viernes, 13 de febrero de 2009

Un encuentro singular

Caminaba el viejo Otto por su land de Karlsbaad, disfrutando de la vida y de la nieve invernal, cuando un gran alboroto a sus oídos vino a parar. Durante décadas recorrió el mundo en toda su extensión, mas en sus múltiples viajes, nada parecido vio.

Lloraba desconsolado a la orilla de un lago helado, un joven y apuesto bardo, arrodillado en el barro, con un ajado macuto al lado.

- ¿Mas qué hacéis aquí tirado, triste, gris y desolado, llorando como un crío de pecho a quien sin teta han dejado? - quiso saber el buen Otto, acercándose sin formar mucho alboroto.

El bardo cesó en su llanto, miró al extraño y su viejo manto y a un colega reconoció. Perdió la vista en el cielo y su historia él narró.

- Quiso dios que un ángel puro se cruzara en mi camino y aceptara con buen tino compartir su corazón conmigo. Era de ojos oscuros y de bondades tan grandes, que a mi poemas diletantes ella con alas unció.

En el cielo me encontraba con su dulce compañía, nada malo encontraba a esta cruel vida. De atenciones y de amores ella mucho me colmaba, demostrándome sin duda lo mucho que me amaba. Mas un error de principiante sin duda yo cometí, por desgracia fue ya tarde cuando cuenta yo me di. En mis cantos me centraba y poca atención le prestaba, causándola gran pesar. Hasta que un aciago día, su vaso debió rebosar, me sentó en su dormitorio, me dijo que me iba a dejar. Cansada ya se encontraba de mi errático actuar, cogió sus recuerdos sólo y marchó con gran pesar.

Meses hace de ese día en que perdí la alegría para convertirme en un ser triste como monje en abadía, llevando el dolor en ristre.

Un pequeño consuelo tengo, cuando en oscuras posadas, creo detectar su mirada, al fondo del postizo hogar cuando con épicos cantos embeleso al personal. Aunque muchas veces pienso que igual no es ella sino alguien más. Intento domar mi mente para que no se desboque y cabalgue diligente a la locura perenne. En el esfuerzo he perdido energías y cordura. Y ya me parece irreal el mundo que nos rodea, me parece una quimera, ¿como pude yo estar con semejante princesa?

Las noches son lo peor, pues los recuerdos me asaltan. Me despierto a medianoche, con un nudo en la garganta. Mi canto yo a Dios daría por estar con ella un día y decirle que la quiero y decirle que la amo, que no olvido las caricias de aquellas suaves manos, que aún siento los besos que a escondidas bien nos dábamos, que su sonrisa en mi brilla, por mucho que no nos veamos...Que un estúpido fui, no supe lo que tenia hasta que ese aciago día tristemente lo perdí. Mas no es su ausencia lo que me mata, pues ella ahora es feliz, es el daño que le hice, lo que no me deja vivir.

Tras la larga parrafada, Otto calla, el tiempo pasa.

- Será que no te interesaba... - habla al fin con mala baba.

- No es cierto loco barbudo, pues yo la quiero ¡lo juro!, que mi amor es más que puro por mucho que parezca duro, como el granito del muro. - repuso furioso el bardo hundiendo las manos en barro mientras lágrimas sinceras inundaban sus zapatos.

- Pero eso poco importa, pues ella debe notarlo, no vale con que lo digas, mucho debes de mostrarlo. - replicó con experiencia y un poquito de indulgencia.

- No lo hice y aquí estoy, sólo uno por la vida voy, y es por eso que ahora mismo la muerte le pido a Dios.

- Por lo que me habéis contado, a dios dejad a un lado y culpaos solo a vos.

- Eso hago viejo chalado, por eso en este helado lago, diré mi ultimo adiós.

El bardo se levanta presto a hacer valer sus arrestos y cumplir su cruel sino. Otto lo mira impávido, ante el sacrificio sin sentido.

- Piensa un poco, sé más listo. Sólo puedo aconsejarte que de ahora en adelante tu experiencia triste cantes, para que otros incautos no caigan en tu misma condena, pues nada hay en el mundo, capaz de borrar tu pena.

El joven se detiene en seco, vuelve a por su petate y con el consejo de acicate decide un nuevo rumbo pues tiene todo el ancho mundo para mostrar lo inmaduro que uno no debe ser.

Y así se marchó el joven bardo, con una lección aprendida: cuida bien a tu amor o te arrepentirás el resto de tu vida.

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