Acostumbraba a mirar las estrellas desde que, de pequeño, su padre le habia inculcado la pasión por la astronomia. El cielo estaba despejado aquella noche, las constelaciones fulguraban con todo su esplendor y no era dificil contemplarlas desde el balcón de casa, a simple vista. Suerte que aquí apenas viva nadie, pensó mientras echaba un vistazo a la hilera de edificios repletos de oficinas que se alineaban frente a él, de lo contrario las luces ocultarian el pálido brillo de los astros.
Ya se disponia a marcharse, cuando reparó en una de las ventanas del edificio que se erigia frente al suyo, en el que tenia su sede una famosa aseguradora. La luz de una de sus oficinas estaba encendida. La curiosidad le carcomia y con cierto afán voyeurista, cogió sus prismáticos y miró hacia la extraña luz. Era demasiado tarde como para que se hubiera quedado algún trabajador rezagado, igual algún pez gordo utilizaba su despacho de picadero.
Pero no se encontró con un furtivo escarceo sexual. Lo que vió le dejó helado. Aunque estaban a contraluz, podia ver la oscura silueta de un par de personas discutiendo acaloradamente. De pronto, uno de ellos agarró por el cuello al otro, con tanta fuerza, que lo levantó del suelo sin mucho esfuerzo. Tras unos instantes de agonia, la cabeza de la victima cayó laxa hacia atras.
Acababa de ser testigo de un asesinato. Lo habia visto todo, bueno, no habia podido identificar ningun rostro. ¿Qué deberia hacer? ¿Llamar a la policia? ¿Pasar de todo?... Mientras tanto, seguia mirando como el asesino soltaba el cuerpo inanimado del pobre desgraciado y se dirigia hacia el amplio ventanal, mirando hacia el exterior, como si estuviera buscando algo.... hasta que sus ojos se encontraron.
Espantado, tiró bruscamente los prismáticos y entró en casa. Era imposible que le hubiera visto. Habia una distancia de más de 200 metros entre los dos edificios y estaba muy oscuro.
Tratando de convencerse de que estaba a salvo de cualquier peligro, se metió en la cama. Ni se le pasó por la cabeza avisar a las autoridades. Intentó dormir, pero los nervios no le dejaron. Todo estaba en silencio. Aquello le ponia más nervioso aún, se maldijo por haberse mudado a aquel lugar semiabandonado en plena expansión y maldijo aún más su estúpida curiosidad.
El silencio que inundaba el edificio se vió roto por unos pasos firmes que avanzaban por el pasillo hacia su puerta. De haberse mirado en un espejo en ese momento, habria visto su rostro, blanco como la nieve, perlado del sudor frio que produce el miedo.
Cuando la puerta retumbó ante los golpes que alguien le estaba dando, saltó literalmente de la cama. Cogio entre sus manos temblorosas un viejo bate de baseball, recuerdo de juventud, y sigilosamente, se acercó a la entrada. Podia haber dejado que siguieran llamando a su puerta hasta que se cansaran, pero si, como temia, era el asesino el que se ocultaba tras la pesada hoja de madera, tenia que acabar con aquello cuanto antes. Él no era un cobarde, aunque en aquellos momentos lo pareciera.
Agarró el pomo entre sus dedos, respiró hondo y de un tirón, abrió la puerta. La vecina del quinto, borracha como una cuba, se abalanzó sobre él, insultándolo, y haciendo que los dos cayeran al suelo.
Varios minutos y bochornosas disculpas después, pudo volver a su habitación, algo más tranquilo. Estuvo tentado de ir a echar un vistazo por la ventana, pero se dijo que bastante habia visto ya. No le costó mucho conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, de camino al trabajo, se detuvo frente a un quiosco y leyó varios periodicos. En ninguno se hacian eco de un posible asesinato en aquella zona. Al pasar junto a la aseguradora, habia podido comprobar cómo la calma reinaba en aquel lugar, al menos esa sensación daba desde fuera; así que empezó a preguntarse si lo de la noche anterior no habia sido producto del porro que se habia fumado a la luz de la luna. Decidió dejar la marihuana, al menos por un tiempo, y continuó su camino hacia la oficina.
Al terminar el día, casi habia olvidado aquel episodio. Se sentó en su sofa y encendió la tele dispuesto a pasar una aburrida noche en compañia de una cerveza. No le dió tiempo siquiera a dar un sorbo, cuando el telefono comenzó a sonar. Miró la pantalla digital; no conocia el número.
- ¿Diga?
Una voz gélida y vacia inundó su oido.
- Anoche te ví. La curiosidad mató al gato; ven a la oficina o te matará a ti.
El desconocido colgó. Las piernas comenzaron a temblarle. Pensó en no ir, pero estaba claro que quien fuera que le hubiera llamado, sabia quien era y donde vivia. Tendria que afrontar aquello.
Jamás doscientos metros le parecieron tan largos. La entrada al edificio estaba abierta, aunque las luces estaban apagadas. Pasó junto al puesto del guardia de seguridad, pero estaba desierto. No habia ni rastro de él. ¿Lo habrian asesinado? ¿Seria él, el que hizo la llamada?
Con la cabeza llena de preguntas, tomó el ascensor hasta la tercera planta. Al abrirse las puertas, una intensa luz le cegó.
- Aquí estoy - gritó con una falsa seguridad, que esperaba, amedrentara al desconocido.
Pero nadie respondió. Al fondo de la planta, podia ver la oficina donde habia ocurrido todo. Se dirigió hacia allí. Tampoco habia nadie. Parecia un despacho normal, no encontró nada raro.
Miró por la ventana. Las calles estaban desiertas. Echó un vistazo a su edificio. Le pareció ver a alguien en...
- Gracias por venir. Me ha ahorrado mucho trabajo.
Se giró sobresaltado. Un hombre de aspecto siniestro, con una cicatriz que partia su rostro en dos y un elegante traje negro, obstaculizaba la puerta.
- ¿Quien es usted? - preguntó exaltado. Su pulso se habia acelerado súbitamente. El corazón se le habia desbocado, consciente del peligro que corria.
- Digamos que soy... el basurero.
No dijo más. Y no hizo falta, porque cuando hizo crujir sus nudillos, supo que su esperanza de vida habia disminuido drásticamente. Intentó saber más sobre aquel tipo y sus intenciones, pero no soltaba prenda. Se limitaba a andar a su alrededor, como el depredador que busca el punto débil de su presa, para saltar sobre ella y matarla de un solo golpe.
No podia escapar, gritó con la esperanza de que el guardia de seguridad le oyera. Se puso a hacer aspavientos con las manos, con suerte alguien podria verlo desde la calle y ayudarle o alertar a la policia al menos...
La situación le resultó muy familiar. Miró a traves de la ventana. Se vió en el balcón de su casa, agachado tras la barandilla, mirando hacia la oficina con sus viejos prismáticos.
- No es posible...
Antes de que pudiera reaccionar, el asesino lanzó su poderoso brazo hacia su cuello. Sus dedos eran como garras y su fuerza inhumana. Lo levantó del suelo como si fuera un simple monigote.
Trató de zafarse pero sus esfuerzos fueron en vano. La oscuridad fue apoderándose de él, hasta que la negrura de la muerte lo inundó todo.
Nota: Las primeras páginas del comic de este relato, las podeis encontrar en El Criptozoo del Doctor Cataplasma.
viernes, 26 de octubre de 2007
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ya decia yo que esto me sonaba.
ResponderEliminarsaludos indiscretos!