Fue un pequeño pasaje de un libro olvidado en lo más profundo de la biblioteca del monasterio de Saint Jacques, lo que prendió la chispa que inflamó su determinación. Corrió hacia su laboratorio, donde se encerró, no sin antes dar órdenes a su criado de que no se le molestara por nada del mundo.
Durante varias décadas trabajó sin descanso en la lóbrega estancia, sin salir de ella ni una sola vez. Cuando tenia sueño, lo que solia ser poco frecuente, se tumbaba en un sucio catre, y cuando su criado le pasaba la comida por la puerta, saciaba su hambre. El resto del tiempo lo dedicaba a experimentar con sus alambiques y sus pociones.
Una mañana, la puerta del laboratorio se abrió con un gran estruendo. El criado comprobó como su señor, el duque de Verger, salia demacrado y desastrado como un mendigo, pero una gran sonrisa de felicidad surcaba su rostro.
- ¡La he encontrado Silas! - le gritó como un niño con juguetes nuevos.
- ¿Qué ha encontrado señor? - le preguntó.
El duque salió corriendo hacia el exterior.
- ¡¡¡La piedra filosofal Silas!!! ¡¡¡La piedra filosofal!!!
El duque era el dueño de la mayor parte de plomo del reino, el cual almacenaba en un inmenso almacén. Hacia allí corria, dispuesto a probar su descubrimiento. Le sorprendió encontrarse la entrada custodiada por varios soldados, pero estos se retiraron al ver su anillo ducal, aunque pusieron más reticencias de las que podria esperarse.
Pero no le importaba. Ante él se erigian montañas de plomo y más plomo.
- Soy rico - susurró para sí sin mucha convicción, como si temiera que todo no fuera más que un sueño.
Sacó la piedra filosofal de su bolsillo y la acercó lentamente al plomo. A medida que se acercaba, el plomo iba adquiriendo un tono dorado. Al entrar en contacto, se convirtió en oro.
- ¡¡Soy rico!! ¡¡Rico!! - gritaba ahora con júbilo a la entrada del almacén.
Los habitantes de un pueblo cercano, al escuchar tanto estruendo, se acercaron a ver que ocurria. Cuando el duque les contó lo que habia conseguido, le miraron horrorizados. El burgomaestre llegó pocos minutos despues. Entró en el almacen con el joyero local y salió con el rostro demudado. De inmediato mandó prender al duque, que se debatia por librarse de los soldados que lo asian con firmeza.
- ¿Qué felonia es está? - preguntó - ¿Acaso pretendeis robarme?
El alcalde lo miró como si estuviera hablando con un demente.
- No sabeis lo que habeis hecho Duque. En vuestra ausencia un sabio del norte inventó una máquina que funciona con plomo. Gracias a ella, podemos trasladarnos grandes distancias sin esfuerzo, en un tiempo escaso. El oro apenas tiene valor.
Hizo un gesto a los soldados para que se llevaran al Duque.
- ¿Donde me llevais? - gimió este.
- Ese plomo que habeis convertido en oro significaba el 25% de las reservas del reino. Se os acusa de sabotaje y traición a la Corona. Se os encerrará en una celda hasta la ejecución de la sentencia. La pena por ese delito es la hoguera.
martes, 20 de enero de 2009
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Joé, qué mal rollo. Que se venga pa mi casa, que voy a hacerle sentir útil :P
ResponderEliminarA mi también me vendría bien, además yo como soy un plomazo, me haria rico al instante :P
ResponderEliminarUn abrazo!!