viernes, 11 de abril de 2008

La segunda venida de Cristo (II)

Jesucristo era un ser repleto de espiritualidad y amor, por eso, en mitad de aquel tórrido desierto mesopotámico, se cuidaba de caer en la tentación de maldecir a todo bicho viviente, como hubiera hecho cualquiera que llevara tres días caminando bajo aquel demoledor sol.

Por vigesimotercera vez, tomó en consideración la idea de crear un camello y un oasis donde poder refrescarse, pero recordó de nuevo la charla que había mantenido con si mismo, poco antes de partir. Eso de que "un gran poder conlleva una gran responsabilidad" le había marcado mucho, y le parecía frívolo usar sus habilidades en algo tan insignificante. Ya lo hizo una vez y le salió el pobre ornitorrinco.

De todas formas, el no necesitaba comer, ni beber, y tenia todo el tiempo del mundo para llegar a su destino: Roma, la puta de Babilonia.

- Hay que ver como se las gastaban los evangelistas, y mira que les prohibí decir tacos - pensó para si, al recordar un famoso pasaje de la Biblia - además de incultos, porque Babilonia la pasé hace dos horas y aún me quedan varias semanas para llegar a Italia.

- San Pedro te envía recuerdos.

- ¿Quien ha dicho eso? - preguntó sobresaltado Jesús

- ¿Cómo?

- Oh perdona, es la costumbre. Muestrate Gabriel. ¿Que nuevas me traes?

Un ángel de enormes alas blancas como las de un ganso antediluviano, que esgrimía una espada flameante en la mano, se materializó ante él.

- Saludos Señor. Vuestro fiel servidor está a vuestros pies.

- Veo que traes noticias - señaló Jesús mirando al papiro que portaba bajo el brazo.

- Así es - el arcángel envainó su espada con cuidado, y desenrolló el cilindro-. Recibí esta carta hace tres días, junto con unas extrañas instrucciones. Debía entregártela en este justo momento. Prefieres leerla tu mismo o....

- No por favor, adelante.

Gabriel aclaró su garganta y adoptó un gesto serio, antes de proceder a leer con voz firme y clara.

- Hijo mío, cuando recibas este mensaje, estarás en la Tierra, andando por el desierto camino de Roma y yo... bueno... lo que te iba a decir: no sigas. Tienes una nueva misión. El mundo ha perdido la fe en nosotros. Los hombres son tan crédulos que se creen cualquier cosa, con tal de que se las diga alguien simpático; y bien sabemos que pocos de entre nuestra iglesia podría quedar finalistas en Mister Simpatía. Por ello, cada día que pasa nuestro mensaje se va diluyendo en el devenir del tiempo. Los viejos métodos no funcionan. Los antiguos textos no encandilan a casi nadie. Hay que adaptarse a esta época extraña. Para ello, quiero que reúnas a cinco jóvenes. Serán los nuevos apóstoles-evangelistas que difundirán revelaran nuestra misión para con el ser humano.

- ¿Por qué tan pocos? - preguntó Jesús con el recuerdo de su visita anterior, fresco en la mente.

Pero Gabriel pareció no escucharle y continuó leyendo.

- Son pocos porque a no ser que le dieran patadas a un balón, los hombres no los recordarían a todos. Ellos inscribirán tus historias en las imperecederas páginas de la historia. Con su ayuda, haremos de este mundo algo mejor. Más abajo encontrarás la lista de seleccionados.

El mensajero enrolló el pergamino y se lo lanzó a Jesús, que pasó a examinarlo detenidamente.

- No hay ninguna mujer... - murmuró algo decepcionado.

- Sigue leyendo por favor - fue todo lo que dijo el ángel.

- Posdata: Nos vamos a modernizar, pero sin pasarse ¿eh?

Gabriel se elevó ligeramente.

- El mensaje está entregado. Vuelvo a mis quehaceres.

- Un momento - gritó Jesús - ¿Podrías acercarme? El primero de la lista es de Corea y si tengo que ir andando no llegaría nunca.

Para el Señor, caminar por las atestadas calles de Seul, era desconcertante. Puede que en la avenida que recorría, hubiera mas gente de la que vivió en Jerusalén en su época. Era difícil salir del caudal humano que fluía por la ciudad. tuvo que abrirse paso a codazos hasta llegar al lugar donde se hallaba su primer apóstol. Un ¿gold farmer? esmirriado que pasaba su vida en el cibercafé frente al que se hallaba.

Varios ordenadores se alineaban en dos columnas perfectamente simétricas. En ellos, varios jóvenes permanecían atentos a la pantalla, en silencio, mientras jugaban a algo llamado Carpe Diem. Todos le parecían iguales. Se preguntó si lograría descubrir a su hombre. En contraste con los silenciosos jugadores, podía escucharse, en el fondo de la sala, los gritos desgarradores de un hombre, no mayor de 22 años, que se lamentaba por su mala suerte mientras comía ganchitos compulsivamente.

- Por favor que no sea él -. Se iba diciendo el Señor, mientras se acercaba a su mesa-. Debe de haber un error

- Perdona- El joven paro de súbito y lo repaso de arriba a abajo. Tenia la mirada perdida, como si siguiera jugando sin mirar la pantalla- ¿Eres Kim Chu Soon?

- Si, soy yo (traducido del coreano)

-Mierda.

- ¿Como ha dicho?- preguntó Kim, que no entendía muy bien el coreano de aquel occidental.

- Nada, nada.- Se aclaró la garganta y se irguio imponente antes de exclamar: Soy Jesús de Nazaret.

- Si, lo se. Tengo un gif suyo. Ah, y no hay de qué.- Apuntó con su mano a Jesús e hizo un extraño ruido con la boca, que le desconcertó

- Bien, he venido aquí para llevarte conmigo alrededor del mundo.

- He leído esa novela. Julio Verne está muy sobrevalorado en mi opinión.- replicó el coreano antes de tragarse otro puñado de aperitivos.

- No me has entendido. Serás mi nuevo apóstol-evangelista. Serás mi mano derecha y registrarás todo lo que diga y haga en mi nuevo viaje por el globo.

Kim se lo pensó por unos instantes. Se rasco la cabeza indeciso, y alzo la vista para mirarle a los ojos.

- Bueno, si sólo es para eso... Lo grabaré todo en mi móvil de última generación.

- Hecho entonces. Levanta, tenemos que ir a reclutar a tus compañeros. Por cierto, ¿sabes karate?

- No - respondió Kim avergonzado por ser el único oriental que .

- Lástima, me vendría bien un guardaespaldas. Si lo hubiera tenido... En fin, cogete de mi mano. El camino al aeropuerto es muy largo y no quiero perderte entre el gentío.

Sentado en su butaca de clase turista, Jesucristo echaba de menos no haber cogido la cartera antes de salir de casa. Delante tenia a una mujer inmensa que daba de si su respaldo, apartándolo contra su asiento. Sentado a su lado, Kim temblaba como un hoja mientras sujetaba con fuerza su apagado móvil, quien sabe si por el hecho de volar o por no poder encenderlo. Aún quedaban varias horas de viaje, por lo que Jesús se recostó contra la ventanilla y confió en poder dormir un poco antes de llegar a su destino.

En el otro extremo del mundo, el joven monseñor Arturo Videla, esperaba nervioso ante la puerta del despacho de su Santidad. Un par de horas antes le habían anunciado que tendría una audiencia con él. El gran jefe ni más ni menos. Había ascendido rápido en la jerarquía eclesiástica gracias a su buen hacer y su habilidad para hacer la pelota a la gente adecuada en el momento propicio. Aquello seria un gran empujón para su fulgurante carrera hacia el papado.

La puerta se abrió con un fuerte quejido, como si se negara a mostrar el interior de la modesta habitación, donde el Papa, trabajaba afanosamente en su escritorio. El asistente personal de su Santidad, le apremió a que pasará, cerrando la puerta tras él.

Monseñor se arrodilló ante la mesa de caoba sobre la que reposaban distintos informes de, y esperó así hasta que su Santidad le dijo que tomara asiento.

- Sabemos por nuestros espías, que el Mesías ha vuelto a la tierra...- comenzó.

- ¿Quiere que lo mate?- se apresuró a preguntar Arturo, deseoso de ganar puntos de cara a un cercano ascenso.

- No, no, por dios, no- exclamo escandalizado el Papa- Por el momento lo único que hará será ofrecer sus servicios como evangelista-apóstol. Una vez se haya infiltrado en su grupo, nos enviará cada semana un informe detallado de toda sus actividades. Le hemos elegido a usted por sus habilidades taquigráficas, su dominio de varios idiomas, su conocimiento de la idiosincrasia de diversos países y por su alto número de recomendaciones.

- No le fallaré Santidad.

- Eso espero - sentenció con voz grave - En el aeropuerto le espera un avión que le llevará a África. Allí se propone reclutar a otro de sus evangelistas-apóstoles.

- Oh dios mío - ¡¡un apóstol negro!!- grito sobrecogido Videla ante la simple posibilidad de que ocurriera algo así.

- No hay motivos para escandalizarse monseñor. Tenemos obispos negros en la iglesia.

- Si claro, claro.

Tras besar el anillo papal, monseñor se retiró a sus habitaciones. Hizo rápidamente la maleta sin olvidarse de incluir un grueso bloc de notas y minutos mas tarde, subió a una berlina que le llevó al aeropuerto a través de las congestionadas calles de Roma. Zimbabwe le esperaba.

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