Bajo el frío de la mañana, sola en la estación.
Esperando a un amigo, quién sabe si un nuevo amor.
El tren se retrasa o se adelantó el avión.
¿Qué más da? ¿Qué importa? pronto juntos estarán los dos.
Con lenta parsimonia llega él a su destino,
cabalgando su corazón.
sale entre la gente corriendo,
tropieza con un escalón.
Los nervios asedian su pensamiento,
anulando su razón.
Sólo unos metros más y verá a aquel primor,
a aquel ser de bondad, alegría y bonitos ojos marrón.
Y sube las escaleras que llevan a aquel rincón
donde ella espera ansiosa noticias de aquel varón.
Cuando la ve frente a él, el mundo desaparece.
Ante su inocente brillo, la luna misma palidece.
Allí está ella, tan delicada como bella,
soportando con esmero las rachas de gélido viento.
Sus miradas se encontraron
y juntas ya se quedaron
como juntos se enlazaron
los dedos de sus frías manos.
Se sentaron en un banco
bien apretujados los dos.
Confidencias compartieron
bajo un incipiente sol.
Y en un descuido suyo
su primer beso él le arrancó.
Acariciar sus dulces labios
fue mucho más que un placer.
Pues supo en ese mismo instante
que ella era su mujer.
El tren que les llevaría
a su dulce nido de amor,
ocupaba ya la vía
frente a besos de pasión.
Al abarrotado vagón
introdujeron su historia de amor.
Años de eso han pasado
y ya, sólo y abandonado
coge el mismo vagón.
Cierra los ojos, la recuerda,
como una delicada flor.
Y cuando el tren se detiene
le pregunta al revisor
si ese ángel de la tierra
le espera, sola, en esa pequeña estación.
lunes, 9 de marzo de 2009
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