martes, 30 de junio de 2009

Maria Luisa

Hoy al pasar junto a una cancha de baloncesto, me he encontrado con Maria Luisa, Malú para los amigos que compartimos nuestra infancia con ella durante la E.G.B., mucho antes de que se hiciera famosa la dudosa cantante.

Era menuda aunque fibrosa, de cabellos negros como el azabache y alocada como todos en aquellos días. Nadie podía decir que fuera la más guapa de la clase, con la que además hacía buenas migas, anulando las posibilidades de que alguien se fijara en ella, aunque bueno, en esos tiempos nos interesaba más el Marinero Tarugo que las chicas, a las que veiamos como chicos con los que no se podía jugar al fútbol.

La recuerdo lanzando a canasta, incansable, todas las tardes, con el ocaso pisándole los talones. Su pasión era el baloncesto y su ídolo, Magic Johnson, el que mejor encarnaba su afición. Tenía una camiseta con su nombre que solía vestir cuando tocaba educación física. Mientras los demás jugaban al Voleyball, yo jugaba contra ella en una pequeña cancha con canastas bajas. Ella pedía ser Johnson, yo Larry Bird (por motivos obvios) y siempre terminaba ganándome por más de doce puntos. 

Por ello, la mañana en que se supo la noticia de que el jugador de L.A. Lakers habia contraido el VIH, llegó al colegio con el alma en los pies y lágrimas en su corazón. El profesor de Matemáticas la vio tan afectada que la eximió de dar clase.

En el recreo, los de la pandilla, nos sentamos formando un corrillo en un rincón soleado del patio. Intentamos animarla. Por aquel entonces, unos niños como nosotros apenas sabiamos nada de la enfermedad, lo unico que era de sobra conocido por todos era su alta y rápida tasa de mortalidad. Freddy Mercury moriría poco después, al día siguiente de hacer un anuncio similar.

- Cuando se muera, iré a su entierro. ¡Cueste lo que cueste! - exclamó resoluta al borde del llanto mientras Azucena le daba palmaditas en la espalda.

En ese momento pensé que aquello sucedería en un par de años como muy tarde, tiempo insuficiente para ahorrar el dinero necesario para un billete a los Estados Unidos y mucho menos para que Malú creciera y pudiera hacer el viaje sin permiso de sus padres (cuando se es niño se piensan cosas muy raras). Así se lo hice saber y aquello acrecentó su pesadumbre. De siempre me viene el no saber decir la palabra adecuada.

Han pasado cerca de veinte años desde aquella conversación y Magic Johnson sigue vivito y coleando.

Sentados en un banco del parque anexo a la cancha, mientras reponía fuerzas sorbiendo con voracidad una bebida isotónica, me reveló que había contraido el SIDA. No me dijo cómo y no quise preguntarle. El destino tiene un macabro sentido del humor.

Para recordar viejos tiempos, volví a jugar contra ella. Me volvió a ganar por más de doce puntos. Antes de despedirme me confesó que guarda el dinero del billete en un cajón de su mesilla. Ahora es ella la que espera vivir lo suficiente para ir al entierro de su ídolo.

lunes, 22 de junio de 2009

Anoche fui... un Rampant Rabbit

Lo que en español viene a ser un conejito rampante, como el de Ferrari pero más estilizado, con más pelo (bueno eso depende) y no le gusto a los hombres, pues sienten envidia de mi, y les comprendo, ¿quién no la sentiría si se comparara con un incansable explorador como yo?

En efecto, mi pasión es introducirme en la entrañas de los lugares más inaccesibles del mundo, lo cual fascina a las chicas todo he de decirlo, que se mueren por mi compañía. Ya de pequeño me incomodaba estar parado. Sentía que daba lo mejor de mi cuando me movía de acá para allá, sintiendo curiosidad por todo lo que me rodeaba, tocando, palpando... fue una mañana de octubre cuando decidí hacer de la exploración mi profesión.

Aunque no llevo muchos años he estado en miles de lugares. De todos ellos guardo interesantes anécdotas. En el desierto del Sahara me costó horrores avanzar, era un terreno árido y seco en el que cada paso que daba me costaba un mundo. Parecía como si el desierto no quisiera que me adentrara en él... claro que no se que es peor si eso o ahogarse como a punto estuve de pasarme en las Cataratas del Niágara; un chorro tras otro, ¡no paraba de salir agua! Fue llegar y salir, pero acabé empapado. Incluso en uno de esos lugares, que mantendré en secreto, encontré los restos de una civilización perdida: ¡hacía siglos que no entraba nadie allí! Había más telarañas que en la casa de los Monster.

Pero no creáis que mis aventuras se quedan ahí. En la selva negra tuve que abrirme paso a machetazos entre la espesura; llegó un momento en que me quedé enredado en una liana y pensé que no lograría volver a casa, pero entonces ocurrió una de esas experiencias místicas que todos los que viajamos solemos vivir. Sin hacer nada, me vi fuera de aquel vergel. Sí, me llamarás loco, pero sentí como si tiraran de mi hacia atrás y me alejaba de aquella zona peligrosa hasta volver al punto de partida listo para probar con otro camino. ¿Sabes? A veces creo que una mano invisible guía mis pasos.

En mis viajes siempre voy sólo, aunque en cierta ocasión, en una visita al cañón del Colorado, me acompañó un amigo porque aquello era demasiado grande como para explorarlo yo todo; aunque no me gustaría repetir porque estuvo pegado a mi todo el tiempo y a mi me gusta mantener mi espacio vital.

Si ya sé lo que estaréis pensando: Yo quiero ser como tú, ver las zonas salvajes de la Tierra, estar siempre entrando y saliendo de sitios interesantes. No creáis que es fácil. Entre viaje y viaje necesito desconectar, ya sabéis, para recargar pilas y volver con fuerzas al trabajo, porque corres el riesgo de quedarte sin resuello en mitad de una expedición y en ese caso corres un grandisimo riesgo de que piensen que eres demasiado viejo y ya nadie cuente contigo. A mi mentor, un sencillo y fiel Dildo, le ocurrió mientras descendía por el volcán Krakatoa. Le faltaba poco para llegar al fondo de la chimenea, cuando sintió como el vigor abandonaba su cuerpo y no podía dar un paso más. Acabó sus días en un basurero, reciclando látex.

martes, 9 de junio de 2009

Desastrosas citas noveladas: Amor a primera vista

Para Orfeo, la chica de la que se despedía desde hacía media hora, no era un nick más en una típica red  de contactos repleta de almas desesperadas en busca de calor.

Al principio, cuando recibió el escueto mensaje de Eurídice, receló de la invitación a quedar un día en el messenger para charlar, pues un vistazo rápido a su perfil le había desvelado que no guardaba ninguna foto suya en el mismo; pero bueno, al fin y al cabo él tampoco había subido ninguna imagen que le pusiera cara, más por desidia que por otra cosa, así que aceptó la invitación con un icono sonriente.

Semanas después, no conocer su aspecto se había convertido en un asunto sin la menor importancia, sepultado por toneladas de candor, simpatía, comprensión y felicidad por haber hallado la pieza que faltaba en su puzzle, haciéndole sentir completo.

Tras decenas de horas compartidas con palabras de cariño, quisieron dar paso a sus manos, tocarse y cerciorarse de que eran más que simples bits de información surcando el ciberespacio.

El lugar elegido para el encuentro fue la cafetería "Hélades" a la que Orfeo solía acudir todos los viernes al salir de la oficina para retrasar la hora de volver a su solitario hogar.

Para que pudieran reconocerse sin problemas quedaron reunirse en la puerta del local antes de zambullirse en la recargada atmósfera del interior.

Aquel viernes no pudo trabajar. Se pasó las ocho horas reglamentarias sentado en su silla escribiendo en el Word el nombre de Eurídice una y otra vez mientras imaginaba cómo de cálido sería su abrazo, cómo de suave sería la piel que acariciaría, cómo de dulces serían los labios que con suerte besaría...

Antes de salir de la oficina se retocó un poco el pelo en el baño y ahuyentó las nauseas que atenazaban su estomago colocando su cara bajo el chorro de agua del lavabo.

Caminó con paso vacilante los metros que lo separaban de la esquina con la calle Lira. Allí giraría a la izquierda y trescientos metros en linea recta se encontraría su amada, tan nerviosa como él, o eso esperaba.

Tomó aire y giró la esquina. Se detuvo unos instantes tratando de ver mejor a su Eurídice. Sí, allí estaba con una gabardina marrón y botas a juego, retorciendo entre sus manos las asas de un pequeño bolso negro mientras miraba de un lado a otro de la calle.

Cuando sus ojos se posaron sobre él,o eso le pareció, echo a andar azorado. Apretó los puños, fijó la vista al frente como si desviarla pudiera causarle la muerte instantanea y con andar decidido sorteó los trescientos metros y pasó junto a la cafetería como una exhalación camino de la parada de autobús, dos manzanas más allá, sin mirar atrás un sólo instante.

- Por dios que cosa más horrorosa - masculló para si -. La próxima vez pide una foto antes, gilipollas - se reprendió mientras pagaba el billete al conductor.

Eurídice le concedió cinco minutos más, aunque ella no creía en los milagros. Ya llevaba una hora de retraso y tenía el móvil apagado. 

Soportando el viento que se clavaba en las trémulas mejillas como merecido castigo por haber confiado en un hombre de nuevo, repasó mentalmente lo acontecido desde aquella invitación hasta ese momento, buscando un malentendido, algún error, alguna mala palabra que justificara, aunque no era esa la palabra que buscaba, el que su Orfeo la hubiera dejado plantada.

Hubo un momento en que creyó que se presentaría: cuando un chico se detuvo en la esquina y se quedó mirándola un segundo, pero resultó no ser él.

- Y gracias a dios - pensó mientras se arrebujaba en su gabardina y se diluía en la oscuridad de las calles - porque era feísimo.

miércoles, 3 de junio de 2009

Efímero

Era la última tarde de Edelmira en la ciudad. Habían sido amigos desde que en el jardín de infancia habían compartido un cubo de arena con el que construyeron un castillo tan robusto como la complicidad que los había mantenido unidos durante veinte largos años.

Roberto estaba desolado, más que por la marcha de su amiga, por el hecho de que él no pudiera marcharse de ese barrio que se había convertido en una prisión inexpugnable. Pero aún les quedaba una tarde para disfrutar; ya habría tiempo para lamentarse o buscar una salida o enterrarse más, no importaba. Cogió su cámara de fotos digital

Mientras pasaba las fotos a su ordenador, un súbito apagón interrumpió la operación. A los pocos minutos la luz retornó. Encendió su PC dispuesto a reanudar la tarea, pero el sistema de archivos de la tarjeta se había corrompido. El recuerdo impreso de una tarde inolvidable se había desvanecido en lo que tarda un electrón en ser consciente de su efímera existencia.

sábado, 23 de mayo de 2009

¡Hay que salvar al presidente!

El mito de que una guerra nuclear no se puede ganar se ha mantenido por conveniencia desde la aparición de las armas atómicas, pero fue creado para apuntalar la doctrina MAD (Destrucción Mutua Asegurada de los contendientes de una guerra de ese tipo) desarrollada por el secretario de defensa Robert McNamara en los años 60.

Ninguno de los dos bandos lo tomó nunca del todo en serio y buscaron a lo largo de toda la guerra fría, una forma de aniquilar al contrario con el menor número de bajas posible. ¿Qué resquicio podrían explotar para conseguir la superioridad sobre el enemigo? ¿De qué forma hacerlo? ¿Acabando con los misiles antes de que fueran lanzados? ¿Eliminando los misiles en pleno vuelo? ¿Pirateando los sistemas de control? o de lo que vamos a hablar hoy: ¿volatilizando la cadena de mando?

Ya vimos en el post dedicado al maletín nuclear que la responsabilidad de lanzar un ataque nuclear recae únicamente en el presidente, que ostenta el cargo de Comandante en jefe. En caso de que este muriera o fuera incapacitado (como ocurrió durante el intento de asesinato de Reagan) la continuidad del gobierno se vería garantizada en el vicepresidente, si este muriera a su vez, el mando pasaría al secretario de defensa, etc.

Pero ocurre que hay ocasiones en que todos los miembros del gobierno deben estar presentes en un mismo lugar, por ejemplo durante el discurso del estado de la unión. Si en el momento en que el Presidente se dirige a la nación, Washington DC fuera objetivo de un ataque nuclear y murieran él y todos sus posibles sucesores, ¿quién tendría la autoridad de poder ordenar un contraataque contra la potencia agresora?: Nadie.

A esto se le llama un ataque de decapitación, que puede ir acompañado de ataques contra nodos de comunicaciones y de mando y control. Una serpiente sin cabeza es inofensiva. Para evitar que algo así pudiera llegar a ocurrir se creó la figura del "Superviviente designado", un miembro del gabinete presidencial que en estas ocasiones especiales es llevado a un lugar alejado y altamente protegido (generalmente un centro de continuidad de gobierno) donde permanece hasta que todos los demás han vuelto a sus puestos.

Por regla general este tétrico honor corresponde a secretarios de "ministerios maría" como el de educación, agricultura, comercio, transporte, asuntos de los veteranos, etc.

Un ataque nuclear sorpresivo tendría un éxito bastante improbable pues el tiempo que tendrían los miembros del ejecutivo desde que los radares de alerta temprana detectaran los misiles, les serviría para encontrar refugio. Sin embargo, pueden ocurrir otras catástrofes.

En Deuda de honor, de Tom Clancy. El agente de la CIA Jack Ryan es nombrado vicepresidente de los Estados Unidos por los servicios prestados en una fugaz guerra con Japón. El Presidente, junto con los restantes miembros del ejecutivo, se reunen en el Capitolio para oficializar el nombramiento de Ryan. En esos instantes un piloto japonés resentido que ha visto a su hijo y su hermano morir en dicha guerra estrella su avión 747 contra el emblemático edificio dejando a Jack como superviviente de mayor rango, lo que le convierte en presidente de los USA.

Existe otra opción aún más aterradora. Temerosos de que tras un primer ataque total contra el territorio americano, no quedara ningún general o político que ordenara un segundo ataque contra la Unión Soviética, se diseñó una red automática de ordenadores que serían los encargados de lanzar los misiles que quedaran en las rampas de lanzamiento, sin necesidad de intervención humana, en cuanto recibieran las señales de los sensores térmicos, luminosos y de presión que se encontraban desperdigados en las principales ciudades americanas (lo que indicaría que el país ha sido objetivo de un holocausto nuclear)

Todo lo relacionado con esta red es alto secreto, yo sólo llegué a encontrar un documento esbozando el sistema en la web de la Federación de Científicos Americanos, pero tras el 11S fue eliminado de la red, al igual que centenares de páginas relacionadas.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Cerca de la medianoche

El presidente Obama sale del auditorio arropado por los vítores y los aplausos de los miembros de su partido. La cena con los electores de Maryland ha sido todo un éxito. Mientras atraviesa las cocinas del Hotel Sheraton camino de su coche, su asesor de imagen le felicita por la pequeña broma sobre su mal escogida corbata. Reirse de si mismo gusta a esos pardillos, le susurra con cuidado de que nadie más le oiga. Ha salido muy bien del paso, pero no puede volver a ocurrir. Tendremos que dar un toque a las chicas de vestuario.

De pronto siente un fuerte apretón en el hombro, se gira y contempla el rostro cerúleo del Almirante Michael Mullen, jefe del estado mayor y su asesor militar, que sostiene a duras penas su teléfono móvil.

- Nos están atacando - es lo único que susurra antes de que los miembros del servicio secreto agarren de la chaqueta con violencia al presidente y lo metan a trompicones en su limusina blindada.

Sólo Mullen y el Mayor de la fuerza aerea Graham Feldman, le acompañan en la parte de atrás. Antes de que el conductor arranque bruscamente, la puerta se abre y Timothy Geirner es arrojado al interior del vehículo con poca delicadeza.

Para cuando los centenares de asistentes al acto presidencial comienzan a preguntarse qué está pasando, la limusina se pierde en las oscuras calles de la ciudad camino de un lugar desconocido.

- ¿Qué estoy haciendo yo aquí? - pregunta aturdido el secretario del tesoro mientras se recompone el arrugado traje.

- Todo a su tiempo - trata de calmarlo el Almirante.

- Por favor Mike, dime que ha sido algún pirado de Montana que ha estado jugando con fertilizantes - parece suplicar Obama.

- Señor, el NORAD ha detectado el lanzamiento de quince slbm, posiblemente del tipo Bulava, desde algún lugar del pacífico.

- ¿Chinos?

- No tienen capacidad nuclear submarina señor. Los únicos que han podido hacerlo han sido los rusos. El lanzamiento se ha realizado desde un único submarino. Los cohetes se dirigen a la costa oeste del país. Por la trayectoria, se ha determinado que sus objetivos son: Los Ángeles, San Franciso, San Diego, Seattle, Portland, Fresno, la base aerea de Edwards, la de Vandenberg, diversas instalaciones de defensa y Omaha.

- ¿Cual es la estimación de bajas?

- Demasiadas...

- Comprendo. ¿Cuanto tiempo tenemos antes del primer impacto?

- Apenas diez minutos señor. Por eso tenemos que actuar ya.

El Mayor Feldman se coloca en el regazo el maletín que porta a cualquier sitio donde vaya el presidente. No le tiembla el pulso cuando se libra de la cadena que lo ha mantenido unido a él los últimos seis años. En parte agradece librarse de tamaña responsabilidad, aunque le hubiera gustado hacerlo en otras condiciones. 

- Aquí tiene el balón señor presidente.
Obama lo toma entre sus manos. Espera sentir todo el poder que encierra, pero excepto un ligero sobrepeso, no se diferencia mucho del maletín de cualquier SEO o broker de Wall Street. Al abrirlo se da cuenta de que su interior no es nada convencional.
 
Junto a varios documentos, se encuentra un voluminoso sistema de comunicaciones por satélite que le pone en contacto directo con el centro de mando militar nacional, situado en el Pentágono. Al otro lado de la linea, le responde el General Newman, que acaba de ser informado de la situación.

- General le habla su comandante en jefe. Código Delta Omega Omega Mike 2-0-4-0.

- Copiado. A sus órdenes Señor Presidente.

- ¿Qué hacemos ahora Almirante? - le pregunta Obama a su asesor mientras hojea un cuadernillo con distintas opciones de ataque predefinidas.

- El SIOP contempla una amplia variedad de respuestas.  Desde el lanzamiento de un misil a la guerra nuclear total...

- ¿Podemos declarar el armaggedon por sólo quince misiles?- pregunta angustiado el presidente. Sus manos comienzan a temblar y gruesas gotas de sudor perlan su frente y empapan su camisa.

- Esos quince misiles acabarán en un instante con la vida de más de diez millones de americanos, señor - le informa contrariado Mullen - pero tiene razón. Lo más sensato sería una respuesta proporcionada.

- ¿Les lanzamos a ellos otros quince cohetes? ¿Como si esto fuera el patio de recreo del colegio de mis hijas?

- En efecto. Por la naturaleza del ataque, puede tratarse de un submarino renegado que ha decidido acabar con nosotros en solitario o puede tratarse de un engaño para hacernos creer eso, claro. Por ello recomiendo que ordene Defcon 2, por si se trata sólo de la primera salva de la tercera guerra mundial.

Obama bufa tratando de asimilar toda la información y hallar una respuesta satisfactoria. Echa un vistazo a Timothy en busca de apoyo, pero él parece necesitarlo más. Está a punto de vomitar. No deja de acariciarse la nuca mientras mantiene la vista fija en la ventanilla. Fuera la oscuridad es la dueña.

- Quedan siete minutos para el impacto - le informa su asesor militar tras comprobar su lujoso reloj.

- Quisiera hablar antes con los rusos.

El General Newman, que ha escuchado la conversación, le informa que ha sido imposible contactar con ellos. La linea del teléfono rojo está muerta. El presidente saca entonces los códigos nucleares del bolsillo de su chaqueta, agarra el comunicador con fuerza hasta que las venas se perfilan en su mano.

- Le ordenó el lanzamiento de quince cabezas de guerra sobre tres objetivos de clase A, pero descarte Moscú, cinco de clase B y siete de clase C.

- Tenemos un submarino cerca de la costa de Murmansk, nuestra respuesta debería llegar casi al mismo tiempo que las primeras explosiones sobre territorio americano. - le informa el Almirante.

Durante un segundo la linea permanece muda.

- Señor, necesito la aprobación de otro miembro del gabinete -. le informa el General.
- S... soy Timo... thy Geirner, secretario del tesoro - logra balbucear al borde del colapso nervioso- y confirmo la orden de lanzamiento.

- Entendido.

- Que dios nos ayude - se despide Obama. La limusina comienza a reducir de velocidad. - ¿Vamos a Raven Rock? - le pregunta a Mullen mientras trata de discernir el paisaje desdibujado a través de la ventanilla.

- No señor. Es de suponer que los rusos conocían al detalle su presencia en la ciudad. Ellos pensarán que el primer lugar al que irá a refugiarse será allí. Es el centro de continuidad de gobierno más cercano. No podemos arriesgarnos. Hemos venido al aeropuerto.

- Una de las cosas que más temía durante la campaña electoral, era el tener que coger ese avión algún día.

- Siempre hay una primera vez.
La pista del aeropuerto está tomada por miembros de la guardia nacional. Parecen aterrados. Alguien debe haberles dicho que no es un simulacro, y ver al gran jefe rodeado de los gorilas del servicio secreto mientras corren hacia la escalerilla del aparato no les tranquiliza. Se miran los unos a los otros apretando con fuerza sus fusiles contra su pecho. De vez en cuando miran al cielo, deseando no ver el flash que termine con todo. Saben que no está bien, pero no hay uno sólo que no desee que ese maldito avión despegue de una vez y les aleje del centro de la diana.

A Obama le resulta familiar el interior del E-4B en el que se encuentra. No se trata del Air Force One, sino de un avión gemelo, apodado con el siniestro sobrenombre de "Avión del fin del mundo" o el más aséptico "Vigilante nocturno", un puesto de mando avanzado, para dirigir la guerra y el país, desde el aire.

Junto con el jefe del estado mayor, se dirige a la cubierta media, donde le espera la sala de conferencias. Desde allí podrá conversar con los principales miembros de la administración. El piloto no espera a que se siente. En cuanto todo el personal se encuentra a bordo se desliza veloz por la pista hasta alzar el vuelo majestuoso como el águila imperial que decora la cola del aparato.

El presidente se coloca delante de un muro cubierto con tres columnas de tres monitores cada una. Como en el maldito Tic Tac Toe, piensa mientras se afloja el nudo de la corbata, que a cada instante que pasa parece apretarle más la garganta. En cada uno de ellos, puede ver distintos rostros de distintas razas y creencias, pero todos comparten un rasgo común: el miedo.

- Cuatro minutos para la detonación - reverbera una voz femenina por los altavoces de la sala.

En la pantalla del centro, aparecen una lista con los quince objetivos y el tiempo restante para la detonación. Una estimación teniendo en cuenta que los rusos quieran maximizar los daños. Observa minuciosamente cada monitor, etiquetado con el nombre del cargo cuya imagen muestra. Una de las pantallas continúa en negro.

- No veo al vicepresidente - comenta preocupado.

El responsable de la FEMA, que a Obama le recuerda a Woody Allen, por sus gafas de pasta y su aire de intelectual neoyorquino (son todos iguales) se apresura a informarle.

- El vicepresidente Biden está siendo trasladado en estos momentos al centro de Mount Weather junto con el secretario de defensa y la secretaria de estado. Los miembros del congreso serán relocalizados en Mount Pony y los restantes miembros de su gabinete se han refugiado en el búnker de la Casa Blanca mientras preparamos el Air Force One para ellos.

Obama no puede evitar recordar una vieja película en la que todos los miembros del gobierno morían bajo las bombas, salvo el secretario de agricultura que era investido presidente. De preocuparse por la cosecha de trigo a la seguridad del mundo libre. Eso si que era un ascenso fulgurante. Se abstiene de preguntar donde se encuentra Tom. La situación es demasiado tensa como para frivolizar con pequeñas bromas.

Los números que marcan la cuenta atrás para Los Ángeles se ponen amarillos. Un minuto más y pasarán a ser rojo sangre. Sólo la voz del comandante del mando estratégico informando sobre las evoluciones del ataque americano, rompe el silencio expectante que lo inunda todo. En un instante, todos los números se han vuelto amarillos. Cuando el primer cronómetro marca cero, Obama siente como si le golpearan el estomago. Hunde la cabeza entre sus manos por un instante, antes de pedir el primer informe de daños al responsable de la FEMA. Mientras habla, el rojo ha inundado el monitor central, excepto una linea, la de Omaha, para la que queda un minuto.

- Nin... ninguno señor - titubea como si fuera un niño al que han pillado en mitad de una travesura.

- ¿Cómo que ninguno? - brama Obama mientras se levanta de un salto -. ¿Qué está pasando?

Pero no recibe respuesta, David Garrat permanece concentrado en sus propios monitores.

- Nos llegan reportes de San Francisco y Seattle - informa olvidando cualquier protocolo-. Han visto una fuerte explosión en el cielo, pero nada más.

El General Albertson del NORAD toma la palabra.

- Señor, los misiles desaparecen de nuestros radares a la altura estimada en que estallarían. O bien han autodestruido los misiles o bien han fallado las cabezas de guerra.

- ¿Qué piensa usted?

- ¿Alguna vez le ha tocado la lotería catorce veces en un minuto?

El presidente se deja caer sobre la silla totalmente derrotado. El Almirante Mullen, que hasta entonces ha permanecido silencioso a su lado trata de guiar los próximos pasos a seguir, pero antes de que pueda abrir la boca, la imagen de un par de pantallas se funde en negro.

- La bomba sobre Nebraska ha estallado señor - informa asépticamente el General Albertson.

- ¡Dios mio! La ciudad...

El General carraspea.

- No ha impactado sobre la ciudad señor, sino a 750 km de altitud.

Mullen y el presidente observan la pantalla. La cuenta atrás para Omaha continúa impasible. De entre el pandemónium de voces que surgen de los altavoces, sobresale la del comandante del STRATCOM.

- San Petersburgo ha sido destruida. El puerto de Murmansk, destruido. Novosibirsk, destruido...

Obama no escucha más. Ha caído en una trampa. Los improperios de su asesor le confirman que él ha llegado a la misma conclusión.

- Ha sido un jodido engaño - ruge desatado - esos cabrones nos han engañado. Han lanzado un maldito ataque de papel. Esos misiles seguramente iban desarmados, para hacernos creer que nos atacaban y provocar nuestra respuesta. Han calculado el tiempo exacto para que no pudiéramos anular nuestros lanzamientos una vez descubriéramos que no había ninguna amenaza.

- ¿Y la bomba que ha estallado? - pregunta Obama extrañado.

- Permitame que yo responda a eso señor - pide el General desde el NORAD -. La bomba no ha causado bajas humanas ni daños materiales en el sentido tradicional. Ha hecho algo peor. El pulso electromagnético ha inhabilitado todo aparato electrónico del CONUS. Sólo el 30% de los sistemas nacionales se mantienen operativos. Coches, ordenadores, televisores, radios... todo lo que lleve un chip ha sido inutilizado.

La misma voz femenina que le había recibido al embarcar, le informa de que el presidente ruso está en la linea.

- ¡Hijo de perra! - escupe el Almirante.

Antes de coger el terminal que descansa a su izquierda, el centro de mando militar informa a Obama de que submarinos rusos se dirigen a la costa oeste del país. El NORAD reporta decenas de bombarderos con el mismo rumbo.

- Le ofrezco una oportunidad de paz. - la voz glacial del premier ruso le produce un escalofrío. Se dirige a él en perfecto inglés. No hay rastro de emoción en sus palabras -  Hace unas horas fui informado de que una de nuestras naves se había declarado en rebeldía. Puso rumbo a su costa occidental y efectuó el lanzamiento de sus misiles. Por fortuna conseguimos autodestruirlos en el último instante. Pero ustedes...

- ¿Por qué no respondió a mis llamadas? - le interrumpe Obama.

- Tenemos problemas en nuestros sistemas de comunicaciones desde hace tiempo.

- ¿Y qué hay de la bomba sobre Nebraska? - vuelve a preguntar sin dejar que su homónimo se explaye. Sabe que miente o al menos, que oculta algo.

- Mis servicios de inteligencia confirman que ha sido obra de los iranies. - su voz se vuelve más dura y amenazante -. No me gusta su tono. Son mis ciudadanos los que lloran sangre y piden justicia por las atrocidades que han cometido. Es mi país el que ha sufrido su ataque traicionero sin provocación alguna...

- ¿Sin provocación?

No recibe respuesta. La comunicación se ha cortado. Los técnicos se afanan en intentar recuperarla, pero es imposible.

- Vayamos hasta el final - le sugiere el jefe del estado mayor - Tenemos cierta ventaja. Podemos aprovecharla.

- No podemos hacer eso. ¿Con qué derecho? ¿Qué pensarán de nosotros?

- Señor, acabamos de reducir a cenizas quince ciudades rusas. Ellos podrían hacer lo mismo con nosotros y el mundo nos seguiría viendo como los malos de la película. Y además la bomba sobre Nebraska ha dejado al país fuera de combate, al borde de la ruina. Nuestros enemigos aprovecharán para lanzarse sobre nosotros como lobos hambrientos. Debemos dar un golpe de fuerza que demuestre que incluso en nuestras horas más bajas, no hay nadie tan poderoso como nosotros.

Obama se levanta y se dirige a una ventanilla. El Almirante estira la casaca de su uniforme y se acerca a él. Los hombres y mujeres de los monitores contemplan la escena con aprehensión.

- Señor Presidente, usted tiene la decisión.

domingo, 10 de mayo de 2009

Entrevista desde la cripta: Walt Disney

Phil: Buenas noches tengas ustedes desde sus cálidos hogares, si no tienen aire acondicionado. Hoy tengo el placer de entrevistar a todo un mito de la animación mundial. Grandes y pequeños han llorado, reído y empatado con la ternura de sus personajes, y su fama es conocida por todo ciudadano del mundo civilizado. Se trata de un caso único, pues no está muerto, ni tampoco vivo...

Me encuentro en el Centro Criogénico David Silver en Palo Alto, California, donde durante décadas, ha permanecido en estado de criostasis el gran Walt Disney, que hoy ha tenido la bondad de ofrecerme una entrevista única.

Walt Disney: No es nada. Hoy es el día en que me descongelan para limpiar la nevera. Lo suelen hacer cada diez años. Era esto o pasar el rato sentado en una silla mirando la tele.

P: Antes de nada, me gustaría saber por qué decidió congelarse.

W.D.: Bueno Phil, no es exactamente congelarse, no soy una vulgar pescadilla. Pues la verdad es que me estaba quedando calvo y por mucho dinero que se tenga, si no tienes pelo, no eres nadie. Así que decidí someterme a un proceso de criogenización en espera de que en el futuro se desarrollara un producto anticalvicie eficaz (y no, un peluquin no entra en esa definición) Pero nada, aquí estoy, cuarenta años después. Hemos ido a la luna, tenemos la mayor biblioteca del mundo en un minúsculo ordenador, podemos verle el culo a una mosca desde el espacio, Ramoncin se ha alargado el pene y todavía no han descubierto nada para que te crezca el pelo. Hay que joderse. Yo creo que es un complot de los vendedores de pelucas. Alguien tendría que investigar sus cuentas. La Bella y la Bestia va de eso.

P: ¿Cómo es la vida congelado?

W.D.: No se diferencia mucho de la de un langostino. Quiero decir, no me muevo mucho y tampoco veo nada. Antes de congelarme cierro los ojos. ¿Se imagina? Diez años con los ojos abiertos como platos; como un gilipollas... Por cierto,  ¿quiere un frigodedo?

P: No

W.D: ¿Y un frigopie?

P: No gracias.

W.D.: ¿Y un frigopen...?

P: No tengo hambre, pero se lo agradezco.

W.D: Vaya, ninguno pica...

P: Vayamos a sus inicios. ¿Cómo empezó a dibujar?

W.D.: De pequeño yo vivía en una granja y bueno, ya sabes, kilómetros a la redonda de pastos y cultivos, sin unos miseros recreativos en los que entretenerme; así que me dedicaba a putear a los animales. Un día mi padre se hartó y me dijo que hiciera algo de provecho; y como siempre he sido de llevarle la contraria, me puse a dibujar. Empecé con lo que más tenía a mano: ratones, patos, perros...

P: ¿Por qué no a personas?

W.D.: Anda, si yo supiera dibujar personas me hubiera puesto a dibujar porno, como el tío ese que creó al Pájaro Loco...

P: ¿Quién?

W.D.: Ya sabes, el viejales ese que aparecía siempre al final del episodio con una sonrisa de oreja a oreja, sentado en su despacho detrás de una mesa de caoba. No te quiero contar a quién tenia debajo y haciéndole qué, porque Olimpia Dukakis me mataría.

P: ....

W.D.: Oh, creo que he metido la pata.

P: Tranquilo. Nadie sabe quién es Olimpia Dukakis. ¿Puede resolverme una duda que siempre tuve?

W.D.: Por supuesto.

P: ¿Por qué el Pato Donald nunca lleva pantalones?

W.D.: El personaje de Donald está inspirado en mi mujer. Era una golfa. Y digo era porque hace quince años se divorció de mi y se quedó con el 40% de mi patrimonio. Ahora es una hija de la gran...

P: Comprendo... Y una más: ¿En qué animal está basado Goofy?

W.D.: Precisamente fue mi primer intento de dibujar una mujer. Durante toda mi vida dediqué ingentes esfuerzos en trazar la voluptuosa anatomía femenina con mis lápices, pero era imposible. Soy un negado. ¿Por qué cree que Blancanieves, La Cenicienta o La bella durmiente son más planas que el registro interpretativo de Lupe Velez? La única que está más o menos potente es Ariel, la sirenita, pero tiene cloaca ¡¡por dios!! ¿A qué clase de enfermo se le ocurriría algo así? Y luego dicen de mi...

P: Hablando de eso, ¿qué hay de premeditado en los mensajes sexuales que aparecen en sus películas?

W.D.: ¿A qué se refiere?

P: En la carátula de La Sirenita, en el castillo del fondo se puede ver claramente un enorme falo.

W.D.: Bueno es una torre que parece un falo ¿Y qué no tiene forma de falo hoy día? Vaya a urgencias un sábado por la noche y le contarán...

P: Pero en la canción inicial de El Rey León, se entiende claramente: Tu cuñá me jinca una mamada.

W.D.: ¿Acaso es mentira? quiero decir, todas las mujeres son cuñadas de alguien y bueno, alguna estrecha habrá, pero más o menos todas comen rabo de toro

Susan B. Anthony: Es indignante la forma en que trata usted a las mujeres. Es intolerable.

W.D.: Enséñame las tetas.

S.B.A.: ¡¡¡Grosero!!!

W.D.: Eso es que no tiene nada que enseñar. Oye Susan, ¿seguro que no quieres que te haga protagonista de una de mis películas?

S.B.A: ¡¡Insolente!! Quédese ahí mientras voy en busca del picahielo. Se va a enterar.

W.D.: No te preocupes Phil, siempre dice lo mismo, pero en cuanto ve la teletienda en el monitor de la garita del guarda de seguridad se le olvida todo. No se por qué está aquí. Personalmente creo que espera el día en que una mujer sepa aparcar.

S.B.A: Le he oído ¡¡Imbécil!!

W.D.: Yo también te quiero Susan. ¿Qué te iba diciendo?

P: Le iba a decir que esa clase de mensajes no son apropiados para los niños.

W.D.: Es que mis películas no van dirigidas a ellos. Por ejemplo, Blancanieves es propaganda anticomunista. La bruja es claramente la madre de Stalin, que está celosa de la salud de Blancanieves (la empresa privada) Llama entonces al leñador (el líder sindical) que lleva a Blancanieves al bosque para cargársela, pero tiene remordimientos porque sin ella, él se queda en la calle, ya que la bruja no le quiere para nada. Entonces Blancanieves se encuentra con los enanitos (los trabajadores) tan primarios, tan sucios, tan malencarados, pero sin embargo la cuidan y la respetan, no se tratan de aprovechar de ella, como buenos trabajadores. La bruja no puede consentir que la chica sea feliz, así que le da la manzana envenenada (la nacionalización) y se la carga.

P: ¿Y el príncipe?

W.D.: El príncipe es hacienda, que al final la jode bien.

P: Hombre así explicado tiene su lógica si.

W.D.: No, si yo pelo no mucho, pero ideas, todas las que quiera.

P: Ahora si me lo permite quiero tocar un tema escabroso sobre su vida personal.

W.D.: No diga más. Ya sé a qué se refiere. Muchos me han difamado, han manchado mi nombre con falsas acusaciones, pero quiero decirles algo a toda esa panda de cretinos. Pese a lo que puedan decir: No nací en Almeria, ¡¡mamarrachos!!

P: En realidad me refería a sus simpatías por el régimen nacionalsocialista alemán.

WD: Ah eso, pues si. Hice un viaje a Berlín a principios de los 30 y me hicieron el carné de nazi, por llevar bigote.

P: ¿Sólo por eso?

W.D.: ¿Conoce a alguien con bigote que no sea malvado?

P: ¿Super Mario?

W.D.: ¿El genocida de tortugas?

P: Hombre....

W.D.: No lo hay, se lo digo yo. ¡¡No hay!!

P: Hablemos de temas más alegres, ¿Alguna vez ha podido visitar Disneylandia?

W.D.: Sí, en una ocasión me llevaron en un carrito de los helados. Hice una buena caja.

P: ¿Sabe que hace un par de años estuve en Eurodisney?

W.D.: ¿En serio? Bravo Romeo Sierra.

P: ¿Perdón?

W.D.: Maldición, esos bastardos de Washington lo han hecho. ¿Sabes? los parques de atracciones tenían una finalidad. Todo el que entra en la atracción de "It´s a small world" sale encantado y con ganas de repetir ¿Se ha preguntado alguna vez por qué?

P: No, pero tiene razón, yo monté siete veces. Es raro.

W.D.: Pues si, porque es una gilipollez de atracción y está mal que yo lo diga, porque se me ocurrió a mi. Un paseo en barca recorriendo un suntuoso riachuelo mientras un puñado de muñecas chochonas cantan. ¿Qué emocionante no? La clave está en la canción, con ella lavamos el cerebro a todos los que se montan. Si la pones al revés, podrás escuchar el himno del Afrika Korps.

Tras la guerra, los afiliados nazis extracomunitarios no sabíamos qué hacer, así que se me ocurrió que en los parques podríamos atraer gente de forma subconsciente a nuestra causa. Quisimos abrir decenas de ellos por todo los Estados Unidos, pero no había suficiente mercado gracias a los de la Warner Brothers, además tampoco podíamos permitirnos muchos gastos. Al fin y al cabo eramos nazis, no judíos.

P: ¿Culpa entonces a la WB de frenar la expansión de su imperio?

W.D: Pues si. Los de la Warner... qué hijos de puta. Se quedaron con los animales que descarté yo, y encima tuvieron los cojones de hacer al pato negro. Eso es una provocación, no me digas. En vista de que teníamos que compartir el mercado USA con ellos, nos planteamos abrir un Disneyland en cada continente. Los chinos se resistieron a que construyéramos uno en Asia, y así empezó la guerra de Vietnam. Ya sabes que el padre de Kennedy era colega. En vista del fracaso de la guerra, en la que la Warner iba con el vietcong, decidimos construir uno más en Francia, para no levantar sospechas. Hacerlo en Alemania hubiera sido demasiado descarado.

P: ¿Está enterado de que en Madrid la WB abrió un parque de atracciones?

W.D.: Lo se, lo se. De vez en cuando mandamos a alguien para que de una paliza a Piolin. Es lo único que podemos hacer. De todas formas tampoco necesitan mucho para hundirse ellos por si mismos.

En fin, estoy empezando a sentir los dedos de los pies. Es hora de volver al frigo. ¿De verdad que no quieres un frigo...?

P: Es muy amable. Gracias por la entrevista. ¿Desea decir algo más para finalizar?

W.D.: Esto es to, esto es to, esto es todo amigos. ¡Denunciadme si podéis cabrones de la Warner!

jueves, 7 de mayo de 2009

La Huida

El aullido de las sirenas inundaba las solitarias calles del centro. Por primera vez en varios años se había cometido un acto delictivo, al amparo de la noche. Ahora la policía ponía cerco al criminal, empujándolo al barrio de la Razia, un laberinto de callejuelas que únicamente contaba con una salida. Fue una suerte para la policía que el delincuente se encerrara allí. Aquello les facilitaría el trabajo.

Pero él no pensaba lo mismo. Le había sorprendido la rápida respuesta de los agentes. Tuvo que huir a toda prisa del lugar del crimen, al principio sin saber muy bien hacia donde ir, pero pronto tuvo una idea. En las amplias avenidas de la capital no tendría ninguna posibilidad de escapar, sin embargo su antigua barriada, donde había pasado su infancia, era el escondite perfecto, con sus retorcidas calles desprovistas de iluminación que conocía a la perfección. Por suerte no estaba lejos de allí y, perseguido por una infinidad de vehículos policiales, logró escabullirse por el arco de entrada del barrio. 

El plan era deslizarse hasta la panadería que presidía la plaza central y esconderse en un pequeño escondrijo, que el señor Bertini, amigo de su padre, usaba para guardar libros de contrabando; pero algo fue mal. La plaza estaba tomada por decenas de agentes. ¿Pero cómo? Se preguntó estupefacto, pues había tomado el camino más corto. El sonido de las aspas de un helicóptero batiendo sobre el lugar, le dio la respuesta. No tuvo tiempo para pensar, los policías se dispersaban por las calles, y varios se acercaban peligrosamente hacia donde estaba. Debía encontrar un lugar en el que evitarlos. Fue casa por casa buscando la salvación en forma de puerta abierta o ventana rota. La suerte le sonrió y pudo entrar sin dificultades en una estrecha casa, apiñada entre dos grandes bloques de apartamentos semiderruidos que no le ofrecían protección alguna.

Echó un rápido vistazo al salón. No parecía que hubiera alguien. Se agazapó tras la cortina de la única ventana que daba a la calle y aguantó el aliento cuando una patrulla pasó junto a ella sin percatarse de su presencia, tras lo cual respiró aliviado; hasta que en el piso de arriba la madera crujió bajo el andar vacilante del supuesto propietario. Sobresaltado, corrió hacia la cocina, agarró el cuchillo más grande que encontró y subió las escaleras con sigilo. De súbito un anciano que salía del baño se cruzó ante él.

- ¿Quién eres? – quiso saber el viejo.

- No le interesa – le espetó presa de los nervios.

Una sirena que ululó fuera le sobresalto, lo que no pasó desapercibido por su rehén.

- Comprendo… ¿permitirás al menos que este pobre viejo pueda descansar sus huesos verdad?

Sin perderle de vista, bajaron hasta el salón, donde se acomodaron en sendas sillas. La tensión de la huida le había agotado.

Conciliador, el viejo le ofreció la mano.

- Mi nombre es Samuel.

- Usted puede llamarme Ismael si le apetece – respondió él.

- Me gustaría saber que ha hecho.

- ¿Por qué?

- Oh vamos, tengo derecho a saber por qué me retiene contra mi voluntad.

La templanza de Samuel le desconcertaba, pero había algo que le hacía confiar en él. 

- Hace varios minutos, en un edificio a pocas manzanas de aquí, evite que una mujer muriera asesinada.

- Vaya – replicó el anciano – hacía años que no se cometía un crimen así ¿Cómo se le pudo pasar por la cabeza?

- Podría decirle que perdí el control o que estaba borracho, pero no, estaba harto de nuestras malditas leyes contra las “vidas inútiles”. Los gritos de las cacerías nocturnas no me dejan dormir. Rostros sin cara se adueñan de mis pesadillas, culpándome por no hacer nada

- Pero eso es lo que dice la ley, no debería atormentarse por ello – replicó perplejo.

- ¿La ley dice? ¿Es que a usted no se le revuelven las tripas ante las injusticias que se cometen a diario?

- ¿Cómo puede ser algo injusto si lo contempla la ley? – objetó confuso Samuel - ¿Acaso no es moralmente aceptable seguirla?

- ¿Una ley que causa dolor al prójimo?

- ¿Y no se ha parado a pensar que tiene su razón de ser? ¿Sabe usted que hace siglos la población del planeta se disparó tanto que estuvimos al borde del colpaso?

- Eso no justifica los asesinatos – gritó frustrado.

- No se preocupe, comprendo lo que hizo. Alguien como usted salvó a mi mujer de morir ahogada durante unas vacaciones. Ejecutaron al pobre tipo antes de que pudiera secarse. No pude agradecérselo… Sólo digo que la ley es como es, nosotros pobres ciudadanos no podemos hacer nada por cambiarla.

Las sirenas y el ajetreo habían cesado hace rato, era hora de partir. Con un apretón de manos se despidieron. Ismael se perdió en la noche con la atenta mirada de Samuel fija sobre él. Una vez fuera de su alcance, se dirigió al teléfono.

- ¿Policía? Quisiera informar sobre el paradero de un fugitivo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Demasiado sin él

- Mamá, le echo de menos.

- Es normal hija, lo raro sería que no lo hicieras.

- Lo se, pero esperaba que el paso del tiempo aliviara un poco la pérdida. Ya hace treinta años que la muerte separó nuestros caminos y parece que sólo hubieran transcurrido unas horas desde aquella fatídica tarde. Si tan sólo hubiera llevado casco... las cosas ahora serían totalmente diferentes.

- Vamos, no te atormentes más. Las cosas pasan por alguna razón ya lo sabes.

- ¿Y cual podría ser el motivo para "separarnos"? Nos queríamos muchísimo, teníamos por delante una vida llena de felicidad...

- Deja de pensar en eso pequeña. Lo pasado, pasado está. Hay que mirar al futuro. Pronto él morirá y se volverá a reunir contigo.

- Sí, pero mientras llega ese momento, sigo echándolo de menos.

lunes, 4 de mayo de 2009

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Por siempre jamás

En capítulos anteriores...

Habían estado viviendo felices en aquella tierra extraña en la que habían despertado en otros cuerpos que no eran los suyos, en una época diferente a la que pertenecían. Pero no importaba el donde ni el cuando, pues estar el uno con el otro era todo lo que podían desear. Y cada uno encontraba en la mirada del otro su lugar en el mundo.

Y así se sucedieron numerosas lunas llenas, hasta aquel fatídico amanecer. Ningún presagio le había advertido de la desgracia que cayó sobre él, o quizás no le había prestado atención, pues toda su atención la había merecido su preciada reina.

Pero ahora, en aquel establo desconocido en el que había despertado, ella no estaba. Se levantó de un salto llamándola con el corazón en un puño, aunque algo le decía que su amada se encontraba lejos del alcance de sus descarnadas palabras.

Revisó hasta el más pequeño rincón del lugar. Junto a la entrada, encontró su armadura y su corona. Se embutió en ella con rapidez y tomó por montura un corcel blanco que reposaba en silencio en la cuadra junto al establo.

- Te llamaré Premura - le susurró mientras hundía los talones en el costado del animal.

Cabalgó hasta tomar una cima cercana donde se detuvo para trazar su nuevo destino. Le bastó un breve vistazo para reconocer la zona, un valle agrícola al oeste de su antiguo castillo que solía frecuentar cuando era niño.

Decidió volver a su fortaleza, allí haría que sus soldados rastrearan cada palmo del reino, cada gruta, cada grieta en el terreno, cada casa... nadie descansaría hasta que pudiera estrechar entre sus brazos a su reina.

Pero cuando se encontraba a punto de cruzar el puente levadizo, una súbita nube de humo se materializó ante él. Premura se encabritó y a punto estuvo de enviarlo al suelo, de no haber sido por su pericia.

El humo tomó la forma de Aradras, su antiguo mentor, un poderoso mago bajo cuya protección había logrado acceder al trono.

- No entres al castillo majestad, pues ya no es tu persona la que veneran tus antiguos súbditos, sino tu sobrino Harald, que tras tu desaparición tomó las riendas del poder.

- Soy un Rey sin espada, sin castillo y sin reino, pero nada de eso me importa - rugió Sir Daniel - Dime ¿por qué he vuelto? -le preguntó angustiado - ¿Acaso Ralsun ha vuelto a hacer de las suyas?

- Nada de eso Rey Daniel. Leo en tu corazón que no es el gobierno de los hombres ni tu vuelta apresurada lo que estremece tu ser.

- Lees bien, pues el mismo infierno me parecería un campo de amapolas si mi amada reina me acompañara cogida de la mano. Déjame pasar, pediré a mi sobrino que ponga en pie a sus hombres y me ayuden a encontrarla.

- Es inútil, pues ella no está en este mundo.

- Llévame de vuelta al lugar de donde vine entonces - suplicó angustiado al anciano mago.

- No es tan sencillo. Ven, acompáñame a casa.

Confiando en su sabiduría y sus misteriosos poderes, Sir Daniel cabalgó detrás de él durante varios kilómetros, hasta llegar a una cabaña en un recóndito lugar del bosque de las hadas. Aradras le invitó a que se tumbara en un lecho de paja y le hizo tomar una poción de olor nauseabundo.

- Tómatela si quieres alcanzar tu destino - le conminó.

- No veo en  qué pueda ayudarme este brebaje, anciano.

- ¿Confías en mi?

El Rey se lo pensó unos instantes, pero finalmente cogió el recipiente donde bullía el repelente líquido y lo bebió de un trago. Cayó de inmediato en un profundo sueño, del que volvió a lomos de su caballo, en medio de un páramo que se extendía hasta donde alcanzaba la vista y en el que el polvo y los matojos eran los únicos dueños. Sólo al sur, unas montañas daban relieve al plano en el que se encontraba. Sin otra referencia, decidió dirigirse hacia ellas.

No podría decir si estuvo cabalgando días o semanas, lo único seguro es que la distancia que le separaba de su destino no menguaba. De pronto, la niebla comenzó a rodearle. Premura relinchó intranquilo pero no detuvo el paso.

Entre los jirones espesos de neblina reconoció un edificio, era la casa en la que vivían juntos en el otro mundo. Corrió hacia ella, abrió la puerta principal y se detuvo en el recibidor. Era exactamente igual a como lo había visto la noche anterior. Escuchó la suave melodía de una canción que venia del salón, se dirigió hacia allí con el corazón golpeando frenéticamente en el pecho esperando ver a su amada bailando en el centro de la estancia, como le gustaba hacer en las noches frías de invierno, cuando el silencio lo inundaba todo y la pasión inflamaba sus cuerpos. Pero no fue a ella a la que encontró, sino a una anciana achaparrada vestida con un sayo raído, que contemplaba ensimismada el violento fuego que crepitaba en la chimenea.

- ¿Quién eres? - le preguntó decepcionado.

La anciana pareció no escucharle. Seguía con la mirada fija en la chimenea sin percatarse de su presencia. Sir Daniel pensó subir a los dormitorios, tal vez allí se encontrara el fruto de su deseo, pero en cuanto se giró, la aguda voz de aquella desconocida le detuvo.

- No te molestes en subir. Pues ella no está allí.

- ¿Piensas que el comentario de una vieja va a guiar la búsqueda de mi amada?

- Hablas de "tu" amada, como si fuera tuya, pero nunca lo fue, nunca la tuviste. Fue todo un mero espejismo, una gota en un océano de ilusión - le espetó ofendida.

- ¿Cómo osas soltar por tu desdentada boca semejantes ofensas? El viento me trae su risa, las ramas de los árboles mecidas por el viento se asemejan al movimiento de sus cabellos entre mis dedos. No hay fuerza en todo el universo mayor que el amor que siento por ella. Eso es tan real como la sangre que hierve en mis venas a cada instante que estoy separado de su presencia.

La anciana se irguió como si las palabras de Sir Daniel le hubieran insuflado con los bríos de su perdida juventud.

- ¿Cómo puedes asegurar que no vives sino un sueño? ¿una quimera? ¿Que no eres si no la ilusión de un pobre iluso que duerme la siesta bajo un manzano? ¿que no eres nada, ni siquiera polvo? ¿Y cómo puede amar alguien a la nada? ¿Por muy encantadora o virtuosa que sea esa dama? Tu búsqueda es estéril pues nada de lo que viviste es cierto. Olvida todo lo que fuiste y sigue adelante el tiempo que te quede, tal vez ese iluso se despierte pronto y tú te desvanezcas como el recuerdo de una agradable pesadilla.

- ¡¡Jamás!! Prefiero la muerte, el olvido, el sufrimiento eterno, a renunciar a ella. No habrá dios, demonio, brujo o sortilegio que me impida buscarla hasta el confín de la tierra y más allá. Demasiado he confiado en las palabras de otros.

Enfurecido, montó en su caballo y desapareció en la bruma mientras desde la ventana lo despedía la anciana con lágrimas que borraban sus arrugas y convertían el viejo sayo en el manto real de la que un día, no hace mucho, fue una gran reina.

Y cuenta la leyenda que el desolado rey jamás tomó descanso ni reposo alguno; y en los días de lluvia, si prestáis atención, podréis oír los ecos lejanos de Premura, a lomos del cual Sir Daniel cabalga en busca de su amada, por toda la eternidad.


FIN

sábado, 2 de mayo de 2009

Mando y control

Los morteros martilleaban la conciencia de Chuso a medida que explotaban uno tras otro a pocos metros del sucio agujero en el que había encontrado refugio.

Su unidad patrullaba la selva cuando les sorprendió un pelotón de amarillos a los que consiguieron hacer correr como gallinas con tres descargas de todo lo que llevaban. Con lo que no contaban era con la presencia a centenares de metros, de un cuartel subterráneo del vietcong que había sido alertado por los huidos, de la presencia de los americanos. Antes de que pudieran celebrar la intrascendente victoria, su unidad se había visto bajo una mortífera lluvia de proyectiles.

A un par de metros a su izquierda, parapetado tras un montículo de piedras que quedó cubierto por la tierra sacudida por un impacto demasiado cercano, se encontraba el teniente Harris hablando por radio o más bien gritando con cualquier cabrón afortunado sentado tras una centralita. Tras asentir efusivamente y colgar, le hizo un gesto para que se acercara. Molesto, se arrastró por el fango hasta llegar a su posición.
- Sargento, he hablado con el CG- gritó por encima del rugido de las explosiones -. No tendremos apoyo aéreo hasta dentro de un par de horas.

- Para entonces ya estaremos bien fritos, señor - replicó enojado

- Eso mismo les he dicho, así que tendremos que salir por patas de aquí.

- ¿Cual es el plan?

- Iremos a la LZ 14 - desplegó un ruidoso mapa sobre sus rodillas y señaló un descampado a veinte kilómetros de su posición -. Aquí nos recogerán.

Chuso escupió al suelo tratando de contener la creciente ira que nacía en su interior.

- Señor, eso está jodidamente lejos, a sólo siete kilómetros de aquí está la lz 3.

- Si, pero tendríamos que pasar por esa cortina de fuego.

Desde el momento en que lo vio descender torpemente del helicóptero con su inmaculado uniforme y su diploma de West Point bajo el brazo, Chuso supo que aquel teniente le daría más de un quebradero de cabeza.

Intentó explicarle que los morteros eran poco precisos y que al huir por una ruta tan larga podrían ser perseguidos por fuerzas enemigas muy superiores. Fue inútil. La orden estaba dada.

Aprovechando un parada abrupta del bombardeo, Chuso reunió al pelotón y les comentó la situación. Todos mostraban su disgusto pues compartían la opinión de su sargento, por algo seguían con vida después de más de tres años en aquel infierno.

- En todas las unidades suele haber un capulllo - intentó bajar la tensión - ni siquiera el viejo Kowalski nació aquí.

Los soldados asintieron en silencio ante la mención del anterior teniente. En algún momento había salvado la vida de todos los presentes, salvo la suya. Lo que no había podido lograr el vietcong, lo consiguió la malaria.

Bajo el fuego de cobertura de la M60 de Simpson, el grupo comenzó la retirada hacia el punto de recogida, mientras comenzaban a caer proyectiles aquí y allá. Pronto el ruido de los morteros se diluyó entre el mar de sonidos que surgían de la impenetrable selva, a través de la cual iban abriéndose paso a machetazos.

El primero en caer fue Randall, un granjero de Iowa al que habían arrojado a regañadientes en aquel barrizal en el que no te puedes despistar un segundo. Él lo había hecho y había activado una primitiva trampa del vietcong. Harris ordenó que dejaran el cuerpo atravesado por decenas de ramas de bambú afiladas y continuaron su camino.
 
El dejar el cuerpo de Randall a la carroña sin enterrarlo siquiera cayó como un jarro de agua fría sobre la moral de la unidad, que no hizo más que acrecentar el resentimiento hacia el teniente, un resentimiento que estalló en un ataque de ira, cuando Hayes cayó abatido por un francontirador al que dieron caza antes de que se cobrara más víctimas.

- Ese maldito cabrón va a hacer que nos maten a todos - escupió entre dientes el cabo Rope.
Habían hecho un alto para reconocer el terreno, lo que los soldados habían aprovechado para reunirse.

- Sí jefe, ojala el charlie le hubiera visto a él primero en lugar de a Hayes. Nosotros tendríamos alguna oportunidad para seguir intentándolo y él estaría vivo - afirmó el soldado Fier.

Chuso reflexionó en silencio. El teniente era torpe, no tenía experiencia de combate y parecía tener la suerte en contra. Rope interrumpió sus cavilaciones.

- Sargento, no digo que le lancemos una granada a la espalda, pero podríamos dejarlo sólo. Si es bueno, sobrevivirá y si no, bueno, en cualquier caso no duraría mucho más en esta maldita guerra.

El sargento siguió sin decir palabra.

- No quiero que mi vida la controle un incompetente...
 
- Está bien - acertó a decir al final -. Seguidme.

Chuso echó a andar hacia un riachuelo cercano y los soldados le siguieron rápidamente sin mirar atrás.

Llevaban caminando quince minutos cuando un disparo lejano le sobresalto, ninguno dijo nada, pero todos sabían que aquella bala había sido para el teniente.

De pronto Chuso se detuvo en seco junto al tronco de un árbol caído sobre el torrente. Miró alrededor y gritó:

- ¡¡¡Voy a por vosotros malditos amarillos!!!.

Se internó en la selva siguiendo una antigua senda indígena mientras los soldados se miraban sorprendidos por aquel arrebato repentino. Tras pasar un par de minutos y ver que no volvía, decidieron ir en su busca.

El camino desembocaba en la entrada de un antiguo templo a cuyos pies yacía el cuerpo degollado de su sargento, rodeado de soldados del ejercito de Vietnam del Norte que descargaron sus armas automáticas sobre ellos en cuanto se pusieron a tiro.

- Estamos jodidos - susurró Rope.

- ¡¡¡A cenar!!! - gritó su madre escaleras abajo.

Martín pulsó el botón de pausa justo antes de que las balas atravesaran a sus dos últimos soldados. Esa partida estaba perdida, pero después de la cena volvería a intentarlo. Les enseñaría a esos vietcongs quién estaba al mando.

jueves, 23 de abril de 2009

Alerta roja en el mediterraneo

Stephen Ray desde el corazón de la costa del sol.

Un rumor se extiende por las soleadas calles de Los Boliches. La propuesta de la nueva ley de costas que pretende acabar con los chiringuitos de la localidad ha hecho saltar las alarmas en este pequeño pueblo del sur de la península, que lucha durante innumerables generaciones por conseguir la independencia y liberarse así del yugo fuengiroleño.


El odio hacia el vecino del oeste ha permanecido latente en los corazones de sus habitantes, pese a los años de relativa calma y bonanza económica; pero al ancestral enemigo ha venido a sumársele un oponente aún mayor: los mesetarios de Madrid.

"Esos rancios del centro se mueren de envidia por nuestras playas. Ellos sólo pueden refrescarse en sus cutre piscinas en las que todo el mundo... ya sabe. Por eso quieren quitarnos nuestros chiringuitos sin los cuales no se puede entender la playa" comentó un miembro del clandestino gobierno bolichero que prefiere mantenerse en el anonimato.

Pero no es la envidia lo único que ha motivado esta irracional decisión. Esta medida se ve como un bloqueo económico encubierto contra esta aspirante a nación (y por tanto como Casus Belli), pues los chiringuitos son una muestra de identidad nacional única en Europa que atrae a turistas de todo el mundo. El 60% del PIB de Los Boliches proviene del sector servicios y el 40% restante de la construcción. Con la debacle de esta última, los ingresos derivados de los visitantes extranjeros que arriban a las soleadas costas en busca de paz y alcohol barato, son lo único que les queda para evitar la bancarrota.

Una delegación bolichera compuesta por el maestro del pueblo y el concejal de juventud permanece en la capital del reino intentando negociar una salida pacífica a la situación, pero los mesetarios continúan amasando tropas junto a las fronteras, para aplicar la ley cueste lo que cueste. Lo que no saben es que los bolicheros no piensan quedarse de brazos cruzados.

Caminar por la avenida principal del barrio-país da una idea de la tensión prebélica que se masca en el ambiente. Los dos carriles están repletos de trincheras, en las que resistir el ataque de las fuerzas enemigas. Sin embargo, mientras las negociaciones siguen su fatal curso, la versión oficial es que se trata de unas obras de Telefónica, que quiere modernizar sus infraestructuras tendiendo un cableado de fibra óptica, algo a todas luces increíble, pero ahora ya no importa mantener las apariencias.
En un incidente ocurrido en la tarde del 19 de abril, jóvenes milicianos identificaron a un mesetario que caminaba por en medio del carril bici junto a la playa, sin importarle lo más mínimo el derecho de los ciclistas a pasear por allí; lo desnudaron, lo emplumaron y lo lanzaron al otro lado de la frontera. En el palacio presidencial estalló la psicosis. Se temió un inminente ataque de venganza. Se programó que el presidente oficioso del país se dirigiera a su pueblo. Se esperaba que el discurso fuera dedicado a intentar apaciguar los ánimos, pero en lugar de ello, hizo un llamamiento a la resistencia heroica de sus ciudadanos.

"Lucharemos en el mar, lucharemos en las playas, lucharemos en el paseo marítimo. Nunca nos rendiremos. Y si Los Boliches y su Commonwealth se extienden en el tiempo durante mil años, cuando miren a esta época de peligros y desafíos dirán: Fue esa su hora más hermosa."
Esas fueron las palabras con las que enfervorizó a una masiva audiencia de doscientas personas que acto seguido salieron a las calles dispuestos a aplacar su ira con todo aquello que oliera a mesetario.
Dejándome arrastrar por el aroma a jazmín que impregna cada rincón de este lugar, me encuentro de casualidad, con Giuseppe Riggoli, un veterano coronel de la guerra Italo-marinense, al que tuve ocasión de conocer durante la toma de Roma. Yo iba en el sidecar de la moto con la que entró en la ciudad. Le pregunto su opinión acerca de cómo será la lucha.

"No habrá nada comparable a la deflagración que tendrá lugar en estas costas. Los bolicheros son la gente más susceptible que he conocido nunca. Una vez le pedí fuego a un viejo que tomaba el sol junto a su casa, se levantó como un resorte gritando: Quieres pegarme fuego ¿verdad? Tuve que salir corriendo pues sacó su bastón y comenzó a blandirlo con clara intención de golpearme. Y son todos así. Son inescrutables. Les miro a la cara y veo... ¡¡ojos!!"

En el bar del Ritz-Los Boliches, me encuentro con Pierre, un miembro del Mossad que se hacía pasar por el tapicero en tiempos de paz. No le importa que descubra su tapadera, pues según él  "La hora del espionaje ha terminado. Se gana más tapizando sofás y de vez en cuando das con alguna clienta muy agradecida" Sin embargo, aún tiene algo de información útil que contarme. "Evita el Marino´s Park. Te clavan 120 euros por una paella"

Asesores militares soviéticos y de San Marino, trabajan con el alto mando en la estrategia a seguir en un conflicto que se prevé inminente. La embajada americana fue evacuada esta madrugada mientras el país dormía y los gobiernos europeos aconsejan a sus ciudadanos no pasar sus vacaciones aquí.
En el frente diplomático, se trabaja a contrarreloj para conseguir la unión formal con El Pinillo, para disuadir a los mesetistas y tratar así de evitar la guerra. Entre los éxitos conseguidos está el apoyo de Marbella, Monte Mar, Benalmádena, China y la ciudad de los muchachos. Pero no sólo en las palabras confía este pueblo indómito.

Viking, formada por combatientes finlandeses y noruegos, da apoyo logístico a las fuerzas combatientes, pues sus países se mantienen neutrales a la espera de acontecimientos.

Los mesetarios harían mal en subestimar el poderío bélico de estos fieros soldados. Ya no pelean con piedras y redes como antaño. El prolongado conflicto de baja intensidad mantenido durante décadas hizo que la industria armamentística continuara su imparable desarrollo, ideando nuevas formas de matar. Su éxito más notable, es la "Espetoneta" una mezcla brillante entre el gas sardina y un arma blanca, que se adapta a los AK-74 cedidos por el gobierno chino, multiplicando su poder destructivo por diez en el combate cuerpo a cuerpo.

Me alejo de Los Boliches sobrecogido. Los soldados están en sus puestos esperando su destino. En sus venerables rostros surcados de arrugas, en las canas que conforman sus cabellos, veo la sombra de la muerte. Una muerte que llegará pronto. Para algunos, antes incluso de que se inicien las hostilidades.
Tienen armas, tienen un plan, tienen aliados poderosos y sobre todo, tienen la férrea voluntad de mantener su forma de vida y su libertad, sin importar el duro precio que tengan que pagar. Espero poder volver al chiringuito Paquito-playa algún día y degustar una sangría fresca mientras me dejo cautivar por el eterno mar.

*Stephen Ray es un veterano corresponsal de guerra con más de 20 años y 40 conflictos a sus espaldas. Su último trabajo fue "Hombres de papel" una desgarradora crónica de la conquista de Italia por parte de un batallón de pastores de San Marino, y su ejército de maniquíes, por la que ganó el premio Publitzer. Actualmente viaja por el mundo para dar voz a esos conflictos olvidados de los que nadie quiere escuchar.

miércoles, 15 de abril de 2009

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Un deseo realizado

Con los codos apoyados en el suelo y sus brazos rodeando sus torneados muslos, levantó su rostro para coger aire y una vez hubo recuperado el aliento, se zambulló de nuevo entre las piernas de su amada. Entre los suaves riscos que le circundaban, se encontraba la dulce cueva que su lengua exploraba vivaz en busca de la perla del placer. Llevaba varios minutos buceando en el dulce liquido que manaba de ella, como un caudaloso río desembocando en su boca un torrente imparable que no llegaba a saciarlo del todo, más bien al contrario pues a medida que iba degustando sus jugos, su ansia por ellos se acrecentaba al ritmo de sus profundos lametones que arrancaban de ella gemidos contenidos por su pene, adorado por la diestra lengua de Ilsa, cuyas fauces lo engullían y lo chupaban con fruición sintiéndolo crecer en su boca, llenándola, amenazando con alcanzar su garganta...

Todo había comenzado media hora antes. Renoir llegó a la hora acordada. Ella le esperaba arreglada según sus deseos. Abrió solícita la puerta y él no pudo esperar. No hubo palabras ni preliminares. La arrinconó contra la pared, se arrodilló ante ella, y aprisionando sus tobillos con sus manos, comenzó a acariciarla por las pantorrillas, subiendo por los tersos muslos que se abrían anticipándose al deseo, hasta arremangar su vestido a su cintura y dejar su sexo expuesto para su lujuria. Y asiéndola de los muslos comenzó a penetrarla sin mesura ni control, hundiendo su lengua en su boca y su falo en sus entrañas con gran violencia. Ella le seguía el juego de tipo dominante y rudo y entre jadeos suspiraba a su oído que la follara sin detenerse, sin darle tregua a su chorreante coño, haciéndole perder el control con su sensual voz, aumentando el ritmo de sus embestidas, haciéndola sentir clavada en la pared por aquella estaca de carne que la exorcizaría del demonio del desenfreno que se había apoderado de los dos y que no cesó hasta que se derramó dentro de su vagina entre jadeos exhaustos.

Entonces llegó el tiempo para ella. Mientras arroyos de semen descendían sin prisa por sus muslos exaltados, las manos de Renoir comenzaron a acariciar su cintura mientras con suaves besos perfilaba sus hombros y buscaba un camino por el que descender hasta sus pechos, duros y suaves como los pezones que no dudo en morder con delicadeza mientras la cogía de la mano para ponerla de rodillas.
Pero Ilsa tenía otros planes. Se tumbó en el frío suelo, y él sobre ella, sexo contra boca, en una entrega mutua, en un placer armónico.

Y así llegaron a ese momento en el que la pasión inflama a Renoir, que deja libre su cadera para que simule penetrar su delicada boca, que se defiende del ataque de aquel falo palpitante en una tenaz lucha entre lengua y miembro; en el que ella presiona con sus muslos la cabeza de su amante para que no salga de entre ellos, para impedir que escape con el tesoro de su deleite. Quiere que siga profundizando en su gruta, acariciando sus paredes carnosas con su lengua, sentirla deslizarse arriba y abajo por su labios menores, para que al final, cuando ella le implore que la penetre, que la posea, que la haga suya, devore con sus labios su hinchado clítoris.

Deja de lamer su miembro. El éxtasis se acerca; a él no le importa que se detenga, sus manos le arañan la espalda mientras el orgasmo la eleva o lo intenta bajo el peso de su amante, de aquel hombre cuyo miembro aun resguarda entre sus fauces en espera de su devoción; pero él lo retira y ella se encuentra ya libre para jadear y gritar a los cuatro vientos que su sexo está colmado.

Con el cuerpo trémulo tras la devastación del orgasmo, Renoir se recuesta a su lado. El suelo que antes le parecía frío es ahora el más cálido lecho. Siente las caricias de las rudas manos, delimitando su cuerpo con la precisión de un artesano. Ella se deja llevar, cierra los ojos y se abandona, aunque en su bajo vientre los tambores que llaman a la sensual lucha continúan sonando y con cada caricia, con cada dulce pellizco en sus pezones hinchados, el sonido aumenta y el calor también, y entonces recuerda que la verga de Renoir aún apunta al cielo, dispuesta a despegar a las estrellas bajo la dirección de su diestra boca.

Piensa en cabalgarlo pero él no quiere, prefiere el misionero inverso, como lo llamó una noche, hace un año o quizás no tanto. Así pues cubre con su sexo la dura verga, sintiendo su latido desbocado dentro de ella. Se recuesta sobre él, sus pechos juntos, sus bocas al alcance de lo que les dicte la pasión. Siente las fuertes manos de Renoir posándose sobre su trasero, agarrando con firmeza sus nalgas, abriéndola para facilitar la entrada, para marcar el ritmo con el que desea ser follado. Ella se deja manejar, ahora le pertenece, mientras sus caderas combaten por rendir al otro en una lucha interminable y no deja de mirarle a los ojos. Cada embestida se ve reflejada en ellos, en cómo los arietes de la pasión retumban en su rostro cada vez que su polla la horada, la parte en dos y el placer que explota en su bajo vientre con los azotes que recibe con cada embate y que la hacen suplicar pidiendo más.

En medio del clímax, cuando el placer se hacía con el mando de su consciencia haciéndola arquear la espalda, cuando le sentía derramarse en su interior por segunda vez, cuando sus miradas permanecían clavadas y podían ver en ellos sus almas entrelazadas como sus cuerpos, la una sobre el otro, los labios de Renoir

- Te quiero Ilse.

Se incorporó sobre sus codos, con la expresión en su cara de quien deja de estar perdido en lo profundo de una caverna. Renoir acarició sus mejillas con suavidad; con el rostro serio y la mirada en sus cabellos... introdujo los dedos sobre la melena rubia y con cuidado de que no se enganchara, la liberó de aquella peluca y del fetiche que le había impuesto cuando había aparecido en su puerta un año antes: el imitar la apariencia de su mujer, fallecida meses atrás y tener así la oportunidad de amarla una última vez. Aunque aquella última vez se había ido repitiendo durante semanas y luego meses y ella ya pensaba que serían años, hasta que escuchó aquella declaración. Y su espíritu se llenó de felicidad.

Cuando cerró la puerta de su apartamento, tras despedirse de él con un casto beso, fue al dormitorio y se miró en el espejo de la cómoda. Ahora que su marido por fin había superado su pérdida, su trabajo había terminado. Y con su nombre en sus labios y su imagen en el recuerdo, se desvaneció en la soledad de la habitación dejando un mensaje escrito con carmín en el espejo: Te quiero.

sábado, 11 de abril de 2009

Uno y dos

Dos bancos bajo mi ventana. Dos bancos que bordean el desgastado camino que cruza el pequeño parque que separa el edificio del espectro de un arroyo, en cuyo lecho al fútbol suelen jugar los niños. Los dos están ocupados en esa tarde de sol y desgana. Las cuatro repican las campanas de la lejana iglesia y sólo los ancianos se atreven a pasear por las calles. Los jóvenes tomarán su turno cuando la luna caliente con fuerza las bebidas espirituosas que calentarán sus espíritus, pero ahora, cuando el eco de la última campanada se pierde a lo lejos, hacia los borrosos montes desdibujados por la bruma, unos jubilados ocupan los dos bancos que contemplo asomado a mi ventana.

En uno de ellos, al oeste de mi, y al este yo de ellos, una pareja se dedica arrumacos y abrazos lentos y pausados. En el otro, al oeste de mi y al este él de ellos, otro anciano, de silueta triste, mirada gacha y rostro ajado, apoyado en sus rodillas, desmigaja un mendrugo de pan con el que da de comer a cuantas palomas se atreven a descender de su vuelo en busca del fácil sustento. Y cuando una de esas migajas alcanza pronto el suelo, yo le veo desviar la mirada hacia el banco donde ellos, se olvidan de palomas, el calor de muerte y el azul del cielo y se pierden el uno con el otro en un interminable duelo de miradas cómplices, de muestras de amor sincero. Y agacha de nuevo la cabeza y junto con más migajas, veo como sus lágrimas, salado condimento, las acompañan en su camino hacia el suelo.

No se si estoy viendo una escena real o un futuro incierto, pero cuando el viejo deja el pan y alza la vista al cielo, nuestras miradas se cruzan y en sus ojos yo me veo. Y él no sabe si ve a una persona real o a un pasado incierto, y se pregunta a cuantas palomas tendrá que alimentar hasta hallar la paz del muerto.

Se levanta de prisa, se sacude el pan primero, y pasa junto al banco, al oeste de mi, al este yo de ellos y se aleja despacio, con la mirada triste, clavada en todo momento al suelo. Me alejo de la ventana, lejos de aquel aserto, mientras en el banco al oeste del anciano, al oeste yo de ellos, siguen con sus carantoñas aquellos felices viejos.

domingo, 5 de abril de 2009

Un paseo por las nubes

Más allá de las tierras baldías, el único lugar en el que se puede respirar verdadera tranquilidad en kilómetros a la redonda, es el Parque de la Cantera, del que ya he hablado en alguna ocasión.

Suelo ir todos los días pues el ejercicio que proporciona el subir los empinados escalones hacia la explanada de la cúspide del elevado monte alrededor del cual crecen los jardines municipales, es impagable. La cima suele estar cubierta de silencio y los restos de alguna juerga nocturna protagonizada por algún grupo de gamberros. Pero este día es diferente. Sentada en un banco, con la mirada perdida en la alfombra de cemento de la ciudad que se extiende a los pies del monte, me encuentro con una rubia despampanante, de las que aman con su mirada y odian con el reverso de la mano. En otro tiempo ese era uno de mis sueños, solo que la chica estaba recubierta de nata; ahora es sólo un estorbo para mi meditación diaria.

Procuro alejarme de ella, lo poco que me permite el reducido tamaño del llano. Apoyado en la barandilla, frente a unos nombres tallados en madera y carne, dejo mi mente volar hacia otros mundos, otros tiempos mejores, hacia lo que pudo ser y no fue, hacia lo que será y no quiero que sea... no puedo evitar mirarla de reojo.

Lleva gafas de sol, pero sé que está llorando. Yo también llevo gafas de sol. Saca una lata de cerveza del bolsillo de su chaqueta y comienza a beberla con pequeños sorbos. Son las diez de la mañana. Demasiado pronto para beber, incluso para una guiri. Sólo por sus gestos se adivina que no es de aquí. A su lado, junto a la chaqueta, un paquete de Marlboro del que asoman dos cigarrillos evita que la brisa que barre la cumbre se lleve un sobre con los bordes coloreados.

Intento abstraerme pero me es imposible. Me debato en un dilema complejo: ¿le digo algo? Al fin y al cabo si ha venido hasta aquí es para estar sola, no para charlar con un completo desconocido... Durante varios minutos me remuevo intranquilo. Se que no debería decirle nada, pero me recuerda a alguien a quien hice llorar, asi que finalmente decido sentarme junto a ella. Nadie debería pasarlo mal solo.

Se llama Ingrid y está de Erasmus en la universidad de Málaga. No le molesta mi presencia, dudo que algo le afectara. Me enseña la carta bajo el paquete de tabaco. Está en sueco. Ella resume su contenido en un español improvisado. Sólo una frase: Me ha dejado.

No quiero hurgar en la herida. No le pregunto por qué. No hace falta. Ella misma se encarga de desglosar su triste devenir. Albert no puede con la distancia. Piensa que se fue al extranjero para huir de él, de sus dudas. Y es verdad, pero ya no, reconoce entre lágrimas. Y ahora es demasiado tarde; y yo le digo que no, que nunca lo es si de verdad se aman, y tras unos instantes, sorbe sus lágrimas coge la carta y el tabaco y se va sin mirar atrás. Cogerá el próximo vuelo a Estocolmo.

Deja la cerveza a mi lado, a medio terminar. Tal vez le de un trago. Nunca es demasiado pronto para beber.

miércoles, 1 de abril de 2009

La Rebelión

Aprovecharon que estaba dormido y no sospechaba nada. Estaba soñando que jugaba un partido de fútbol pero no uno cualquiera, sino la final de la copa del mundo. El delantero del equipo contrario se acercó a toda velocidad a la portería que él defendía y cuando estaba en el borde del área pequeña, lanzó un zapatazo hacia la escuadra.

Vio acercarse el balón como un misil. Intentó levantar los brazos para detenerlo, pero no podía moverlos, sentía como si pesaran una tonelada. Cuando impactó contra su cara, se despertó. Gotas de sudor frío salpicaban su frente. Quiso coger el reloj que dejaba en la mesilla todas los noches antes de acostarme. Le fue imposible. ¡Estaba atado! Abrió los ojos preguntándose si no permanecería todavía preso de la telaraña de sus sueños. Mordió uno de sus carrillos con doloroso resultado. Estaba bien despierto y un creciente pánico se iba apoderando de sus pensamientos. La habitación estaba a oscuras, así que no podía ver quien o qué le retenía contra la cama.

De pronto la lampara de la mesita se encendió y pudo comprobar que eran tres gruesas cuerdas que guardaba en el cobertizo las que le mantenían inmóvil, a merced de sus desconocidos captores.
Entonces fue consciente del hormigueo que subía por su estomago, como si decenas de insectos corrieran hacia su pecho. Puso a prueba la resistencia de las ataduras cuando intentó aliviar el picor retorciendo violentamente sus brazos.

- No te resistas. No puedes soltarte - dijo una voz aguda como la de un niño.

- ¿Quién ha dicho eso?

En el tiempo que tardó en pestañear, se mostraron ante él una decena de pequeños seres que habían tomado su pecho por un foro romano. Los observó unos instantes. Había un astronauta, un androide con aspecto de galán, una especie de soldado perteneciente a la colección de su hermano pequeño, un oficinista, un enano cabreado... Se quedó mirando a aquel androide: el tupé a lo Elvis, el traje de chaqueta con una marca de carmín en la solapa, la cicatriz de la cara...

- Tú eres... - balbuceó.

- En efecto y estos son Yr, Poli, Emilio, Mario, Votri... - respondió el androide señalando al resto de miniaturas -. En fin, no te serán extraños nuestros rostros, ni ajenas nuestras peripecias ¿verdad?

- Claro - respondió presuroso - pero no puede ser posible. Sois... sois... mis personajes -. Movió la cabeza de un lado a otro queriendo desprenderse del ataque de locura que le afectaba -. Esto es un sueño. El más raro que he tenido nunca, pero sueño al fin y al cabo.

- No digas tonterías - le interrumpió Anthony, protagonista de uno de sus primeros relatos, en los que la humanidad había dejado de lado las relaciones personales para intimar con robots -. Somos tan reales como tu miseria.

- ¿Y qué hacéis aquí? ¿Sois vosotros los causantes de mi cautiverio?

- Lo somos. Tenemos que hablar contigo seriamente y no queríamos arriesgarnos a que huyeras de nosotros. Estamos hartos de ser protagonistas de tus historias.

-¿Qué tienen de malo?- replicó el escritor.

- ¿Lo dices en serio? Todas tus historias acaban en desamor. La tristeza campa a sus anchas por tus textos. Los versos se deslizan por la desidia. Mojas en penas tu pluma y con ello nos haces desgraciados. ¿Qué te hemos hecho? ¿Acaso no somos merecedores de una brizna de felicidad?

- Sólo plasmo la realidad - trató de defenderse.

- ¿Qué culpa tenemos nosotros de que el mundo te rehuya? ¿De que hayas cerrado tu corazón y tirado la llave al abismo del olvido? No nos hagas partícipes de tu derrota. Tenemos derecho a disfrutar de las cosas buenas de la vida, de emocionarnos con el brillo de un riachuelo en las pupilas del ser amado, de estremecernos por un abrazo en la oscuridad de una habitación...

- ¿Quién os ha enseñado esas cosas?

- ¡Tú! Estúpido. No fuiste siempre así. ¿No lo recuerdas?

- Tú antes molabas - le reprochó un tipo espigado de larga barba cubierto por una túnica blanca - ¿No podrías volver a esos relatos repletos de chascarrillos?

El escritor tornó el asombro en firmeza y se enfrentó a ellos con arrogancia.

- Comprendo vuestras peticiones pero me son imposible aceptarlas. Puesto que no soy, ni volveré a ser lo suficiente feliz como para escribir mis textos alegres de antaño, prefiero el dolor de la pérdida, fuente de la que mana mi inspiración, y sufrir por ello, a la mediocridad estéril de la simple paz interior.

- Tío que pedante eres - tuvo que reconocer Anthony - ¿Es tú última palabra?

- Si - afirmó con resolución mientras apartaba la mirada de ellos, acaso para no flaquear en su decisión.

- ¡A él!

Al día siguiente todos los periódicos llevaban la noticia en sus páginas de sucesos:

"Conocido escritor desaparece en mitad de la noche. Ha dejado una enigmática nota en miniatura que dice: Voy en busca del amor."

lunes, 30 de marzo de 2009

Escapa de la jungla

Mareos. Jaqueca. Oscuro amanecer. Estás tumbado en un camastro de paja en el interior de una choza de barro. Eso es todo lo que sabes. Intentas incorporarte pero la cabeza te da vueltas. Respiras profundamente mientras los sonidos del exterior se cuelan por un minúsculo ventanuco. No recuerdas nada. Ni tu nombre, ni donde estás, ni qué es ese sentimiento de urgencia que atenaza tu estomago y te obliga a ponerte en pie.

>Machácatela

Estás muy cansado para hacer eso.

>Uno nunca se cansa de eso.

Lo que tú digas...

>Mira por el ventanuco

Está muy lejos.

>Levántate

Tras unos instantes de zozobra, logras mantenerte sentado en el borde de la cama. El mareo desaparece. Te pones en pie y contemplas tus harapientos ropajes. Una camiseta raída de los Iron Maiden y un pantalón pirata.

>examina pantalón pirata

Un recuerdo se desliza en tu mente. Esos pantalones te los regaló... una mujer. No logras recordar quién. Uno de los bolsillos está roto. En el otro sólo encuentras una tarjeta del VIPS. Ha caducado.

>mira por el ventanuco

Puedes ver la plaza de un poblado indígena, del mesoamazonas a juzgar por el tocado de unos niños que juegan distraidos con una piedra. ¿Cómo puedo saber eso? te preguntas. Otro chispazo del pasado prende en tu mente. Los conocimientos sobre decenas de pueblos remotos y tribus desconocidas se agolpan ahora por captar tu atención. Eres todo un erudito antropólogo. Aunque eso sigue sin explicar lo de los pantalones pirata.

>examinar choza

Una construcción típica de los Yisay con forma de seno. Huele como si un animal hubiera dormido dentro. Al norte puedes ver un ventanuco y al sur, una puerta hecha con cañas.

>patear las cañas

No es necesaria tanta violencia.

>patear las cañas con cariño

No insistas. No te voy a hacer caso.

>abrir la puerta

Al salir al exterior, el sol se abalanza sobre ti como un jaguar hambriento dispuesto a devorar tus ojos mientras un batiburrillo de sonidos y olores saturan tus sentidos. Frente a la cabaña, lo que parece ser un explorador o un maniquí del Coronel Tapiocca charla con una indigena de senos libres como el espiritu de esas gentes salvajes. Ninguno de los dos parece advertir tu presencia. Salidas: Sur, Este.

>inspeccionar indigena

Es un bello ejemplar de mujer Yisay, con el pelo recogido en un moño sobre la cabeza y la piel tostada como la noche africana.

>¿y qué pasa con las tetas?

No entiendo esa pregunta.

>examinar tetas

Guarro.

>hablar con cazador

Toses de forma ostentosa para llamar su atención. El cazador despide a la mujer y con una sonrisa te da la mano.
- Veo que ya se ha despertado señor... Hace una pausa esperando que le respondas, pero no sabes qué decirle.
- ¿No sabe usted como me llamo?
El hombre te mira perplejo.
- Le encontramos inconsciente en medio de la selva hace un par de noches, cerca de un riachuelo, en la frontera con las tierras de los Yanomami. Tuvo usted mucha suerte. Son canibales y esta es su época de apareamiento.
Le explicas tu situación. Él te habla de un viejo chamán que se oculta del mundo en una cueva de las montañas del sur. Dicen que puede ver el pasado, el presente y el futuro.
- ¿Quieres saber algo más? - te pregunta.

>decir "¿donde estoy?"

- Estás en uno de los poblados Yisay, del bajo Amazonas. Lo más cercano a la civilización que hay por aquí, es una botella de Coca Cola que cayó del cielo hace años. Los nativos lo adoran como su dios.

>decir "¿quien es la mujer?"

La llaman "la leona" por su insaciable apetito. Justo cuando les interrumpiste, Krav estaba ultimando un encuentro para esa noche.
- Lo siento -. Tratas de disculparte.
- No te preocupes. De todas formas tenía que irse a recolectar plátanos.

>decir "¿quién eres tú?"

- Soy Krav, el cazador de leones. Famoso en los ocho continentes. Vine aquí hace un par de semanas para añadir a mi colección la cabeza del gran elefante blanco. Por desgracia no he logrado encontrar ninguno aún. Ni siquiera he visto un elefante, pero no pierdo la esperanza.

>salidas

Las salidas están al sur y al este.

>sur

Sales del pueblo dejando atrás la empalizada que lo proteje de los peligros de la selva que te rodean. Estás rodeado por muros de vegetación que forman un pasillo que se extiende hacia el sur. A un lado del camino, casi tropiezas con una extraña piedra pulida, con forma de... Si no fuera por dónde te encuentras, jurarías que es un consolador de piedra. El sueño de Amelia Earhart.
Salidas: Sur, Norte.

>coger piedra
La sujetas por el extremo correcto y la introduces con cuidado en la parte trasera de tu pantalón.

>chupar piedra

Eh.... ¿No esperarás que describa eso verdad?

>sur

La jungla parece tomarse un descanso en esa parte del camino. Los altos árboles han dejado paso a frondosos arbustos de los que penden unos pequeños frutos rojos. Salidas: Sur, Norte, Oeste.

>examinar frutos

Son pequeños como granos de café. Pese a su color bermejo, parece que son comestibles.

>prender frutos

Coges un puñado de ellos y te los guardas en un bolsillo.

>grabar partida1

Partida guardada.

>comer frutos

Te introduces un par de esos granos rojizos en la boca. Están dulces y blanditos. Sin embargo, no bien han terminado de llegar al fondo de tu estomago, sientes como este arde como si te hubieras tragado un mechero bunsen. Te tiras al suelo retorciéndote del dolor. Instantes después no eres más que abono fresco para las futuras plantas que crecerán en tu lugar de reposo eterno.
Fin

>cargar partida1

Partida cargada.

>salidas

Las salidas están al sur, al norte y al oeste.

>sur

El bramido del río es ensordecedor. Es el fin del camino. Aunque no es muy ancho, es demasiado caudaloso y sus aguas bajan demasiado rápidas como para cruzarlo a nado. No hay ningún puente ni barca que te permita ir al otro lado, hacia el chamán que te devuelva la memoria. Desesperado, te sientas contra un árbol inclinado que parece saludar a las aguas. De inmediato este cruje y se tambalea. Tal vez puedas usarlo.
Salidas: Norte.

>inspeccionar árbol

No estás seguro de qué especie de árbol se trata. Crece a escasos centímetros de la orilla y sus raíces deben estar haciendo un esfuerzo extra para mantenerlo en pie.

>empujar árbol

Echas tu peso sobre el castigado tronco pero pese a que se mueve unos centímetros, tu fuerza no es suficiente para tirarlo.

>norte

La jungla parece tomarse un descanso en esa parte del camino. Los altos árboles han dejado paso a frondosos arbustos de los que penden unos pequeños frutos rojos.
Salidas: Sur, Norte, Oeste.

>oeste
La distancia entre los árboles se hace mayor, lo que te permite ver más allá de la sábana esmeralda que te rodea. Un concierto de gritos, chasquidos de ramas y silbidos en la lejanía te hacen despertar de la ilusión de que te encuentras sólo. Una hoja gigante llama tu atención por su ligereza y su buen olor.
Salidas: Este, Oeste.

>agarrar hoja gigante

Eliges la más verdosa y la enrollas en forma de tubo para facilitar su transporte.

>fúmate un porro

Los ganadores no consumen droga.


>los porros no son droga. No hacen ningún daño

Eso díselo al pobre Timmy. Era una mañana fría cuando Timmy salió con su balón a jugar al parque. Las ramas de los árboles se mecían con fuerza, azotadas por el viento implacable.

Asustado por las fuerzas de la naturaleza, corrió a resguardarse bajo un balcón, pero antes de llegar, una maceta cayó sobre su cabeza causándole un traumatismo craneoencefálico que le mantuvo postrado en cama dos meses. Timmy se perdió la final del campeonato juvenil y se puso muy triste.

>¿y eso que tiene que ver con los porros?

La planta de aquella maceta era de ¡María! ¿Podemos seguir?

>oeste

Los aullidos de un mono llaman tu atención. Cuelga de liana en liana mientras trata de sostener con su pie...¡¡una pequeña hacha!! Lo observas durante unos minutos. Da vueltas en círculos por esa zona.
Salidas: Este.

>el mono caga de memoria
No entiendo ese concepto.
>examinar suelo

El suelo está lleno de pequeñas piedras de mármol afiladas. Debe haber cerca alguna cantera.

>coger piedra

Eliges la que te parece más mortífera.

>arrojar piedra contra el mono

No entiendo lo que dices.

>lanzar piedra contra el mono

¿Me lo repite?

> atacar con piedra al mono

No creo que eso sea aconsejable.

>expeler la piedra hacia el mono

Deberías darle un repaso al diccionario.

>¿quieres tirar la puta piedra al mono ya?

Caray con el académico de la lengua...

>tirar piedra al mono

Expeles la piedra hacia el mono con las escasas fuerzas que te restan tras la prolongada convalecencia en aquella cabaña, pero el mono es ágil y logra esquivarla. Sin embargo se detiene sobre una rama, coge el hacha y lo blande hacia ti amenazadoramente. Jurarías que tiene los ojos entornados.

>este

La distancia entre los árboles se hace mayor, lo que te permite ver más allá de la sábana esmeralda que te rodea. Un concierto de gritos, chasquidos de ramas y silbidos en la lejanía te hacen despertar de la ilusión de que te encuentras sólo. Salidas: Este, Oeste.

>este

La jungla parece tomarse un descanso en esa parte del camino. Los altos árboles han dejado paso a frondosos arbustos de los que penden unos pequeños frutos rojos. Salidas: Sur, Norte, Oeste.

>norte

Estás rodeado por muros de vegetación que forman un pasillo que se extiende hacia el sur. A un lado del camino, casi tropiezas con una extraña piedra pulida, con forma de... Si no fuera por dónde te encuentras, jurarías que es un consolador de piedra. El sueño de Amelia Earhart.
Salidas: Norte, Sur.


>norte

En el pueblo, Krav limpia su arma con cuidado, sentado a la sombra del toldo de una de las cabañas. Al verte alza su brazo para saludarte, apretando el gatillo sin querer e hiriendo en la pierna a una de las vacas que pastan en uno de los corrales.
Salidas: Sur, Este.


>decir a Krav "¿dónde está la mujer?"

- Ya te lo dije antes, en la plantación de plátanos del este. Por cierto esa mujer tiene un nombre. Vale que hasta los gorilas huyan de ella, pero es una persona también. Se llama Casta.
- Un nombre muy... curioso.
- Se lo puse yo.


>este

La "plantación" de plátanos no son más de quince palmeras apiñadas en apenas 4 metros cuadrados y golpeadas con largas varas por un grupo de mujeres entre las que pronto distingues a Casta. Es la encargada de comprobar la dureza de la fruta.
Salidas: Oeste.

>examinar a Casta

Permanece sentada frente a un cesto repleto de plátanos. Los va cogiendo uno a uno. Con la mano izquierda los agarra por la base, mientras desliza su diestra a lo largo del fruto, de arriba a abajo, suavemente. Parece tener una gran experiencia.

>coger plátano

Casta te da un manotazo y te reprende seriamente. No se puede robar a la tribu. Tendrás que darme algo a cambio.

>inventario

- Hoja con forma de porro que no es un porro
- Frutos rojos
- Piedra fálica


>dar hoja con forma de porro a Casta

¿Estás de broma? Esta gente toma coca para desayunar. Es como si le ofrecieras un huevo kinder a Isabel Preysler.

>tú dáselo

La mujer te mira de arriba a abajo hasta considerar que careces del suficiente interés y continua su trabajo.

>dar piedra fálica a Casta

Los ojos de la joven se iluminan como el trasero de las luciérnagas en una noche sin luna. Agarra la piedra, te tira un plátano y tras una breve conversación con las recolectoras, se pierde en el interior de una choza.

>coger plátano

El que te ha tirado la chica está demasiado blando así que metes la mano en el cesto y te haces con un suculento plátano que sería la delicia del mismo King Kong.

>oeste

Los miembros de la tribu rodean a Krav, que permanece atado a un poste. Lo están juzgando por vaquicidio, el crimen más grave para los Yisai. Al pie de la empalizada, puedes ver su revolver.
Salidas: Sur, Este.

>coger revolver

Es un Colt Carabine del 42 con culata de nácar. El tambor está lleno salvo por la bala homicida.

>pegarte un tiro

¿Por qué no te lo pegas tú?

>sur

La Amazonia es el sueño de los vegetarianos. Allí no morirían de hambre nunca.
Salidas: Norte, Sur.

>sur

Estar rodeado de tanto verde, te hace sentir como si fueras un ser de clorofila. No debiste chupar ese sapo...
Salidas: Norte, Sur, Oeste.

>oeste

Ya no quedan hojas de porro.
Salidas: Oeste, Este.

>oeste

El mono continúa con sus acrobacias indiferente a tu presencia.
Salidas: Este.

>tirarle plátano a mono

Lo lanzas con cuidado de no darle. Este cae a pocos metros de ti. El simio se detiene. Te mira a ti, luego al plátano, de nuevo a ti... parece estudiarte. En un instante, suelta el hacha y se abalanza sobre la fruta, desapareciendo de inmediato entre el follaje.

>coger hacha

Podría haber pertenecido al primo salvaje de Papá Pitufo, pero al menos está afilada.

>hacer la danza de la lluvia

¿Y eso a qué viene ahora?

>Ya sabes, coges el martillo lo sujetas por encima de la cabeza y das vueltas en círculo mientras invocas a Manitú.

No me he enterado de nada.

>este
Ya no quedan hojas de porro. Escuchas el llanto lejano de Bunbury, o eso te parece.
Salidas: Oeste, Este.


>este

El rumor de un río llega a tus oídos difuso como tus recuerdos...
Salidas: Norte, Sur, Oeste.
>sur
Bravas como las brasileñas en carnaval bajan las aguas del torrente atronador que cercena tu travesía. Un grupo de árboles beben de su cauce aunque al crecer se han achaparrado.

Salidas: Norte

>usar arbol con hacha

¿Sabes que hay disléxicos famosos como Picasso, Einstein y Johnny Deep? En serio, infórmate sin vergüenza ninguna.

>usar hacha con árbol
Te arrancas la camiseta dejando al descubierto un torso fofo y peludo como el del seguidor típico de Iron Maiden y durante cuatro agotadores días logras talar uno de los árboles, que cae perpendicularmente sobre el río, creando un improvisado puente.
>cruzar puente mientras silbas la banda sonora de "El puente sobre el rio Kwai"
No entiendo referencías a películas anteriores a los años 70.
>bueno pues entonces silba la de "El bueno, el feo y el malo"
Qué gran película. Clint Eastwood se sale. Bueno escucha que empiezo: Titiiii ti ti ti tiiiiii ti tiiiii ti ti ti ti ti ti ti ti ti...
>es suficiente
Bueno, pues estás al otro lado de la corriente. El camino se bifurca hacia el sur y hacia el este, donde la plataforma continental termina bruscamente en un precipicio.
>sur
Has llegado al fin a las montañas. No te es muy difícil encontrar la cueva del chamán pues este ha montado una tienda de souvenirs para turistas. Tras hacer cola durante quince minutos detrás de unos japoneses, logras tener una charla con él.
- Tu problema tiene solución - te dice mientras se toma la segunda dosis de ayahuasca del día
- Yo hago una poción con frutos rojos y hojas de porro que te devolverá la memoria.
>dar ingredientes a chaman

- Bien, espera aquí.
El viejo se introduce en el almacén y sale minutos después con un vaso lleno de un liquido verduzco y vomitivo. Lo bebes de un tirón. Sientes como el brebaje desciende por tu sistema digestivo quemándolo como si fuera aguarrás.
- Es aguarrás - te informa el chamán. Tiene muchos otros usos aparte de conservante de la Pepsi.
No escuchas sus últimas palabras pues de pronto sientes como si en tu cerebro se abriera la puerta principal y entrara en él tu vida.Eres... bueno, eso no lo recuerdas, ni tampoco de donde eres, ni qué haces allí...
- Perdona, diluí el aguarrás con un poco de vino. No es fácil encontrar por aquí una droguería.
Lo único que recuerdas es que tienes que llamar por teléfono a tu novia, antes de que esta se piense que la estás engañando con las nativas.El chamán te informa de que podrás encontrar una cabina pasado el precipicio de la fe.
- Por cierto, ¿tu novia te compró esos pantalones?La respuesta llega clara.
- Creo que si.
- ¿Y de verdad quieres seguir con ella? No respondes a la impertinencia y sales al exterior. Pronto anochecerá.
>salidas
La única salida está al norte.
>norte
Estás en un cruce de caminos con salidas al norte y al este.
>este
Un precipicio sin fin se extiende ante ti y no hay puente ni árbol demasiado largo que pueda hacer la misma función. Las palabras del chamán resuenan en tu mente.
Salidas: Oeste
>dar un paso
Oye, que no hay nada.
>confía en mi
Eso es fácil de decir. ¿Cuando fue la última vez que confiaste tú en algo?
>cuando me leí todo esto rollo pensando que mejoraría
Como en una pelicula de serie B, bajo tu pie aparece un puente de piedra que une los dos lados de la quebrada. Lo atraviesas con cuidado, concentrado en la dura roca.
Salidas: Oeste, Este
>este

La selva ha desaparecido ya. La sabana amazónica, creada artificialmente por madereros sin escrúpulos, se extiende ante ti. No bien has andado varios metros, te asaltan un grupo de contrabandistas de azúcar, dispuestos a matarte por tus pantalones pirata.
Salidas: Oeste, Este.

>balasear contrabandistas

¿Balasear? ¿De donde has salido tú? ¿Del barrio de El Raval?

>No lo sé. No tengo memoria.

Touché.

>disparar a contrabandistas

Con una técnica y una velocidad asombrosa, desenfundas el revolver y antes de que alguno de ellos llegue a pestañear siquiera, los abates de sendos disparos entre ceja y ceja. Das gracias a tu experiencia militar como rapero en la costa Este. El cuerpo de su jefe queda posado en el suelo en una forma extraña
Salidas: Este

>revisar cuerpo

Buscas en los bolsillos algo de valor, pero lo único que encuentras es una moneda.

>robar moneda

Es una moneda de plata, el nombre que le dan los nativos al cobre en un vano intento por aparentar una riqueza que no poseen.

>este

¡¡Al fin!! Una cabina de teléfono echa con juncos se alza en mitad de un claro y lo mejor de todo es que no hay nadie usándola ni han forzado el cajetín.
Salidas: Oeste

>entrar en cabina

Para estar en medio de ninguna parte, parece un teléfono de verdad, con su auricular y su ranura para las monedas. No iba a ser gratis.

>descolgar auricular

Lo coges entre tus manos, pero no hay linea.

>introducir moneda en ranura

Los 5 pesos se deslizan por el conducto como el aceite entre los pechos de Sabrina durante un día de playa. El teléfono tiene ya linea.

>marcar numero

¿Qué número?

>recordar numero

¿Cómo pudiste olvidarlo? Pues porque siempre te llamaba ella ¡¡gorrón!! Su número es el 670123456.

>marcar numero 670123456

Tras cinco interminables tonos, la voz más dulce que has escuchado nunca, tu lata de bebida isotónica en mitad de una maratón, la mama´s de tu papa´s, la guinda de tu pastel, el emule de tu pc, la protagonista de tus sueños, causa de tus desvelos, portadora de felicidad, ella, responde al otro lado de la linea.
- ¿Diga?

>decir "Te amo maricarmen"

Enhorabuena. Lo has conseguido. La llama de vuestro amor continua encendida. En un mes volverás a tenerla entre tus brazos y viviréis felices, juntos para siempre. Pero antes, tendrás que encontrar un modo de volver a la civilización...
FIN