viernes, 23 de noviembre de 2007

, , , ,

Más alla del tiempo

Las últimas semanas habían puesto a prueba la fortaleza y la determinación del Rey Daniel. Una terrible maldición parecía haber caído sobre el reino. Diariamente recibía en audiencia a docenas de sus súbditos, aquejados de todo tipo de males: plagas, cosechas destruidas, asesinatos misteriosos...

Ver tanto sufrimiento, minaba la confianza del Rey. Por fortuna cada noche al volver al lecho matrimonial, podía confiar en que un simple abrazo de su amada Lady Carme, levantaría su ánimo, amen de otras partes de su cuerpo, que una vez animadas no pedían descanso hasta haber sido poseído el cuerpo de su dulce reina; pues no solía quedar todo en un tierno abrazo, a la ternura le tomaba el relevo la pasión, y rara era la noche que no yacían al pie de su cama los ropajes desgarrados por el frenesí de ambos, mientras los gruesos muros del castillo temblaban al son de sus fogosos cuerpos.

La vuelta a la sala del trono la mañana siguiente, era un jarro de agua fría, una vuelta a la dura realidad. De nuevo un campesino que había perdido todos sus bienes por una extraña granizada; otro alcalde quejándose de que el pozo de su pueblo había sido envenenado... sin embargo había algo extraño en el hombre encapuchado que tenia ante él. Por su aspecto pulcro y sus ademanes, no parecía ser uno de esos pobres hombres que solía recibir. Había algo en él que le ponía nervioso.

- Majestad - comenzó - me llamo Ralsun, mago de profesión y de los mejores si se me permite decirlo. Desde mi torre oscura, pude percibir los ecos del poderoso maleficio que asola vuestra tierra.

El tono de sus palabras puso en guardia al Rey, en cuya mente comenzaba a forjarse una sospecha, pero permitió que continuara hablando.

- Estuve varios días recorriendo la región a la espera de que alguien resolviera la situación, pero nadie ha sido capaz de hacerlo. Así que ofrezco mis servicios a vuestra majestad.

-¿Qué pides a cambio? - preguntó Sir Daniel

- Oh no mucho, sólo una cuarta parte de vuestra fortuna - respondió mientras se inclinaba teatralmente ante el trono.

Por ello, no pudo ver como el jefe de los espías reales, entraba en la sala y veloz, lo señalaba ante el Rey.

- Maldito - gritó este - jamás me falló mi instinto y mis espías me lo confirman. Tu y nadie más eres el que ha traído la desgracia ante mi ¿Y ahora te eriges como el gran salvador? ¡Guardias, a él!

De inmediato dos flechas rasgaron el aire en dirección al mago, pero este se desvaneció ante los incrédulos ojos de los presentes. Tras dar orden de que redoblaran la guardia, volvió a sus habitaciones. Necesitaba sentir el calor de su amada junto a su pecho, respirar el dulce aroma que desprendía, saborear sus labios...

En cuanto la vio de pie en la chimenea, su rostro se relajó y una sonrisa se dibujó en su rostro.
Al percatarse de su presencia, ella le devolvió la sonrisa y se acercó solicita hacia él. Sus almas se entrelazaron como lo hicieron sus lenguas, en un intenso beso que parecía eterno. Se arrodilló ante ella mientras sus manos delineaban su estilizada figura. Levantó con cuidado la abultada falda de su amada; entre sus pliegues, esperaba encontrar los pliegues de su amor.

Se abrazó a las piernas de ella, mientras en la cara podía sentir la calidez de los muslos de Lady Carme. Sediento, se dirigió a la fuente de carne erigida entre ellos, para saciar la sed de amor que llevaba atormentándolo desde que se separara de ella al amanecer.

Presa de la lujuria, hizo suyo el vibrante clítoris que despuntaba entre los jugosos labios de su sexo. Su boca lo besó, lo aprisionó, lo dejó a merced de su lengua, que lo lamió sin cesar, lo que pareció gustarle a la dueña de sus atenciones pues gimió fuerte mientras sus manos apretaban la cabeza de su Rey contra su vulva para sentirlo contra ella, siendo devorada por la gula de Daniel, cuyos dedos acariciaban sus muslos, camino de la húmeda caverna que pedía a gritos ser horadada.

Lo hicieron suavemente. Mientras uno de ellos era cubierto por amorosos jugos en su camino a las entrañas de Carme, otro se posó sobre el clítoris, para masajearlo en círculos, cada vez más intensos, más y más...

Lady Carme tuvo que sujetarse en la repisa de la chimenea para no caer, pues las piernas comenzaban a fallarle, como preludio del intenso orgasmo al que las caricias de su amado le avocaban.

Este llegó de improviso, en forma de lengüetazo prolongado y profundo, que abrió su sexo y las esclusas de un placer infinito que recorrió su cuerpo entero, haciéndola jadear sin control.
Relamiéndose, Sir Daniel salió de entre sus piernas, la miró con satisfacción y la besó con toda la dulzura que fue capaz de reunir.

Carme cogió de la mano a su caballero para llevarlo a la cama y volver a sentir, esta vez juntos la dulce muerte que había disfrutado. Pero de pronto, la ventana de la habitación se abrió de par en par. Un viento gélido apagó el fuego de la chimenea y las luces que pendían de las paredes, quedando todo a oscuras.

Cuando la luz volvió segundos después, la encapuchada figura del mago Ralsun se alzaba en el centro de la habitación.

- Necio - gritó - debiste haber aceptado el precio. Ahora lo pagarás. Te condenaré al sufrimiento eterno.

Dicho esto, lanzó a sus pies una bola de cristal con humo en su interior. Al chocar contra el suelo, se partió en mil pedazos y el humo comenzó a envolverles rápidamente. En un instante, quedaron cegados por él. Sir Daniel sintió como la mano de su amada se deslizaba fuera de su alcance. Trató de agarrarla lo más fuerte posible, pero fue inútil, perdió el contacto con ella. Intentó gritar, pero ningún sonido salió de su boca. La negrura comenzó a inundarlo todo y un sueño antinatural se fue apoderando de él, hasta que perdió el sentido...

- ¡Arturo despierta!

Había vuelto a quedarse dormido en la oficina. De nuevo había soñado con extraños mundos repletos de princesas atrapadas en castillos, dragones y caballeros de brillante armadura. Fue una suerte que su compañero le despertara antes de que pasara a su lado el jefe de departamento. Su empleo pendía de un hilo, debido a sus frecuentes ataques de sueño.

El resto del día, procuró estar ocupado para no volver a quedarse dormido. A las seis en punto fichó a toda prisa, y volvió a pie a casa. Al pasar junto a un viejo bloque de edificios, le pareció escuchar la voz de una chica pidiendo ayuda. Se detuvo para confirmar que no habían sido imaginaciones suyas. Durante unos instantes no volvió a escuchar nada, pero justo cuando iba a continuar su camino, volvió a oírla. Miró hacia las ventanas del edificio. De una de ellas, en el tercer piso, comenzaba a salir un espeso humo negro.

Sin pensarlo dos veces, subió las escaleras. De una patada abrió la puerta. La ola de calor que lo golpeó, lo dejó sin aliento. El salón estaba en llamas. La chica, que le había escuchado, volvió a pedir ayuda. Estaba en su dormitorio, tumbada en el suelo, con una pierna atrapada bajo una estantería.

Sacando fuerzas de flaqueza, Arturo logró quitársela de encima, y con ella en brazos, salió a la calle a toda prisa. La sentó bajo un árbol, hasta que recuperó el aliento. Ella levantó la cara para darle las gracias. Sus miradas se encontraron y una extraña sensación de cercanía se apoderó de ellos por un instante.

- Me llamo Jimena - le dijo mientras le dedicaba la sonrisa más encantadora que hubiera recibido jamás.

Las dos semanas siguientes, las pasaron entre cenas y cafés. Primero como agradecimiento por haberla ayudado, pero luego, como el inicio de algo más allá de la amistad.

Aquella noche de domingo, ambos sentían que seria especial. No habían hablado de ello, pero cuando tras cenar, Arturo la llevó a casa, ella le invitó a subir y tomarse una copa. Él aceptó enseguida, con la sensación de que llevaba esperando ese momento durante mucho tiempo.

Un par de días antes, los operarios del ayuntamiento habían terminado de arreglar el piso de Jimena. El olor de la pintura fresca aun flotaba en el ambiente, pero Arturo sólo podía percibir el olor a menta de los labios de la chica, los cuales había probado en el ascensor durante el breve viaje, en el que habían explorado sus cuerpos con una pasión desbordante.

Se sentó en el sofá mientras ella se ponía cómoda. Cuando apareció en el umbral de la puerta con un sugerente salto de cama de raso, se quedó embobado mirándola. Ella se acercó al sofá cimbreando sus caderas para atraer la atención del hombre al que quería seducir.

Se sentó a su lado. Su rostro era un libro abierto donde podía leer las más lujuriosas páginas que albergaba su imaginación. Desabrochó su pantalón. Su pene saltó como un resorte al encontrarse libre para desarrollar todo su poder, cosa que hizo en cuanto las suaves manos de Jimena se posaron sobre él y lo recubrieron, sintiendo la delicadeza de su tacto.

En respuesta a sus caricias, el falo se tornó duro, macizo, y de un extremo empezó a manar timidamente, el liquido resultado de la excitación que le estaba sirviendo la experta mano de Jimena, que no cesaba de subir y bajar, mientras se besaban sin mesura. Sus lenguas exploraban cada centímetro de la boca del otro. Entraban y salían de ellas en aparente caos, con la necesidad de saborear al otro, sus labios...

Tan excitado estaba Arturo, que explotó sin previo aviso, antes de lo que hubieran deseado ambos, recubriendo la pequeña mano de Jimena de la simiente que tanto ansiaba para ella.
Se puso de rodillas frente a él. Se echó sobre sus piernas y comenzó a acariciar su pecho mientras introducía en su boca el moribundo miembro. Rápidamente desapareció en el interior de su boca. Su lengua no paró de circundarlo, lo rodeó, lo lamió con intensidad; evitaría que muriera a toda costa.

Sintió la mano de Arturo sobre su cabeza, mientras esta subía y bajaba, como el glande del miembro que estaba degustando y que estaba llevando a la locura a su amante.

Una vez el miembro se irguió en todo su esplendor, se levantó. Se subió al sofá, y se colocó sobre él mientras sus manos sujetaban el salto de cama, dejando al descubierto su bajo vientre y su cuidado pubis. Poco a poco fue descendiendo, hasta que a las puertas de su sexo, sintió la llamada del penetrante visitante, que ansiaba descubrir sus secretos más íntimos.

Apoyó sus manos en la pared y movió su cadera hacia delante, para que la verga de Arturo la penetrara profundamente, hasta lo más hondo de su ser. El placer la cegó y sus caderas no cesaron de moverse adelante y atrás, follándolo sin parar, mientras él devoraba sus pechos, acariciaba su espalda, hundía sus dedos en su pelo, hacia suyo su culo apretándolo con sus fuertes manos, ayudando a que la penetración fuera más intensa.

Su respiración se aceleró aún más si cabe.

- Me corro Arturo, me corro, me corroooooo - gritó al fin mientras cada fibra de su cuerpo vibraba al son de sus saltos. El placer que la tenia paralizada se intensificó, cuando sintió en sus extrañas el cálido semen que expelía el bullicioso pene de su amante, sobrepasado por las sensaciones y los estímulos que electrizaban el ambiente.

Entre jadeos y gemidos de satisfacción, imágenes del pasado volvieron a ellos. En un instante el salón se convirtió en una habitación medieval con fríos muros de piedra apenas calentados por las brillantes antorchas, que iluminaban la cama con dosel sobre la que se encontraban...

La visión sólo duró un instante. Pronto se encontraron de nuevo en la oscuridad del apartamento de Jimena, pero una verdad enterrada durante siglos, vio la luz de nuevo. La mirada de Arturo recorrió el cuerpo de Jimena hasta llegar a sus brillantes ojos.

- Lady Carme...

- Sir Daniel....

Sus lágrimas de alegría bañaron sus temblorosos cuerpos, abrazados como un solo ser.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Y la vida sigue...

El tibio sol de octubre calienta mi piel; cosa bastante rara porque estamos a finales de noviembre. O el cambio climático hace de las suyas o alguien me ha cambiado el calendario sin darme cuenta, cosa que entra dentro de lo posible, puesto que tengo el mismo calendario Pirelli desde hace más de siete años y no me suelo fijar mucho en las fechas precisamente.

Hace poco que ha amanecido. Decidí recorrer a pie, el camino que antaño realizara a diario, con destino a la biblioteca.

Un par de minutos despues de haber comenzado la caminata, me encuentro ante las puertas del colegio de pago del barrio. A traves de ellas, puedo ver en el patio a un grupo de adolescentes, que intentan aplacar sus bulliciosas hormonas, jugando un partido de baloncesto. Me quedo unos instantes contemplándolos, hasta que veo una cara familiar, la del chaval al que dí clases durante un tiempo.

Parece que ha pasado un siglo desde que sus padres decidieron prescindir de mis servicios. La verdad es que no los culpo, pues pasábamos las horas hablando de videojuegos y comics. Lo que más siento de que me despidieran, fue que me quedé sin saber como termina Naruto....

Sintiendo en mi bolsillo el peso del dinero que podria haber ganado como profesor particular, continuo andando. A sólo un paso, se encuentra mi antigua casa, cuyos muros me vieron crecer; ahora ven a un grupo de porteños que vienen y van. Últimamente los argentinos son como los petisos de Jan, mires donde mires, allí hay uno divagando sobre el existencialismo o Maradona.

Llego a la biblioteca disfrutando de aquellos pequeños rincones que esconden tantos recuerdos, como aquella academia que enseñaba español a extranjeros, que quebró al poco tiempo. Normal, aquí no hace falta saber el idioma para desenvolverse.

Al atravesar la puerta del edificio, me recibe la nueva bibliotecaria morena, no con una sonrisa como solia hacerlo la pelirroja, sino con un gruñido en el que creo entender algo así como: "¿Has traido ya los libros?" El bibliotecario gay intenta apaciguarla mientras me dedica una caida de ojos, que no por esperada, deja de turbarme menos. La bibliotecaria morena es más guapa, está más buena y viste mejor que su predecesora, pero es más borde que la cola de un Airbus.

Paso a la sala de lectura. Hay cosas que nunca cambian. El mismo ejemplar de MAN de junio pasado, da vida a la mustia estanteria. Si hubiera intentado cogerla, no hubiera podido, pues está pegada a la madera. No importa, la habré leido veinte veces ya (lo de leer es un decir)

Me decido por el nuevo número de Marie Claire. Hay que estar al día de las tendencias que se llevaran el próximo verano (Chicas, desenterrad vuestras pamelas)

Cuando llevo un rato leyendo, noto una mirada clavada en mi frente. Levanto la vista y mis ojos se cruzan con los de una rubia cuyo rostro no me es del todo desconocido. Vuelvo a un artículo sobre chinas (las mujeres de China), vuelvo a sentir esa mirada y vuelvo a mirarla. Entonces caigo en la cuenta. Es una antigua conocida del autobús universitario por la que bebí los vientos años ha.

Para ella, yo sólo fui un chico con el que charlaba en el bus todas las mañanas, pero para mi, fue un buen par de tetas y un culito respingón (hay que ser sinceros) atributos que apenas se reconocen bajo un horrendo chandal reflectante a juego con anillos, pendientes y cadenas de oro que le confieren un look tribal.

Hablamos un rato, lo suficiente para agradecer que nunca se fijara en mí. Termino la conversación antes de tiempo, otros asuntos requieren mi atención; pero antes de salir, me fijo en un pequeño cartel junto a la puerta. En una semana, la biblioteca cerrará para mudarse a un nuevo edificio. Será más grande, estará más cerca de mi casa, pero no será lo mismo.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Anoche fui... un soldado de Cobra

Si alguien me preguntara: ¿por qué decidiste alistarte en la malvada organización criminal liderada por el Comandante Cobra? yo le respondería: por los pequeños detalles.

Porque visto desde fuera, puede parecer una fría e impersonal maquinaria que subyuga al individuo, pero una vez que te enfundas el uniforme azul marino, te das cuenta de que has entrado a formar parte de una gran familia, en la que todos nos ayudamos.

El sueldo no está nada mal, doce pagas más las extras, además de un completo plan de jubilación; tenemos un mes de vacaciones y te puedes sacar el carnet B1 gratis y el de Cobra flight pod a la mitad de precio. Además podrás ver mundo mientras intentas destruirlo, el sueño de la infancia de todo niño.

Alguien puede pensar: "Bueno, todo eso está muy bien, pero matar gente no es lo mio" Bien, no tienes excusa, porque no es necesario disparar a matar, es más, es obligatorio disparar cuatro metros por encima del enemigo y destrozar todas los objetos que se te crucen por el camino, un sano ejercicio para librarse del stress. Y si lo que te preocupa es morir, olvidate de eso, podrás ir a pecho descubierto, que los de GI JOE, no te tocarán un pelo. Tenemos el mismo sindicato.

Si estás pensando en inscribirte, una última ventaja más: después de cada derrota, el comandante pone a nuestra disposición un completo equipo de psicólogos, que nos ayuda a canalizar nuestra ira y frustración.

Así que no te lo pienses más y alístate en el ejército del Comandante Cobra. (quedan pocas plazas)

jueves, 15 de noviembre de 2007

Roy, Elfo farmacéutico: Roy pierde el juicio

Llevaban varios minutos bordeando el lago y aún no se habian acostumbrado al brillo cegador de sus aguas. Bolita, sin haberse repuesto del todo del desmayo, intentaba seguir el paso del elfo, pero las largas zancadas de este eran inabarcables para sus pequeñas extremidades.

Tras maldecir a Trevor por enésima vez aquel día, echó a correr tras la bata blanca de Roy. No muy lejos de allí se erigia un humilde embarcardero, en cuyo extremo se podia distinguir una pequeña balsa. Justo lo que necesitaban para cruzar el lago.

A medida que se acercaban, notaban algo extraño. Aquello estaba muy desierto, y el suelo se iba haciendo más y más rojo según se iban aproximando a la pasarela de madera. Estaba cubierta de sangre.

- Puede que aquí también llegara la lluvia de ayer - sugirió Bolita.

- A no ser que cayera formando un reguero que lleva hasta esa cabaña y formara la palabra: auxilio, dudo mucho que fuera la lluvia - dedujo Roy mientras se dirigia hacia el bote con precaución. Le echó un breve vistazo y puso el pie sobre él.

- Maldita sea, aqui tambien hay sangre - murmuró asqueado mientras intentaba limpiarse la pernera del pantalón. - en cualquier caso no tenemos otro medio para cruzar, ¿Y si lo cogemos?

Bolita retrocedió aterrado.

- Es una barca impura, mi religión me impide cogerla hasta dentro de 3 días.

El elfo decidió no hacer caso de las supersticiones del enano, y fue hacia la cabaña de la orilla, en busca de algo para limpiar la barca. Pero no pudo entrar en ella. El cuerpo sin vida de un hombre de mediana edad le cerraba el paso.

Ante su visión, Bolita hizo ademán de volver por donde habian llegado, pero entonces recordó a los bandidos samurios, por lo que se metió corriendo entre las piernas de Roy, que a punto estuvo de perder el equilibrio. Por suerte pudo apoyar sus brazos en el torso peludo y firme de un ....

- ¡Roy! - gritó Bolita - ¡Roy! Es un mon.... Es un mon.....

- No Bolita, no es un monstruo. Los monstruos no existen. Debe ser alguna especie no catalogada aún por mi hermandad. No recuerdo haber visto un ejemplar así en mis apuntes de zoologia.

El animal sobre el que estaba apoyado, tenia cuerpo de humano, de un humano peludo al menos, pero donde debiera haber un par de brazos frondosos, se retorcian dos gruesos y viscosos tentáculos, que junto a su inmensa estatura (no bajaria de los tres metros) le conferian un aspecto aterrador.

- Aléjate Roy, ¡puede matarnos!

- ¿Qué dices? ¿No ves que es rosa? Nada rosa puede ser malo.

- ¿Ni siquiera una espada pintada de rosa? - titubeó el enano.

- De alguien que portara una espada así, solo podrias esperar que te abriera las puntas y te hiciera la manicura.

Intentaron comunicarse con él en todos los idiomas conocidos, pero el gigante les respondía con una inmensa sonrisa.

- Es como si hubiera inhalado de esos polvos tuyos - observó Bolita.

De pronto, un murmullo que iba acrecentándose acabó con el silencio que dominaba el lugar. Parecia provenir de un pequeño bosquecillo al este del embarcadero. Las ramas de los arboles comenzaron a moverse furiosamente. Parecia que algo iba a salir de allí de un momento a otro.

Una turba de aldeanos se encontró con un monstruo tentacular, al que acariciaba un elfo con un enano entre las piernas, a sólo un par de metros de un cadaver...

- Esto no es lo que parece - acertó a decir el enano.

Sin saber muy bien cómo, los habian metido a los tres en una jaula, y los transportaban al cercano pueblo de villa diamante, para ser juzgados por asesinato e intento de secuestro de la hija del panadero.

- Un momento, un momento. Yo no he matado a nadie, y mucho menos he secuestrado a la chica esa - repuso indignado el elfo.

- Eso tendrás que contárselo al juez mañana. - le espetó uno de los fornidos guardias de la ciudad, mientras los llevaban de camino a sus celdas.

Pasaron la noche en el calabozo del juzgado, en espera del juicio. Cuando amaneció, un pelotón de guardias fuertemente armados, los escoltaron a la sala del tribunal. Las gradas para espectadores, estaban repletas de gente. Nadie del pueblo queria perderse el juicio-espectáculo que iba a llevarse a cabo.

Se pusieron en pie cuando entró el juez: un anciano de aspecto severo y una cresta de pelo albino en su cabeza. Tras echar un vistazo a la sala, golpeó con el mazo la mesa y dió comienzo la sesión. Cogió un grueso informe y comenzó a leerlo.

- Señores Roy y Bolita.... con esos nombres son sus padres los que deberian estar aquí y no ustedes....

La gente le rió la gracieta al juez, sabian muy bien que no hay que hacer enfadar a un punky octogenario.

- Como decia señores, ante la imposibilidad de encontrar un abogado dispuesto a defenderles, me veo obligado a dividir el juicio en dos partes. En la primera, juzgaremos a ese monstruo rosa, viejo conocido del pueblo. Ustedes serán los abogados defensores. Una vez hayamos obtenido un veredicto, será su turno.

- ¿Y quién nos defenderá a nosotros?

El juez pareció darse cuenta de que algo no funcionaba bien, pero sólo lo pareció.

- Bien, para hacerlo más corto. Si aquí el monstruo es encontrado culpable, ustedes también. Señor fiscal, haga el favor de exponer los hechos por favor.

- Con la venia señoria. En el vigesimoquinto dia de vendimiario del presente año, Helena, hija del panadero local desapareció en extrañas circunstancias cuando iba a recoger flores. Horas despues, se formó una partida de busqueda que peinó los alrededores. Cuando se dirigian al embarcadero, se toparon con los acusados en actitud extraña, junto al cadaver de uno de nuestros ciudadanos....

Roy se levantó como un resorte.

- Protesto señoria.

- A ver ¿qué quiere?

- El interfecto...

- Por favor, está muerto, no tiene por qué insultarle más - le interrumpió el juez.

- El cadaver, no vivia en esta ciudad.

- ¿Cómo puede probarlo?

- A pocos metros de la cabaña del embarcadero, se podia leer "auxilio" escrito con sangre de la victima. Es de suponer que fue él mismo quien lo escribió antes de morir.

- ¿Y?

- Señoria, solicito que se reparta a cada persona de esta sala una tablilla y escriba "auxilio" en ella, por favor.

Extrañado, el juez aceptó la petición. Media hora despues, las tablillas descansaban sobre la mesa de los acusados.

- Veamos qué tenemos aquí, Bolita, si haces el favor....

El enano, suspiró con fuerza y comenzó a leer:

- Ausilio, auxsilio, socorro, auzilio..

Roy volvió a tomar la palabra.

- Teniendo en cuenta que estas son las respuestas del juez, el alcalde, el maestro del pueblo y el redactor jefe del periódico local, no hace falta añadir más. Ni uno sólo de los habitantes de este pueblo, sabe escribir correctamente auxilio. Prosiga señor fiscal.

Mientras este narraba como habian sido capturados y cómo habian encontrado a Helena en el camino del bosque, Bolita preguntó sorprendido cómo lo habia adivinado.

- Muy fácil - respondió Roy - el juez está leyendo el informe al reves.

El mazo del juez retumbó en la sala.

- Bien, puesto que el muerto no era de aquí, el caso queda sobreseido, pero todavia queda lo de la hija del panadero.

Con un gesto, hizo llamar a Helena. El silencio se hizo en la sala, cuando una esbelta joven de cabellos pajizos y tez rosada, avanzó por el pasillo central hasta el estrado.

- Señorita Helena, puede decirme usted, ¿donde se encontraba la tarde de ayer? - preguntó el fiscal.

El monstruo contempló embobado cómo contestaba la chica.

- En el bosque.

- ¿Y se puede saber qué estaba haciendo allí?

- Recogia flores, cuando apareció ese monstruo y me aterrorizó.

El fiscal la miró perplejo por encima de sus gafas.

- Luego estaba aterrorizandola a usted, por lo que no podía estar en otro lado matando a ese hombre.

- Así es - contestó timidamente.

- Sabe señorita, hay algo que no me cuadra. Si ese monstruo me aterrorizara, no lo miraria con ojos de cordero degollado como lo está haciendo usted en este momento.

- Bueno, es que no me asuste mucho.

- En qué quedamos, ¿La aterrorizó o no la asusto?

- Yo...

- ¡¡¡Responda!!! - gritó el fiscal. La voluntad de Helena se quebró y un torrente de palabras surgió de su boca.

- ¡¡¡Está bien, lo reconozco, me estaba cortejando!!! Lo conocí hace unos meses mientras cogia setas. Se llama Stenton y es mudo.

- Un momento - gritó el panadero desde el fondo de la sala - si no puede hablar, ¿cómo te cortejaba?.

- Protesto de nuevo - interrumpio Roy - es improcedente.

El juez lo miro con desdén.

- Denegada, tengo curiosidad, prosiga por favor.

Helena tragó saliva y miró fijamente al monstruo antes de comenzar. Este le devolvió una sonrisa que le hizo coger fuerzas.

- Cuando llegué a un claro del bosque, encontré a Stenton con un ramo de orquideas en cada mano. Se arrodillo ante mi y me las ofreció. Eran tan bonitas, y olian tan bien....

Los presentes aguantaron la respiración. Pero Helena permaneció callada.

- ¿Y qué pasó despues? - quiso saber el juez.

- ....

- Contesté por favor - insistió

- Y entonces me senté en sus brazos...

- Pero si no tiene dedos, tiene tentáculos- gritó exaltado el panadero.

- Precisamente por eso - musitó presa de la verguenza su hija.

Al escuchar su testimonio, su padre cayó redondo al suelo.

- Así que por eso estaban viscosos... - meditó Bolita.

- Lo ha matado el monstruo - rugió el auditorio, que cogió en volandas a Stenton en dirección a la plaza del pueblo, donde en un tiempo record, habia sido erigido un patíbulo. Por fortuna, olvidaron al elfo y el enano, que pudieron escabullirse entre la muchedumbre.

Mientras el alcalde anunciaba la sentencia de muerte y recordaba a los votantes que había sido él y no ese incompetente de la oposición, el que habia llevado ante la justicia al sanguinario monstruo, Roy aprovechó un descuido de uno de los alguaciles, para robarle una ballesta.

Corrió hacia lo alto del edificio más grande del pueblo y dió ordenes a Bolita, de que lo esperara en el callejón de al lado con un carruaje, preparado para salir corriendo a su señal.

- ... recordad queridos amigos, que se adelantan las elecciones a mañana. Os quiero. Y ahora verdugo - finalizó el alcalde - dale a ese asesino su merecido.

El verdugo accionó la palanca, que hizo desaparecer el suelo bajo los pies de Stenton. La soga apretó su cuello con fiereza. Intentó desatar sus tentáculos, pero le fue imposible. El oxigeno empezaba a faltarle. Cerró los ojos y se despidió de su amada Helena.

Sin embargo, no contaba con Roy, que con extrema punteria, lanzó una flecha contra la cuerda en el último momento, partiendola por la mitad. Stenton cayó con gran estruendo, desmoronando el patíbulo en el proceso. El elfo saltó sobre el carruaje, y apremió al desconcertado Bolita, para que se dirigiera a recoger al monstruo.

Los caballos relincharon ante el látigo del enano. Atravesando la marea humana que se arremolinaba en la plaza, consiguieron llegar a los restos del patíbulo. De un espectacular salto, Stenton se subió al carro, y el grupo se dirigió al lago a toda velocidad.

En un bosque cercano, se deshicieron del vehiculo. Pero quedaba un problema: cruzar el lago. Como si Stenton les hubiera estado leyendo el pensamiento, los cogió con sus tentaculos y se los colocó en sus hombros, adentrandose en las no tan profundas como parecian, aguas.

- La justicia lo habia condenado Roy, no deberias haber hecho nada. ¿Y si mató a aquel tipo?

- La justicia a veces se equivoca y es necesario que la gente honrada le ajuste las cuentas al juez, además, tengo muy mal perder - fue todo lo que dijo el elfo.

Dos horas despues, Stenton los dejó en la orilla opuesta y se despidió de ellos con un afectuoso abrazo.

- ¿Donde crees que irá? - pregunto Roy

- Si yo fuera él, a buscar a Helena. ¿Recuerdas la cara de felicidad que tenia cuando nos lo encontramos en el embarcadero?

Con paso firme pusieron rumbo a muerte acechante, cuya silueta podia verse en el horizonte. Cuando llegaron, les esperaba una nueva sorpresa. El pueblo estaba teñido de sangre.

- ¿Ves? - exclamó pletórico Roy - sabia que era inocente. Mira toda la sangre que hay por aquí.

- Si, eso me tranquiliza mucho.....

martes, 6 de noviembre de 2007

, , ,

Otelo, el chulo de Venecia

Una habitación renacentista, a media luz. Los rayos del naciente sol se filtran por entre los pesados cortinajes que cubren las ventanas. En el centro de la sala, una rubia platino cabalga sobre el miembro descomunal de un moro, que, de pie, la sostiene en sus brazos mientras hacen el amor. Justo cuando la chica arquea su espalda, rodeando fuerte con sus brazos el cuello del moro para no caer, presa del placer, llaman a la puerta.

El moro baja a la chica de su carnosa atalaya y va abrir la puerta mientras él se viste.

Mensajero: Mi señor Otelo, el gran Dux solicita vuestra presencia de inmediato.

Otelo: ¿Qué asuntos son los que puede querer de mí a estas horas del día en que el gallo aún reposa en sus dominios?

Mensajero: Parece ser que Brabancio reclama como injusta vuestra victoria en la taberna, durante las fiestas.

Otelo: Más que la victoria supongo que será el premio que percibí por ella lo que quiere ver devuelto... Preparad mi nave. Ese rufián de Brabancio pagará por intentar minar mi imagen ante el Dux.

El mensajero y Otelo navegan por los lóbregos canales de Venecia, hacia el palacio del mandatario de la serenísima república.

En el salón principal, el Dux y sus asesores charlan con Brabancio.

Dux: ... y por la presente, dictamino que todas las venecianas de buen ver, vistan con traje de baño cuando salgan de casa. Tenemos que aprovechar que tenemos media ciudad inundada.

Asesor: Eso no es exactamente así...

Dux: Bah, no me vengas con tecnicismos.

La puerta se abre de golpe. Entra Otelo hecho una furia, posa su gélida mirada sobre Brabancio y se dirige con paso firme hacia él.

Brabancio: ¡¡¡A mi la guardia!!! que el moro viene desenvainado.

Dux: Pero ¿cómo?, mis guardias le han privado de su espada.

Brabancio: No me refiero a ese instrumento de muerte, sino a aquel otro dador de vida y que puede convertir al hombre mas rudo en la mas tierna de las doncellas.

Otelo: Sí y todo por vuestra culpa. De no ser por vuestra falta de honor, ahora una dulce dama estaría recibiendo en sus entrañas todo el amor del que dispongo.

Dux: ¡¡Basta!! Muchos asuntos pugnan por mi interés y no puedo perder el tiempo, ni parte de mi juicio con los mundanos asuntos de un par de comerciantes de placer. Así pues Brabancio, exponed vuestra petición.

Brabancio: Seré breve gran Dux. En la fiesta de las lupercales, andaba yo tomando brebajes espirituosos con los que invocar a Baco, cuando se me acercó ese pérfido de Otelo...

Otelo: ¡¡¡Canalla!!!

Dux: ¡¡Silencio!! A la próxima interrupción, mi verdugo hará su agosto. Seguid Brabancio.

Brabancio: Decía que Otelo se me acercó y me invitó a unirme a una partida al deleznable vicio de las cartas. El vino había hecho presa de mí y me sentía incapaz de negarme. Así pues empezamos a jugar, con tan mala suerte que perdí toda mi fortuna.

Dux: El vino es mal compañero de juego.

Brabancio: En efecto. Otelo me incitaba a seguir jugando pero no me quedaba nada, estaba en la ruina. Y fue entonces cuando con sus malas artes me convenció de que apostara mi posesión mas valiosa, la bella Desdémona, la meretriz más excelsa desde los tiempos de Agripina. Confiado en que la suerte no es esquiva para el que asume riesgos, decidí jugar.

Otelo: ¡¡¡Y perdiste limpiamente!!!

Brabancio: Eso no, pues cuando las cartas anunciaban mi derrota, creí percibir en ellas una imperceptible marca. Es por eso, que exijo la devolución de todo lo que perdí.

Dux: ¿Conservas esas cartas en tu poder?

Brabancio: Por desgracia no, los sicarios de Otelo, con ese canalla de Iago a la cabeza, las destruyeron ante mis narices.

Dux: ¿Es cierto lo que cuenta, Otelo?

Otelo: Todo menos lo de las cartas. Perdió limpiamente. Y por la felonía que ha insinuado, reto a Brabancio a un duelo.

Dux: Mmmm, los dos me habéis servido bien. No permitiré que se derrame sangre en mi presencia.... Brabancio, dad por perdidos vuestros bienes materiales, te servirá de escarmiento para cuando el esquivo espectro del juego se te aparezca. Pero en cuanto a Desdémona....

Bufón: Tengo una idea señor. ¿Por qué no dirimir la disputa, con la antigua tradición de medir sus miembros viriles?

Dux: No pienso recurrir a arcanas tradiciones. Tengo una idea mejor.

El Dux chasquea los dedos. De una puerta lateral entran dos mujeres que se arrodillan ante los dos contendientes.
 
Dux: El que primero se corra, dará muestra de su fogosidad y ganará la mano y la vulva de Desdémona. ¡Comenzad!

Las chicas bajan los pantalones de los dos hombres e introducen sus miembros en su boca. Durante varios minutos se afanan en la tarea de conseguir el dulce néctar que se esconde en su interior. Finalmente Otelo descarga su furor sobre el rostro y el cabello de la dama arrodillada ante él.

Brabancio: No es justo. Apenas hace una hora que yací con mi amante y me dejó libre de mi carga seminal. ¡¡No estábamos en las mismas condiciones!!

Un mensajero entra a toda prisa en el salón y le entrega un pergamino al Dux. Este lo lee atentamente y lo tira la suelo con violencia.

Dux: Otelo, has ganado. Ahora coge a tu Desdémona y a tus mejores chicas y parte de inmediato a mis dominios de Malta, donde la moral es baja y necesita con emergencia de nuevos bríos que la levanten. Confío en que la sangre arrolladora y las embrujadoras artes de tus empleadas lo conseguirán. La posesión de la plaza depende de ello.

Otelo: ¿Tan grave es el asunto?

Dux: Más que eso. Mis tropas se han entregado a los placeres de Sodoma y bien parece que de seguir así, pronto el Turco se unirá a una fiesta donde no ha sido llamado, para practicar la sodomía con todos ellos. Así pues buena suerte Otelo.

Otelo: Estad seguros de que no os fallaré.

Tras una agitada travesía por mar, en la que un par de chicas de Otelo deben neutralizar un motín ofreciendo sus cuerpos a los marineros, la flota llega a la isla de Malta. El chambelán pone a su disposición un edificio donde instalar el lupanar. Mientras las furcias se colocan en sus habitaciones, Otelo se lleva a Desdémona, una morena de ojos verdes con pechos inflamados, a sus aposentos.

Otelo: No suelo guardar para mí lo que disfruta la chusma de la calle, pero contigo haré una excepción esta noche. Quiero comprobar si es verdad lo que se dice de ti.

Desdemona: Comprobareis satisfecho que la leyenda es solo un pálido reflejo de la realidad.

Otelo, tumbado desnudo en su cama, contempla hipnotizado como Desdémona se deshace de sus ropajes con sensuales movimientos, que avivan la llama de su pasión. Ella se sienta sobre el enorme falo de su amo y comienzan una noche de sexo que termina al rayar el alba.

Un par de semanas después, Otelo trabaja en su despacho, firmando documentos y leyendo informes, cuando llaman a la puerta.
Otelo: Adelante.

Iago: Buenos días mi señor.

Otelo: Ah, mi buen Iago, ¿vienes a traerme los informes de productividad?

Iago: Helos aquí mi señor.
Otelo les echa un vistazo y mira preocupado a su asistente.

Otelo: ¿Son correctos estos datos?

Iago: Tan correctos como incorrectos son los modales de un rufián, estimado Otelo.

Otelo: Pero según esto, Desdémona apenas ha conseguido clientes. ¿Como puede ser eso posible, cuando su cuerpo es deseado por media Europa y sus artes amatorias son estudiadas en los serrallos del califa? ¿Acaso el espíritu de Onán ha poseído la mente de la plebe ingrata de esta isla?

Iago: Mi señor, no quiero ser alcahueta que todo defecto señala, ni letrado que lanza acusaciones huecas...
Otelo: ¿Qué sabéis Iago?

Iago: Oh, solo rumores, con toda seguridad infundados.

Otelo: Vamos, hablad.

Iago: Según malas habladurías, ideas extrañas han germinado en la corrompida mente de Desdémona.

Otelo: ¿Que clase de ideas? Por dios que parece que las palabras os cuesten sangre.

Iago: Ideas de castidad señor. Tiene la ocurrencia de dejar el antiguo oficio que le ha otorgado fama y gloria mundial e ingresar en un convento donde apaciguar su furor uterino.

Otelo: Rumores absurdos sin duda. Venid, acompañadme. Según su horario, debe estar ahora en el puesto de guardia de la muralla sur.

Otelo y Iago camina entre las callejuelas de la ciudad, hasta que llegan a la plaza de la guardia, donde un corro de soldados, rodean a la bella Desdémona, que, de rodillas les colma de lingüísticos placeres.

Otelo: Vedlo por vuestros ojos. Hela aquí la furia feladora que descarga la fogosidad de los soldados del Dux y les hace dóciles para ser mandados en la batalla. Si esa es la imagen de una santa, por dios que ahora mismo voy a ingresar a la iglesia donde es adorada. Buscad al que difunde esos rumores y traedlo a mi presencia. No permitiré que se levante falso testimonio contra mi mejor prostituta.

Iago: Así se hará.

Otelo vuelve a su oficina, dejando a Iago sólo en la plaza.

Iago: Maldito moro. Será difícil engañarlo, mas no imposible. En cuanto a esa Desdémona... pagará muy caro no haberme ofrecido sus encantos.

Tras echar una última mirada de desprecio hacia el grupo de soldados, se dirige a su casa. Una mansión que conoció tiempos mejores, donde le espera su amante.

Iago: ¡¡Emilia, que el diablo se persone ante ti si no acudes a mi llamada de inmediato!!.

Emilia: ¿Qué es lo suficientemente importante como para que pidáis mi presencia con tan deleznables modales.

Iago: Tengo una misión para ti.

Emilia: Os escucho

Iago: Tienes una gran amistad con Desdémona, lo sé.

Emilia: Sabéis bien, hace años que nos conocemos. Solían contratarnos como pareja, cuando estaba en manos de Brabancio.

Iago: Manos de las cuales te libre. Así que harás todo lo que te diga. Debes quedarte a solas con ella en un lugar privado. Y una vez estés segura que nada de lo que habléis pueda llegar a oídos ajenos, quiero que la guíes al camino de la virtud y el recato.

Emilia: ¿Como quieres que la deslumbre con las virtudes de la castidad, cuando lo más cerca que de ello estuve, fue al arribar a este pecaminoso mundo?

Iago: Eso te lo dejo a ti. Algo habrás leído sobre ello supongo.

A la noche siguiente, Iago acude con Emilia a la cena que ofrece el moro, como presentación oficial de su empresa. En el transcurso de la comida, Desdémona se excusa y se dirige al baño. Emilia se levanta rápidamente y la sigue.

Emilia: Esperad bella Desdémona...

Desdémona: Mi querida Emilia. Os he visto en la mesa, tan radiante como siempre. ¿Que tal andan vuestros asuntos con el bueno de Iago?

Emilia: Mejor de lo que merecería una vulgar ramera como yo.

Desdemona: No digáis eso, pues habéis hecho de vuestros servicios una virtud. No sois menos que el soldado que defiende las fronteras. Los dos ofrecéis seguridad, uno con su lanza, y vos con vuestro cálido seno.

Emilia: Precisamente de eso quería yo hablaros, de la virtud. ¿No habéis pensado nunca, mientras uno de los tantos clientes os penetra sin resuello, que hay otros mundos mejores para una mujer como vos?

Desdémona: Suena a que queráis dejar la profesión...

Emilia: Lo estoy sopesando. ¿Acaso vale la pena la condenación eterna por un beneficio terrenal que mas temprano que tarde desaparecerá de nuestras manos? Además, pensad la de enfermedades que evitariamos y los hijos no deseados a los que ahorrariamos sufrimiento...

Desdémona: Con simples precauciones se alejan los males que invocas.

Desdémona se acerca con mirada lasciva a Emilia y la arrincona contra la pared.

Desdémona: Y además, siempre podremos hacerlo entre nosotras....

Hacen el amor en el baño, hasta que la voz de Otelo clama por la presencia de su principal activo. Desdémona deja a la jadeante Emilia sobre el lavabo y vuelve a la cena.

Emilia: Por dios que antes se helaría el infierno a que tamaña furia de la naturaleza renunciara a los placeres de la carne. Sea lo que sea lo que pretende Iago, es cuestión casi imposible.

Se fija en algo del suelo y lo coge.

Emilia: Mas que veo aquí: las esferas orientales de Desdémona, aquellas que horadan su ser día y noche sin descanso...

Emilia vuelve también a la cena, ya terminada y reconvertida en una orgía a la que no tarda en unirse, olvidándose de las esferas, que guarda a buen recaudo en su bolso.

Ya de vuelta en su casa, Iago interroga a Emilia.

Iago: ¿Y bien?

Emilia: Ni el mismo cristo en persona seria capaz de reproducir en ella la imagen de María Magdalena. No contenta con no escuchar las razones que le daba, me hizo el amor allí mismo.

Iago: ¡¡¡Maldición!!!

Emilia: ¿Que es lo que hace que persigáis con tanto denuedo la conversión de Desdémona en un ser sin pasión?

Iago: Estúpida, no lo entiendes. Quiero acabar con el moro por medio de Desdémona. Ese ingrato asienta su fortuna en el duro trabajo que he hecho para el y no lo reconoce. Se piensa dueño y señor de los prostíbulos venecianos pero sin mi gestión no seria mas que un moro impío arrojado a una galera para expiar el pecado de haber nacido infiel. Pero deberé buscar otro medio de derrumbar su efigie.

Emilia: Puede que esto sirva.

Saca de su bolso las esferas orientales de Desdémona. La mirada de Iago se ilumina.

Iago: Si, esto me servirá igual de bien....

Al día siguiente vuelve al despacho de Otelo, que continua enfrascado en sus papeles.

Otelo: Y bien fiel Iago, ¿teneis ya la identidad del malnacido que difunde las calumnias contra mi estimada Desdémona?

Iago: Temo ser portador de malas nuevas mi señor.

Otelo: Decidme cuales son y yo juzgare su maldad.

Iago: Temo que los rumores no sean tales, sino una confirmación de las intenciones de esa furcia.

Otelo: Cuidad vuestra lengua Iago si no queréis verla ensartada en la punta de mi espada.

Iago: Lo siento señor, pero en cuanto veáis lo que tengo que mostraros cambiareis de parecer en vuestro juicio. Mirad esto.

Saca de su bolsillo las esferas orientales y las deposita sobre el escritorio de Otelo.

Otelo: No puede ser. Me prometió cuando se las regalé que las llevaría siempre puestas. Según me comentó la sacerdotisa griega a la que se lo arrebaté, se dice que pertenecieron a la mismísima Afrodita y quien las llevara puestas, seria la mujer más apasionada del mundo. ¿Y qué ha hecho con ellas?

Iago: Las encontró una de las chicas en la playa de San Juan, y me las trajo al instante. Nadie más lo sabe.

Otelo: Gracias por todo Iago. Esta noche le pediré cuentas. Y ahora déjame sólo con mi pena.

Iago sale a la calle ocultando una malévola sonrisa.

Iago: Jajaja estúpido moro, ha picado el anzuelo. Esta noche cuando Desdémona no pueda explicar la desaparición de las esferas, la desterrará o la enviará a otro lugar y entonces sin ella, el negocio se hundirá, caerá en desgracia ante el Dux y yo ocuparé su lugar. Si supiera que he estado modificando los registros de los ingresos de las chicas... jajaja.

Cae la noche. Desdémona, vestida con un casto camisón yace en su cama dispuesta a dormir. Otelo entra de improviso, desvistiéndose a cada paso.

Otelo: Abre las puertas de tu amor para mi Desdémona, pues hoy necesito probar muchas cosas.

Desdémona: Nada me placería más dulce Otelo, mas me es imposible.

Otelo: ¿Qué es lo que impide que complazcas a tu señor, fuente de tu prosperidad?

Desdémona: Mi condición de mujer, que se ha revelado con su puntualidad natural.

Otelo: Excusas, excusas... déjame ver las esferas orientales que te regalé.

Desdémona: Oh... lo siento amado mio, pero temo decir que las perdí no ha mucho. No os dije nada pues confiaba en recuperarlas antes de que las echarais en falta.

Otelo: Pues las habéis encontrado y no las he echado en falta, pues en mi poder están. Helas aquí.

Se las lanza a la cama con asco.
 
Desdémona: Muchas gracias mi señor.

Otelo: ¡¡¡Puta!!!

Desdémona: Vuestro cumplido me halaga.

Otelo: Decidme cuando pensabais mostrar vuestro deseo de abandonarme, a mí, ¡¡el gran Otelo!!

Desdémona: No se de qué me habláis.

Otelo: No penséis que la mentira campará a sus anchas en mi juicio, pues he sido bien instruido por Iago. Vuestra jugarreta ha sido destapada antes de su puesta en práctica.

Llaman a la puerta con fuerza.

Emilia: ¿Qué son esos ruidos? Dejadme entrar por favor, he de deciros algo Otelo.

Desdémona: ¿A qué jugarreta os referís? ¿Qué he podido hacer yo, la máxima cumplidora de vuestros deseos, para que me tratéis así?

Otelo: Calla por dios, no me hagas más difícil impartir la justicia que clama mi código de honor.

Desenvaina la espada y con una rápida estocada, hiere de muerte a Desdémona. Abre entonces la puerta, entrando Emilia.

Emilia: ¿Qué habéis hecho moro imprudente? Os habéis dejado llevar por las envidias de un villano del cual abomino. Todo ha sido obra de Iago, que pretendía suplantaros. Modificó los libros de cuentas para que pensarais que ella no trabajaba, pero era la que más satisfacía a la plebe.

Otelo: Ella quería ser casta. No puede ser cierto lo que me dices...

Emilia: Lo es, yo intenté hacerla pura a instancias de mi amante, pero ella me hizo mujer con sus dedos, en el baño de vuestra mansión. Y fue en ese embite cuando sus esferas orientales se deslizaron de su carnosa cavidad sin que ella se percatara. Yo las recogí.

Otelo se asoma a la ventana y se dirige a un grupo de soldados que hacen la ronda.

Otelo: Guardias, prended a Iago y ejecutadlo. En cuanto a mí, no merezco seguir en este mundo.

Se arrodilla ante el cuerpo sin vida de Desdémona.

Otelo: Oh, era más puta que las gallinas y yo dudé de ella...

Con la misma espada con qué mató a Desdémona, se atraviesa el estomago, muriendo sobre el lecho a escasos centímetros de ella.

viernes, 2 de noviembre de 2007

El arte de la dialéctica

Moderadora: Buenas noches y bienvenidos al debate entre Spassky y Petrosian. Esta noche nos centramos en el tema: ¿Es el reaggeton éticamente aceptable? Caballeros les cedo la palabra.
Spassky: Me alegra ver que el señor Petrosian ha llegado a tiempo. Compruebo con satisfacción que han arreglado el reloj del prostibulo local.

Petrosian: Ciertamente es un milagro que no se rompiera en mil pedazos tras darle usted un pisotón durante la redada del Martes, señor Spassky.

S: Teniendo en cuenta que era un regalo suyo para Madame Dephinè y que todos sabemos que antes prefiere tirarse por un barranco que gastarse el dinero, ciertamente es un milagro que su reloj de mercadillo continuara funcionando.

P: Su mujer me lo vendió a buen precio. Por cierto, felicitela por sus técnicas de venta. Eso de enseñar los senos como una vulgar ramera le habrá reportado excelentes beneficios.

S: Seguramente. Lo bueno es que todo el dinero es para ella. Sin embargo son sus compañeros de trabajo los que se "benefician" de su mujer.

M: Vamos vamos, no hay necesidad de meter a sus señoras de por medio.

P: Bueno es que meterme con su profusa barriga seria muy evidente. Por cierto, tengo entendido que contrató a Admunsen para que la cartografiara.

S: No solo eso, también mi miembro viril. Si quiere le doy el telefono de pulgarcito para que compruebe la longitud del suyo.

P: Lo importante no es el tamaño sino como se usa.

S: Estamos hablando de un pene, no de un destornillador, aunque en su caso los dos terminen en una punta fina, no son la misma cosa.

M: Les apremio a que se ciñan al tema, el reaggeton recuerdan...

S: Bueno si de algo saber el señor Petrosian es de restregarse con mujeres. Creo que en el metro le han reservado un vagón para él solo, porque hasta el revisor salia con un buen repaso cuando lo cogia de camino al trabajo.

P: Es lo que tiene tener uno y no ser un parásito del estado. ¿Hace cuanto que no da ni chapa?

S: Desde que su mujer me contrató para que tirara todas sus revistas guarras. Fueron los tres meses más agotadores de mi vida.

M: En vista de que no andan por la labor...

P: Toc toc

S: ¿Quien és?

P: Su gusto

S: ¿Qué gusto?

P: El buen gusto que dejó usted olvidado el día que fue a comprar esa hortera chaqueta de cuadros fucsia.

S: Al menos mi olor corporal no fue obstaculo para que la dependienta se me arrimara.

P: Cómo no, únicamente con dinero de por medio tiene usted la oportunidad de que se le acerquen las mujeres.

S: Mejor eso a que se me acerque algún hombre....

P: ¿Ah si? pues.... pues... ¡¡¡es usted un director de cine español!!!

S: Mire, sí, tengo un papel perfecto para su esposa en mi próxima película. Trata sobre una transexual que le es infiel a su marido y siente remordimientos porque no se siente culpable ya que goza como una perra con su amante.

P: Ese último dato seguro que es autobiográfico.

S: Por supuesto... ah, dígale a su hermana que no quedaré más con ella a menos que pida el divorcio.

P: No se preocupe, le recomendaré otro proveedor de estupefacientes que no consuma el stock que vende.

S: ..... ¡¡Yo soy cola y tú pegamento!!

P: ¡¡¡Cállese gilipipas!!!

M: Vamos vamos, señores esto ha llegado demasiado lejos. ¿Para que han venido ustedes? ¿Para debatir o para lanzarse los trastos a la cabeza?

S: Venga, señorita no se haga la remilgada que si no hubiera disfrutado del espectáculo nos habria cortado al primer insulto.

M: Pues tiene razón. Bien, hasta aquí fue todo. Vuelvan con nosotros la próxima semana.

martes, 30 de octubre de 2007

, ,

Glory Hole

Entró corriendo al servicio. Llevaba demasiado tiempo de viaje y había bebido demasiados refrescos: mala combinación; por ello había tenido que parar en un área de servicio casi desierta, aún bastante lejos de su destino.

No le gustaba ir a baños públicos, pero al menos el cubículo del wc de aquel sitio estaba bastante limpio. Le sorprendió ver en la pared de su izquierda, un agujero circular de no más de 10 centímetros de diámetro. Fue a echar una mirada a través de él antes de irse, pero justo cuando le pareció vislumbrar al otro lado una oscura habitación, un enorme falo carnoso atravesó el agujero, oscilando desafiante ante su rostro.

Lo contempló sorprendida unos instantes. Era la situación mas absurda que había vivido jamás. ¿De donde habría salido aquello? ¿Que se suponía que debía hacer con... con eso? Como si el propietario del cimbrel hubiera escuchado sus pensamientos, con una voz firme, la apremió a chuparlo.

Durante un instante dudó, suficiente para que el poco recato que le quedaba, huyera de su mente para dejar pasó a una incipiente excitación. Acercó sus labios con curiosidad y precaución, como si aquel pene fuera a saltar sobre ella en el momento más inesperado. El miembro respondió al tímido beso que le dio en la punta, con un intenso movimiento, golpeando su nariz.

Sobresaltada, se alejó de él. Pero no podía dejar de mirar cómo se movía; como un pez en busca de alimento. Lo agarró fuerte entre sus dedos, domando sus movimientos. Lo sentía resistirse en su mano: duro, caliente... Probó a acariciarlo lentamente, arriba y abajo, deslizando su piel una y otra vez, cosa que parecía gustarle, pues a ella le pareció que se endurecía en respuesta a sus atenciones.

Como confirmación de que lo estaba haciendo bien, unas gotas de liquido preseminal bañaron su glande. Lamió juguetonamente la punta y degustó su sabor. Lo contempló fascinada. No era la primera vez que hacia algo así claro está, pero se sorprendía de estar haciendo aquello con un perfecto desconocido, en mitad de ninguna parte.

La firmeza de la verga que retenía en su mano fue diluyendose. Amenazaba con perder toda su robustez. Dispuesta a que eso no ocurriera, abrió sus labios, deseando abrir otros en las antípodas de su cuerpo. La piel del glande retrocedió suavemente ante la voluptuosidad de los labios que empezaban a cubrirlo.

Inexplicablemente, aquello le estaba excitando hasta límites insospechados. Se desabrochó la blusa, dejando sus pequeños senos al aire, esperando ser acariciados por sus manos, ansiosas por posarse sobre el torso desnudo del hombre que se ocultaba tras la pared.

Se acariciaba al compás de los lametones con los que su lengua obsequiaba a toda la longitud de aquel descomunal miembro; desde la enraigada base, hasta la húmeda y vibrante punta. Intentó imaginarse al dueño de aquel estilizado dulce ¿Cómo seria? Puede que un rudo camionero, con brazos gruesos y duro semblante, descansando de un largo camino, o un ejecutivo en viaje de negocios dispuesto a relajarse... no le importaba. En ese momento solo existían ella y la gruesa polla que albergaba en su boca, a la que no cesaba de besar y chupar.

Pronto sintió en su boca las convulsiones previas al climax. Deberia haber sacado el volcán que tenia aprisionado entre sus labios para que eruptara fuera de ella, pero la cadencia de los lametones y besos la tenia hechizada. En lugar de retirar el falo, lo besó con mas pasión, aumentando el ritmo de los caricias. Con un fuerte espasmo, oleadas de semen salieron disparadas hacia su garganta, atragantandola al principio, hasta que se repuso de la sorpresa, tragándoselo todo diligentemente, sin pensar en nada.

Ella no paró de lamer y lamer hasta que no quedó constancia alguna de aquella explosión de placer. Satisfecha, dejo el miembro ya flácido libre de su carnosa prisión y se relamió de gusto. El agujero quedó vacío de nuevo. Se agachó para mirar a través de el, pero la habitación a la que daba, estaba vacía. Se recompuso la blusa y se levantó.

El corazón se le detuvo por un instante cuando llamaron a la puerta del baño....

viernes, 26 de octubre de 2007

La mirada indiscreta

Acostumbraba a mirar las estrellas desde que, de pequeño, su padre le habia inculcado la pasión por la astronomia. El cielo estaba despejado aquella noche, las constelaciones fulguraban con todo su esplendor y no era dificil contemplarlas desde el balcón de casa, a simple vista. Suerte que aquí apenas viva nadie, pensó mientras echaba un vistazo a la hilera de edificios repletos de oficinas que se alineaban frente a él, de lo contrario las luces ocultarian el pálido brillo de los astros.

Ya se disponia a marcharse, cuando reparó en una de las ventanas del edificio que se erigia frente al suyo, en el que tenia su sede una famosa aseguradora. La luz de una de sus oficinas estaba encendida. La curiosidad le carcomia y con cierto afán voyeurista, cogió sus prismáticos y miró hacia la extraña luz. Era demasiado tarde como para que se hubiera quedado algún trabajador rezagado, igual algún pez gordo utilizaba su despacho de picadero.

Pero no se encontró con un furtivo escarceo sexual. Lo que vió le dejó helado. Aunque estaban a contraluz, podia ver la oscura silueta de un par de personas discutiendo acaloradamente. De pronto, uno de ellos agarró por el cuello al otro, con tanta fuerza, que lo levantó del suelo sin mucho esfuerzo. Tras unos instantes de agonia, la cabeza de la victima cayó laxa hacia atras.

Acababa de ser testigo de un asesinato. Lo habia visto todo, bueno, no habia podido identificar ningun rostro. ¿Qué deberia hacer? ¿Llamar a la policia? ¿Pasar de todo?... Mientras tanto, seguia mirando como el asesino soltaba el cuerpo inanimado del pobre desgraciado y se dirigia hacia el amplio ventanal, mirando hacia el exterior, como si estuviera buscando algo.... hasta que sus ojos se encontraron.

Espantado, tiró bruscamente los prismáticos y entró en casa. Era imposible que le hubiera visto. Habia una distancia de más de 200 metros entre los dos edificios y estaba muy oscuro.

Tratando de convencerse de que estaba a salvo de cualquier peligro, se metió en la cama. Ni se le pasó por la cabeza avisar a las autoridades. Intentó dormir, pero los nervios no le dejaron. Todo estaba en silencio. Aquello le ponia más nervioso aún, se maldijo por haberse mudado a aquel lugar semiabandonado en plena expansión y maldijo aún más su estúpida curiosidad.

El silencio que inundaba el edificio se vió roto por unos pasos firmes que avanzaban por el pasillo hacia su puerta. De haberse mirado en un espejo en ese momento, habria visto su rostro, blanco como la nieve, perlado del sudor frio que produce el miedo.

Cuando la puerta retumbó ante los golpes que alguien le estaba dando, saltó literalmente de la cama. Cogio entre sus manos temblorosas un viejo bate de baseball, recuerdo de juventud, y sigilosamente, se acercó a la entrada. Podia haber dejado que siguieran llamando a su puerta hasta que se cansaran, pero si, como temia, era el asesino el que se ocultaba tras la pesada hoja de madera, tenia que acabar con aquello cuanto antes. Él no era un cobarde, aunque en aquellos momentos lo pareciera.

Agarró el pomo entre sus dedos, respiró hondo y de un tirón, abrió la puerta. La vecina del quinto, borracha como una cuba, se abalanzó sobre él, insultándolo, y haciendo que los dos cayeran al suelo.

Varios minutos y bochornosas disculpas después, pudo volver a su habitación, algo más tranquilo. Estuvo tentado de ir a echar un vistazo por la ventana, pero se dijo que bastante habia visto ya. No le costó mucho conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, de camino al trabajo, se detuvo frente a un quiosco y leyó varios periodicos. En ninguno se hacian eco de un posible asesinato en aquella zona. Al pasar junto a la aseguradora, habia podido comprobar cómo la calma reinaba en aquel lugar, al menos esa sensación daba desde fuera; así que empezó a preguntarse si lo de la noche anterior no habia sido producto del porro que se habia fumado a la luz de la luna. Decidió dejar la marihuana, al menos por un tiempo, y continuó su camino hacia la oficina.

Al terminar el día, casi habia olvidado aquel episodio. Se sentó en su sofa y encendió la tele dispuesto a pasar una aburrida noche en compañia de una cerveza. No le dió tiempo siquiera a dar un sorbo, cuando el telefono comenzó a sonar. Miró la pantalla digital; no conocia el número.

- ¿Diga?

Una voz gélida y vacia inundó su oido.

- Anoche te ví. La curiosidad mató al gato; ven a la oficina o te matará a ti.

El desconocido colgó. Las piernas comenzaron a temblarle. Pensó en no ir, pero estaba claro que quien fuera que le hubiera llamado, sabia quien era y donde vivia. Tendria que afrontar aquello.

Jamás doscientos metros le parecieron tan largos. La entrada al edificio estaba abierta, aunque las luces estaban apagadas. Pasó junto al puesto del guardia de seguridad, pero estaba desierto. No habia ni rastro de él. ¿Lo habrian asesinado? ¿Seria él, el que hizo la llamada?

Con la cabeza llena de preguntas, tomó el ascensor hasta la tercera planta. Al abrirse las puertas, una intensa luz le cegó.

- Aquí estoy - gritó con una falsa seguridad, que esperaba, amedrentara al desconocido.

Pero nadie respondió. Al fondo de la planta, podia ver la oficina donde habia ocurrido todo. Se dirigió hacia allí. Tampoco habia nadie. Parecia un despacho normal, no encontró nada raro.

Miró por la ventana. Las calles estaban desiertas. Echó un vistazo a su edificio. Le pareció ver a alguien en...

- Gracias por venir. Me ha ahorrado mucho trabajo.

Se giró sobresaltado. Un hombre de aspecto siniestro, con una cicatriz que partia su rostro en dos y un elegante traje negro, obstaculizaba la puerta.

- ¿Quien es usted? - preguntó exaltado. Su pulso se habia acelerado súbitamente. El corazón se le habia desbocado, consciente del peligro que corria.

- Digamos que soy... el basurero.

No dijo más. Y no hizo falta, porque cuando hizo crujir sus nudillos, supo que su esperanza de vida habia disminuido drásticamente. Intentó saber más sobre aquel tipo y sus intenciones, pero no soltaba prenda. Se limitaba a andar a su alrededor, como el depredador que busca el punto débil de su presa, para saltar sobre ella y matarla de un solo golpe.

No podia escapar, gritó con la esperanza de que el guardia de seguridad le oyera. Se puso a hacer aspavientos con las manos, con suerte alguien podria verlo desde la calle y ayudarle o alertar a la policia al menos...

La situación le resultó muy familiar. Miró a traves de la ventana. Se vió en el balcón de su casa, agachado tras la barandilla, mirando hacia la oficina con sus viejos prismáticos.

- No es posible...

Antes de que pudiera reaccionar, el asesino lanzó su poderoso brazo hacia su cuello. Sus dedos eran como garras y su fuerza inhumana. Lo levantó del suelo como si fuera un simple monigote.

Trató de zafarse pero sus esfuerzos fueron en vano. La oscuridad fue apoderándose de él, hasta que la negrura de la muerte lo inundó todo.

Nota: Las primeras páginas del comic de este relato, las podeis encontrar en El Criptozoo del Doctor Cataplasma.

lunes, 22 de octubre de 2007

, , ,

Al servicio de su princesa

El rey se encontraba al borde de la muerte. La noticia se había extendido por todo el reino, junto con los mensajeros reales que visitaban un castillo tras otro en busca de los nobles del país.
Habría un consejo real en una semana. Así lo leyó Sir Daniel en el pergamino que minutos antes le había entregado un fatigado jinete. Debía partir lo antes posible hacia la capital, donde vivía el monarca.

Lo que más le importunaba no era reencontrarse con aquellos pomposos barones y condes de las tierras circundantes; era abandonar a su amada Carme. No importaba que sólo fueran unos días, estar lejos de su encantadora presencia, le encogía el corazón y le atenazaba el alma.

La noche antes de su partida, se amaron hasta que los primeros rayos del sol se deslizaron por entre las montañas que podían verse tras las ventanas de sus aposentos.

Afligido, montó su caballo y partió a su destino dispuesto a regresar lo antes posible a los acogedores brazos de Lady Carme.

Sus deseos se vieron cumplidos, pues el consejo apenas duró tres días, tras los cuales volvió alegre a su hogar. Ya le parecía sentir los dulces labios de su señora sobre los suyos, tan solo tenia que atravesar un pequeño bosquecillo y la colmaría de besos y atenciones.

Pero cuando el castillo apareció ante sus ojos, se quedó petrificado. El ala oeste se hallaba en ruinas. Renqueantes columnas de humo salían de entre los escombros de lo que habían sido sus aposentos; el resto del edificio estaba seriamente dañado.

Frenético, entro en el salón principal, cubierto de una fina película de ceniza. En el centro de la estancia se encontraba el ama de llaves, mirando cabizbaja el suelo que regaba con sus lágrimas. Sir Daniel la interrogó: un terrible dragón había asaltado la fortaleza la noche anterior y había secuestrado a Lady Carme.

Ciego de furia espoleó su caballo siguiendo el rastro de destrucción dejado por el monstruo: troncos quemados, arboles arrancados de cuajo y pisadas tan profundas que ni siquiera la copiosa nevada de la noche anterior habían conseguido borrar.

Pronto llego a los pies de una colosal torre. Bajó de su montura y se dirigió veloz a la puerta, cerrada a cal y canto. En lo alto se veía un balcón abierto, pero antes de escalarlo quería comprobar si había encontrado la prisión de su mujer.

- Carme amada mía – gritó con todas sus fuerzas -¿Estáis vos presa en esta torre sombría?
El resplandeciente rostro de su amor, se asomó tímidamente. Al verlo se sintió renacer. Se deshizo de su pesada armadura y se lanzo raudo a la escalada, pero el ruego suplicante de la joven le detuvo.

- Amado mío, no sigáis, debéis marcharos. El dragón os matará si os ve cerca de aquí.

- De cualquier forma moriría de pena si no estuvierais a mi lado. Lucharé contra esa demoniaca criatura y os liberare de tan injusto cautiverio. – respondió valientemente.

Como si le hubiera escuchado, súbitamente descendió del cielo un ceniciento dragón a pocos metros del caballero, que de un salto, se acerco a su pertrechos y blandió su espada ante el horripilante ser que se alzaba ante él.

Tenia el tamaño de una pequeña casa, alas de dos metros de envergadura y una ristra de placas puntiagudas recorría su columna hasta la cola, que terminaba en un afilado aguijón.

Desde el balcón, Lady Carme contempló angustiada el combate. Sir Daniel se desenvolvía bien, pese a que la nieve dificultaba sus movimientos. Se intercambiaron feroces golpes hasta que al final la espada del caballero se hundió en el pecho del reptil volador, que con un último estertor, cayó fulminado al suelo.

De su cuello pendía la llave del torreón, se la arranco y salió corriendo al encuentro de su doncella. Subió los escalones de tres en tres hasta que bajo el umbral de la puerta de la habitación que coronaba la estructura, se encontró con la deleitosa mirada de Carme.

Se fundieron en un beso interminable en los que sus labios exploraron los de su salvador. Sus lenguas se enlazaron en un húmedo abrazo de sensaciones. Se saciaron el uno del otro.

La cogió por los hombros y se miraron fijamente. No hizo falta que se dijeran cuanto se querían, sus ojos hablaban por ellos. De la mano de Lady Carme entró en la habitación, donde le despojo de sus ropas, manchadas durante el combate, y lo tumbó sobre una piel de oso que se extendía frente a la chimenea, cuyas llamas no podían rivalizar con las que sacudían sus excitados cuerpos.

Sus finos labios comenzaron a besarle desde la cara hasta el montículo cercano a su sexo, que se había alzado agradecido ante las acciones de la doncella, la cual no tardó en colmarlo de atenciones en forma de caricias suaves, abarcando toda su extensión; Moviendo su mano suavemente arriba y abajo reiteradamente mientras contemplaba el rostro de Daniel, henchido de placer y devoción por ella.

Una vez el pene alcanzó toda su dureza, Carme puso sus labios sobre la punta, obsequiándole con un tímido beso que produjo una descarga de gozo por todo el cuerpo del caballero. Contenta con el resultado, la boca de Lady Carme se fue entreabriendo poco a poco, engullendo con glotonería la palpitante verga.

Pronto desapareció entre sus fauces, que lo devoraron con fruición, lamiendo la carne que se encontraba en el interior de su boca, chupándola tiernamente, mientras Sir Daniel se revolcaba de satisfacción sobre la alfombra, al tiempo que intentaba acariciar la sedosa figura de su amor, sus cabellos y sus turgentes senos que colgaban sobre el vacío con sus pezones tan duros y calientes como el aliento del dragón.

Cuando Carme

Daniel se incorporó, sentado con las piernas estiradas y su falo chorreando aún del recuerdo de su amada, que pasó sus brazos alrededor del cuello del caballero y léntamente fue sentándose sobre el desafiante miembro, que esperaba con ansia conocer las profundidades del placer que le ofrecía la vagina de Carme, cuyos labios se iban abriendo, llenándola toda, sintiendo como era llevada en volandas a un mundo de éxtasis permanente con cada embestida de Daniel, que ya se había acoplado por completo a su cavidad, para formar un solo ser de ardor y amor.

Lady Carme rodeó con sus piernas el torso de su hombre, profundizando la penetración de sus movimientos descendentes sobre él, mientras este pagaba un tributo de besos a la piel de su pecho, a sus hombros desnudos y suaves, a su cuello de cisne, a sus sonrojadas mejillas por el goce del momento, a sus húmedos labios…

De nuevo no hicieron falta palabras. En sus ojos vio que poco le faltaba a él para llegar al placer supremo.

- Derrámate dentro de mi amor mío – le susurró al oído.

Fue más de lo que pudo soportar. Sintió como de su vientre bajaba un torrente de placer que estallo en el interior de su amada, inundando su sexo. Las contracciones del pene palpitante que anidaba en ella, la hicieron estremecerse y alcanzar el punto que le quedaba para alcanzar el clímax. Juntos arquearon sus espaldas entre jadeos de excitación para exprimir hasta la última gota del jugo de su desenfreno.

Abrazados, cayeron uno sobre el otro en la cálida piel de oso, donde durmieron el resto de la tarde.

Besos y caricias despertaron a Lady Carme. Cuando abrió los ojos encontró los de su caballero frente a ella, mientras sus dedos recorrían su desnuda espalda.

- Buenos días mi reina – le dijo

- Como mucho Lady – bromeó ella tras besarlo delicadamente

- Durante mi ausencia las cosas han cambiado. El viejo rey murió, pero antes, me nombro su sucesor. Así que ya no serás Lady Carme, serás Carme I la conquistadora de mi corazón. Aunque cualquier titulo se queda pequeño ante lo que mereces.

Minutos después, tras vestirse y permanecer largo tiempo abrazados, sintiendo el latido de sus corazones bajo sus pechos unidos, abandonaron la torre. Sir Daniel monto en la grupa de su caballo a su reina y juntos se dirigieron hacia el horizonte crepuscular, hacia su castillo, pues el fuego que habitaba en sus cuerpos estaba lejos de extinguirse.

martes, 25 de septiembre de 2007

Rutina

-Ah rutina, destructora de pasiones, peso que al espiritu hunde, en la sima del abotargamiento. ¿Acaso deberia la rutina ser la via por la que transitan nuestras vidas? ¿No seria mejor acaso montar a lomos de la sorpresa y dejarnos llevar por los campos agrestes de la incertumbre?

- Anda niño, no protestes más y ve a sacar la basura de una vez, que estoy harta de aguantarte el mismo rollo todos los dias.

jueves, 20 de septiembre de 2007

,

Entrevistas desde la cripta: Freddy Mercury

Entrevistador: Buenas suecas tengan ustedes! Bienvenidos como no suele ser habitual a la sección con más vida del blog. Hoy tenemos entre nosotros, a toda una estrella del mundo del espectáculo, un pura sangre de la música...

Freddy Mercury: ¿No lo dirás por mis dientes verdad? ¿Sabes cuantas orejas de chistosos he arrancado con ellos?

E: Oh, no no. Nada más lejos de mi intención. Me refiero a que es usted un artista de los pies a la cabeza...

F.M.: La misma cabeza donde tengo los dientes ¿no?... pero me acabo de pasar la lijadora por ellos, asi que por ahora te libras de que te arranque algún miembro.

E: Es usted muy amable señor Mercury.

F.M.: Nada de formalismos por favor, llamame Excelentisima Reina.

E: Como quiera... excelencia. Bien, Nació usted en Zanzibar...

F.M.: Veo que has investigado en la wikipedia Phil. Asi es. De no ser por mí, nadie conoceria ese pueblo...

E: Oiga, creo que es una isla.

F.M.: ¿En serio? Bueno yo sólo nací allí, luego me fui a vivir a Londres. ¿Y por dónde queda?

E: Por África excelencia.

F.M.: No jodas, ¿soy africano? Eso explica muchas cosas.

E: Sigamos por favor, ¿Sabe usted que en la actualidad es un icono gay?

F.M.: Si, me lo dicen continuamente cuando voy a comprar el pan...

E: ¿Como se lo comentó a sus padres? Me imagino que en esa época debió ser complicado.

F.M.: Los reuni un dia en el bingo. Les dije que tenia que comentarles algo relacionado conmigo. <<Hijo ya sabemos que tienes los dientes muy grandes, pero nosotros te queremos y te apoyaremos en lo que sea, pero por favor cuando salgas ponte bozal que asustas a los vecinos>> me comentaron antes de que pudiera abrir la boca. Les dije que no era eso y entonces se callaron. <<Mama, papa>> comencé <<me gustan las mujeres... las mujeres sin pecho, con el pelo corto, la voz grave, pene y con un nombre varonil como manolo>>.

E: ¿Y cómo se lo tomaron?

F.M.: Pues no lo se, porque mi padre cantó linea y no los he vuelto a ver desde entonces.

E: Eh.... bien señor Mercury, excelencia, continuemos ahora con su carrera profesional.

F.M.: Pensé que sólo te interesaba cuanto me gustaban los rábanos...

E: ¿Cual fue su primero contacto con la música?

F.M: Tendria yo 5 años, cuando me colé a hurtadillas en el salón. No me dejaban ir solo, porque rallaba el parqué, el caso es que sobre la mesa habia un aparato con forma de caja. Pensé que eran azucarillos asi que me subí en una silla para poder alcanzarla, con tan mala suerte que le di un golpe. De pronto empezó a salir ruido de allí y yo corrí como alma que lleva el diablo gritando: Mama, mama, el abuelo ha vuelto a meter a un hombre en una caja...

E: Perdone, me expresé mal, queria saber como se introdujo en el mundo de la música.

F.M.: Ah, eso. Es una historia muy larga, pero tenemos toda la eternidad ¿verdad? Bien, tras terminar el instituto, me hice electricista. Era un trabajo desahogado y el dinero me venia muy bien para comprar dentifrico. Un día, un amigo me dijo que me pasara por su casa, porque tenia un cuarto oscuro. Llegué con mis herramientas y bueno.... no era lo que yo esperaba. Habia "bombillas" y "tubos de neón" pero ninguno estaba fundido. Allí conocí a un productor y tras comprobar mis... pero bueno eso no le interesa a nadie supongo. Luego comencé la universidad. No estaba matriculado pero asistia un par de veces por semana para estar rodeado de hombres. En un receso, le toqué el culo a Brian May y este me dió un guitarrazo. El grito que dí y las vibraciones de la guitarra sonaron muy bien y tiramos pa´lante.

E: Tenia entendido que sucedió de otra manera.

F.M.: ¿Por qué preguntas entonces Phil? No puedo perder el tiempo contigo, espero visita.

James Brown: Buenas tardes Excelentisima.

F.M.: Ah, ya está aquí. Hola James ¿qué tal el día? supongo que mal hasta que has venido ¿verdad? Si no te importa, cuando termines de cortar el cesped, haz el favor de limpiar la piscina, que ayer estuvo Kurt Cobain y me la dejó hecha unos zorros. Perdona Phil, está aquí cumpliendo trabajos sociales que se dejó pendientes en la otra vida.

E: ¿Podemos centrarnos en la entrevista por favor?

F.M: Sólo si te agachas y me besas la punta.

E: ....

F.M: Venga hombre, ¡vamos!

E: .... ¿Qué punta?

F.M: La de las botas Phil. No eres mi tipo.

E: Sigamos pues, durante toda su carrera tuvo varios escandalos...

F.M: ¿Como por ejemplo?

E: Se rumorea que una vez acudió de urgencia al hospital con el estomago repleto de...

F.M.: Bah, eso es mentira. Sin embargo una vez intenté lo del pez, no conmigo por supuesto, soy vicioso no contorsionista, pero ¿sabes lo dificil que es meter un pez globo en un agujero tan pequeño?

E: También está el tema de sus fiestas y los enanos que llevaban cuencos de coca sobre sus cabezas...

F.M: Pensé que te interesaba mi carrera. ¿Sabes que saqué algunos discos? En fin, lo de los enanos tiene base real, de pequeño me encantaban los cuentos. Siempre quise ser cenicienta, y en cuanto tuve oportunidad, me hice con siete enanos. Yo los llamaba: nevado, mariano, Lucy SanDia, caballo loco, angel, asesino y polichinela. Lo de la droga es una falsedad lanzada por George Michael que siempre estuvo celoso de que yo fuera más gay que él.

E: Teniendo en cuenta todo lo que hemos comentado, ¿Esperaba ir al cielo?

F.M.: Para serte sincero, esperaba ir al hospital, pero por lo que se ve, la ambulancia no llegó a tiempo. Yo siempre pensaba que iria al infierno, por lo de la sodomía y eso, pero luego me enteré que dios destruyó Sodoma porque vendian cd´s pirata y antes de que acabaran con la honrada industria musical sodomita, dios acabo con ellos. De no haber actuado, Mc Hammer nunca habria logrado sacar un disco. Al infierno solo van los banqueros, que son los unicos sodomitas que lo hacen por vicio.

James Brown: Ya esta limpia la piscina, excelentisima.

F.M.: Muy bien, puedes retirarte. Ey, James! antes de irte, traeme un martillo neumático que antes estuve comiendo maiz y creo que se me ha metido un rastrillo entre los dientes.

E: ¿Ha seguido la vida de sus antiguos compañero?

F.M: Te voy a ser sincero Phil, tengo cosas más importantes que hacer, que contemplar lo que hacen unas viejas glorias del rock. Habia dos chavales rubios creo y bueno luego está Brian. De lo que si me he enterado es de que por fin se sacó la carrera. El muy vago ha tardado cuarenta años, pero lo ha conseguido, claro que hoy día le dan un título a cualquiera.

E: Pero el Sr May se lo ha trabajado, es una persona inteligente...

F.M.: ¿Inteligente? ¿Brian? Pero si aprobaba todos los examenes con chuletas. ¿Sabes donde las guardaba? Te dire un secreto: es calvo desde los 18.

E: En fin, gracias por todo señor Mercury. Si quiere decir algo más...

F.M: No.

E: Bien, pues hasta la próxima ocasión.

F.M: Oye, no tendrás un azucarillo por casualidad ¿verdad?

sábado, 15 de septiembre de 2007

Recuerdos

Juana se deslizó penosamente hacia la puerta. Los años se habian cobrado factura en su cuerpo. Ni siquiera hubiera escuchado que llamaban de no haber ido al salon a recoger las fotos que habia sobre la chimenea.

Tras la puerta se encontraba un estirado hombre trajeado, que portaba una carpeta bajo el brazo, que con cierta desazón inspeccionaba la fachada de la pequeña casa..

- ¿Usted debe ser del ayuntamiento verdad?- adivinó la anciana nada más verlo.

- Asi es señora. Mi nombres es Andres Lopez y vengo a.....

- Lo se, lo se. Pase por favor.

El joven sacó un formulario de la carpeta y la siguió al interior de la casa. De inmediato, Juana comenzó a alabar las virtudes de la vivienda.

- Como ve, el salón es muy espacioso. Soliamos reunirnos toda la familia a la hora de cenar, y no se crea que eramos pocos. Cinco sin contarme a mi. Era un circo, pero eramos felices. Por desgracia hace mucho de eso. Ah, mire la chimenea. Grande, ¿verdad? le aseguro que una vez se enciende, puede olvidarse uno del frio. Una navidad, mi marido bajó por ella disfrazado de Papá Noel, pero estaba tan sucio el tiro, que salió completamente negro....

El funcionario contemplaba con gesto impenetrable cada rincón de la sala, sin hacer demasiado caso de lo que le explicaba la anciana, que continuaba con sus historias sin importarle demasiado si era escuchada o no. Se dirigió con paso vacilante a traves del pasillo, hacia los dormitorios. El burócrata la siguió, intentando no tocar nada.

Habitación por habitación, tuvo que escuchar las pequeñas historias que atesoraban aquellas paredes.

- Aquí la silla en la que estaba sentado Juan se rompió cuando intentaba llegar a lo alto de ese armario donde habiamos escondido sus regalos de navidad... Aquí en la cocina mi yerno pidió la mano de mi hija, fue muy conmovedor, se arrodilló y le puso un anillo con un diamante enorme en su dedo... En aquel rincón, recibi la noticia de que mi Antonio se moria...

Mientras, él no perdia detalle de nada de lo que le rodeaba, apuntándolo todo en la hoja de papel que llevaba. Apenas diez minutos le bastaron para obtener toda la información que necesitaba. Asi que dandole las gracias, se despidió de la octogenaria.

Cuando salió a la calle, echó un último vistazo a la fachada. Lástima de incendio, pensó, debió de haber sido una casa acogedora y con gran pesar marcó en el formulario una casilla: derribo

miércoles, 12 de septiembre de 2007

, ,

Esplendor en la cocina

No habían tenido el mejor de los viajes. En realidad había sido un desastre, una travesía por el infierno aderezada con gritos y silencios a partes iguales. Una odisea capaz de terminar con una relación o de fortalecerla. Según las estadísticas, existían mas probabilidades de que todo terminara con un triste y solitario adieu, y todo hacia pensar que aquella, seria una mas de aquellas parejas que terminaban con su historia en común tras unas vacaciones que no habían salido como lo esperado.

Ella limpiaba la cocina, mientras él meditabundo contemplaba el televisor, sin prestar atención a las tristes noticias de siempre. Tenia la mente en otro lugar, muy lejano, anclado en el pasado, repleto de momentos intimos acaecidos en ese mismo sillón desde el que, impotente, veía a su mujer trabajar sin descanso, liberando así la furia que la carcomía.

En su mente, las imágenes de pasión, se tornaron en otras de desesperación, en las que su amada, se alejaba de su lado cada vez más, hasta fundirse con el horizonte. Llegado a ese punto, se dijo que no podía dejar que en unos días, se echara a perder lo que habían construido juntos durante meses. Con paso decidido, y aliviado, pues sabia qué hacer, entró en la cocina.

Su mujer terminaba de lavar la fuente de los macarrones de la cena. El suave pelo negro caía en cascadas por su espalda, ocultando gran parte del ajustado top que había llevado durante el viaje y que delineaba sus sinuosas curvas, que tanto le gustaba acariciar. Se acerco lentamente sin hacer ruido. Acerco sus labios a su oído y le susurro:

- Lo siento, he sido un estúpido, no soporto estar así contigo, te quiero.

La hasta entonces tensa figura de ella, se relajo, y bajo los hombros receptiva a los besos de su marido, que pronto los recubrió de besos suaves. Sus manos se apoderaron de sus caderas y las atrajo hacia si, mientras sus labios iban dirigiéndose a la nuca de su amor, que dejó la fuente en el fregadero, presa ya del incipiente placer que nacía en su bajo vientre.

Apoyo sus manos en el borde de la pila y se dejo querer. El no cesaba de besarla y tocarla, colmándola de cariño. Su top pronto se perdió en el interior de la habitación de al lado, lanzado en un arranque de frenesí por su amado, que la volteo hacia quedar cara con cara, pecho con pecho, sexo con sexo. Se abrazaron como si fuera la primera vez. Las lágrimas de él, surcaron sus mejillas mientras con un prolongado beso, expresaba todo lo que no podían sus palabras. Ella fue secando sus lágrimas, beso a beso. Se miraron fijamente y por primera vez en muchos días, se sonrieron. Sus fuertes manos, la alzaron hasta colocarla sobre la pila. Ahora sus pechos quedaban al alcance de su glotona boca, que no tardo un instante en hacerse con sus pezones, para jugar con ellos hasta saciarse. Sus dedos contorneaban su estomago, acercándose al monte de Venus, aun cubierto por una inoportuna falda, que no tardo en bajar, ayudado por ella, que, libre de tan inconveniente prenda, abrió sus piernas para alojar entre ellas a su amor. Pero este aun permanecía en sus senos, lamiéndolos ritmicamente hasta que se pusieron bien duros.

Entonces, con su lengua fue lamiendo lujuriosamente su pecho, bajando por su estomago, hasta llegar a la selva que precedía a la gran cueva de su amor. De un salto, atravesó el rizado bello, y cayó en medio de sus labios, introduciéndose ligeramente en su vulva, pero lo bastante como para arrancar un gemido de ella. La lengua trató de zafarse de los labios que lo empujaban hacia el interior de la cálida caverna, pero por mucho que se movía, no podía salir de allí. A medida que se hundía, ella se iba retorciendo de placer mas y mas, hasta que no pudo aguantar mas.

- Te quiero dentro de mi- grito ciega de gozo.

Solicito, él se incorporo. Acerco su miembro ya duro a su vagina, y lentamente fue abriéndola centímetro a centímetro, sintiendo como esta lo engullía en sus entrañas, de las que no lo dejaría escapar.

Una vez estuvo todo su pene dentro de ella, sus lenguas se entrelazaron en un salvaje juego de dominación, que termino ganando ella, pero poco le duro la victoria, pues cuando él comenzó a sacar su pene de ella, para volver a introducirlo con mas fuerza aun, su boca se abrió en un quedo gemido, que se mantuvo durante unos segundos interminables, que terminaron cuando, tras la explosión de placer de su amor en su interior, le sobrevino el orgasmo mas intenso que había sentido jamas.

miércoles, 29 de agosto de 2007

La 2ª venida

Una tormenta eléctrica sacudía la ya de por si desapacible noche de Jerusalén. Al ponerse el sol, nubarrones negros como la conciencia de un político habían cubierto el cielo crepuscular, hasta engullir el más mínimo rayo de luz. Tierra Santa quedaba así a oscuras, hasta que los súbitos rayos comenzaron a agujerear la tierra, cayendo por doquier.

Los atemorizados habitantes de la ciudad, atrancaron puertas y ventanas y entre el estrépito de los truenos, rezaron a su dios (cualquiera que fuera) para que volviera pronto la calma, sin tener que lamentar ninguna perdida (y que de paso se llevara por delante algún caza israelí, ya que ni dios podía derribarlos)

Si alguien hubiera contemplado lo que sucedía en el monte Gólgota, hubiera pensado que ese día había abusado demasiado de la cachimba en la mezquita del barrio, pues los relámpagos parecieron concentrarse sobre la cima, formando una perfecta esfera de luz, que fue creciendo hasta alcanzar los dos metros de diámetro, momento en el cual, la tormenta cesó, diluyéndose las nubes en el recuerdo.

A la mañana siguiente, Abdul, un anciano amante y pastor de cabras, condujo su rebaño al Gólgota, como hacia cada día. Al acercarse a la cúspide, un ligero olor a quemado fue penetrando en sus fosas nasales. Así mismo, la hierba iba tornándose más oscura a medida que ascendía. Cuando llegó a lo alto, encontró al causante.

En mitad de un aparatoso cráter, yacía ¿inconsciente? un hombre desnudo en posición fetal.

- Eh, tú. ¿Qué te pasa? - gritó Abdul.

El desconocido pareció escucharlo, pues con algo de esfuerzo logró ponerse en pie tras desperezarse.

Era un hombre joven, rondando la treintena, con una espesa barba castaña y larga melena a juego. Su cuerpo era fibroso y estilizado, como el de un atleta.

Se parece a uno de esos modelos americanos, pensó para si el pastor, que no pudo quitarle el ojo de encima mientras este se dirigía hacia él.

- Celebro que estés bien, así podrás pagarme los daños por haber incendiado el pastizal que había aquí.
 Ahora mis cabras no tienen nada que comer.

El desconocido no movió un músculo. Parecía más pendiente de la ciudad que se levantaba a espaldas del palestino. Echó un vistazo alrededor y se sorprendió al ver la mezquita de Al-aqsa. Fijó entonces su mirada en Abdul y le dijo:

- Quiero tu ropa, tus babuchas y tu camello.

No supo como reaccionar al principio. ¿Le estaba intentado robar un tío que había dormido en pelotas en mitad del campo?

- Yo fui valientemente derrotado en el 48, en el 67 y en el 73 - replicó enfadado - no me dejaré robar por un piojoso como tú.

La respuesta enfureció al hombre, que de un golpe de mano, le afeitó la barba a ras.

- No me gustan los imitadores.- sentenció.

Pensando en que quizás lo próximo que le rebanaría, pudiera ser algo que no volvería a crecer, accedió a las demandas del desconocido.

Antes de irse este, se volvió hacia él una última vez.

- Dile a todos que Jesucristo ha vuelto para incendiar el mundo con la llama de la verdad.

Abdul vio en aquello motivo de provecho y salió corriendo gritando tras él:

- ¿Podria empezar por la tienda de mi primo Rashid? Me debe 2.000 dolares y no quiere pagar...

Pero Jesús no pudo escucharle, pues ya se dirigía veloz a la entrada de la ciudad.

Jerusalén había cambiado mucho desde la última vez que estuvo, desde luego el recuerdo de aquel viaje no era precisamente agradable, pero al menos de la comida no se podía quejar. Ya desde arriba había contemplado el auge y caída de la inmemorial capital del estado hebreo, así que no le asombró encontrarse con los nuevos adelantos técnicos que habían desarrollado los hombres en su ausencia pese a que nunca había logrado entenderlos del todo. Por mucho que la hubiera visto desde las alturas, a ras de suelo era muy fácil perderse.

No se le cayeron los anillos por tener que preguntar a los transeúntes, por la ubicación del sanedrín, mas nadie supo darle la más mínima información al respecto, hasta que topó con un joven, que manipulaba unos cables bajo una de esas cosas llamadas... coches.

- Perdona muchacho, no sabrás donde está el sanedrín ¿verdad?- preguntó cortésmente.

El chico se sobresaltó al escuchar la poderosa voz de Jesús a su espalda, pero en seguida vio posibilidad de sacar tajada.

- ¿Por casualidad no serás israelí....?

- Se puede decir que sí -respondió encogiendose de hombros. No tenia la nacionalidad pero bueno, había nacido allí.

Amablemente se ofreció entonces a llevarlo a la misma puerta, para que no se perdiera. Andaron durante varios minutos por los estrechos callejones de la ciudad antigua, hasta llegar a un desvencijado edificio, al que una ligera brisa podría echar abajo en cualquier momento.

- ¿Es aquí? - preguntó suspicaz Jesús.

- Si claro, ven dentro y verás.

El salón principal estaba oscuro y polvoriento. además el olor a cerrado le golpeaba a uno como un directo de San Pedro. La luz apenas entraba por las ventanas tapiadas, bajo las cuales se apiñaban cajas de... no podía leerlo bien...¿RPG?

- Oye, aquí no se reunen los sacerdotes...

Pero cuando se volvió hacia el chico, este le apuntaba con un AK-47 (en realidad era el palo de una escoba hábilmente tuneado, que blandía con fastuosa peligrosidad eso si, el presupuesto para armas se había visto reducido drásticamente tras la apertura de un nuevo lupanar)

- Jajaja, ¡¡¡te he engañado perro!!!- gritó visiblemente alterado.

La mirada del cristo se endureció.

- ¿Qué me has llamado?

- He dicho perro, ¡¡¡perro!!! - insistió con sarna el secuestrador.

Un viento huracanado revolvió de pronto la habitación. Las puertas y las ventanas se abrieron de par en par.

- ¿Sabes quien soy yo?

- ¿Un perro? - el secuestrador empezaba a plantearse el haber tratado mejor a ese hombre, cuya actitud desafiante empezaba a amedrentarle.

- El hijo de mi padre. Y nadie me llama perro. ¡Nadie!

Le lanzó una salva de puñetazos, que lo estamparon contra la pared. El secuestrador se levantó dispuesto a devolver los golpes, pero las fuerzas le fallaron y lo más que pudo hacer fue acercarse a Jesús, antes de que este lo parara con una mano.

- Eso es hijo, pon la otra mejilla.- susurró mientras colocaba el mentón del infeliz atacante en una posición favorable para maximizar el daño.

De un gancho de derecha, lo tumbó definitivamente.

En ese momento, miembros del Shin beth entraron por las ventanas armados hasta los dientes, pero al ver al secuestrador en el suelo, el jefe del escuadrón detuvo a sus hombres.

- Ha tenido mucha suerte, señor...

- Jesús.

- Señor Jesús. El que está en el suelo es Jamal Abú, un peligroso terrorista de Hamás. Pretendía secuestrarle para pedir un rescate, pero veo que ha dado buena cuenta de él.

- Me llamó perro.- repuso tranquilamente sacudiéndose la chilaba.

Los hombres de la policía, registraron el edificio, mientras el Cristo intentaba convencer a Abú de que no debía insultar a los demás. Cuando la inspección hubo terminado, recogieron sus cosas y comenzaron a salir.

- Necesitamos hacerle unas preguntas, ¿Puede acompañarnos? - ordenó el jefe.

- No, ustedes pueden acompañarme a mí- respondió orgulloso el mesías.- ¿Donde vamos?

El viaje en el furgón policial hasta la sede del Mossad, había sido toda una experiencia para él. Se dijo que cuando volviera allí arriba, encargaría a Ford una flotilla de ellos, para su uso personal. Había pasado varios minutos en una comisaria. Intentaron pringarle los dedos con tintan, y hacerle unas fotos; pero ni salia en ellas, ni la tinta se adhería a sus manos, así que le habían dicho que lo llevaban a un sitio especial. Les siguió el juego, divertido, quería disfrutar un poco de la vida en la tierra, antes de cambiarla para siempre.

David Eleazar, jefe del servicio secreto israelí, se encontraba en su despacho leyendo los últimos informes de Persia, cuando uno de sus agentes llamó a su puerta.

- Entre, le esperaba.

Le habían informado de la presencia de un individuo extraño, que parecía haber surgido de la nada en mitad de un tiroteo en Jerusalén. El agente Shaul entró con cuidado en la recargada habitación. Aquel era el santuario del espionaje mundial, si al rey de Arabia le salia un grano en el culo (y le salían muchos), allí se sabría a los dos minutos que pomada usaría para quitárselo.

- Señor, nos han enviado de la comisaria 34 a un sujeto desconocido. No tiene pasaporte, documento que le identifique, ni huellas dactilares. Presenta dos extrañas cicatrices sangrantes de forma circular en los brazos. Cuando le he preguntado al respecto me ha dicho que se lo hicimos nosotros, pero le juro que no le he tocado jefe, se lo juro.

La cara de pánico de Shaul, confirmaba que decía la verdad.

- Está bien, hágale entrar.

Algo le decía que debía conocer a aquel hombre. Por regla general él solo se ocupaba del papeleo, el trabajo sucio de los interrogatorios se lo dejaba a los becarios. La imponente figura de Jesús inundó la estancia con una fuerza invisible que dejó boquiabierto a David.

- Shalom funcionario.

Nadie se había tomado tanta familiaridad con el director del Mossad, desde que se creó el puesto. De haber sido otro, quizás lo hubiera mandado a una misión encubierta como chofer de Nasrallah, pero se sentía amilanado por aquel barbudo con aspecto de camellero.

- Muy bien, ¿cómo se llama?

- Jesús - respondió impertérrito, aunque se dijo que no dejaría que nadie más le preguntara su nombre. ¡Deberian conocerlo todos!

- Jesús ¿qué más?

Se quedó pensativo sin saber qué responder.

- ¿Sabe que es la primera vez que me hacen esa pregunta?. Supongo que Cristo.

David lo miró extrañado.

- Jesús... Cristo

- Así es.

La absurda respuesta del detenido y su parsimonia le hizo estallar, algo bastante habitual en él. En los pasillos del edificio corría el rumor de que había matado al lechero cuando este le insinuó que a su mujer le gustaba más la leche entera. (David tenia un ligero problema de fertilidad) Se levantó furioso y golpeó la mesa con su puño.

- ¡¡¡¡Déjese de tonterías jodido estúpido, dígame ahora mismo quien es o lo mando al desierto del Negev de una patada en el culo!!!!!

Los gritos se oyeron incluso en el parking, pese a que la sala estaba insonorizada. El mesías hizo acopio de toda la paciencia que fue capaz y mirando al director del Mossad fijamente le dijo:

- Soy yo David. Sé que de joven te tocabas y lo que es peor, se también en quien pensabas cuando te tocabas...

El rostro de su interlocutor enrojeció como el sol al atardecer.

-¿Pero qué tonterías está diciendo?.- bramó.

- Beeeee.

Un escueto balido salió de la boca del Cristo. David palideció de inmediato. Quedó mudo de asombro y una gota de sudor frío recorrió su espalda. Lentamente volvió a su asiento. Tosió levemente y con un ademán mandó retirarse a Shaul.

Durante varios minutos estuvieron hablando a solas, hasta que la puerta de la oficina de Eleazar se abrió abruptamente.

- Malditos iranies, bombardear Israel, ahora que he venido yo, que falta de respeto.

Jesucristo estaba hecho una furia. David le había contado los planes de los ayatollahs de lanzar una bomba nuclear sobre Jerusalén. No podía consentirlo, así que ordenó al jefe del Mossad que le llevaran al sitio que debía destruir para evitar el peligro.

David hizo lo mismo que cuando su mujer le ordenaba algo, obedecer sin rechistar, y en menos de una hora, ya tenia preparado un viejo Antonov con los motores rugiendo, dispuesto a alzar el vuelo en cuanto recibiera una orden, que le dio al asombrado piloto, un desconocido pastor.

El voluminoso bombardero atravesó el espacio aéreo iraquí con rapidez, escoltado por cazas estadounidenses. Alguien había filtrado la noticia de que el hijo de Dios habia vuelto a la tierra, y los americanos no habían dudado en mostrarle sus respetos con la escuadrilla de los Ángeles Azules, que escribió en el cielo: ¡Jesús ama! antes de volver a bombardear un nido de terroristas.

Tras el espectáculo aéreo, una luz roja tiñó el interior del avión. Estaban cerca del objetivo. Por radio, uno de los pilotos le dio instrucciones:

- Cuando la luz se ponga verde, tiene treinta segundos para saltar.

Y literalmente lo hizo, solo que como nadie le comentó que tenia que ponerse el paracaídas, lo hice sin él.

En el interior de la central nuclear de Isfahan, todos se esforzaban por aparentar que trabajaban, más de lo normal. El presidente en persona, se encontraba en el lugar, haciendo una visita guiada junto con un grupo de actores occidentales, y a nadie se le ocurría hacerle quedar mal delante de ellos. El último que lo había dejado en evidencia, había sido encerrado en la cárcel. Aquel niño no volvería a alardear jamás que sabia sumar, delante de él.

Los occidentales eran un grupo fácil de contentar, pensó para si Ahmadinejad, solo hay que enseñarles lo que quieren ver y nadie se preguntara qué hay tras esa puerta negra con la calavera y las manchas de sangre.

- Por aquí por favor - sugirió con la mejor sonrisa que pudo mostrar. Tras una agradable hora, en la que les había colado un discurso con palabras demasiado técnicas para que las comprendieran, llegaban a la parte final del recorrido.

Entraron en una amplia habitación, del tamaño de un campo de fútbol, en el que un grupo de personas, atendían concentrados las explicaciones acerca de cómo hacer una bomba con un bote de Fairy, los excrementos de un caballo y 200 kilos de dinamita.

- ¿Y esto? - preguntó un actor, extrañado de que en tan lejano lugar conocieran el Fairy.

- Son mujahidines típicos. Una muestra de folclore para ustedes. No harán nada, están ahí por si nos critican, pueden estar tranquilos.

- Ah bueno, no pasa nada- repuso con celeridad - como nosotros no vamos a hacer eso... ¿Me deja hacerme una foto con ellos?

Ahmadinejad pareció meditar la respuesta durante unos segundos. Echó un vistazo a los terroristas y luego a los actores. Se encogió de hombros.

- Claro que si, no hay ningún problema.

Con un gesto, hizo que se acercaran los terroristas, que se colocaron en formación. Los actores los rodearon y le dieron la cámara al presidente iraní, que en la primera toma, les cortó la cabeza a todos, por equivocación claro. Así que lo intentó por segunda vez.

-  A ver decid ¡¡¡muerte al infiel!!!

Pero antes de que pudiera apretar el disparador, un fuerte temblor sacudió el edificio. Una de las paredes se derrumbó y a través de ella, entró Jesucristo limpiándose el polvo de su túnica de camuflaje. Frente a él, un tipo bajito con cara de mala leche, sostenía una Nikkon de importación. De pronto supo que aquél era su enemigo.

- ¡Eh Mamón! -le gritó

- ¡¡Es Mahmud!! - repuso colérico el presidente.

- A callar Mamón- tronó Jesús - Tú te llamas como a mi me de la gana.

Avanzó hacia él con paso decidido con la intención de bendecir la cara del presidente iraní con sus puños, pero este salió corriendo. Jesús salió tras él. Lo persiguió a través de pasadizos y salas tecnificadas, hasta que finalmente, logró acorralarlo en una sala tubular, en la que reposaba un scud con cabeza nuclear.

- Jajajaja - rió sardónicamente Mahmud - no te atreverás a pegar a un hombre con un misil nuclear ¿verdad?

Pero eso no le importaba al hijo de Dios, pues saltó hacia él con gesto feroz. Del susto, Mahmud retrocedió bruscamente y se golpeó la nuca con el filo de una estantería. Cayó gravemente herido al suelo.

Con su enemigo fuera de combate, era hora de volar por los aires aquella instalación. Desenrosco la ojiva nuclear e intento abrirla, pero ante la imposibilidad de hacerlo, la cogió entre sus dientes y mordió con fuerza. Algo en el interior del aparato hizo clic, y satisfecho, la arrojó a un lado.

- Enriquece eso Mahmud.

- Es Mamó....- fue lo último que pudo decir el presidente iraní. El tiempo se detuvo.

Una intensa luz recubrió el valle. La presión hizo fosfatina todo a 2 kilómetros a la redonda, y lo que quedó en pie, fue abrasado por las llamas infernales del átomo, antes de que el estruendo de la explosión reverberara por las montañas persas.

De las ruinas humeantes de la central, salió Jesús, sacudiéndose un oído.

- Bien aquí esta todo hecho, próxima parada: Roma