Él salió a la calle con las manos temblando y el corazón acelerado. Miraba de un lado a otro y del otro a su reloj, como si su vida fuera en ello. Ella cerró la puerta de casa como si esta fuera de plomo, tirando del pomo y de su alma, cerrando algo más que una puerta.
Él echó a andar entre la multitud, esquivando a los transeúntes con rapidez, sin perder de vista los lejanos árboles. Ella no vio a ninguna de las personas con las que se cruzó mientras caminaba hacia su pesar.
Él miró de nuevo su reloj. Sus pasos le habían llevado al parque a la hora prevista. Ella lo vio acercarse desde un banco junto a la entrada. Él se sentó junto a Ella.
- Te quiero – le dijo él.
- No puedo perdonarte – respondió ella.
Él se alejó con los ojos inundados por la tristeza. Ella se quedó en el banco, viendo como él se marchaba para siempre.
miércoles, 4 de febrero de 2009
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Joe. Me has dejado chof UU
ResponderEliminarLo siento Rizos. Después del más desenfadado post anterior, tocaba uno de distinto registro.
ResponderEliminarSuerte que tenia un buen puñado de textos en reserva para estos momentos. Después de Un día completo y otro proyecto que acabo de terminar, pocas ganas me quedan de teclear :P
Un abrazo!!