sábado, 2 de mayo de 2009

Mando y control

Los morteros martilleaban la conciencia de Chuso a medida que explotaban uno tras otro a pocos metros del sucio agujero en el que había encontrado refugio.

Su unidad patrullaba la selva cuando les sorprendió un pelotón de amarillos a los que consiguieron hacer correr como gallinas con tres descargas de todo lo que llevaban. Con lo que no contaban era con la presencia a centenares de metros, de un cuartel subterráneo del vietcong que había sido alertado por los huidos, de la presencia de los americanos. Antes de que pudieran celebrar la intrascendente victoria, su unidad se había visto bajo una mortífera lluvia de proyectiles.

A un par de metros a su izquierda, parapetado tras un montículo de piedras que quedó cubierto por la tierra sacudida por un impacto demasiado cercano, se encontraba el teniente Harris hablando por radio o más bien gritando con cualquier cabrón afortunado sentado tras una centralita. Tras asentir efusivamente y colgar, le hizo un gesto para que se acercara. Molesto, se arrastró por el fango hasta llegar a su posición.
- Sargento, he hablado con el CG- gritó por encima del rugido de las explosiones -. No tendremos apoyo aéreo hasta dentro de un par de horas.

- Para entonces ya estaremos bien fritos, señor - replicó enojado

- Eso mismo les he dicho, así que tendremos que salir por patas de aquí.

- ¿Cual es el plan?

- Iremos a la LZ 14 - desplegó un ruidoso mapa sobre sus rodillas y señaló un descampado a veinte kilómetros de su posición -. Aquí nos recogerán.

Chuso escupió al suelo tratando de contener la creciente ira que nacía en su interior.

- Señor, eso está jodidamente lejos, a sólo siete kilómetros de aquí está la lz 3.

- Si, pero tendríamos que pasar por esa cortina de fuego.

Desde el momento en que lo vio descender torpemente del helicóptero con su inmaculado uniforme y su diploma de West Point bajo el brazo, Chuso supo que aquel teniente le daría más de un quebradero de cabeza.

Intentó explicarle que los morteros eran poco precisos y que al huir por una ruta tan larga podrían ser perseguidos por fuerzas enemigas muy superiores. Fue inútil. La orden estaba dada.

Aprovechando un parada abrupta del bombardeo, Chuso reunió al pelotón y les comentó la situación. Todos mostraban su disgusto pues compartían la opinión de su sargento, por algo seguían con vida después de más de tres años en aquel infierno.

- En todas las unidades suele haber un capulllo - intentó bajar la tensión - ni siquiera el viejo Kowalski nació aquí.

Los soldados asintieron en silencio ante la mención del anterior teniente. En algún momento había salvado la vida de todos los presentes, salvo la suya. Lo que no había podido lograr el vietcong, lo consiguió la malaria.

Bajo el fuego de cobertura de la M60 de Simpson, el grupo comenzó la retirada hacia el punto de recogida, mientras comenzaban a caer proyectiles aquí y allá. Pronto el ruido de los morteros se diluyó entre el mar de sonidos que surgían de la impenetrable selva, a través de la cual iban abriéndose paso a machetazos.

El primero en caer fue Randall, un granjero de Iowa al que habían arrojado a regañadientes en aquel barrizal en el que no te puedes despistar un segundo. Él lo había hecho y había activado una primitiva trampa del vietcong. Harris ordenó que dejaran el cuerpo atravesado por decenas de ramas de bambú afiladas y continuaron su camino.
 
El dejar el cuerpo de Randall a la carroña sin enterrarlo siquiera cayó como un jarro de agua fría sobre la moral de la unidad, que no hizo más que acrecentar el resentimiento hacia el teniente, un resentimiento que estalló en un ataque de ira, cuando Hayes cayó abatido por un francontirador al que dieron caza antes de que se cobrara más víctimas.

- Ese maldito cabrón va a hacer que nos maten a todos - escupió entre dientes el cabo Rope.
Habían hecho un alto para reconocer el terreno, lo que los soldados habían aprovechado para reunirse.

- Sí jefe, ojala el charlie le hubiera visto a él primero en lugar de a Hayes. Nosotros tendríamos alguna oportunidad para seguir intentándolo y él estaría vivo - afirmó el soldado Fier.

Chuso reflexionó en silencio. El teniente era torpe, no tenía experiencia de combate y parecía tener la suerte en contra. Rope interrumpió sus cavilaciones.

- Sargento, no digo que le lancemos una granada a la espalda, pero podríamos dejarlo sólo. Si es bueno, sobrevivirá y si no, bueno, en cualquier caso no duraría mucho más en esta maldita guerra.

El sargento siguió sin decir palabra.

- No quiero que mi vida la controle un incompetente...
 
- Está bien - acertó a decir al final -. Seguidme.

Chuso echó a andar hacia un riachuelo cercano y los soldados le siguieron rápidamente sin mirar atrás.

Llevaban caminando quince minutos cuando un disparo lejano le sobresalto, ninguno dijo nada, pero todos sabían que aquella bala había sido para el teniente.

De pronto Chuso se detuvo en seco junto al tronco de un árbol caído sobre el torrente. Miró alrededor y gritó:

- ¡¡¡Voy a por vosotros malditos amarillos!!!.

Se internó en la selva siguiendo una antigua senda indígena mientras los soldados se miraban sorprendidos por aquel arrebato repentino. Tras pasar un par de minutos y ver que no volvía, decidieron ir en su busca.

El camino desembocaba en la entrada de un antiguo templo a cuyos pies yacía el cuerpo degollado de su sargento, rodeado de soldados del ejercito de Vietnam del Norte que descargaron sus armas automáticas sobre ellos en cuanto se pusieron a tiro.

- Estamos jodidos - susurró Rope.

- ¡¡¡A cenar!!! - gritó su madre escaleras abajo.

Martín pulsó el botón de pausa justo antes de que las balas atravesaran a sus dos últimos soldados. Esa partida estaba perdida, pero después de la cena volvería a intentarlo. Les enseñaría a esos vietcongs quién estaba al mando.

2 comentarios:

  1. ¡Enhorabuena roboto!has sido afiliado al comando "Ismael Serrano must die"!!!
    recoje tus chapas identificativas junto con un AK-47, y recuerda:¡la humanidad lo necesita-destruyamos el escudo iónico!!!

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  2. ¡¡¡Hasta la victoria o muerte!!!

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