Cienfuegos Calarro era un tipo tan feo como su nombre indicaba; y si hubiera uno que denotara mezquindad, sus padres también le hubieran bautizado con él.
Nada hubo en su infancia que pudiera justificar su comportamiento años después, al menos nada que no padecieran generaciones de jóvenes a los que la vida, por motivos caprichosos, no les había sonreído: rechazo, incomprensión y algún que otro capón por parte de los correspondientes matones.
De todas estas adversidades, la que más hacía mella en su corazón era el rechazo de todas las chicas que le habían gustado desde parvulario; algo común en un amplio porcentaje de la población masculina pero que sin embargo a él le había afectado de una forma especial, bien por el entorno poco acogedor en el que se había criado o por haber nacido bajo el signo de Capricornio con ascendente Piscis, aunque él no creía en esas cosas, ni siquiera cuando en las noches despejadas contemplaba sin mirar, la disposición de estrellas que trataban de emular la forma de una cabra en las mentes más imaginativas, lo cual no era su caso.
Volvió de su ensimismamiento cuando un breve toque de trompeta indicó que el sistema operativo había terminado de cargarse. Echó las cortinas e introdujo su contraseña en la ventana indicada para ello: Bastardo_matador. Aparte de una pobre imagen de su persona, no tenía el más mínimo deseo de ocultarse su condición.
Como cada noche desde que se registró en aquella página de contactos, procedió a puntuar las fotos de las usuarias que aparecían por azar en su pantalla.. No se detenía mucho observándolas. Jamás a la cara o al menos en la mayor parte de las ocasiones. Rubias, morenas, altas, bajas, de mirada viciosa, otras falsas.. un par de segundos antes de otorgarles la puntuación más baja y pasar a la siguiente.
Lo hacía de forma metódica, sin ningún remordimiento. Alguna vez se preguntó qué historia habría tras una pose ridícula o ese trasero destacado en primer plano y embutido en unos vaqueros dos tallas más pequeños de lo que debieran. Se podía conocer a una persona por los pantalones que gustaba vestir. Era una de las teorías que anotaba en un pequeño cuaderno y del que pensaba sacar un buen rédito en un futuro, cuando lo convirtiera en un libro de éxito.
Otra foto repetida... solía pasar muy de vez en cuando. Ni siquiera ese hecho, extraordinario en su banalidad, lograba sacar algo de piedad del pozo sin fondo en el que se había transformado su alma, y la puntuó con otro 1, el vigesimocuarto de la noche.
Él no lo sabía, aunque lo intuía e incluso lo deseaba, pero había sido el causante de 34 visitas al psicólogo, 50 puestas a dieta de distintos tipo con distintos resultados, 3 implantes de senos, 15 cambios de peinado y 24 de vestuario. Incluso se podía atribuir parte de un suicidio, no todo, pues muchos unos hay que recibir para decidir quitarse la vida.
A Cienfuegos le gustaba, al día siguiente, pasear por las calles más transitadas. Examinaba los rostros de las mujeres sin anillo y cuando daba con el rostro apesadumbrado de alguna de ellas, se decía que seguramente él había sido el causante de aquel estado de ánimo. Y así, sintiéndose de esa forma poderoso a su manera, le daba cierto sentido a su vida.
Aquella noche fue distinta a las demás. Un mensaje le esperaba en el buzón de su cuenta en Badoo. Su interés nunca fue encontrar pareja, amiga o ligue ocasional por lo que jamás había mantenido contacto alguno con las chicas que se anunciaban allí. Ni siquiera se había molestado en rellenar el perfil con datos suficientes como para que alguien sintiera la tentación de querer conocerle. Lo único que se había permitido era incluir una foto suya de pasaporte en la que salía tan favorecido como el fondo de cartón del estudio del fotógrafo donde se la habían hecho. Por eso la invitación para charlar con Luz_grisácea a medianoche, le dejó pensativo mirando a las estrellas junto a la ventana.
Fue la curiosidad la que le llevó a responder a aquel "Hola, qué tal?" con un directo "¿Quién eres?" Aquella respuesta carente de toda empatía no detuvo a la misteriosa interlocutora, que durante los siguientes minutos no paró de darle todo tipo de información sobre su vida. De la foto que aparecía en la ventana de chat no podía sacar mucho. Era falsa, a menos que estuviera hablando con Megan Fox, cosa que dudaba, pues si bien el español de Luz_grisácea era pobre, de seguro el de la actriz americana palidecía en comparación.
La foto le gustaba, pero eso no le hubiera librado de recibir un 1 y un reporte por falsa identidad. Nadie conseguía mentir a Cienfuegos, aunque es fácil cuando directamente no crees a nadie; y aunque era evidente que Luz_grisácea no era quien decía ser, aceptó quedar el fin de semana siguiente frente a un concurrido centro comercial. La luna llena había entrado en el cuadrante de sagitario lo cual era presagio de una aventura de la cual estaba necesitado después de tanto tiempo tras un teclado de ordenador que empezaba a sentir como una losa sobre sus manos.
Llegó la hora convenida, poco antes de la cena aunque el plan era tomar solo unas copas con las que saciar su curiosidad, aunque él calculaba que o bien no se presentaría nadie o lo haría algún tipo con ganas de pasar un rato divertido a costa de los demás. Esperaba que fuera lo segundo mientras escudriñaba los rostros de los paseantes que se dirigían a la puerta del centro comercial.
Llegó a escuchar el rugido del motor a su espalda, pero encontrándose sobre la acera no tuvo ninguna sensación de peligro hasta que el coche impactó contra él, arrojándolo varios metros hacia el edificio hasta impactar contra una de las columnas que sustentaban la entrada.
El golpe le había partido la columna y el atropello había destrozado varios de sus órganos internos, pero aún estaba consciente cuando una chica que apenas rozaría la veintena se bajó del coche que había intentado matarle. Llamaradas de furia salían de sus ojos verdes mientras se dirigía tambaleante hasta el cuerpo moribundo de Cienfuegos.
- Sé quién eres - le gritó al tiempo que rompía a llorar. - Me destrozaste la vida con aquella puntuación en Badoo. El chico con el que quería salir la vio y ya no me volvió a contestar a mis mensajes. Me gasté una fortuna en productos de belleza y todo para nada. ¡Ahora estoy sola!
Escuchó pacientemente hasta que terminó de hablar. Entonces, reunió las pocas fuerzas que le quedaban y le hizo un gesto a la chica para que se acercara.
- En persona te doy un cero. - Fueron sus últimas palabras.
Cuando la ambulancia llegó, uno de los enfermeros registró sus bolsillos en busca de alguna identificación. Lo único que encontró fue una tarjeta de visita: Cienfuegos Calorro. Community manager de Corporación Estética.
viernes, 6 de abril de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
jajaja, excepcional relato, y encima con "recado", jejeje
ResponderEliminarUn abrazo!!!
Me alegro que te haya gustado!! Aclaro que cualquier parecido de los nombres con la realidad, es pura coincidencia :D
ResponderEliminarUn abrazo!
Épico. Me ha encantado.
ResponderEliminarMuchas gracias :) Me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarJajajajaja buenísimo, murió matando, sí señor!
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado :) Alguien así es malo hasta el final. De hecho el personaje está basado en una persona que conozco y apostaría mi brazo bueno a que haría lo mismo de encontrarse en esa situación.
ResponderEliminarBesos!!