martes, 18 de septiembre de 2012

Fund4ción

Pasaban 17 años desde el inicio del tercer milenio pero a Charles no podría importarle menos. Miró el despertador: las 11:27. Lo observó unos instantes más, nostálgico. Aquel despertador debería haber sonado con desagradable insistencia cada mañana a una hora en que levantarse hubiera sido calificado como "madrugar". Pero hacía mucho que en ningún sitio le esperaban temprano así que no recordaba cuando fue la última vez que había puesto la alarma en marcha.

Si que tenía claro haberlo usado el último día de facultad, para llegar a tiempo a su último examen. No se había engañado. Sabía que las cosas estaban difíciles para todo el mundo, pero confiaba que su acariciado titulo de ingeniero le diera alguna ventaja sobre aquellos que habían decidido enfocar sus estudios hacia materias poco demandadas por el estresado mercado laboral.

Cuando tras semanas después recibió el resultado de la prueba y la consiguiente confirmación de haber superado todos los créditos de su licenciatura, salió a celebrarlo con sus amigos de siempre: Jean y Sheik, a los que conocía desde parvulario. Esa fue una de las ultimas noches alegres que tuvo desde entonces.

Pese a que no vivía en una zona desarrollada propiamente dicha, cuajada de servicios para una población que trabajaba en la capital, comenzó a repartir su currículum por las pequeñas empresas que se ajustaban a su perfil, que se encontraban en su ciudad tras una concienzuda investigación por Internet tal y como recomendaba uno de esos libros escritos para aliviar la desesperacion del que busca empleo infructuosamente más que con el objetivo de servir de ayuda alguna.

Al pasar los días y no recibir respuesta, decidió ampliar su radio de búsqueda al resto de la provincia. Si le saliera un trabajo en otra ciudad cercana, ya vería como se las apañaría, siempre podría compartir coche con alguien que fuera allí... qué más daba, lo importante era encontrar algo. Pero el silencio fue todo lo que recibió por respuesta. Pronto se vio enviando currículums a empresas de su comunidad, del resto del país, luego del continente que siempre había querido visitar y finalmente a cualquier empresa del mundo en la que se pudiera hacer entender con su dominio de la lengua franca internacional.

Un mes y medio había pasado ya desde su ultima comunicacion, con una empresa de Taiwan que amablemente rechazaba su solicitud por diferencias culturales. Charles no entendía muy bien aquella respuesta, posiblemente era la manera taiwanesa de decir "no me hagas perder el tiempo".

Jodida amabilidad asiática... Tumbado sobre la cama, con barba de tres días y un viejo chandal gris raído a la altura de las rodillas, se decía que la culpa de su frustracion no se encontraba en el señor tras una mesa del departamento de recursos humanos de Daishi Solutions. Tampoco era él el causante, llego a la conclusión, pese a que los tertulianos de televisión y los columnistas de los periódicos, las marionetas del "sistema", le tacharan a él y a millones como él de vagos, inútiles e improductivos.

Como todas las generaciones anteriores a la suya, había hecho todo lo posible para conseguir el sueño occidental: Nacer, crecer, conseguir un buen trabajo, una chica guapa, una hipoteca a 30 años, una pareja estándar de críos, jubilarse, viajar por el país bailando pasodobles y finalmente morir. Pero justo después de crecer algo habia ido mal.

Casi una década llevaban los informativos vomitando la palabra "crisis" en cualquier momento del día. La gente se había acostumbrado tanto a ella que había perdido cualquier fuerza y si en lugar de saludar con un "hola" lo hubiera hecho con un "Crisis" nadie se hubiera dado cuenta.

Las causas que habían llevado al desplome de la economía era ampliamente conocidas por quienes quisieran informarse. Sin embargo la mayoría no se molestaba en intentar comprender cómo habían llegado a esa situación y buscar responsables por ello. Y como si de un enfermo terminal ante un curandero se tratara, aceptaban con la cabeza gacha y una esperanza ciega basada en palabras de humo cualquier medida que los charlatanes en el poder, decían, supondría la solución definitiva a los problemas financieros que ellos no habían creado pero que debían pagar por el bien supremo.

Y mientras esto sucedía, se recortaban servicios públicos y la calidad de vida disminuía. El sistema educativo se convertía en una mera guardería de 2 a 16 años donde recluir a los elementos improductivos y en la que con suerte emergerían algunos individuos con aptitudes brillantes que tendrían la suficiente fortuna como para conseguir un trabajo lejos de allí; En los hospitales los pacientes se apiñaban en mugrientas habitaciones en espera de una operación que siempre se retrasaba por falta de médicos; las colas por conseguir medicamentos, primero, y comida más tarde, surgieron como pequeños gusanos para convertirse con el paso del tiempo en gigantescas boas que se enroscaban en las conciencias impotentes de quienes tenían algo más pero no lo suficiente para hacer nada por cambiar su triste situación. Los robos se multiplicaban y la violencia en todos los ámbitos se hacia insoportable. Ya no era seguro caminar por las calles una vez el sol se escondía pues las patrullas policiales eran escasas y solo intervenían cuando se producía el delito. Y mientras tanto, otros muchos, aunque aun así una minoría escasa, se beneficiaba de todo esto.

El mundo en el que habían crecido sus padres y en el que Charles había dado sus primeros pasos ya no existía. ¿Qué hacer pues? Sí, ya en el tercer año de carrera había comenzado a acudir a las decenas, primero, de manifestaciones que se convocaban con escaso éxito de participacion. Estas, junto con las huelgas, se fueron haciendo masivas a medida que transcurría el tiempo pero no era suficiente como para forzar un cambio. Sí, se alcanzaban a reunir millones de manifestantes pero en conjunto, más del 70% de la población siempre se quedaba en casa por distintos motivos. Casi todos se escudaban en la fe y la esperanza en que la crisis no podía durar para siempre y más temprano que tarde aquello acabaría, porque llevaban demasiado tiempo sufriendo ya. Un argumento que a Charles le parecía simplemente ridículo. Incluso las vacas flacas en Egipto no habían durado demasiado le decían. Pero él sabia que aquello no cambiaría. No estaban viviendo una década perdida. Era el final. Simple y llanamente la degradacion total y absoluta de un sistema que había llegado a sus límites de desarrollo. Lo decían los índices de producción industrial, las reservas de petroleo, el control de la producción de alimentos en manos de los especuladores, el incremento de la población mundial, la contaminación, la globalización de la miseria, los flujos migratorios incontrolables...

Había intentado todo para abrir los ojos de la población pasiva que aceptaba su destino como esclavos y carne de cañón: desde abrir un blog sin repercusión alguna hasta bombardear las redes sociales con sus textos; también había probado carteles en las calles con afirmaciones redactadas en lenguaje simple que todo el mundo pudiera entender, un periódico clandestino con las noticias que los medios de comunicación de masas tendían a manipular o directamente ignorar... llegó incluso a ir casa por casa como un vendedor de enciclopedias con la idea de explicar la realidad a sus vecinos. Siempre era tachado de azul si gobernaban los rojos y de rojo en caso de que gobernaran los azules. Era descorazonador. Hasta que finalmente tuvo su primera revelación, no motivado por un espíritu mesiánico sino por el sentimiento de libertad e independencia de los pensadores clásicos, desde Pericles a los padres fundadores americanos: No se puede salvar a quien no quiere. Y quien no quiere, no merece ser salvado.

Volvió a mirar el despertador: 13:42. Se conectó a la red durante unas horas, hasta que los rugidos de su estómago le obligaron a ir en busca de comida. En décadas anteriores, según le había contado su hermano, no era raro ver en los pasillos de los comercios a personas, niños sobre todo, comiendo tal o cual producto de los estantes. Quizás por eso cuando se deslizó en el mercado esquivando la mirada inquisitiva del guardia y cogió un racimo de plátanos del puesto de frutas más cercano a la puerta, le pareció algo natural. Más tarde robó un par de chocolatinas y se dirigió al parque de su barrio dispuesto a pasar la tarde viendo a la gente pasar, preguntándose qué hubiera sido de esas caras grises e inmutables que iban y venían, en otro mundo más benévolo. Al anochecer volvió a la cama. Otro día más en el paraíso, murmuró mientras contemplaba el despertador. Finalmente, se durmió.

A la mañana siguiente no podía recordar qué había soñado pero continuaba sintiendo la chispa que había prendido en su conciencia durante la noche. Una idea comenzó a desarrollarse con parsimonia, con lenta determinación. Volvió de nuevo a ese ciclo de la vida perverso del que hasta entonces se había sentido parte y empezó a cuestionarlo punto por punto. No lo de nacer y crecer por supuesto pero ¿y todo lo que acontecía hasta su muerte? ¿De verdad necesitaba una casa en propiedad? ¿ Una familia tradicional? ¿Decenas de cachivaches tecnologicos redundantes? ¿Cumplir con todas las conveniencias sociales?

A medida que se iba haciendo mas y mas preguntas sentía como se iba alejando de la gleba enmascarada que le unía a sus congéneres, hasta que finalmente se hizo la gran pregunta: ¿Qué necesito para ser feliz? La respuesta le hizo considerar el 70% de su mundo como algo superfluo, al igual que el sistema en el que vivía. Y tuvo su segunda revelación: la culpa de su situación, si que había sido suya. Había aceptado las reglas del juego sin plantearse que pudiera haber otros.

Como profetizó Nietzsche, tras la caída de la URSS el estado se había transformado en un ente propio monstruoso libre de cualquier atadura con los ciudadanos que supuestamente lo conformaban y a los que había pasado a considerar ganado con el que aumentar sus beneficios. Por supuesto el "estado" no era algo abstracto sino un grupo de personas, algunas más conocidas que otras, que marcaba unas reglas que la mayoría de la población acataba por dejadez, cobardía, ignorancia, comodidad...

Bien, no se podía luchar contra él en franca minoría numérica teniendo en cuenta el monopolio de la violencia del que hacía gala. Si querías vivir en su sistema tenías que pasar por el aro y sufrir sus imposiciones, que estaban comenzando a ser inasumibles para cada vez más individuos. Así pues, ¿por qué no vivir fuera de él? Salir del sistema predominante, dejar de acudir a sus servicios, no confiar en sus medios, dejar de pagar sus impuestos...  Por separado cada uno podía sobrevivir, pero en unas condiciones tales que, ¿merecía la pena levantarse por las mañanas y afrontar el sufrimiento rutinario? Hacía tiempo que habían dejado de contabilizarse los suicidios pues a algún psicólogo del gobierno se le ocurrió que hacer público el alto número de ellos reforzaría la decisión de quitarse la vida de aquellos que estuvieran sopesando la idea. Quizás vivir en el viejo mundo de forma digna se estaba volviendo imposible para la mayoría, por ello había que crear uno nuevo, que se alimentara del cuerpo agonizante del antiguo, que tanto se resistía a morir.... Fue en ese momento cuando germinó la semilla de la "Fund4cion". Sería una asociación, un grupo, basado en 4 pilares:

. Respeto
. Sabiduria
. Determinación
. Honradez

Aquellos que sintieran como suyos estos atributos, podrían encontrar un lugar común de apoyo y compañía. Sería como una de esas asociaciones secretas de la antiguedad. Si un miembro tuviera problemas, un compañero acudiría en su ayuda. Todos aportarían su conocimiento y el grupo entero se beneficiaría de ellos, lo que les conferiría una ventaja sobre los demás a la hora de sobrevivir en las calles. Su mente rebosaba de proyectos e ideas que harían de la Fund4cion una Camelot sin fronteras, una Atlántida digital, un lugar en el que pudieran ser hombres libres y no meros limones para estrujar. Y así, podrían vivir y dejar de arrastrarse en busca de las migajas de los mandatarios.

Al fín tenía un rumbo, un objetivo, algo a los que consignar su vida. Lo primero que hizo fue crear una sencilla página web donde la gente pudiera contactar con él y discutir sobre el tema o incluso unirse al "proyecto" mientras él terminaba de perfilarlo. No le llevó más de cinco minutos. Tecleó: http://fund4cion.blogspot.com y observó satisfecho la pantalla. Por ahora valdría. Debería tener en cuenta muchas variables. ¿Cómo distinguirse entre si? ¿Cómo evitar elementos indeseables en la Fund4cion? ¿Cómo definir a dichos elementos indeseables? ¿Habría una jerarquia? En caso afirmativo ¿cuales serian sus funciones? Cogió un amarillento cuaderno y comenzó a apuntar sus ideas. Había tanto por hacer... pero el primer paso estaba dado.

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