jueves, 26 de febrero de 2009

Too human

Le llamaron Billy-1 en honor del hijo del ingeniero jefe del proyecto "Nuevo amanecer". Veinte años y el esfuerzo combinado de la comunidad científica de más de treinta países fueron necesarios para dar vida al primer androide autoreplicante. El primero de una nueva especie sintética llamada a servir a los hombres por toda la eternidad. Su aspecto era el de un joven moreno de apenas veinte años, rostro agradable y sonrisa perenne. Tan conseguida estaba su apariencia externa, que pocos podrían pensar que su interior escondía un entramado de circuitos y cables en lugar de vísceras. Lo anunciaron a bombo y platillo como el primer humano manufacturado.

Tras una serie de pruebas motrices y psicológicas que certificaron su capacidad operativa, se desveló al mundo la segunda parte del proyecto. Billy-1 era mucho más que un prototipo avanzado, sería el padre de toda una nueva gama de robots, que a su vez crearían nuevas series, mejorando su funcionamiento con cada nueva versión. Se buscaba así llegar a la maquina perfecta con el menor esfuerzo posible.

Para evitar sabotajes de la Organización Panoceanica se acondicionó un antiguo búnker comunitario de la Guerra del hidrógeno, con todo tipo de maquinaria y materias primas, para que Billy-1 pudiera trabajar sin interrupciones y creara una primera remesa de mil replicantes. La entrada al búnker, en la falda de una de las montañas rocosas, era patrullada día y noche por una compañía de Aulladores Nocturnos. Nadie podía entrar ni salir.

Un año después de que las pesadas puertas de acero templado se cerraran sobre el oscuro pasadizo que llevaba a la nave central del tamaño de una pequeña ciudad del medio oeste, un puñado de científicos liderados por el ingeniero jefe se adentró en la gruta excavada en piedra para comprobar los resultados del proyecto.

Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que los precintos de las máquinas estaban intactos y los numerosos palés de materiales, acumulaban gruesas capas de polvo, a excepción de la reserva de silicio liquido,combustible para los robots, del cual habían desaparecido numerosos bidones. No había ni rastro alguno de formas inertes inteligentes.

Llamaron a voz en grito a Billy-1, pero este no respondía. Mientras esperaban en silencio una respuesta, un ligero murmullo llegó a sus oídos. Siguieron la estela sonora hasta llegar a una pequeña sala de control en la que los ordenadores habían sido sustituidos por un televisor que mostraba videoclips de música electrónica y un desvencijado sofá marrón. El suelo estaba repleto de botes de silicio liquido y en el sofá, roncando afanosamente, encontraron a su gran creación con el pecho cubierto del espeso liquido, que se iba esparciendo por la raida camiseta que vestia, con cada ronquido.

El ingeniero jefe miró con impotencia al resto de su equipo. Lentamente, sacó de un bolsillo un mando de control y pulsó el interruptor de apagado.

- Creo que lo hicimos demasiado humano.

jueves, 19 de febrero de 2009

La mañana

El sol aún no ha salido pero Robert ya se ha desperezado con el canto del gallo, anunciador de un duro día en la granja. Desde su cama puede escuchar cómo la naturaleza despierta con parsimonia.

Se levanta de un salto desafiando el frío y tras colocarse el mono de trabajo, baja al establo donde las vacas mugen, incomodas por la leche que rebosa de sus ubres. Tras ordeñarlas, va a alimentar a los cerdos, porfiándose unos a otros, revolcándose en el estiércol.

Hundido en la mugre, se detiene un segundo a reflexionar. Pierde la vista en el horizonte. Puede que el trabajo de granjero sea duro, hasta hace pocas semanas lo odiaba, pero la tranquilidad que ofrece le reconforta el alma.

Una luz lo deslumbra obligándole a cubrirse los ojos con la mano. Cuando el brillo desaparece, la retira. Y ya no está hundido en el fango rodeado de los animales de la granja, sino que se yergue en una playa lejana, impasible a las balas que rasgan el aire a su alrededor. El sargento de su pelotón se le acerca, le grita al oído, tira de su mochila para que le siga al refugio improvisado de un cráter abierto por una bomba; pero Robert no escucha la orden, ni los gritos lastimeros de sus compañeros desangrándose en cada centímetro de arena, ni el zumbido enloquecedor de los morteros antes de caer con fatal precisión sobre las oleadas de soldados que intentan formar una cabeza de puente. Él sigue allí, cuidando de los animales, sudando bajo el sol otoñal en la granja de su padre, de donde le hubiera gustado no salir jamás.

viernes, 13 de febrero de 2009

Un encuentro singular

Caminaba el viejo Otto por su land de Karlsbaad, disfrutando de la vida y de la nieve invernal, cuando un gran alboroto a sus oídos vino a parar. Durante décadas recorrió el mundo en toda su extensión, mas en sus múltiples viajes, nada parecido vio.

Lloraba desconsolado a la orilla de un lago helado, un joven y apuesto bardo, arrodillado en el barro, con un ajado macuto al lado.

- ¿Mas qué hacéis aquí tirado, triste, gris y desolado, llorando como un crío de pecho a quien sin teta han dejado? - quiso saber el buen Otto, acercándose sin formar mucho alboroto.

El bardo cesó en su llanto, miró al extraño y su viejo manto y a un colega reconoció. Perdió la vista en el cielo y su historia él narró.

- Quiso dios que un ángel puro se cruzara en mi camino y aceptara con buen tino compartir su corazón conmigo. Era de ojos oscuros y de bondades tan grandes, que a mi poemas diletantes ella con alas unció.

En el cielo me encontraba con su dulce compañía, nada malo encontraba a esta cruel vida. De atenciones y de amores ella mucho me colmaba, demostrándome sin duda lo mucho que me amaba. Mas un error de principiante sin duda yo cometí, por desgracia fue ya tarde cuando cuenta yo me di. En mis cantos me centraba y poca atención le prestaba, causándola gran pesar. Hasta que un aciago día, su vaso debió rebosar, me sentó en su dormitorio, me dijo que me iba a dejar. Cansada ya se encontraba de mi errático actuar, cogió sus recuerdos sólo y marchó con gran pesar.

Meses hace de ese día en que perdí la alegría para convertirme en un ser triste como monje en abadía, llevando el dolor en ristre.

Un pequeño consuelo tengo, cuando en oscuras posadas, creo detectar su mirada, al fondo del postizo hogar cuando con épicos cantos embeleso al personal. Aunque muchas veces pienso que igual no es ella sino alguien más. Intento domar mi mente para que no se desboque y cabalgue diligente a la locura perenne. En el esfuerzo he perdido energías y cordura. Y ya me parece irreal el mundo que nos rodea, me parece una quimera, ¿como pude yo estar con semejante princesa?

Las noches son lo peor, pues los recuerdos me asaltan. Me despierto a medianoche, con un nudo en la garganta. Mi canto yo a Dios daría por estar con ella un día y decirle que la quiero y decirle que la amo, que no olvido las caricias de aquellas suaves manos, que aún siento los besos que a escondidas bien nos dábamos, que su sonrisa en mi brilla, por mucho que no nos veamos...Que un estúpido fui, no supe lo que tenia hasta que ese aciago día tristemente lo perdí. Mas no es su ausencia lo que me mata, pues ella ahora es feliz, es el daño que le hice, lo que no me deja vivir.

Tras la larga parrafada, Otto calla, el tiempo pasa.

- Será que no te interesaba... - habla al fin con mala baba.

- No es cierto loco barbudo, pues yo la quiero ¡lo juro!, que mi amor es más que puro por mucho que parezca duro, como el granito del muro. - repuso furioso el bardo hundiendo las manos en barro mientras lágrimas sinceras inundaban sus zapatos.

- Pero eso poco importa, pues ella debe notarlo, no vale con que lo digas, mucho debes de mostrarlo. - replicó con experiencia y un poquito de indulgencia.

- No lo hice y aquí estoy, sólo uno por la vida voy, y es por eso que ahora mismo la muerte le pido a Dios.

- Por lo que me habéis contado, a dios dejad a un lado y culpaos solo a vos.

- Eso hago viejo chalado, por eso en este helado lago, diré mi ultimo adiós.

El bardo se levanta presto a hacer valer sus arrestos y cumplir su cruel sino. Otto lo mira impávido, ante el sacrificio sin sentido.

- Piensa un poco, sé más listo. Sólo puedo aconsejarte que de ahora en adelante tu experiencia triste cantes, para que otros incautos no caigan en tu misma condena, pues nada hay en el mundo, capaz de borrar tu pena.

El joven se detiene en seco, vuelve a por su petate y con el consejo de acicate decide un nuevo rumbo pues tiene todo el ancho mundo para mostrar lo inmaduro que uno no debe ser.

Y así se marchó el joven bardo, con una lección aprendida: cuida bien a tu amor o te arrepentirás el resto de tu vida.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Buscando una historia

Es curioso, pero si uno analiza los textos ganadores de un concurso literario al azar, encontrará con toda seguridad que el tema del mismo es un pensamiento gris, un desamor aún hiriente, una multa sin pagar... tristes motivos todos y que hacen empatizar al lector con el desdichado protagonista, arrancándole una ovación motivada por un deficit de dopamina en sangre.

Es curioso el desprecio de las artes por el humor. Ninguna comedia ha recibido el oscar, pocos comics humoristicos pueden considerarse de culto; incluso era el segundo libro de la poética de Aristóteles, dedicado a la comedia, el que terminaba con la insulsa existencia de los monjes de aquella abadía a la que insufló de vida Umberto Eco.

El drama no es un género que me motive a escribir, la verdad, quizás por eso nunca gano un sólo concurso al que me presento. En cualquier caso, he aquí otro de esos textos fallidos que se perdió en la papelera virtual de algún jurado con acertado criterio:



Subí a aquel vagón con la esperanza de encontrar una historia que atrajera la inspiración perdida. Escudriñé los rostros de los viajeros: caras cansadas, alegres, diáfanas, pensativas… Cada una escondía una vida con sus miserias y alegrías. Intenté ahondar en sus almas, pero era inútil, sólo podía verla a ella.

Habían pasado varios meses desde la ruptura y su recuerdo permanecía aferrado a mi corazón, como un peso muerto que me arrastraba a la desesperación, ante mi incapacidad de dejarla caer en el olvido.

Un niño reía, y su risa me recordaba a ella. Una pareja se hacía carantoñas junto a la puerta, y me parecía sentir en mi piel las caricias recibidas de madrugada, recostado en su regazo. Una chica se perfilaba los labios y las cicatrices provocadas por los besos que intercambiábamos al amparo de la noche, me quemaban…

Allí estaba, en ese tren, buscando una historia con la que ganar un concurso, sólo para impresionarla. Entonces me di cuenta. Había subido en busca de un hombre que me mostrara su historia, pero el hombre con una historia, era yo.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Dos

Él salió a la calle con las manos temblando y el corazón acelerado. Miraba de un lado a otro y del otro a su reloj, como si su vida fuera en ello. Ella cerró la puerta de casa como si esta fuera de plomo, tirando del pomo y de su alma, cerrando algo más que una puerta.

Él echó a andar entre la multitud, esquivando a los transeúntes con rapidez, sin perder de vista los lejanos árboles. Ella no vio a ninguna de las personas con las que se cruzó mientras caminaba hacia su pesar.

Él miró de nuevo su reloj. Sus pasos le habían llevado al parque a la hora prevista. Ella lo vio acercarse desde un banco junto a la entrada. Él se sentó junto a Ella.

- Te quiero – le dijo él.

- No puedo perdonarte – respondió ella.

Él se alejó con los ojos inundados por la tristeza. Ella se quedó en el banco, viendo como él se marchaba para siempre.