Habia bebido más whiskies de los que su cuerpo era capaz de tolerar, pero eso no le impidió pedirle otra copa al camarero, en cuanto terminó la que tenia en la mano. Tenia la mirada fija en la pared, donde un enorme espejo, reflejaba a los ajetreados pasajeros, que pasaban frente al bar del aeropuerto camino de sus terminales.
Pero él no los veia, como tampoco vió al anciano regordete que se sentó junto a él y pidió una soda.
No bien hubo dado el primer trago, se fijó en el joven de aspecto deprimente, rodeado de vasos vacios. La curiosidad le picó demasiado como para mantener la atención fija unicamente en su vaso.
- Perdone amigo, ¿se encuentra bien?
Entonces se dió cuenta que no estaba solo. Miró al viejo de arriba a abajo. El típico provinciano del medio-oeste, que piensa que todo el mundo es como su pequeño pueblo.
- ¿Piensa que alguien que esté bien estaria sentado en la barra de un bar a las 11 de la mañana bebiendose el agua de los floreros?
La borderia no desanimó al anciano, que de inmediato comprendió qué sucedia.
- Es una mujer ¿verdad?
En circunstancias normales, se hubiera levantado y le hubiera dejado con la palabra en la boca, pero estaba demasiado borracho como para resistirse a contar su historia.
- Me casé hace diez años con la mujer más maravillosa del mundo. Al principio todo iba bien, pero pronto el trabajo comenzó a absorber gran parte de mi tiempo. Mis ausencias de casa eran cada vez más prolongadas y llegó un momento en que supongo, se sintió abandonada por mi.
- ¿A qué se dedica usted?
- Soy policia
- ¿Lo era antes de casarse con ella?
- Si
- Entonces su mujer ya sabia a que se exponia, no debió de pillarle por sorpresa.
- Supongo que una cosa es imaginarselo y otra, sentarse cada noche ante una mesa vacia a cenar. En cualquier caso, llegó un momento en que ella no pudo más. Cuando me trasladaron a esta ciudad, no quiso acompañarme. Necesitaba un tiempo para reflexionar, me dijo.
- Esas cosas pasan si.
- Tuve que dejarla allí, era mi obligación acudir a donde me llamaran. Ser policia es lo único que sé hacer, pero a medida que pasaban los días, me dí cuenta de que sin ella, no valia la pena vivir. Ayer la llamé, le dije que iba a dejar el cuerpo y que volveria con ella. No me creyó. No la culpo, no es la primera vez que se lo digo. Estaba recelosa. Me puso como condición para volver a intentarlo, que nos vieramos hoy a las...
Miró su reloj con cierta dificultad, el mundo parecia dar vueltas a su alrededor.
- Bueno, hace diez minutos que hubiera tenido que reunirme con ella en nuestra casa. Ahora pensará que me entretuve en un caso, o vaya dios a saber que, no me volverá a dar una nueva oportunidad.
-¿Y que ha pasado? ¿Por qué no está allí?
- Perdí el avión. Claro que antes, estuve retenido en el arco de seguridad durante diez minutos, en los que no dejó de pitar y el escaner manual estaba averiado, el unico agente masculino habia ido a buscar uno de repuesto. Hubiera sido un retraso aceptable, de no ser porque pinche una rueda de camino hacia aquí. Al ver que la grua no llegaba, corrí durante cuatro kilometros hasta que pude conseguir un taxi. Nada de esto hubiera sido un problema, pensaba llegar con dos horas de adelanto, pero se fue la luz en mi apartamento y no sonó el despertador.
El anciano bebió de un trago la soda que le quedaba y suspiró profundamente.
- Caray amigo, es la peor racha de mala suerte que he escuchado jamás. Por cierto ¿a que ciudad iba usted?
- A Michigan
- ¿Sabe usted que un avión que se dirigia hacia allí, se estrelló hace una hora? - comentó sorprendido
Miró al anciano con ojos vidriosos, clavó su mirada en la suya durante un largo y silencioso segundo, volvió a su copa e hizo un leve gesto con la cabeza, señalando al televisor del bar, donde se podian ver los restos llameantes de un avión, ardiendo sobre un campo de maiz.
- Sí, era el mio.
jueves, 12 de julio de 2007
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