sábado, 12 de enero de 2008

El juglar y su canción

A través del continente Otto Coldner sonriente, los pueblos de amor inundó y con meticuloso esmero, su libro de historias llenó. Mas pronto los aldeanos, de historias de amor se cansaron y de un pueblo lo expulsaron con su cuento abucheado y vacio su jubón.

Bajo la sombra de un pino, lejos de pastores asesinos, Otto se repantingó y bebió un trago de vino de un pequeño porrón. ¿Por qué la masa iletrada que poco antes le adoraba, ahora la espalda le daba y negaba su canción?

Repasó su repertorio y pudo dar testimonio que mucho se repetia. Entre tanto buen rollito, incluso él se aburría. Decidió cambiar el paso, de su linea editorial, nada mejor para eso que volver a Karlsbaad. Su tierra natal y querida, repleto cada rincón, de experiencias ya vividas y algún que otro desamor. Allí donde él residió, inspiración encontraria o al menos descansaria de su ajetreada gira.

En el fangoso camino,no lejos de su ciudad, una mujer suplicaba con fulguroso brio, a un pobre hombre que triste, amenazaba arrojarse a un caudaloso rio.

- Vuelve a casa hermano pío, sal de esa maldita ria, no hagas una locura por esa zorra arpia.

- Alejaos querida Helena, pues nada me detendrá. Con este acto de locura, la deshonra quiero matar.

- No lo hagas aún hermano, corro al pueblo en busca de una mano amiga que tu desdicha pueda borrar. Luego la fulana de tu esposa, su crimen tendrá que pagar.

La mujer alejóse al trote, Otto curioso, se ocultó tras un cercano poste, para al hombre escuchar mejor.

- Una señal espero, del Señor del piadoso cielo, para seguir o renunciar. Pues si mi carne es débil, aún más mi voluntad.

Otto el muy cabrito, ávido de nuevas historias, vio su oportunidad, puso su mejor voz de pito y comenzó a declamar:

- Esa mujer no te quiere, en el rio te has de ahogar. ¿Por qué seguir viviendo, si para ella eres uno más?


El hombre desencajado, se metió sin respirar. Asustado braceó, cuando el aliento de sus pulmones se esfumó; demasiado tarde era para la salvacion postrera. Mas quiso la providencia, que en ese justo momento, caballero en su jumento, se acercara al rio a beber. En cuando vió al ahogado, el caballero bravo, al rescate se lanzó.

Pocos minutos después, tras luchar contra las aguas, en la orilla descansaban, seguros de cualquier revés. Curioso el caballero, le pregunto al rescatado, cómo en aguas tan tranquilas, por poco se había ahogado.

- Vereis buen caballero, alguien con malicia en extremo, me dió una puñalada trasera.

- Mil galones a que mujer era.

- Para vosotros pues. Con mi mejor amigo, me engañó una y otra vez. El desanimo me poseyó. Sobre mí se vino el mundo y negro todo lo ví. A este azulado rio decididido yo me fuí, pues a nadar de pequeño, ni de grande yo aprendí. Con el agua en las rodillas, dudé,pedí una señal al cielo, y en forma de voz la tuve. Un querubín alado, dió alas a mi tristeza y tonto de mí lo seguí. Una vez y bajo el agua, cuando la muerte yo ví, la belleza de la vida al fínal yo comprendí. Por tonterias como esa, no vale la pena morir, que mujeres a elegir, por centenares las hay.

Secos y más animados, caballero y rescatado, en el caballo montaron, rumbo al pueblo cercano a celebrar el renacimiento, del animicamente muerto, cornudo desesperado.

Otto los vió alejarse, con su alma algo más negra, habiendo hecho un gran mal. Pero lo importante sus historias eran, lo demás le daba igual.

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