lunes, 30 de julio de 2007

Epílogo y prólogo

En el espacio nadie puede oír tus gritos. Eso es porque nunca han escuchado a dios gritar. Para alguien capaz de crear las leyes de la física, saltárselas es un juego de niños.

- ¡¡¡Vutroi!!! , ¡¡¡Vutroi!!!- gritaba exaltado el todopoderoso.

Vutroi estaba echando la siesta. Cuando caía dormido, ni siquiera la atronadora voz de Dios era capaz de despertarlo, así que para no andarse con tonterías, Dios le metió un átomo de sol en los calzoncillos. Si hubiera tenido un punto de apoyo para sus piernas, hubiera saltado a una altura jamás conseguida por humano alguno, pero flotando en el vacío, lo único que pudo hacer es gritar de dolor.

- Aaaauch, eso duele ¿sabes?

El tímido intento de reprimenda del ruso, paso inadvertido para el todopoderoso, que parecía visiblemente afectado por algo.

- ¿Pasa algo grave? ¿Ha vuelto a perder el atleti?

- Mucho peor Vutroi - sollozó Dios  - la gente ya no cree en mí.

En los doce años que llevaba conviviendo con el señor en su nebulosa, jamás le había visto así.

- Pero tío (ya se tomaba esas confianzas), eso ya pasaba cuando llegué aquí, y ha llovido mucho de eso. La gente por entonces creía en la coca cola y en que una felación no era una relación sexual. Ahora tendrán otras creencias supongo.

- Si, lo sé - repuso- pero pensé que seria una moda pasajera, como los discman. Lo último ha sido la creación de ese bicho para ridiculizarme, ese espaguetti volador.

Vutroi trató de quitar hierro al asunto, pues los seres humanos siempre andaban inventándose seres fantasiosos como los jueces del tribunal internacional de La Haya. No sirvió para convencer a Dios, que prosiguió con su perorata.

- Antes tenían más imaginación, se inventaban dioses que hacían el amor con frenesí, lanzaban rayos, y se transformaban en múltiples cosas. Eran un pálido reflejo, la vislumbración lejana de mi ser, pero aún así me podía ver representado en ellos, de una forma primitiva. Ahora... me sustituyen por ¡¡pasta italiana!! Y yo, en mi infinita magnanimidad, en lugar de hacer que esos blasfemos se ahoguen mientras comen pasta, en una irónica muerte, les dejo a su libre albedrio ¿Cómo me lo pagan? Matándose entre ellos y echándome la culpa, ¡¡¡así me lo pagan!!!

Le siguió un silencio sepulcral, que duró varios minutos. Reflexionaban meditabundos, uno sobre ponerle solución a aquello, el otro sobre las orgías que se corría Zeus.

- Es hora de terminar con los humanos de una vez por todas - continuó - está visto que aunque sean inundados, quemados o tragados por la tierra, no aprenden. Cuando falla la mano dura, lo mejor es cerrar el chiringuito. No seria la primera vez que lo hago.

Una duda asaltó de pronto a Vutroi.

- ¿También acabarás conmigo?

No entraba en los planes de Dios desde luego. Puede que fuera vago, sucio y lujurioso, pero allí no había nada que hacer, ni chicas a las que conquistar con un olor corporal agradable, así que sus defectos quedaban anulados.

- Y me vas a dejar a mi que, reconociendo la verdad, no soy el mejor espécimen de la raza humana ¿como único representante de ella? - inquirió el ruso, poco convencido de aquello.

- Si...

- Siempre pensé que eras un tío guay.

- ... pero estarás sólo. Nada  de chicas que acorten las frías noches de invierno.

El semblante del astronauta mudó completamente de la alegría plena al más profundo desconsuelo. No merecía la pena vivir sin mujeres, el único consuelo que le quedaría tras la paralización eterna de la producción de vodka. Durante interminables horas, trató Vutroi de convencer a Dios para que desistiera de sus planes de aniquilación de la raza humana, mas le fue imposible. Por suerte, en el último momento se le ocurrió algo.

- ¿Así que la muerte de tu hijo habrá sido en vano? ¿Le hicieron perrerías para nada?

La pregunta fue hecha a traición. No le gustaba apelar al acontecimiento más triste de la larga "vida" del todopoderoso, pero el futuro de la humanidad estaba en juego. Sea como fuere, Dios pareció meditar su pregunta. Hasta que resoluto, alzó la voz:

- ¡Eso es!...

La saga de Vutroi concluirá muy pronto en.....¡La segunda venida de Cristo! (Ahora está cabreado)

lunes, 16 de julio de 2007

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El Reencuentro

Erase una vez en un país lejano, un caballero fuerte en su caballo, que se acercaba al castillo donde moraba su fiel doncella a la que no veía desde que dos años atrás, partió a las cruzadas con profundo pesar en su corazón pues estar junto a ella llenaba su vida de alegría.

No había enviado a ningún correo para avisar de su llegada. Deseaba que la sorpresa inflamara aún más la pasión del reencuentro, por lo que, cuando se encontró cerca de la fortaleza, redujo el paso de su montura y ya en la puerta, aunque la noche había caído hacia bastante, descendió del caballo para que el ruido de los cascos no alertaran a Lady Carme.

Los vasallos se arrodillaban ante él, mientras recorría los lóbregos pasillos camino de la habitación donde yacía dormida su ángel, su anhelo. Cerró la puerta con llave, no sin antes advertir a los sirvientes de que no se les molestara bajo ningún concepto.

La pálida luz de la luna bañaba el bello rostro de su amada, convirtiendo sus morenos cabellos en brillantes hilos plateados que le conferían un aire mágico y etéreo. Se deshizo de su pesada armadura sin hacer ruido alguno, pero cuando se acercaba con una agilidad felina poseída por el silencio, al lecho, los ojos de Lady Carme se abrieron. Primero timidamente, luego de par en par, presos de la incredulidad del momento.

- Sir Daniel, ¿vos aquí? - exclamó con la voz ahogada por la emoción- mi corazón llora de alegría para compensar las lágrimas de sufrimiento por vuestra ausencia. Alabado sea el señor por haberos traído de vuelta a casa sano y salvo.

- Milady, es el recuerdo de vuestro rostro, de la fragancia de vuestra piel, el que mantuvo vivo en mí la llama de la vida. Sin vos mis huesos estarían blanqueandose en uno de los numerosos desiertos que salpican tierra santa. El pensar en la vuelta a vuestros brazos me hacía seguir luchando y me obligaba a no rendirme por muy numerosas y duras que fueran las calamidades que me asolaran.

El caballero, arrodillado ante la cama, cogió entre sus manos las de Lady Carme y acercó su rostro al de ella.

- Y ahora ante vos, con todos los peligros acechando tan sólo en los rincones más oscuros de mi memoria, el gozo invade cada fibra de mi ser por veros ante mí tan hermosa y tan llena de vitalidad.

- Mas querido - replico la bella dama - no malgastes tus fuerzas hablando, pues tras haber cumplido ante el Rey, tiempo es lo que más tenemos. Venid, yaced junto a mí y descansad, pues el viaje habrá sido agotador.

Pero el tono inseguro de Lady Carme dejaba entrever que no mostraba su verdadero deseo, lo que no pasó desapercibido para el caballero, cuyo anhelo se asemejaba al de ella.

- Yaceré junto a vos mi señora, mas el calor que invade mi cuerpo pide ser extinguido y por lo que delata el rubor de vuestras mejillas, el mismo fuego os consume.

Lentamente, apartó la sabana que cubría el delicado cuerpo de Carme, del que únicamente un sencillo camisón de seda separaba de la desnudez. Sir Daniel subió a la cama y se colocó a horcajadas sobre su cintura. Sus sexos se rozaban por encima de la escasa ropa que aún llevaban. Se inclinó sobre ella y con un suave beso y el leve roce de sus sexos provocado por el movimiento, le arrancó el primer gemido de sus labios.

Besó su boca, sus pómulos, sus párpados y cuando ya hubo explorado cada centímetro de su rostro, se acercó a su oído y le susurró:

- Esta noche, voy a hacerte mía Carme.

Con una dulzura impropia de quien se ha visto alejado del amor por un periodo de tiempo prolongado, se hunde en el cuello de su compañera, inundándola de un placer largo tiempo olvidado. Para corresponderle, ella acerca su mano a su incipiente sexo, que cobra todo su vigor al contacto de sus suaves dedos que lo recorren de arriba abajo en toda su extensión. Ahora el placer es mutuo, pero tras dejar sus tersos pechos al descubierto, él continua bajando y su pene queda fuera de su alcance, cosa que olvida al instante porque la lengua de su caballero juguetea con sus pezones, lamiéndolos, succionandolos con sus labios y endureciéndolos hasta que el placer se mezcla con el dolor. Pero él se detiene para terminar de quitarle el camisón. Ahora está completamente desnuda, expuesta ante él.

Su sexo tiembla ante la cercanía de la virtuosa lengua de su caballero, que siguiendo su trayectoria descendente, saborea la piel de sus muslos sin querer probar aún la fuente de su placer, cosa que ella le suplica presa del frenesí entre gemidos ahogados. Pero él se hace de rogar, sabe que cuanto más tarde en llegar allí, más será el placer que le proporcione. Aunque todo tiene un límite, de su vagina surge en oleadas el producto del placer que está proporcionando y con un profundo lametón saborea los jugos de ella impregnándose con ellos, pero no se detiene ahí. Con su lengua juguetea con sus labios mayores introduciéndose entre ellos penetrandola ligeramente en movimientos circulares que hacen que una corriente eléctrica recorra sus espina dorsal, obligandola a arquear la espalda para acercar su cálido coño a la cara de él, que ya ha pasado a jugar con su clítoris palpitante ante cada arremetida de su lengua, al tiempo que los dedos de él exploran su interior habilmente, palpando cada rincón, entrando una y otra vez. Hasta que con un grito de éxtasis logra correrse en sus manos.

Saciado por los jugos de ella, se tumba en la cama. Su pene enhiesto y duro como una roca apunta al cielo, donde pretende llegar junto a su señora, que sin dudarlo un instante engulle el tronco de carne entre sus fauces y comienza a lamerlo delicadamente y con tal maestría que cerca está el caballero de terminar en su boca, pero ella se detiene, quiere llenarse de su sexo, sentirlo dentro de ella latiendo furiosamente entre sus piernas. A horcajadas sobre él, va descendiendo delicadamente sobre su pene, que va horadandola poco a poco abriéndola de par en par, hasta que finalmente se deja caer sobre él, ocultándolo en sus entrañas.

Mientras él abarca sus nalgas con sus fuertes manos, ella cabalga sobre su polla cada vez más rápido, penetrandola más profundamente a cada salto de ella. Las manos de él acarician todo su cuerpo, su cintura, su espalda, agarra los pechos de ella con tanta fuerza que se desbordan entre sus dedos. Los dos gimen más y más, hasta que en un último empujón final, se derrama dento de ella, que siente como el semen inunda su ser llevándola al último orgasmo de la noche. Pero como dijo, tienen todo el tiempo del mundo.

jueves, 12 de julio de 2007

En la barra de un bar

Habia bebido más whiskies de los que su cuerpo era capaz de tolerar, pero eso no le impidió pedirle otra copa al camarero, en cuanto terminó la que tenia en la mano. Tenia la mirada fija en la pared, donde un enorme espejo, reflejaba a los ajetreados pasajeros, que pasaban frente al bar del aeropuerto camino de sus terminales.

Pero él no los veia, como tampoco vió al anciano regordete que se sentó junto a él y pidió una soda.

No bien hubo dado el primer trago, se fijó en el joven de aspecto deprimente, rodeado de vasos vacios. La curiosidad le picó demasiado como para mantener la atención fija unicamente en su vaso.

- Perdone amigo, ¿se encuentra bien?

Entonces se dió cuenta que no estaba solo. Miró al viejo de arriba a abajo. El típico provinciano del medio-oeste, que piensa que todo el mundo es como su pequeño pueblo.

- ¿Piensa que alguien que esté bien estaria sentado en la barra de un bar a las 11 de la mañana bebiendose el agua de los floreros?

La borderia no desanimó al anciano, que de inmediato comprendió qué sucedia.

- Es una mujer ¿verdad?

En circunstancias normales, se hubiera levantado y le hubiera dejado con la palabra en la boca, pero estaba demasiado borracho como para resistirse a contar su historia.

- Me casé hace diez años con la mujer más maravillosa del mundo. Al principio todo iba bien, pero pronto el trabajo comenzó a absorber gran parte de mi tiempo. Mis ausencias de casa eran cada vez más prolongadas y llegó un momento en que supongo, se sintió abandonada por mi.

- ¿A qué se dedica usted?

- Soy policia

- ¿Lo era antes de casarse con ella?

- Si

- Entonces su mujer ya sabia a que se exponia, no debió de pillarle por sorpresa.

- Supongo que una cosa es imaginarselo y otra, sentarse cada noche ante una mesa vacia a cenar. En cualquier caso, llegó un momento en que ella no pudo más. Cuando me trasladaron a esta ciudad, no quiso acompañarme. Necesitaba un tiempo para reflexionar, me dijo.

- Esas cosas pasan si.

- Tuve que dejarla allí, era mi obligación acudir a donde me llamaran. Ser policia es lo único que sé hacer, pero a medida que pasaban los días, me dí cuenta de que sin ella, no valia la pena vivir. Ayer la llamé, le dije que iba a dejar el cuerpo y que volveria con ella. No me creyó. No la culpo, no es la primera vez que se lo digo. Estaba recelosa. Me puso como condición para volver a intentarlo, que nos vieramos hoy a las...

Miró su reloj con cierta dificultad, el mundo parecia dar vueltas a su alrededor.

- Bueno, hace diez minutos que hubiera tenido que reunirme con ella en nuestra casa. Ahora pensará que me entretuve en un caso, o vaya dios a saber que, no me volverá a dar una nueva oportunidad.

-¿Y que ha pasado? ¿Por qué no está allí?

- Perdí el avión. Claro que antes, estuve retenido en el arco de seguridad durante diez minutos, en los que no dejó de pitar y el escaner manual estaba averiado, el unico agente masculino habia ido a buscar uno de repuesto. Hubiera sido un retraso aceptable, de no ser porque pinche una rueda de camino hacia aquí. Al ver que la grua no llegaba, corrí durante cuatro kilometros hasta que pude conseguir un taxi. Nada de esto hubiera sido un problema, pensaba llegar con dos horas de adelanto, pero se fue la luz en mi apartamento y no sonó el despertador.

El anciano bebió de un trago la soda que le quedaba y suspiró profundamente.

- Caray amigo, es la peor racha de mala suerte que he escuchado jamás. Por cierto ¿a que ciudad iba usted?

- A Michigan

- ¿Sabe usted que un avión que se dirigia hacia allí, se estrelló hace una hora? - comentó sorprendido

Miró al anciano con ojos vidriosos, clavó su mirada en la suya durante un largo y silencioso segundo, volvió a su copa e hizo un leve gesto con la cabeza, señalando al televisor del bar, donde se podian ver los restos llameantes de un avión, ardiendo sobre un campo de maiz.

- Sí, era el mio.

lunes, 9 de julio de 2007

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El sueño erótico de una noche de verano

El oscuro telón de la noche descendía lentamente sobre la solitaria playa. A pocos kilómetros de allí, centenares de familias y guiris se apiñarían en un pequeño trozo de arena en pocas horas, pero en aquella recóndita cala, Lucia Lapiedra podría disfrutar de un baño nocturno desnuda, con la tranquilidad más absoluta de que nadie más la vería así. Sólo los miles de sátiros que habían comprado y/o descargado sus películas.

Cuando sus labios se arrugaron por el agua, salió del mar y con una toalla procedió a secar su tersa piel. Le encantaba sentir el excitante tacto del algodón acariciándola, le producía un cosquilleo que se iniciaba en su espalda y bajaba rápidamente a zonas más deleitosas. Se tumbó con las estrellas como únicas espectadoras de la estilizada figura de la diva hispana del porno.

Estuvo un rato contemplándolas. Se preguntó cómo harían el amor los marcianos y si tendrían una industria porno que protegiera los derechos laborales de los actores, con un seguro médico y una pensión de jubilación. Pero dejó sus reflexiones sindicales para otro momento, pues escuchó una dulce voz pidiendo auxilio. Alguien estaba saliendo del mar.

La luz de la pálida luna llena, inundaba la cala. No le fue difícil distinguir el trabajado cuerpo de una mujer. Melena larga, pelo oscuro quizás, pechos turgentes, caderas amplias e insinuantes, y muslos gruesos y apetitosos. Cuando estuvo a unos metros de ella, la reconoció.

- ¡Tú eres Kira Miró! - gritó sorprendida - oye, ¿te quitaron la parte de arriba los peces? - dijo señalando su desnudo torso. Con el par de senos que se gastaba, lo que menos importaba es qué hacia allí.

- Oh no, uno de los marineros a los que me iba a tirar me quitó el bikini. Se ve que no había nadie al timón y chocamos contra un arrecife. Fue horrible, con el impacto a punto estuve de arrancarle el miembro al capitán y el muy cerdo se corrió en mi mano ¿te lo puedes creer? no dejó nada para que me lo tragara.

Lucia se compadeció de la tiritante figura que se alzaba ante ella. Aunque en la playa se estaba bien, el mar estaba muy frío.

- Acercate Kira, estarás helada - propuso solicita Lucia, cuyos ojos se habían iluminado ante tanta belleza - quitate la ropa, que te vas a resfriar.

Kira se deshizo de la única pieza del bikini que le quedaba y se acercó a la actriz, que no tardó en cubrirse junto a ella con una amplia toalla, que había ocultado más de un escarceo amoroso en los soleados días de playa de Ibiza.

Con sus senos aplastados en el estrecho espacio que le dejaba la toalla, podía sentir clavarse en su carne los duros pezones de Kira. Los suyos no quisieron ser menos y no tardaron en vigorizarse, iniciándose una pelea de afilados pezones, con estocadas y fintas que fueron calentado la atmósfera hasta que se se lanzaron al suelo, echadas sobre la toalla dispuestas a aplacar su fuego de la manera más lúbrica posible.

Sus manos recorrían sus suaves curvas, estremeciendolas y avivando su pasión, electrizando la piel que acariciaban sus juguetones dedos. Pronto se notó la experiencia de Lucia en las lides amatorias, y Kira se abandonó al placer que recibía de manos de su sorprendente compañera, que amenazaba con llevarla al climax, con sólo rozar su clítoris ya hinchado, hacia el cual se iban acercando sus caricias, rodeándolo sin descanso, pero sin llegar a tocarlo, lo que frustraba a la presentadora, que arqueaba su espalda en busca del deseado contacto que le haría alcanzar el cielo y un orgasmo como hacía mucho que no había tenido.

- Por favor, no me hagas sufrir más - susurró entre jadeos; a lo cual respondió Lucia con un rápido movimiento que terminó con su mano sobre el monte de Venus, en contacto pleno con su vulva, bastante mojada y no por haber estado en el mar precisamente.

El cuerpo de Kira se contrajo de placer, mientras los aventureros dedos de la rubia exploraban las profundidades de su hendidura, palpando sus jugosas paredes destilantes de satisfacción. Entre eléctricos movimientos de cadera a los que respondían sus dedos, introduciéndose más y más dentro, Kira terminó por correrse en manos de la experimentada actriz.

Con los gritos de placer de Kira resonando aún en sus oídos, Lucia se dirigió a su mochila, donde rebuscó durante unos segundos.

- ¿Que es eso que has cogido? - preguntó con la voz entrecortada todavía por el goce recibido.

- Es una sorpresa. Cierra los ojos y abre la boca - le ordenó pícaramente la actriz.

Acepto sumisa las indicaciones. Se pregunto qué podría ser, ¿comida quizás? En cierto modo así era. De pronto sintió cómo un inmenso objeto cilíndrico se deslizaba por su boca, camino de su garganta. Tuvo que comenzar a lamerlo para evitar atragantarse. Abrió los ojos y se encontró a Lucia recostada sobre ella, sonriendole con lujuria y con un inmenso consolador en la mano, introduciéndoselo por la boca una y otra vez con aparente sadismo.

- Eso es cariño, chúpalo bien, porque ahora es mi turno para disfrutar.


Cuando el consolador estuvo bien lubricado, se tumbó junto a ella. Introdujo la lengua en su boca al tiempo que le daba el objeto de plástico y guiaba su mano hasta su vagina.

- Lo quiero bien dentro - le susurró al oído.

Timidamente al principio, pues Kira nunca había manejado un cacharro como ese, fue introduciéndolo en el cuerpo de Lucia, que se retorcía sobre la arena como una perra en celo, a medida que iba sintiendo la dureza del juguete presionando contra ella, abriendo sus muslos más y más para que desapareciera en su interior. Cuando empezó a sacarlo, sintió como si se quedara sin respiración. Un prolongado gemido huyó de su boca. Fue el primero de una larga serie de ellos, producido por el movimiento penetrante de la mano de Kira, que no paraba de horadarla una y otra vez, al tiempo que disfrutaba de los movimientos convulsivos de la rubia a la que tenia sometida con un simple pedazo de plástico.

Cuando Lucia se sintió cerca del orgasmo, agarró con las dos manos el consolador y se lo introdujo de golpe, al tiempo que abrazaba con una fiereza inaudita el cuerpo de su amante circunstancial, que no solo no se resistió, sino que aprovechó la cercanía para inundar de besos y lametones su torso, los cuales ayudaron a que la actriz explotara de placer en medio de una orgía de jadeos que hicieron que una bandada de gaviotas que reposaba a pocos metros, alzara el vuelo del sobresalto.
Una vez recuperó el control de su cuerpo y de su conciencia, rodeo tiernamente la cara de Kira con sus manos y la obsequió con un dulce beso.
- Ha sido una suerte que vinieras a naufragar aquí.
Y cayeron rendidas sobre la toalla, hasta que se despertaron al día siguiente, rodeadas del equipo sueco de bronceado, pero esa es otra historia.


Advertencia: Los nombres de Kira Miró y Lucia Lapiedra corresponden a personajes de ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Aclaración: La idea es de Tortlon conste :)

viernes, 6 de julio de 2007

Una llamada de auxilio

La mar estaba picada,
esa soleada mañana.
A la playa habia ido
para relajarme un poquillo
y olvidar malos momentos
como esos tres o cuatro suspensos.
Precavido me metí,
en el agua bien salada.
Pese a mi complexión pesada
las olas a mi me llevaban,
mira que venian mal dadas!!
Peligroso nadar era
si no se sabia hacerlo de alguna manera.
Si lo tuyo era el chapuzón,
te podias llevar un buen revolcón,
como más tarde pasó.
Chapoteando yo estaba
cuando una voz rasgada
a mis oidos llegó.
Alguien cerca se ahogaba
bajo aquel brillante sol.
Gritos de auxilio lanzaba
un cordobes de pura cepa
a los que poco o nada inquieta
pues "el mar lo pagué yo"
asi decia antes, el pobre e incauto varón.
Mas el mar no estaba de acuerdo
y ya al primer intentó
bien adentro lo llevo.
Mucha fanfarronada...
pero eso no lo salvó.
Desde la orilla cercana
la gente miraba extrañada
sin apenas hacer nada,
pues a pocos metros estaban
vigilantes de la playa
relajados bajo el sol.
El ahogado se ahogaba
mientras en la lejana playa
los socorristas pintaban
sus uñas de otro color.
La manicura se hacian
en lugar de su labor.
No pudo aguantar impasible
semejante situación,
valiente se lanzó al rescate
una sirena morena
con dos pechos por bandera
pues eran todo un primor.
Los dos globos más perfectos
que jamás haya visto yo (y mira que he visto aunque sea en foto)
Tras ella sus familiares,
gente en barcas de pedales
hamaqueros, socorristas,
sólo Chuck Norris faltó,
para tirarse al mar tras ella
y su escaso bañador.
Con su séquito embobado
con su cuerpo terso, mojado,
la joven del mar salió.
El ahogado en sus brazos
vaya suerte tuvo el mamón! (con todas las letras)
Los ats actuaron
con pronta determinación
y al ahogado llevaron
a un hospital cercano
para una revisión.
La morena en la playa
ya se marchaba ufana
contenta con su buena acción.
Me acerqué esperanzado
y le dije con pasión:
Espere buena señora,
que ahora me ahogo yo.

lunes, 2 de julio de 2007

Roy, Elfo farmaceutico: Camino a la aventura

Quizás no era el miembro más destacado de la hermandad, pero siempre se podía confiar en el bueno de Sherme para encontrar el camino de vuelta a casa tras una noche de juerga, o un lugar recóndito donde esconderse de un marido furioso. Sólo esperaba que estuviera a esas horas en su tienda del pueblo, pues solia practicar lo que el llamaba teletrabajo, que consistia basicamente en no ir a trabajar.

Miró a traves de los cristales ahumados del escaparate, mientras a su lado, Bolita intentaba alcanzar el ventanal con pequeños y ridiculos saltitos.

- Deja de intentarlo Bolita, con esas piernas no llegarás muy lejos.

- El gran Trebor nos creó con piernas pequeñas y gruesas para mantenernos firmes en una carga, muchacho - repuso indignado el enano.

De nada le hubiera servido poder ver el interior, pues no habia ni rastro del dueño; pero la puerta estaba abierta, así que entraron. La tienda estaba a oscuras, pero bajo la rendija de la puerta del fondo, se escapaba un hilillo de luz, hacia el que se dirigieron sin hacer ruido.

Al abrirla, se encontraron con un hombre desgarbado, que lucia un extraño circulo de cristal sobre el ojo izquierdo, sentado ante una mesa repleta de dibujos extraños, y la jaula abierta de un loro que revoloteaba en esos momentos por la habitación.

- Cerrad la puerta, ¡rápido! - gritó alterado el dependiente.

- Sherme viejo zorro, soy yo, tu colega Roy.

Pero el archivador que organizaba la mente de Sherme, era incapaz de encontrar ese nombre en la biblioteca de sus recuerdos.

- ¿Reconoces ya a tus 20 hijos bastardos? - añadió el elfo, esperando que eso le refrescara la memoria. Y funcionó a tenor de la sonrisa que se dibujó en la cara de su antiguo compañero de la torre Angbar.

- Sólo cuando no puedo esconderme en algún callejón!! Caramba Roy, ¿cuanto tiempo hace que no nos veiamos?

- Unos cuatro meses - calculó.

- Vaya, no me hubiera importado que hubieran sido algunos más.

En una clase de pociones, en 4º curso, Roy habia vertido sin querer un poderoso afrodisiaco en el jugo de fortaleza de Sherme. Pasó la mejor noche de su vida, pero nueve meses despues... habia tenido que huir de la torre sin acabar sus estudios. Deberia odiar a Roy por aquello, pero le debia la vida y además de no ser por él no hubiera encontrado su verdadera vocación.

- Y dime viejo elfo, ¿qué es lo que te trae por aquí?

- Necesito uno de tus mapas, sigues trabajando el género ¿verdad?.

Bolita, que hasta entonces no le habia quitado la vista de encima al loro, que amenazaba con hacerle algo poco higiénico, intervino en la conversación.

- ¿Mapas?

- Si, mapas - contestó Sherme - son representaciones gráficas de un determinado lugar, plasmadas en papel. Pero no son gratis claro.

Roy no habia pensado en aquello, creia que les saldria gratis, pero ya se sabe que la confianza da asco. De pronto recordó algo.

- Oh si si, se encargara él - dijo señalando a Bolita - ¿ves esa bolsa en su cinturón? está repleta de dinero.

Instintivamente el enano puso su mano encima. Podia oler una estafa a kilómetros.

- El gran Trebor nos dió toneladas de oro para que lo trabajáramos y forráramos sus habitaciones con las láminas resultantes, no para que lo derrocháramos.

Y no estaba dispuesto a deshacerse de su parte por un trozo de pergamino. Así se lo hizo saber a Roy, con una mirada capaz de fundir el plomo, pero totalmente inutil frente a las artes hipnóticas de un elfo. Tuvo que rendirse y dar su brazo a torcer, en cuyo extremo, empuñaba el oro.

Sherme sopesó las monedas, hasta que comprobó que eran de verdad.

- Bien, bien ¿y de que lugar lo quereis?

- Queremos llegar a la montaña del trueno... 12 ¿no es asi Bolita? y... oye!! ese pajaro tuyo tiene el vientre suelto - observó el elfo mientras trataba de limpiarse la, ya no tan blanca, bata.

- Enseñame las tetas!! - graznó el loro.

- No no, no es un pajaro. Es mi última invención, que hará obsoletos a mis mapas. El loro alza el vuelo y va indicando el camino por el que quieres ir, por medio de estos dos vasos unidos por una cuerda. Ya lo tengo todo preparado, solo me queda enseñarle todos los topónimos, pero no esta muy por la labor.

- Compadre comprame un coco - corroboró el pájaro, que habia cesado de aletear, para posarse en el hombro de Sherme, mientras este rebuscaba en una recargada estanteria repleta de papeles.

- Ah, aquí está. Serán 12 monedas, es el último que me queda.

Bolita abonó la factura a regañadientes y salió refunfuñando a la calle, pues los enanos son algo agarrados.

- No se por qué hemos tenido que gastar tanto dinero en ese "mapa", cuando con un sencillo hechizo de orientación...

- Si, pero nos hubiera costado aún más caro, además esto es más duradero. A vosotros os vendria bien tener uno siempre a mano. ¿No sabes que a los pequeños como tú os pueden pasar cosas malas?

- El gran Trebor - respondió enojado el enano- nos creó pequeños para que cupieramos por las cañerias de su casa y nos dió un pésimo sentido de la orientación para que no huyeramos de allí...
Bolita se quedó pensativo, como si acabara de contemplar por primera vez una verdad que estuvo siempre ante sus ojos.

- Que hijo de puta...

- Ya blasfemarás más tarde, pongámonos en marcha. Según esto, debemos cruzar la meseta en la que nos encontramos en direccion noroeste hasta llegar al lago Andrónico. Una vez allí giraremos al norte. Tras un par de días de caminata encontraremos un pueblo llamado "Muerte acechante".

- Que nombre más acogedor - añadió Bolita.

- Pues sí. Desde el pueblo, tendremos que tomar la ruta del noreste, rodeando el bosque negro y ya habremos llegado a tu casa. En marcha!!

Ragnis, el viento montañoso del noroeste azotaba sus frágiles cuerpos. En su precipitada huida de horas antes, habia olvidado la ropa de abrigo sobre la mesa de su habitación. Con toda seguridad la señora Godfry podria sacar un buen pellizco por su abrigo de piel de Chinchilla-lobo, y con un poco de suerte, daria por zanjada su deuda.

No se dirigieron la palabra en todo el camino, pues estas se habrian congelado nada más salir de sus bocas, pero la tiritante mirada del enano y las estalactitas de hielo que pendian de sus bigotes, le decian que estaba pasando algo de frio.

En cuanto dejaron la meseta atrás, el tiempo cambió radicalmente. El sol derritió la nieve acumulada sobre su cuerpo y les devolvio la vida que el maligno Ragnis habia estado a punto de llevarse. En realidad lo que ocurria es que les gustaba quejarse mucho.

- Primero una asquerosa lluvia roja, luego un viento helado, más frio que la cama de un matrimonio y ahora este calor asfixiante. Jamás me acostumbraré a este clima. En mi montaña la temperatura es de 20º permanentemente.

Por sus quejas, Bolita parecia totalmente recuperado.

- ¿Y teneis fuego? - quiso saber Roy.

- Si claro - respondió orgulloso, como si aquello fuera el logro más grande que una civilización podia alcanzar (cuando todo el mundo sabe que son las luces que se encienden de una palmada)

- Bueno, pues nos vendria bien uno aquí, porque dentro de oscurecerá - observó el elfo.

- Tienes razón, ¿qué clase de conjuro usaras?

- ¿Conjuro? ¿me has tomado por uno de esos magos ventrilocuos? Usare un invento de mi cosecha.

Rebuscó en su hatillo, hasta que sacó un pequeñe cilindro aplanado por los laterales.

- Yo lo llamo, fuego automático.

Pulsó un botón del artefacto y del extremo superior surgió una pequeña llama.

- Oh, ya veo!! - susurró admirado Bolita- has metido una cria de dragón ahí dentro ¿verdad?

- No exactamente, en cualquier caso necesitamos algo que arda. Ve a cortar leña por favor.

- ¿Y cómo quieres que lo haga? - preguntó sorprendido.

- Esa enorme hacha que cuelga de tu espalda ayudaria.

- Oh, ¿esto? sirve solo para rebanar cabezas. Los enanos no podemos ser leñadores, tenemos los brazos demasiado cortos.

- Y apuesto a que ese Trebor tiene algo que ver- añadió Roy.

Los ojos del enano se abrieron como platos antes de escupir al suelo

- Mira, ni lo nombres!!

- De todas formas el ser bracicorto no te impide recoger ramas del suelo ¿no?

Mientras Bolita se afanaba en reunir un buen haz de leña, Roy buscó algo para comer. Solo pudo conseguir un escuchimizado murcielago contra el que habia chocado y unas extrañas bayas púrpuras, junto a las que dormian tres conejos y un par de ardillas.

Orgulloso de su éxito, fue a enseñarle a Bolita las viandas. Al ver las bayas, el enano se las quitó de las manos y las tiró bien lejos.

- De buena nos hemos librado. Cuando ibamos en tu busca, paramos aquí a comer. Tres de mis compañeros las probaron. Instantes despues se dirigieron a la espesura del bosque presas de un fuerte dolor de estomago. Tardaron tanto en volver que decidimos recogerlos a la vuelta. Pero mientras recogia la leña, he ido a verlos. Todavia siguen en un rincón, con 40 kilos menos eso si. ¿Notas ese ligero olor nauseabundo? te dare una pista: no es compost... todavia.

Asi pues tuvieron que conformarse con el desnutrido muercilago, al que asaron al fuego.

- Asi estará más crujiente- comentó Bolita- y te hara olvidar que este bicho come mier...

- Creo que estoy empezando a arrepentirme de haber venido - comento con asco Roy, cuya fama de escrupuloso era legendaria en todo el pais; en todo el pais donde era conocido.

Cuando terminaron de cenar, se tumbaron con el cielo estrellado como gran escenario del que ellos eran unos insignificantes espectadores.

- Son bonitos esos puntos luminosos ¿verdad? - preguntó el enano.

- Si que lo son. Los sabios de mi hermandad, estan convencidos que son grandes globos de fuego que se mantienen a flote en el aire.

- ¿Y para que están alli?

- Supongo que para iluminar - respondió Roy sin mucho convencimiento, nunca se lo habia planteado.

- Pues no parecen funcionar muy bien. ¿Sabes cuantos enanos han muerto al ir a las letrinas por la noche, cuando salimos de viaje? yo te lo dire: demasiados.

Guardó un minuto de silencio en honor a los caidos y siguio hablando.

- Los enanos creemos que son diamantes incrustados en la montaña dentro de la cual reside nuestro mundo. El rey Bolón quiere hacerse con ellas. Tenemos todo un ejercito de vacas para llegar hasta donde se encuentran.

Pero Roy no pudo oir semejante despropósito, pues dormia plácidamente. Pronto le siguió Bolita. El rumor del viento traia palabras apenas inteligibles:

- Bésame el culo entero, bésamelo con esmero.

Pero no lo escucharon.

Con los primeros rayos del sol, levantaron el improvisado campamento y partieron hacia el lago Andrónico. Quince kilometros les quedaban, según un cartel apostado a un lado del camino turistico que habian tomado. Bolita no estaba de acuerdo, pues era frecuentado por ladrones y estafadores, que gustaban de asaltar a los incautos que pasaban por allí. La via se encontraba por ello en un estado lamentable, con adoquines sueltos a todo lo largo, y con una incipiente hierba que iba en camino de terminar con la obra de los hombres en poco tiempo.

- Bolita, ¿cómo un enano de batalla como tú, puede tener miedo de unos vulgares asaltantes?

- Por si no te has dado cuenta, soy un puñetero tapón!. De una patada me podrian mandar al mar de la bruma- contestó alterado el enano, que no dejaba de mirar nervioso las margenes de la calzada, donde las espesas matas de forraje podian ocultar cualquier peligro.

- No me encontraré seguro hasta que lleguemos al embarcadero del lago.

- Pues vosotros no llegar allí.

La voz provenia del jefe de un grupo de bandidos que les habian salido al paso. No serian más de ocho, calculó Roy, pero sus pelos largos, sus ojos semirasgados y su piel cetrina, les conferia un fiero aspecto.

- Oh no, ¡¡son los samurios!! - susurró Bolita con un hilo de voz. La cota de malla no le hubiera llegado al cuello, en caso de tener uno - los bandidos más salvajes del reino.

El jefe, se adelantó, amenazando a la pareja con un afilado tridente.

- Tú diarme todo dinero tú llevar encima o yo ñaca ñaca.

- Roy...- La voz amenazaba con huir del enano en cualquier momento, escondido como estaba tras las piernas del elfo- ¿ha sugerido que va a abusar de nosotros?

- No, ha acompañado el "ñaca ñaca" con un movimiento de inserción.

- ¡¡Pues a eso me refiero!!!- gimió desconsolado.

- Tranquilo, creo que sólo quiere matarnos.

El samurio tardó un par de segundos en entender la conversación.

- Si, si, yo matiar. Asi que venga, dar dinero a me.

- Solo hay un problema - lamentó Roy- no tenemos.

- ¿No tener?

- No.

- ¿No tener dinero?

- No, no... tiener.

- Entonces yo matar. ¿Tu estar seguro seguro?

- Psss, Roy, yo si tengo - le susurró el enano- la bolsa, ¿recuerdas?

El elfo se agacho, para que los ladrones no pudieran escucharle.

- Guardalo, nos hará falta. Cuando yo te diga, no respires. Cuando me veas correr, sígueme como si te persiguiera tu suegra.

- Eh vosotros, ¿de qué hablar?

Por suerte, el samurio no habia oido nada.

- Estaba consultando con mi compañero el tema del dinero. Resulta que si que tenia algo, aquí en mi mochila.

El cuerpo del bandido se distendió.

- Bien, yo saber tú tener. Tener buen porte y bonitos ojos. Hombre guapo siempre tener dinero. Ahora tu dar, tu dar.

Roy aprovechó la relajación del jefe, para coger unos extraños polvos blancos. Los extendió en la palma de su mano y antes de que pudieran reaccionar los atracadores, los sopló hacia ellos.

- No respires Bolita- le advirtió- este es mi ataque....Nieve enloquecedora!!!!!

Continuo soplando hasta que la sustancia blanca desapareció de su mano, introduciendose en el organismo de los atacantes.

Al principio no ocurrió nada, pero pronto un miembro de la banda, empezó a reirse. Luego otro, y otro más... en pocos segundos la risa nerviosa se habia apoderado de ellos, seguidamente empezaron a moverse de forma extraña, descoordinados. Uno de ellos, corrió hacia un arbol, subió hasta la copa y gritó:

- Mirad, soy Comhi Aboy!!

Cuando empezó a hacer el mono, las carcajadas se extendieron por toda la llanura. Daba la sensación de que cuanto más reian, más se alejaban de la realidad. Distraidos como estaban, Roy echó a correr.

- Ahora Bolita, sígueme!!- le gritó desde la distancia.

Corrieron y corrieron hasta que sus piernas no aguantaron más.

- Oye ¿qué fue eso? - quiso saber el enano, que luchaba por su vida, tendido sobre un campo de margaritas.

- Es un producto que sinteticé un día que no sabia qué hacerme de comer.

- Ahora entiendo lo de "farmaceutico" - fue todo lo que pudo decir el enano, antes de caer sin sentido, por el esfuerzo realizado.

Un cubo de agua bien fria, le ayudó a despertar, horas despues.

- Por fin has vuelto en tí. He cargado contigo todo el camino - comentó alegremente Roy.

Pero la sangre aún no habia retornado al cerebro del enano.

- ¿Qué?

El elfo le ayudó a levantarse. Cuando se despejó un poco, vio que ante él se extendia una brillante superficie acuática.

- Bienvenido al lago Andrónico.