jueves, 21 de febrero de 2013

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El gato pardo

El gato pardo sobre la colina camina un poco, se sienta en el suelo, se fija en mi y ahora va y me mira.
En franco desafío no me queda otra que empezar a mirarlo. No puedo dejar de hacerlo
y él no deja de observarme. No parece disgustarlo.

El gato pardo sobre la colina se lame las patas sin dejar de mirarme. No despega sus ojos de los mios, inescrutable.

Se diría que el gato pardo sobre la colina prepara algo. Una broma estúpida, un acto de inquina, una huida rápida, un lo que sea, de seguro algo.

El gato pardo sobre la colina, ya no tan lejana, ahora más cercano, tensa bien sus músculos, eriza su pelo de color castaño.

Y mientras yo me obceco en esa colina y su gato pardo, se acerca a mi espalda un muerto viviente de ruidos parco.

El zombi me devora, degusta mi cuello que cubren sus labios y el gato pardo sobre la colina, estatua de piedra, mira fijamente sin cerrar los párpados.

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