez más cerca. La siguiente bala rozó su cadera. ¡Le estaban disparando!

Se incorporó de un salto y corrió hacia un abedul podrido desde el que podría divisar la posición de su atacante. Por desgracia tenia el sol de cara. Aún así pudo distinguir la negra silueta del pistolero recortada sobre una colina a 500 metros de él.

En situación de desventaja le disparó un par de veces para cubrirse. Montó a su caballo y huyó como alma que lleva el diablo lejos de allí.

La noche cayó. Estaba seguro de haberse librado del misterioso pistolero, aún así se abstuvo de encender un fuego que delatara su posición. Se preguntó quien seria. ¿Quizás el receloso dueño de las tierras? ¿o puede que algo más? La guerra es un buen sitio donde hacer enemigos, sobre todo si son del bando contrario...

El inconfundible sonido de los cascos de un caballo le sacó de sus cavilaciones. Su cuerpo se puso en tensión. Se agazapó tras un arbusto con el revolver en la mano y esperó. A medida que el caballo se acercaba, un temor irracional se apoderaba de él. Cuando pudo distinguir al cuadrúpedo, se quedó helado, nadie lo montaba.

- Llegó tu hora Cox.

La voz que escuchó a su espalda, parecía venir de ultratumba. Podía sentir la heladez de sus palabras a través de la boca del cañón que presionaba su nuca.

El pánico se apoderó de él, se revolvió como una serpiente y logró arrancar el arma de las sorprendidas manos del pistolero, pero no pensó en otra cosa más que en escapar de allí. Cabalgó toda la noche sin descanso hasta que al amanecer llegó a un pequeño pueblo al borde del desierto de Sonora. Un escalofrío recorrió su espalda cuando leyó el nombre del pueblo: Sepultura.

Por primera vez miró hacia atrás. No parecía que le hubieran seguido. Entró en el saloon dispuesto a relajarse, y lo consiguió con una botella de ron que le hizo soltar la lengua. Pronto tuvo un corrillo de vaqueros escuchando su aventura nocturna.

Cuando las puertas del local se abrieron, el silencio se apoderó de la sala. Un hombre alto, vestido por entero de negro y con una mirada desprovista de vida, escudriñaba el lugar. Cuando se fijó en él, supo que el momento de huir había terminado.

Permaneció lo más sereno que le fue posible mientras el recién llegado se abría paso entre las mesas hacia donde se encontraba. De cerca no podía intuir emoción alguna en su rostro de piedra.
- Puesto que no puedo matarte aquí, te reto a un duelo. Nos veremos en quince minutos ahí fuera.

Se dio la vuelta y se fue, pero antes de salir a la calle le advirtió.

- No trates de escapar, no te valdrá de nada.

Y tenia razón. Puede que pudiera darle esquinazo, pero algo le decía que tarde o temprano le encontraría. Se negaba a vivir con el miedo de recibir una bala por la espalda.

Durante el tiempo que duró la espera, se tomó un whiskie tras otro con la esperanza de que el temblor que hacia estremecer su cuerpo, despareciera; y le pareció que así era cuando el reloj del ayuntamiento tocó las doce y salió dispuesto a acabar de una vez por todas con aquello.

A ambos lados de la calle, se apostaban algunos curiosos sedientos de espectáculo. En un extremo se encontraba imperturbable su oponente. Antes de ocupar su puesto, se dirigió a él.

- ¿Qué te he hecho yo para que te tomes tantas molestias en matarme?

Le pareció ver como el rostro del pistolero se contraía, mientras una chispa de vida inflamaba sus ojos, hasta entonces muertos.

- ¿Ya no recuerdas Creek Canyon? ¿La pequeña granja donde vivía con mi mujer y mis cuatro hijos, a los que mataste a sangre fría por unos miserables dolares?

A medida que hablaba, el desprecio y la ira se iban apoderando de su voz.. Pero él ni siquiera los recordaba, seguramente estuviera demasiado borracho ese día e hiciera una locura.

Se colocó frente al pistolero. El sol de mediodía calentaba como si de las mismísimas llamas del infierno se tratara. Los temblores volvieron. Una gota de sudor descendió por su mejilla...

5 comentarios:

  1. Un disparo rozando la cadera a 500 metros? Hecho con un revolver?
    Desde luego, contra alguien asi, su unica oportunidad de sobrevivir era una inhumana resistencia al plomo en el cuerpo

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  2. Ups, fue un error mio al copiarlo al blog, en lugar de bala, tendria que haber puesto proyectil, puesto que en ningun momento digo que le disparen con un revolver junto al rio; tendria que haberlo hecho con un fusil. Gracias :)
    Y a ti tambien Raquel :) Un beso.

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  3. Pues no, ni aún así, a más de cuatrocientos metros no se puede acertar si no es con un fusil moderno tipo dragunov, y no creo que en el oeste tuvieran de esos. También cabe la posibilidad de que el pistolero en cuestión fuese el tatarabuelo del Mel gibson de arma letal claro.

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  4. A ver, cuando digo que el disparo rozó su cadera, la bala no tiene necesariamente por que hacerle una marca en el cinturón. Además, el "asesino" falló en los tres tiros. En cualquier caso para terminar con la polemica, decir que el protagonista calculaba mal las distancias :)
    Un saludo!!!

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